martes, 14 de abril de 2009

Gabriel García Márquez

Tzvetan Todorov y Los géneros del discurso

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Mar de libros viejos *


“Un campo de estudios coherente, en la actualidad cruelmente fragmentado entre semánticos y literatos, socio y etno-lingüístas, filósofos del lenguaje y psicólogos, requiere entonces de manera imperiosa un reconocimiento en el cual la poética cedería su lugar a una teoría del discurso y al análisis de los géneros.”

Zvetan Todorov en Los géneros del discurso

Comentaremos a continuación el apartado La noción de Literatura, perteneciente al libro Los géneros del discurso de Tzevan Todorov.
Tras preguntarse qué es la literatura, este autor afirma en forma crítica que:
“Hay que comenzar a poner en duda la noción misma de literatura, no porque exista la palabra o porque se encuentre en las bases de toda la institución universitaria esta noción es obvia.”[1]
Puesto que hay razones tanto empíricas como teóricas para plantear esta duda. En cuanto a las razones empíricas podemos decir que existen sociedades sin literatura pero con prácticas literarias. Respecto a las razones teóricas se observa que puesto que hablar de literatura implica hablar de productos capaces de ejercer determinada función o de poseer una naturaleza común que podríamos definir como literaria, literatura sería aquello que tiene función literaria (definición funcional) o condición literaria (definición estructural). No obstante, Todorov plantea que no necesariamente esto debe ser así ya que hay textos que desempeñan una función literaria sin ser literatura e, inversamente, hay textos que se los considera literatura sin que participen de la condición de ser literarios.
Jakobson definió la función poética del lenguaje y agregó que esta función no es exclusiva de la literatura. De modo que Todorov abandona la definición en términos de función y elige la vía de definir a la literatura en términos de estructura.
Si bien la palabra literatura es un concepto europeo del siglo XVIII que remite al significante letra imprenta (libro, objeto característico de la cultura europea moderna). Todorov comienza remitiéndonos a la primera definición de literatura que se puede encontrar en nuestra tradición: la que nos brinda Aristóteles. Según esta posición, la poesía es una de las artes miméticas (arte que se caracteriza por su capacidad de imitar). De modo que la primera definición estructural nos permitiría entender que la literatura es ficción. No obstante, esta definición no es útil para comprender, por ejemplo, a la poesía, género que con frecuencia no representa otra cosa exterior a ella misma. Dice Todorov:
“Si bien todo lo que ha sido considerado como literatura no es obligatoriamente ficticio, inversamente, toda ficción no es forzosamente literatura.”[2]
El intento hacer esta definición un poco más conveniente derivó en una segunda definición estructural acuñada en la modernidad, más precisamente en el siglo XVIII. En este momento, autores como Kant afirmaban que la literatura pertenece al orden de lo bello. De este tipo de afirmaciones deduce Todorov que la literatura pertenece al orden de lo intransitivo y no instrumental. Es decir, la literatura no persigue ningún fin práctico (según Kant, es autotélica) y no se apoya en otros entes ya que es intransitiva. Ideas estas muy presentes en la teoría del arte por el arte. Esta idea de la literatura intransitiva, no instrumental, se proyecta en el siglo XX en las definiciones de los formalistas rusos en las que el signo poético en lugar de orientarse hacia su referente se orienta hacia sí mismo.No obstante, Todorov deja en claro que:
“Tal definición no merece ser calificada de estructural; en ella se nos dice lo que la literatura debe hacer, pero de ninguna manera cómo llega a hacerlo.”[3]
Además, está bien claro que este punto de vista que erige a la literatura como una entidad autotélica es dudosamente aplicable al caso de la novela.
Finalmente, Todorov arriba a la conclusión de que ni la definición funcional, sea lo que ésta sea. Ni la definición estructural alcanzan a dar cuenta de la noción de literatura. El autor denuncia una imposibilidad de dar cuenta de lo que es el universo literario. Eso que llamamos literatura se nos presenta, entonces, como un espacio con límites imprecisos que no es posible aprehender desde ninguna de las dos definiciones.
Sucede que estas definiciones no son útiles para dar cuenta de la totalidad de la literatura pero sí para explicar determinados géneros literarios: la primera definición serviría para dar cuenta de la prosa y la segunda definición nos sería útil para entender al género de la poesía.
“De este modo se han caracterizado dos grandes géneros literarios, creyendo cada vez que se estaba caracterizando a toda la literatura. (...) De manera semejante, pueden identificarse las reglas de los discursos juzgados habitualmente como «no literarios». Propondré entonces la siguiente hipótesis: si uno opta por un punto de vista estructural, cada tipo de discurso frecuentemente considerado literario tiene parientes no literarios cuya cercanía le será más próxima que la de cualquier otro tipo de discurso literario. (...) Así, la oposición entre literatura y no literatura cede su lugar a una tipología de los discursos.”[4]
La propuesta / salida que plantea Todorov implica un cambio de paradigmas. El plantea que en lugar adoptar el punto de vista de la poética como disciplina que dice cuáles son los géneros y qué es la literatura, sería conveniente pensar todos los hechos literarios desde una teoría de los discursos. Esta teoría articularía en el análisis lo literario y lo no literario dando cuenta de sus especificidades y de sus modos. Este nuevo enfoque implicaría observar y analizar a la literatura (y a la no-literatura) dentro de la perspectiva de una teoría de los discursos.
De modo que la pregunta ontológica por la literatura despliega ahora un sentido metodológico. Todorov de esta manera no nos da una respuesta pero dispara dardos específicos que pueden sernos muy útiles a la hora de enfrentarnos al análisis de la obra literaria.

Marcos Carlos Carbajo