sábado, 21 de marzo de 2009

radar

Domingo, 17 de Octubre de 2004

PERSONAJES:

Modelo para armar

Detrás de La Maga, el inolvidable personaje de Julio Cortázar, hay una mujer de carne y hueso: se llama Edith Aron, vive en Londres, es escritora y traductora y a los 81 años recuerda con lujo de detalles al hombre alto, dueño de una erre extraña, que conoció en 1950 en viaje hacia París, tocando tangos a cuatro manos en un piano de barco.

Edith aron
Por Juan Cruz

Fuimos a Londres a buscar a La Maga de Rayuela y nos encontramos con Edith Aron, una mujer de carne y hueso sobre cuya historia pasa el siglo, con su carga terrible de diáspora y paradoja. Nacida en el Sarre, emigró con su madre a Argentina y desde allí asistió a la desolación de la guerra mundial y al exterminio de muchos de los suyos. Una vez vislumbró a Julio Cortázar en Buenos Aires, y luego hizo con él, sin que ninguno de los dos supiera del encuentro, el viaje en el barco que la devolvió a Europa, al Sarre y a París; era en torno a 1950 y allí coincidió otra vez con Cortázar y vivieron juntos muchas de las situaciones que el escritor novela en Rayuela. Pero apenas nos sentamos a la mesa de su apartamento del barrio de Saint Johns Wood, el pasado 4 de septiembre, el día en que ella cumplía 81 años, dijo: “Conste que yo no soy La Maga”.
Aron es escritora, ha publicado varios libros en alemán, tradujo durante algunos años la obra de Cortázar a ese idioma, y conservó con él una amistad que se revalidó al menos hasta 1979, cuando se encontraron –por casualidad una vez y a propósito en otra ocasión– en el metro londinense y luego en este mismo apartamento del norte de Londres. Era una amistad difícil ya: se había interrumpido porque Cortázar no quiso que ella siguiera traduciéndolo, un trauma del que da la impresión que ella nunca se ha recuperado. Sin embargo, el indudable afecto perenne no sólo se transparenta en las palabras –para Julio y para Aurora Bernárdez, su ex mujer, a la que dedica grandes elogios–, sino en la memorabilia cortazariana: libros, recortes, recuerdos, incluso alguna carta inédita que ella nunca le envió.
Entonces, ¿quién es usted?
–Nací en el Sarre hace hoy 81 años. Entonces el Sarre era un Estado, hablábamos francés y el dinero también era francés; el idioma era el alemán, pero todos aprendimos francés... Vivíamos en una ciudad muy pequeña, Homburg, en una comunidad judío-alemana muy simpática. Fue una infancia muy buena, hacíamos juegos maravillosos que aún hoy me hacen reír... Un día, era 1933, mi padre llegó a casa y dijo que Hitler había ganado. Eso fue el comienzo... Mis padres se separaron, y mi madre decidió marcharse a Argentina, donde tenía un tío que era dentista. Mi padre se quedó, y nosotros zarpamos desde Rotterdam; ahí vi una hermosa escultura de Ossip Zadkine, inmensa. Ossip aparece en Rayuela; sí, hay un collar, alguien pregunta quién se lo ha regalado a La Maga, y se lo ha regalado Ossip. Quizá viene de esa historia...
¿Usted sentía que estaba perdiendo un lugar, una patria?
–Primero que nada me interesó todo lo que había en aquel barco. En Buenos Aires nos esperaba el tío Carlos, el dentista, que vivía en un pueblo fronterizo que se llamaba Villa Iris. Su mujer se llamaba Cecilia, amaba la música. Todo era ajeno; ya aquello no se parecía en absoluto al Sarre: había calles angostas, muchos coches...
¿Cómo vivían ustedes las noticias que venían de Alemania?
–Había cine de actualidades, y ahí veíamos las atrocidades; la gente en cola iba a ver lo que sucedía en los campos de concentración. Nadie podía creerse aquella barbaridad. Ahora me da escalofríos: cuando terminó la guerra recibí una postal de mi papá. Se había salvado, como sus hermanas y sus respectivos maridos, pero los nazis se llevaron a una prima mía de 18 años. Mi abuela francesa, de 86 años, se quedó completamente sola; después me dejaría un montón de dinero, porque ella se sentía responsable de mí por el divorcio de mis padres, pero ya el dinero no tenía valor. Y ahora me acuerdo: un día salía de mi casa y vi a un chico con un diario en lamano, con un titular que decía: “Guerra”. Era un día como hoy, de sol, septiembre de 1939.
¿Por qué se marchó usted a Francia?
–Quería ver a mi padre. Muchos de mis amigos de Argentina se habían ido a París. Mi último trabajo en Buenos Aires había sido en el Instituto Cultural Argentino Norteamericano, donde me eduqué musicalmente. Tenía que organizar conciertos para los estudiantes. Tuve otros trabajos: en una paquetería internacional, y también en el Instituto Colón Argentina, en la calle Maipú al 686.
La calle donde vivía Borges.
–El vivía en el 994. Volví a Europa en barco, hasta Cannes. Mi padre no vino a recogerme; vivía en la frontera del Sarre, con otra mujer, y envió a un primo que tenía en Niza; fui la última en bajar del barco, con mi baúl. Tenía muy poca plata, 15 francos, de modo que era un poco sospechosa, así que una señora gorda me metió en un cuarto para indagar qué iba a hacer yo en Francia y con tan poca plata, hasta que llegó el primo de mi padre: “Eh, que yo tengo plata para ti”. Tenía ganas de ver Europa; era invierno, el 22 de enero de 1950. Fue una gran emoción, el olor y sentir el invierno de nuevo; en Argentina no hay invierno.
¿Cómo fue el encuentro con su padre?
–Fue muy emocionante para los dos. Él me preparó: “Hay alguien que cuida la casa”. Yo sabía que me estaba preparando para que me encontrara con su nueva mujer, sobreviviente de una familia víctima de los nazis. Mi padre se había salvado porque estaba pescando en el río y alguien le avisó; después le avisaron también en un tren. Y sobrevivió.
Y París...
