miércoles, 8 de octubre de 2008

Sumario n°43 - 04/2001

Descubrir las casas de escritores


Casa de Victor Hugo, palacete de Rohan-Guéménée, plaza de los Vosgos, en París.

"La casa, aún más que el paisaje, es un estado de ánimo". Esta frase del filósofo Gaston Bachelard nos recuerda que las casas de escritores no sólo están arraigadas en la realidad --una región, una época, unos muebles, unos objetos personales-- sino en nuestra imaginación, nuestra cultura y nuestra memoria. Pequeña vuelta a Francia a través de diez casas.

En Francia, se estima que existen 120 casas de escritores en sentido estricto, es decir, casas en las que vivieron escritores. Pero si se amplia esta noción a la de espacio literario, incluyendo las bibliotecas o los museos dedicados a los escritores, se llega a 265. Esta profusión va acompañada de una gran diversidad de lugares y estatutos. Algunas casas son privadas y administradas por individuos o asociaciones, otras son públicas.

Abarcan cinco siglos, desde el Renacimento a nuestros días, aunque el siglo XIX es el más representado. El patrimonio francés se compone de todo tipo de casas, desde la modesta choza en la que vivió Jean-Jacques Rousseau en Montmorency (tuvo que marcharse de ella, de noche, para evitar las persecuciones que provocó la publicación de Emilio), al castillo de Saint-Point, en la región de Mâcon, donde residió Lamartine; desde el pequeño apartamento de Boris Vian en Pigalle, en París, al castillo de Monte-Cristo que hizo construir el extravagante Alexandre Dumas en Port-Marly.


Reconstitución del salón de Colette en el museo que se le ha dedicado en Saint-Sauveur-en-Puisaye.

A tal señor, tal honor: el museo Victor-Hugo será el punto de partida de nuestra vuelta a Francia en diez casas. Este palacete particular del siglo XVII se encuentra en el centro de París, en la plaza de los Vosgos. El poeta se instaló en él en plena gloria, en 1832. Vivió allí veintiséis años, con su mujer y sus hijos, escribiendo sus grandes dramas y recibiendo a la élite romántica. Como en Hauteville House, la casa que ocupó durante su exilio en la isla anglonormanda de Guernesey, Hugo dio rienda suelta a su amor por las antigüedades y por la Edad Media. La disposición de las habitaciones ha cambiado y se han dispersado los muebles, pero en el museo, inaugurado en 1903 y restaurado en 1983, se respira una atmósfera que evoca al poeta, gracias a la reconstitución del decorado que éste creó para su amante Juliette Drouet y del de su última habitación, en la avenida... Victor-Hugo.

Pero el mayor atractivo del museo Victor-Hugo es la riqueza de las colecciones y el dinamismo de su director, que propone exposiciones centradas en las relaciones entre Hugo y la creación contemporánea.

También en París, esta vez en el barrio de Passy, la casa de otro gigante de la literatura del siglo XIX: Honoré de Balzac. La comparación es edificativa. Por un lado, un poeta glorificado, por otro, un novelista endeudado, perseguido por sus acreedores. Balzac, que utilizaba un nombre falso, podía huir de ellos saliendo por la puerta trasera de esta encantadora pequeña mansión, curiosamente construida sobre dos niveles, que da a una callejuela.

Escribía toda la noche en su despacho, de espaldas a la ventana. La mesita, la cafetera nos recuerdan la inmensa tarea del autor de La comedia humana. La biblioteca posee un fondo muy rico, en particular de periódicos y revistas de aquella época. Y el jardín permite soñar con los tiempos en los que París aún estaba en el campo.

La alquimia entre una obra y la realidad

Habitación de Marcel Proust, casa de tía Léonie, en Illiers-Combray.


La familia del padre de Marcel Proust procedía de la región de Chartres: allí se pasaba el verano, en casa de una tía, Elisabeth Amiot, inmortalizada en En busca del tiempo perdido con el nombre de tía Léonie. Los recuerdos transfigurados del novelista hicieron de la pequeña ciudad de Illiers el Combray de su infancia.

Entrar en la casa de tía Léonie, es entrar en el universo de Por el camino de Swann. No falta nada: los muebles antiguos, la habitación desde la cual acechaba los pasos de su madre por la escalera, el aroma de la provincia. Vienen visitantes del mundo entero. Algunos lloran de emoción. No existe un ejemplo mejor de la alquimia entre una obra y la realidad que, en parte, la inspiró. Conferencias y clases-patrimonio que incitan a los alumnos a apreciar a este difícil autor, paseo (la iglesia, el Prado Catelan, el castillo de Villebon) y la famosa madalena por cuya autenticidad se pelean los pasteleros locales.

Ninguna de las innumerables casas que habitó Colette estaba disponible para un museo. Hubo que inventarse una, en el castillo de Saint-Sauveur-en-Puisaye, el pueblo de Borgoña donde pasó su infancia. De ello se encargó la artista plástica Hélène Mugot, creando un lugar original, totalmente dedicado al encuentro con un escritor: sin recurrir a la reconstitución piadosa, la utilización de la imagen, el sonido, la arquitectura, la luz y los colores ofrece una interpretación muy depurada y contemporánea del universo de Colette. En la biblioteca en trampantojo, 1.500 libros abiertos muestran sus frases más bellas. Que cada uno lo disfrute a su manera.


Casa de George Sand, en Nohant.