–En París me encontré con el pintor Sergio de Castro, alumno de Torres García. Fui a dejar un encargo que me habían hecho en Buenos Aires, tenía que dejar algo en una librería de Saint-Germain, y ahí, por fuera de la librería, estaba Cortázar. Es curioso: habíamos venido juntos en el barco. Me había llamado la atención aquel chico tan alto que hablaba con una erre muy especial. En el salón de tercera tocaban tangos, y él tocaba con otra persona a cuatro manos. En mi camarote iba una italiana que se iba a dar a luz en Italia, y un día me dijo: “¿Por qué no se pasa a nuestra mesa, que es tan divertido?”. Allí estaba Cortázar, pero en mi mesa había un viejo mozo que iba a jubilarse, me daba lástima, y además en aquella mesa había gente medio tonta. Y cuando nos vimos en París me reconoció enseguida: “Usted venía en el barco”. Y días después fui con una amiga que también venía en el barco a ver una película grandiosa, Juana de Arco, y ahí detrás estaba sentado Cortázar. Es curioso, nos íbamos encontrando con la gente del barco. Hablamos un poco, y días después volví a verlo en los jardines de Luxemburgo. ¡La casualidad contaba tanto para él! Me invitó a tomar un café y me dio un poema que se titulaba “Los días entre paréntesis”; desapareció con mis cosas de París. Hablaba de aquel viaje en barco. Fuimos juntos luego a los jardines de Versalles, y ahí me mostró un árbol que tenía unas raíces impresionantes y me leyó un poema inglés sobre las raíces.
¿Cómo era la vida de ustedes en París?
–El volvió a París en 1951, me parece que con una beca, y fue entonces cuando me mandó una carta para empezar a salir. Ibamos a ver muchas películas; yo no entendía muchas cosas, y él me decía que no las entendía porque no era intelectual. Visitábamos museos y nos veíamos con muchos amigos: Sergio de Castro; un amigo que se llamaba Tirso de Molina, y con Margarita Fernández, con la que sigo escribiéndome. Julio entonces era terriblemente intelectual, con sus anteojos de vidrio. Y no necesitaba gafas: debía de ser como una protección. Era mi primer contacto con losintelectuales; él sabía tanto y yo no sabía nada, yo tan sólo quería estudiar. Él tenía mucho humor, nos reíamos mucho. En Navidad vino Aurora Bernárdez, y me preguntó cuándo quería pasar las fiestas con él, si en Navidad o en Año Nuevo. Yo quería estar con mi padre en Navidad, en realidad la pasé con Margarita, y cuando pasó la Navidad, ya Julio se había decidido por Aurora. Una noche fuimos a un concierto de Louis Armstrong. Él estaba en el escenario, y al lado de él había como una pequeña torre de veinte pañuelos amontonados, que usaba durante los conciertos. Al día siguiente recibí con el correo un manuscrito lindísimo que decía: “Louis enormísimo Cronopio”. Lo presté a alguien y nunca me lo devolvieron. Creo que está impreso en el libro La vuelta al día en ochenta mundos.
¿Era consciente de que muchos la identificarían luego con La Maga?
–En absoluto. Él me escribió una carta explicándome que en su libro habría un personaje que él inventó y que sale de mi persona... Una vez me dijo: “Tú tienes un hilo de mi vida. También has visto nacer algunos de mis cuentos”. Yo recuerdo “Axolotl”, en el Jardin des Plantes, donde íbamos con nuestras bicicletas. Y una vez sentado en un concierto en el teatro de Champs Elysées tuvo la idea de “Les ménades”, que sucede en el teatro Colón de Buenos Aires, creo...
¿Oliveira existe? ¿Y Gregorovius?
–Hay un antecedente de un personaje que viaja por Italia, en el caso de Gregorovius... En fin, Julio era tan inteligente. Ante él yo tenía un complejo tremendo, sabía tanto y yo no sabía nada. Yo tenía miedo a todo amor verdadero. Me envió una carta: “A lo mejor nos encontramos la segunda vez...”. Cuando vino aquí, en 1979, lo vi desorientado; creo que buscaba a Aurora otra vez.
Oyéndola hablar surgen aspectos que recuerdan a La Maga...
–Él cuenta en el libro cosas que en efecto pasaron, pero otras las inventa. Cuando recibí Rayuela vi en la dedicatoria algo que no me gustó, algo así como que yo era un fantasma que andaba por la Argentina. La saqué y la rompí, y después el libro me produjo un shock. Tendré que hacer un esfuerzo para leerlo. Me había mandando el libro desde Viena. Me recordaba el comienzo de mi vida en París, con Julio. Había sitios, situaciones: por ejemplo, el entierro del paraguas, que yo encontré en una plaza. Hacía esas cosas.
¿Él era Oliveira?
–Era todos. Era Oliveira, era Horacio, era Gregorovius... Él era todos.
¿Y La Maga también?
–Él dice que, como todos, La Maga es dos personas.
¿Y qué dos personas serían La Maga en su memoria de lectora?
–Quizá la chica simple que yo era y la que fui cuando comencé a emanciparme, no lo sé. Él era muy divertido, y me enseñó, por ejemplo, a descubrir el surrealismo. Un día me dijo: “Hay que poner poesía en la vida de la gente”, y escribió un papel con esa frase y lo fue poniendo en laspuertas de las casas... Tenía una bicicleta a la que llamaba Aleluya; la mía me la regaló un compañero en el Sarre. En esas bicicletas hacíamos nuestras excursiones.
¿Quién era Rocamadour, el niño de La Maga en la novela?
–Rocamadour es el nombre de una ciudad francesa. Ah, cuando lo conocí me llamaba Madur, y usó para el nombre del niño el nombre de Rocamadour porque le sonaba bien.
¿Qué significaba el niño en el libro?
–Es la muerte del amor del personaje principal: cuando él deja de querer a La Maga, el niño se muere. Él lo explicó así: compara el amor por La Maga con el amor de un niño; lo inventó, evidentemente.
¿Le hubiera gustado a usted ser La Maga?
–Para nada. Soy traductora, fui madre a los 44 años, y un día decidí que o me divorciaba o escribía un libro. Soy escritora.
Decía Cortázar en Rayuela: “La Maga oía hablar de inmanencia y trascendencia y abría unos ojos preciosos que le cortaban la metafísica a Gregorovius”.
–Es precioso...
¿Usted era así?
–Cortázar y De Castro hablaban de todo, y yo escuchaba, aprendía; no podía intervenir en la conversación, pero me gustaba mucho oírlo hablar. Y muchos me dijeron que tenía unos ojos lindos...
O sea que en esa frase puede estar La Maga...
–Puede ser... Una vez me regaló un poema, en 1952, en mayo de 1952. Léalo: “Veo el mundo como un caos y en su centro una rosa, veo la rosa como el ojo feliz de la hermosura y en su centro el gusano, veo el gusano como un trocito de la inmensa vida y en su centro la muerte, veo la muerte como la llama de la nada y en su centro la esperanza, veo la esperanza como un vitral cantando a mediodía y en su centro el hombre”... Todavía no estaba escrita Rayuela. Él ya sabía el valor que iba a tener el libro.



La Maga, Cortázar; el azar, un barco, un vagón de subterráneo



Edit Aron y María Esther Vázquez
María Esther Vázquez







La mujer, melena negra y ojos verdes y duros, no representa los 70 años largos que tiene. Apoyados los codos sobre la mesa, que le sirve de escritorio, se toma la cara entre las manos, al tiempo que mira la enorme cantidad de fotografías, de cartas y de libros dispersos sobre la carpeta, bajo sus ojos. El cuarto es grande y silencioso (quizá demasiado), la luz entra por el ventanal e ilumina su perfil, todavía perfecto. De pronto, se da -vuelta, nos mira y con un ademán nos invita a ver las fotografías. En sus reacciones, en su mirada ansiosa, en las manos intranquilas, en el gesto maquinal y frecuente con que se aparta el pelo de los ojos, sigue siendo la misma persona tímida, insegura e insolente, que le inspiró a Cortázar el carácter de la Maga de Rayuela.
Las fotografías son de todas las épocas. En la más antigua se la ve de unos 9 años, sentada sobre el capó del coche de su padre. Muestra la sonrisa que el tiempo respetará; la misma de hoy, la misma que iluminó su rostro cuando Cortázar la fotografiaba.
La Maga es políglota; habla y escribe en francés, inglés, alemán (su lengua natal) y en el español que aprendió en la Argentina -"Maga nació en el Sarre, de padres judeoalemanes, que pronto se divorciaron: la madre la trajo entonces a Buenos Aires. Eso ocurrió antes de la Segunda Guerra Mundial. Acá, cursó la secundaria -A los 23 años se fue a París a perfeccionar su francés - Viajó en el mismo barco en que lo hacia Cortázar, Conte Biancamano ; partieron el 6 de enero de 1950. "Me llamó la atención ese joven alto y delgado (el joven estaba por cumplir 36 años), que tocaba el piano en el salón de tercera clase, donde viajábamos", recuerda la Maga. Sin embargo, y pese a haberse observado mutuamente, no se presentaron. Los unió el azar; una tarde, mientras ella estaba en una librería del boulevard Saint Germain, lo vio en la calle, del otro lado de la vidriera, y él la saludó con una inclinación de cabeza. La segunda vez, se encontraron en un cine, donde pasaban la Juana de Arco, muda, de la Falconetti. La tercera vez, tropezaron el uno con el otro en el Jardín de Luxemburgo, hacía mucho frío y entraron en un café donde charlaron horas. La Maga cuenta que Cortázar le daba mucha importancia a estos encuentros dispuestos por el destino. Se hicieron amigos, él le regaló un poema suyo que hablaba del tiempo pasado en el barco, se titulaba Los días entre paréntesis. Descubrieron amigos comunes en París y que, además, se divertían mucho juntos.
Pero Cortázar después de cuatro semanas volvió a Buenos Aires y en agosto de 1951 le escribió a la Maga una carta. Me la tiende después de haberla rescatado del caos de papeles amontonados en la mesa. Leo: "Querida Edith (porque Edith todavía no era la Maga, o lo era y no lo sabía): No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio ( ... ), para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).
Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos anos. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre. ( ... ) Pienso en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, ( ... ) de que no le divierta la posibilidad de verme. ( ... ) Por eso le pido desde ahora y se lo pido por escrito porque me es más fácil ( ... ) que si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, si no necesita este pedazo de pasado que soy yo, me lo diga sin rodeos. ( ... ) Sería mucho peor disimular un aburrimiento. ( ... ) Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día yo pueda prestarle otro pulóver. La carta es larga y la primera de una serie que duró tanto como la vida de Cortázar.
Mientras tanto la Maga necesitaba vivir: encontró un empleo en las tiendas Printemps sólo por su capacidad de hablar cuatro lenguas. Recuerda con horror cuando alguna clienta robaba algo y la pescaban; el jefe le decía: "Hágala confesar, hágala llorar" y la que terminaba llorando era ella. Cortázar volvió a París con una beca. Al acabarse, la Maga le consiguió un empleo de empaquetador en la misma tienda y, según el testimonio de Aurora Bernárdez, hacía unos paquetes perfectos.
"El año 1952 quedará como un año muy especial para Julio y para mi", reflexiona la Maga. En el Jardín des Plantes descubrieron juntos los axolotes ; en el parque de Secaux, Cortázar le leyó Final del juego y al verla tan conmovida le prometió que, al publicarlo, se lo dedicaría (luego no cumplió su promesa); una noche helada, oyeron a Edith Piaf, y el 23 de mayo asistieron al triunfo de Le sacre du Printemps.
La Maga muestra más fotos, más cartas. En una sin fecha, Cortázar le da instrucciones precisas para la traducción del cuento La noche boca arriba. En otra, escrita en París el 17 de diciembre de 1964, le habla a la Maga (que vive otra vez en Buenos Aires, con su mando), de lo que ha hecho: "Volví ayer de Londres, donde pasé diez días, y me di cuenta de que el año se acaba dentro de muy poco, y que me gustaría que recibieras estas líneas. ( ... ) Como no contestaste a mi última, en realidad no había nada que contestar, de modo que no es un reproche ni mucho menos. ( ... ) Quiero solamente preguntar cómo estás cómo sigue tu madre, y qué estás haciendo". La carta es larga también y termina: "Si un día tienes ganas, mándame dos líneas. No te digo lo que te deseo porque ya lo sabes. Ojalá estés bien, ojalá todo salga como tú quieres. Un abrazo de Julio".
La Maga no me alcanza más cartas de Cortázar, pero una se cae el suelo, la recojo y me permite leerla. Cortázar le escribe a Londres, donde ella vivía y vive aún: "París, 31/5/81. Querida Edith: Tu carta llegó por milagro, pues me mudé y el correo no es tan seguro en estos casos. Yo también estoy muy contento por el nuevo gobierno, y creo que será útil para los países latinoamericanos". Luego habla de los pueblos oprimidos, de los desaparecidos en la Argentina, de sus viajes y termina: "Espero que Joanna y vos estén bien" (Joanna, la hija de la Maga, era muy chica). "Hace años que no voy a Londres, pero si lo hago, te avisaré. Un abrazo fuerte, Julio."
Pero él no le avisó. Como siempre, el destino los puso frente a frente, esta vez en el subterráneo. La Maga se enojó; Cortázar se disculpó, diciéndole que estaba seguro de que el azar los iba a reunir, tal como había ocurrido.
Fue la última vez que se vieron. En el cuarto ha anochecido. La Maga prende la luz y el hechizo se rompe. Sin embargo, queda como un aire de melancolía; la tristeza de lo irrecuperable, de los rostros olvidados, del tiempo rescatado en cartas, en libros, en fotografías.