Hubo una época en la que Ferney era uno de los lugares más famosos de Francia. ¿Acaso no se instaló en ese pueblo de Ain, a dos pasos de la frontera suiza --por prudencia--, el entonces llamado "El posadero de Europa"? En Ferney, Voltaire pudo por fin llevar a cabo, a la edad de sesenta años, sus ideas sobre el trabajo y la sociedad, plantando árboles, creando manufacturas, bajando los impuestos, escribiendo y actuando en su teatro. El filósofo defensor de la libertad de pensamiento redactó allí el Diccionario filosófico y el Tratado sobre la tolerancia.

Este castillo fue privado durante mucho tiempo y se retocó, pero manteniendo la armonía de los jardines y de los edificios. El estado acaba de comprar la propiedad y el Centro de los Monumentos Nacionales ha emprendido importantes obras de restauración. El 16 de diciembre de 2000, gracias a una convención entre el Estado, la región Rhône-Alpes y la ciudad de Ferney-Voltaire, se creó "La posada de Europa", un centro cultural de encuentro donde residirán artistas exiliados, perseguidos en su país.

Peregrinación romántica

En cuanto al castillo de Nohant, pertenece desde 1952 a la Caja de los Monumentos Históricos. Se inauguró en 1961 y acaba de ser restaurado. A los visitantes les gusta esta romántica mansión donde vivió George Sand y que Alfred de Musset, Frédéric Chopin, Franz Liszt, Eugène Delacroix y tantos otros invitados prestigiosos frecuentaron. Nohant es el arquetipo de la casa de escritor, en el sentido tradicional del término. El carácter intimista de las reconstituciones, la agitada vida de George Sand, su compleja personalidad hacen que la peregrinación a Nohant, en ese Berry que ella tanto amaba, adquiera un tono romántico al que contribuyen el Festival Chopin y las Fiestas Románticas.

En 1985, los herederos de François Mauriac donaron la finca de Malagar al Consejo Regional de Aquitania. Esta propiedad vitícola, no muy lejos de Burdeos, fue un remanso de paz para el novelista, que encontró allí sus raíces y una fuente de inspiración y de escritura.

Casa de Pierre Loti, en Rochefort..


Una casa solariega, viñedos, dos bodegas, dependencias, una hermosa terraza frente al valle del Garona: Malagar es ante todo un territorio. Gracias a una magnífica restauración, se ha convertido también en un lugar de cultura, investigación e intercambios. El centro François-Mauriac consagrará en particular "Los encuentros francófonos" de 2001 en Quebec.

Casa de disfraces, casa museo, casa libro: la mansión de Pierre Loti en Rochefort, en Charente-Maritime, es una de las más sorprendentes. El novelista-oficial de marina transformó esta austera y burguesa casa de familia en un perpetuo teatro, proyectando en ella sus sueños, sus delirios, sus nostalgias. Los decorados se fueron sucediendo, reflejando a través de muebles y telas la Edad Media, Turquía, China, Japón, como a través de los disfraces que tanto le gustaba llevar. Allí organizaba fiestas suntuosas, pero vivía en una celda monacal que nos revela una parte de aquel "corazón más cambiante que un cielo de equinoccio".

Casa museo, casa libro

La ruta histórica de las casas de escritores transcurre de Normandía a Ile-de-France. La puntúan doce etapas, como el castillo de Michelet, la dacha de Tourgueniev, o el Valle de los Lobos de Chateaubriand. En 1951, Louis Aragon compró el molino de Villeneuve, en Saint-Arnoult-en-Yvelines, para regalarle "un trozo de tierra francesa" a su esposa, la novelista de origen ruso Elsa Triolet.

Los dos escritores compaginaron el acondicionamiento de la propiedad con sus obras. Están enterrados en el parque, uno junto a otro. El tiempo parece haberse detenido: la casa, magníficamente restaurada, está tal y como la dejara Aragon al morir, con su cocina de azulejos azules, su gran mesa de madera, su molino de agua y sus miles de libros. Programas culturales abiertos a un amplio público incluyen ciclos de conferencias sobre Elsa Triolet y Aragon, encuentros, exposiciones de jóvenes creadores así como de pintores ligados a los dos artistas.


Casa de Emile Zola, en Médan.

Última etapa: la casa de Emile Zola en Médan, a orillas del Sena. La compró gracias al éxito de su novela La taberna y resulta como un concentrado de la relación que puede mantener el escritor con su casa. Zola fue su diseñador y arquitecto. Fue creciendo al hilo de sus libros, engalanándose con una torre "Naná", luego con una "Germinal". En ella, el novelista escribía en paz, pero también recibía a sus amigos: lugar de retiro, de creación, pero también de amistad, en plena naturaleza pero cerca de París, refleja sus gustos y su personalidad, su estética y su modo de vida. Bajo el mecenazgo de Pierre Bergé, se está realizando un importante proyecto de restauración.

¡Habría que citar tantas otras casas! Desde hace algunos años, gran parte de ellas se benefician de una política de restauración y animación que las convierte en polos de atracción para varios miles de visitantes al año. Se están dotando de centros de investigación, de bibliotecas, de sitios Internet, de tiendas o de salones de té, combinando la vocación literaria y la turística.

Se está llevando a cabo una verdadera reflexión museográfica, a fin de revalorizar las colecciones. En cuanto a la animación, dirigida tanto hacia los escolares como hacia el público adulto, se va enriqueciendo con espectáculos, conferencias, coloquios, recorridos literarios, clases de lectura.

Como se ve, las casas de escritores son un sector en plena renovación. Ojalá no pierdan por ello su alma, tan frágil como el papel...

Evelyne Bloch-Dano
Periodista de Le magazine littéraire y escritora

Selección bibliográfica

Evelyne Bloch-Dano es autora de Zola à Médan [Zola, en Médan], ed. Christian Pirot, París, 1999.
Les maisons d'écrivains [Las casas de escritores], de Georges Poisson, ed. PUF, París, 1997.

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