Revista La Maga, edición especial Homenaje a Cortázar, noviembre de 1999


http://www.geocities.com/juliocortazar_arg/reportajemaga_mev.htm

Edith Aron

Edith Aron nació en el Sarre en 1927. De origen judío, decidió volver a Europa después de haber pasado su adolescencia en Buenos Aires, ciudad en la que se exilió junto con su madre. Vivió en París y Berlín, donde frecuentó los ambientes intelectuales de la época. Es autora de dos libros de relatos, El tiempo en las maletas y Las casas falsas, escritos en alemán, su lengua materna y el lugar de su identidad, como ella misma confiesa. Reside en Londres desde hace más de treinta años. La presente antología ofrece a los lectores por primera vez su obra en castellano.

Foto de Edith Aron

55 Rayuelas que nos abren las puertas al París de jazz y aroma a Gitanes de los años cincuenta.


Edith Aron


55 Rayuelas
Resumen:
Estas 55 rayuelas nos abren las puertas de una época fascinante. Tan pronto nos encontramos en una terraza parisina sentados a pocas mesas de Giacometti, como aparecemos en un bar berlinés en el que el borracho de turno resulta ser un antiguo miembro del régimen nazi, presenciamos un misterioso asesinato en una piscina pública del centro de Londres, o festejamos en Buenos Aires el fin de la Segunda Guerra Mundial. La capital de la bohemia protagoniza gran parte de estos cuentos, el París de jazz y aroma a Gitanes de los años cincuenta donde la autora trabó una profunda relación con figuras como Julio Cortázar. Con él vivió escenas que hoy forman parte de nuestro imaginario literario, como el entierro de un destartalado paraguas o el insólito descubrimiento de los axolotls. De su encuentro surgió uno de los personajes femeninos más cautivadores de la literatura argentina, La Maga. Pupila y amiga de Paul Celan, lectora para un Borges que ya no veía, Edith Aron logra en sus cuentos, con estilo conciso, ingenioso y profundo, un seductor equilibrio entre la escritura y la vida. Como si de una rayuela se tratara, de cuento en cuento saltamos de un recuerdo a otro para descubrir que el juego, en realidad, es el viaje.

Edith Aron y sus 55 rayuelas

Juliana Boersner

Rayuela portadaLa Maga es probablemente uno de los personajes más emblemáticos de la literatura latinoamericana. Protagonista de la novela Rayuela de Julio Cortázar, ha sido modelo romántico (y trágico) para muchas lectoras y lectores.

Por otro lado, o paralelamente, es obvio que la literatura se alimenta de una mezcla de realidad y fantasía. Podría decirse que no hay personajes puros en el sentido de que siempre habrá referentes reales que inspiren al escritor para la construcción de sus protagonistas, aún cuando ninguno de los dos lo sepa a ciencia cierta.

En el caso de la Maga al parecer sí hubo una figura inspiradora. Se trata de Edith Aron quien acaba de presentar en Madrid su libro 55 rayuelas. Lo interesante de leer sus palabras es comprender la relación a veces ambígua que se da entre la persona y el autor, mediada por el personaje ficcional, que termina siendo uns persona independiente y, sin embargo, un lazo único en la memoria de la relación entre ambos.

Dice Aron al ser preguntada por las ya casi míticas frases “andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos” y “un encuentro casual era lo menos casual de nuestras vidas”:

Cortázar llegó a París influenciado por los surrealistas, y para ellos las casualidades eran muy importantes. La primera vez que nos vimos fue al regresar a Europa desde América, en el barco. Después, él me dijo que me vio en una librería de Saint Germain. “Yo estaba fuera y tú estabas dentro”, me comentó. Y eso para él fue un símbolo. Después nos volvimos a ver en un cine a las afueras de París y empezamos a hablar. Luego nos tomamos un café cuando volvimos a coincidir en los jardines de Luxemburgo.

Y después agrega:

Todos los de ese momento estamos en el libro. Yo era la que poseía menos bagaje cultural. Los demás estaban más formados. Y, de repente, me dio un papel así. Cuando en la novela fallece el hijo de la Maga, descubrí que su amor por ella estaba muriendo

Ergo, estaba muriendo el amor por ella, por la de carne y hueso. Difícil estar en ese punto intermedio, sabiendo que se es y, al mismo tiempo no se es, la pasta primaria de la hechura de un personaje de la fuerza narrativa de La Maga. Los “de verdad” pasamos y los de ficción permanecen. Ella, ya es inmortal.

La Maga de "Rayuela" Edith Aron: la maga de Julio Cortázar



Por primera vez, a los 80 años, habla la mujer que inspiró el personaje más famoso de la más famosa novela, Rayuela, del escritor argentino. Desde su casa en Londres, cuenta su historia íntima y abre para la Revista cartas que nunca fueron vistas por ojos extraños.


¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua.

(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)


Ya no es la rue de Seine ni el Pont des Arts, sino un pequeño departamento en el elegantísimo barrio londinense de St. John’s Wood, a pocos metros de la Abbey Road que hicieron famosa los Beatles y cerca del magnífico Zoológico de la ciudad. Pero la Maga sigue siendo la misma. Sí, porque la musa de Cortázar, la misteriosa protagonista femenina que deambula por Rayuela, el personaje más famoso de su libro más famoso y con el cual le rompió el corazón a sus lectores existió y existe. Y es Edith Aron, una encantadora señora de 80 años que vive en el más completo anonimato, escribiendo en las madrugadas silenciosas, entre las cartas y recuerdos del hombre que la inmortalizó para la literatura.
"Una sola vez, cuando en el almacén cercano a mi casa una chica mexicana me dijo que era una gran admiradora de Cortázar y que la Maga era su ideal, como era tan simpática pensé en decirle quién era yo. Pero no lo hice. No es un tema del que me guste hablar, no lo necesito y, además, a los ingleses nunca les interesó. Pero ahora… bueno, digamos que soy una señora mayor. Quizá no esté para el próximo aniversario de Cortázar", aclara suspirando.

Buscada
Cortázar dejó grabada la imagen de la Maga a los veintipico de años, con medias negras y zapatos colorados, fumando Gitanes y con el pelo despeinado. En 1963, en pleno furor de Rayuela, "todas las muchachas de la Facultad querían ser la Maga –recuerda Julio Ortega, editor de la edición crítica francesa de Rayuela y profesor de literatura de la Universidad de Brown–; y todos los hombres querían buscar su Maga, la fantasía masculina de la mujer enigmática que se relaciona con las fuerzas más intuitivas con una sabiduría inocente".
Hoy, los amigos de Aron siguen fascinados por ella y la describen como una extraña belleza, alta e imponente, de nariz aguileña, ojos brillantes que miran muy fijo y el pelo corto color azabache.

"Nadie me da mi edad, ¿sabe?", aclara con evidente coquetería y un dejo de acento alemán en su castellano bien porteño, y en el cual se le escapa cada tanto un macanudo.

"¿Qué me vio Cortázar? No sé, ¡yo era simplemente una chica buena y agradable!", aclara risueña.

Edith Aron nació en el Sarre, una región en el límite entre Francia y Alemania, "que de no haber sido lamentablemente anexada por los alemanes hoy sería un pequeño país independiente como Luxemburgo", explica.
De familia judía, poco antes de la Segunda Guerra Mundial emigró con sus padres a la Argentina, donde ya tenían parientes.
"Fui al Colegio Pestalozzi, a cuyos profesores les voy a estar por siempre agradecida. Me permitieron mantener una identidad alemana como la de ellos, profundamente distanciada de la política e ideología nazi."
En un barco de vuelta a Europa, en 1950 y con 23 años, conoció a Cortázar.
"Yo estaba en tercera clase, no pasaba nada demasiado interesante y, de pronto, vi a un muchacho tocar tangos en el piano. Una chica italiana con la que compartía la cabina me dijo que me miraba y que como era tan lindo, por qué no iba a invitarlo a nuestra mesa. Pero estábamos sentadas con gente muy rara, el mozo era muy viejo y no me animé."
Al poco tiempo, ya en París, entrando en una librería, Edith vio una cara conocida.
"Cortázar me reconoció también, e intercambiamos unas palabras. Nos volvimos a cruzar en el cine, viendo Juana de Arco. Luego, en los Jardines de Luxemburgo. El estaba muy influido por los surrealistas, que creían que las coincidencias eran algo importante, así que me invitó a tomar algo, me leyó un poemita y hablamos de amigos comunes en Buenos Aires."

"Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico."

(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)

Claro que no todo fueron encuentros casuales. "Cortázar trabajaba en una exportadora de libros en la esquina de mi casa en París, y venía a verme para almorzar. Era muy entretenido. Por ejemplo, me decía que le hiciera una ensalada azul. Yo no tenía idea de qué era eso. Entonces él tomaba cualquier ensalada y la llenaba de estampillas azules. Hacía todo el tiempo ese tipo de juegos, en los que yo nunca me sentí a la par. ¡Me acomplejaba porque él sabía tanto y yo sabía tan poco! No me decidí a irme a vivir con él justamente porque quería estudiar. Además, sabía que él admiraba mucho a Aurora Bernárdez, que estaba en Buenos Aires", confiesa con un susurro.
"Con mucha discreción", aclara, sus recuerdos ya fueron publicados en 1999 en un libro que escribió en alemán, Las casas falsas, y publicado por una editorial de Heidelberg.

–¿Usted estaba enamorada?

–No lo sabía. Cierta noche Cortázar me dijo que Aurora vendría a pasar fin de año a París, y me preguntó qué era más importante para mí, Navidad o Año Nuevo. No sé por qué le dije que Año Nuevo, que Navidad la iba a pasar con mi papá. Cuando nos volvimos a ver, él había pasado Navidad con Aurora y se había decidido por ella. Fue sólo al perderlo que me di cuenta de que lo quería.

–Pero usted ya estaba para siempre asociada a él por Rayuela. ¿Se siente identificada cuando lee el personaje de la Maga?

–El me escribió diciéndome que había basado su personaje en mí, y nos pasaban, es verdad, cosas espontáneas como las de la novela. También hay algunos episodios, como ese en el que encontramos un paraguas viejo en las calles de París y le damos una ceremonia de entierro, que ocurrieron más o menos como los cuenta. Pero la Maga es un personaje literario.

–¿Cortázar era tan buen mozo como se ve en las fotos?

–Bueno, de chico tuvo un problema en las glándulas que hacía que pasara el tiempo y se viera siempre igual, sus enemigos le decían Dorian Grey, como el personaje de Oscar Wilde, porque su aspecto nunca cambiaba. Tarde en la vida se hizo operar y sólo entonces, por ejemplo, le creció la barba. Me parece que le costó tanto tenerla que nunca más se la sacó. Por otra parte, no podía tener hijos. Tuvo otro tipo de hijos, los libros, pero no de los de carne y hueso, que son los que humanizan. Y él era demasiado intelectual. Incluso usaba anteojos de joven sin necesidad, hasta que Aurora lo convenció de que se los sacara…

–¿Sintió celos por Aurora?

–Nunca sentí celos por Aurora. Más adelante, ellos insistieron en que, de tanto en tanto, fuese a comer a su casa. Yo era la chica que había aprendido junto a él. Después de todo, eso era lo que más le gustaba hacer, por algo en la Argentina había sido maestro de escuela. Pero la primera vez reconozco que me levanté de la mesa, me encerré en el baño y lloré. Yo había estado sufriendo sin darme cuenta. Y sé que él estaba un poco preocupado. Con el éxito que le trajo Rayuela, sabía que un poco me usó. Y ganó.

"No necesito decirte quién es Edith, vos lo habrás adivinado hace mucho, ¿verdad? Entonces, ¿vos te imaginás Rayuela traducida por ella? (...) En Rayuela, te acordás, la Maga confundía a Tomás de Aquino con el otro Tomás. Eso ocurriría a cada línea..."

(Carta de Julio Cortázar a Paco Porrúa, extracto, 1964)

La decepción

Edith Aron asegura que a pesar de no haber sido la elegida, siempre le guardó un enorme cariño a Cortázar. Hasta que cierto día le sacaron las traducciones que ella estaba haciendo de sus libros al alemán y, peor aún, se enteró de este fragmento de la carta del escritor a su legendario editor, Paco Porrúa.

"Me hizo muy mal profesionalmente. ¡Yo trabajé en el Instituto Goethe de Londres, en el Imperial College! Creo que Cortázar me confundió con el personaje. La realidad es que para entonces mi madre –a quien yo no veía desde hacía diez años– estaba gravemente enferma en Buenos Aires. Tuve que ir a cuidarla y me demoré en entregar las traducciones. Eran textos muy buenos, los hice ver por expertos. Cortázar estuvo muy mal en hacérmelos sacar. Luego se arrepintió, pero yo ya tenía una rabia infinita."

–¿Nunca más volvió a verlo?

–El decía que por el azar nos volveríamos a encontrar. Nos cruzamos en una Feria del Libro de Francfort. Y luego, un día en el metro londinense me lo encontré en el mismo vagón. Ya estaba con otra mujer, muy joven, llena de anillos de plata en los dedos, pero igual se sentó a mi lado y me preguntó de dónde venía. "De mi trabajo", le dije orgullosa. El me respondió: "¿No crees que este encuentro tiene algún sentido?" Y pidió que nos viésemos al día siguiente. Pero me había lastimado mucho, y yo ya no creía en la casualidad. Así que al llegar a la estación Picadilly le dije: "Me voy", y me bajé. Nunca imaginé que las próximas noticias que tendría de él serían las de su muerte, en 1984.

–¿Por qué no creía más en la casualidad?

–Una vez un rabino me dijo que ser judío es como una vacuna: funciona como defensa ante un momento crítico. Yo siempre fui muy liberal, nada religiosa, pero me parece que eso es verdad. Fíjese: yo acababa de leer a George Steiner respecto de una teoría del judaísmo que no acepta la coincidencia, y eso me sirvió para justificar no volver a verlo. Además, aparte de Cortázar yo tuve una vida muy linda. Soy la viuda de un artista inglés que trabajó un tiempito como corrector en el Buenos Aires Herald. Y tengo una hija, Joanna, que es cantante. Llegó a tener pasaporte argentino, que guardo con cariño. Como ella tenía dieciocho meses, le tomaron la foto y le hicieron estampar su dedito, aclarando, debajo: No firma aún. Es el último recuerdo que tengo del país, al que me encantaría volver, pero ya no puedo viajar mucho.

–Una última pregunta que me desvela. El personaje de la Maga andaba despeinado, cocinaba mal y fumaba Gitanes. ¿Y usted?

–No sé, creo que en una carta le escribí a Cortázar que estaba despeinada. Nunca fui una gran cocinera. Crecí en la Argentina, así que me sigo basando en el bife con ensalada. Y los Gitanes, bien fuertes, sí, me encantaban. Pero ahora, ¡sólo me dejan fumar Philip Morris Ultra Light!

Por Juana Libedinsky

Todas querían ser ella

"Todas querían ser la Maga." Julio Ortega es categórico. El coeditor de la versión crítica de Rayuela, publicada en París por la editorial Archivos, asegura que Cortázar jamás pudo prever la vehemencia que causaría en las mujeres. "Sus lectoras, las escritoras y críticas que se dedicaban a su obra parecían convocadas al modelo de musa benéfica –explica desde la Universidad de Brown, en Estados Unidos, donde es profesor de literatura hispana–. Su bovarismo (conversión de la realidad en literatura) resultaba peculiar: querían ser como la Maga, pero también hacer de Cortázar una suerte de Pigmalión capaz de descubrirlas y perpetuarlas." Ortega, que trabajó a partir de los manuscritos de Cortázar que hizo comprar a la Universidad de Texas, donde era profesor, recuerda: "En los años 60, las chicas se identificaban con la Maga. En esos años a los varones les daba reputación pasearse con El capital o En busca del tiempo perdido bajo el brazo. Para las mujeres, eso era Rayuela. Todo era fruto de la influencia del surrealismo: las chicas querían mostrar que, como la Maga, tenían un estado de disponibilidad para los milagros de lo casual".

De puño y letra

París, 8 de marzo de 1978

Querida Edith:

Tu carta no agrega nada nuevo, por desgracia, a una situación sin salida. Hace mucho que he dejado de entender lo que pasa con las ediciones alemanas, y sólo sé que Wittkopf trabaja en una antología de mis cuentos y que Fries traduce Rayuela. No tengo (ni quiero tener) ningún contacto directo con editores, que son siempre una fuente de líos. Y yo ya tengo demasiados líos en estos tiempos.

Sé que el problema con vos no se resolverá a pesar de cualquier esfuerzo, y que Sularkamp (ilegible) es una gigantesca máquina que no cambia su conducta una vez que la ha decidido.

Lamento que una vez más vuelvas sobre ese tema tan penoso para vos y para mí, pero te comprendo de sobra; solamente que ya es tarde para cambiar las cosas, y creo que tu correspondencia con Wittkopf te lo prueba de sobra.

Por favor, no vuelvas sobre el pasado, porque ya nadie quiere entender cosas tan complicadas y que parecen sin salida. Si yo puedo ayudar en el presente ya sabes que lo haré, pero esa historia detallada que me cuentas en tu carta no sirve más que para amargarte y amargarme. Y créeme que en estos tiempos la amargura es mi comida cotidiana. Hago lo que puedo por la Argentina y Chile, estoy continuamente en viaje para ayudar la causa de esos pueblos, y el resultado es siempre igual: tristeza y amargura. Y si el presente es así, ¿cómo agregarle el pasado y volver atrás en busca de arreglos que ya nadie entiende?

Me gustaría recibir de vos otro tipo de cartas. Hay tanto de vivo y de bello en tu persona, hay tantas cosas mejores que esa vuelta atrás en que te obstinas.

Espero que Joanna esté bien. Para vos, un abrazo fuerte y el cariño de

Julio

En la vida real

"No soy para nada una señora inglesa", confiesa Edith Aron, y ofrece la prueba más que contundente: no le gusta la jardinería. "Las únicas plantas que tengo son dos del desierto, que justamente me trajo de regalo un amigo porque dijo que eran las únicas que me podrían sobrevivir."
A pesar de que el personaje de La Maga es considerado una figura antiintelectual, ella es una mujer muy culta cuyos programas de fin de semana suelen incluir visitas a las exposiciones de avanzada en el Instituto de Arquitectura Contemporánea de Londres o un pequeño viaje para llegar a la inauguración de muestras de amigos artistas en Berlín. Es escritora, y trabaja en las madrugadas, rodeada de un silencio absoluto. Tiene dos libros en alemán en su haber, El tiempo de las maletas y Las casas falsas, publicados por una editorial de Heidelberg. Este último es, según ella, "sutilmente autobiográfico".

"Quise incluir un par de cartas de Cortázar; le escribí a Aurora, para pedirle su autorización, y me hizo esperar como dos o tres meses, pero me la dio."

Cortázar estuvo casado dos veces después de su matrimonio con Aurora Bernárdez, pero fue a ella a quien Edith Aron le escribió la carta de condolencia cuando se enteró, leyendo el periódico alemán Die Zeit, de la muerte de Cortázar.

"Fue curioso porque ella me respondió que ambas éramos mujeres judías que habíamos sufrido mucho. Me pareció que lo decía para consolarme a mí y como un gesto de amabilidad, ¡pero ella no era judía!"

A Edith le gustan sobre todo los cuentos cortos y no se cansa de releer a Kafka, Borges y, por supuesto, Cortázar.

posted by Diego Zúñiga at


Fuente: http://putasasesinas.blogspot.com/2006/02/la-maga-perdn-edith-aron.html



Bruce Springsteens " Street of Philadelphia"


Yo estaba dañado y maltrecho y no podría decir lo que sentía
Estaba irreconocible a mi mismo
Vi mi reflejo en una ventana y no conocí mi propia cara
Oh hermano vas a dejarme desperdiciándome?
En las calles de Filadelfia

Caminé por la avenida hasta que mis piernas se sintieron como roca
Oí las voces de amigos que desaparecían y se iban
Por la noche yo podía oír la sangre en mis venas
Así negra y susurrante como la lluvia
En las calles de Filadelfia

Ningún ángel me va a saludar
Estamos solamente tú y yo mi amigo
Y mi ropa no me ajusta nunca más
Caminé mil millas
solamente para errar a esta piel

La noche ha caído, yo he quedado despierto
Puedo sentir a mi mismo desvanecer
Pues recíbeme hermano con tu beso infiel
O nos dejaremos uno al otro así
En las calles de Filadelfia

Fuente: http://www.songstraducidas.com/letratraducida-Streets_of_Philadelphia_766.htm

Jajajajaja Grande Capusotto!!

SALGAMOS MAS TEMPRANO (Por Capusotto)



Te hablo a vos, si, a vos querido que te gusta la fiesta, la joda, el copete, el boliche. A vos, que llega el sábado a la noche y te mirás en el espejo del baño después de haber estado 3 hs 47 minutos acomodando cada fibra capilar en el lugar exacto y preciso, y te repetís: 'esta es mi nochiieeeee'

O a vos, muchachita ilusa, que te pasas todo el viernes a la tarde yirando en el centro, buscando LA remerita, pensando en EL, que seguramente va a estar a un paso del coma alcohólico y después, lo último que se va a acordar era de lo que tenias puesto, y encima llegás al boliche y en la cola ves a 5 chirusitas que tienen puesto lo mismo que vos, y encima pagaron menos por que la compraron en el bolishop y te querés matar, y las miras con cara de ojete, y mordiéndote los labios murmuras 'a mí me queda mejorrrr'.

A vos también, winner, canchero... que te pasas las 6 horas que dura la noche parado al lado de una columna, cuasi inmóvil, saludando niñitas, obvio SIEMPRE con un trago en la mano, léase Fernet o algún energizante con nombre de producto de limpieza + Vodka, y te crees que sos el regalo de Dios a la población femenina de este planeta, y sólo te movés hasta la barra para recargar tu vaso y saludar al Negro, el barman que por supuesto es tu amigo.

Y a vos también tontita, si, a vos, que saliste con las chicas y se la pasan gritando 'aaaaaaaahhhhhh' cada vez que suena el ultimo hit de Miranda, y están todas como locas bailando sin parar en el centro de la pista, y te meneás sin importarte quien esta a tu alrededor, sin darte cuenta que el que estaba atrás tuyo tiene una fractura expuesta del quinto metatarsiano después que le clavaste el taco aguja demostrándole a tus amigas como aprendiste mirando 'Siempre Sábados' el pasito brasilero de 'Danza da Manibela'.

A ustedes, jóvenes, por qué demorar esta alegría que nos damos sábado a sábado hasta las 5 de la mañana??????? Por que si todo el mundo esta puteando en su casa, haciendo tiempo desde las 12 jugando al scrabble, limándose las uñas, apretándose los granitos, mirando una película en Volver... y miras el reloj... y son las 12:07!!!! O te juntaste con la banda a chupar y a las 2 y media se acabó la cerveza y no hay un puto almacén, polirrubro o drugstore en 7 kilómetros a la redonda y te querés morir por que están todos sobrios y todavía faltan 2 hs mas para caer al bailongo. Y pensás: qué hago con tanto tiempo? me duermo una siesta? me depilo el cavado y medio glúteo? me pongo a pasar los apuntes de Penal 2? me leo El Quijote o la alquilo en Blokcbuster? pienso 'EL' chamuyo que le voy a hacer a la morochita que conocí el sábado pasado? la llamo a Luli (siempre hay alguna Luli en el grupo) para preguntarle que le digo a Ferchu si me lo encuentro????... NO NO NO NO NO NOOOOOOOOOOOO!!!

Si salís mas temprano podes hacer todo eso el domingo a la tarde, que es el día mas al pedo de la semana. Que hay para hacer un domingo? NADA!!! El sábado a la noche tipo 10 juntate con tus amigos, con los compañeros de cursada, con los del laburo, con los del secundario, etc... Y tipo 12 o 1 de la matina, arranca para el boliche! que es un horario sensato para disfrutar de LA NOCHE y tipo 4, 5 te vas a la catrera, solito o acompañado, sin antes no olvidar a nuestro querido Ronald o al panchero amigo de tu barrio que esta abierto 24 hs los findes... No volver a tu casa a las 8 de la mañana, con los rayos de febo que te parten en cuatro, pareciendo el murciélago de Bacardi (por que hasta te lo tomaste a el), imposibilitado de caminar ya sea por tu alta graduación alcohólica en sangre o por que los tacos nuevos que te compraste te sacaron ampollas y te están matando de a poquito.

BASTA DE PROGRAMAS CHINESCOS!!! BASTA DE NO EXISTIR LOS DOMINGOS!! BASTA DEL EMBOLE QUE TE PEGAS EN EL PREDANCING PARA HACERTE EL LANGA LLEGANDO A LAS 5 DE LA MAÑANA COMO EL MAS TOP, CUANDO TODO EL MUNDO SABE QUE TE LA PASASTE COMO UN OPA JUGANDO A LA PLAY STATION CON TU HERMANITO DE 9 AÑITOS QUE ENCIMA TE ROMPE EL CULO POR 45 a 0!!!

Pongámonos las pilas, salgamos mas temprano. Tu familia y tu propio organismo te lo agradecerán... si de a poco empezamos a salir mas temprano, pronto todo el mundo va a hacer lo mismo, y se arma la cadena, y cuando te querés acordar ya son las 5 y estas feliz en tu camita, sin perderte de nada, y habiéndola pasado bomba.

No es fácil? bueno, por una vez en la vida comprometámonos a hacer algo. Si al fin y al cabo, siempre puteamos o nos putean por los horarios de mierda que tenemos pero nunca hacemos nada! Está en nosotros el cambio... aunque suene a proselitismo político.

Manden este mail a toda su lista, que aunque sea largo, esta escrito con la mejor, y es para promover el bienestar general de nuestra querida juventud argentina.
Y por que no que lo lean los papis tambien? DIFUNDILO , No te arrepentiras.



La Escuela de la Srta. Olga

La pedagogía de los pájaros

Leticia Cossettini y sus alumnos relatan la experiencia pedagógica del Coro de los Niños Pájaros realizada en Rosario,. Argentina en los años 40 del siglo XX. Las Hermanas Cossettini fundan el modelo de Escuela Serena, basada en el método de la Escuela Nueva Europea.
Fragmento del Documental "La Escuela de la Srta. Olga".