sábado, 16 de junio de 2012

El mapa no es el territorio


Las imágenes, los signos y los enunciados no representan nada, sino que crean mundos posibles. Mauricio Lazzarato, Lucha, acontecimiento, media
Vivimos con una noción de territorio heredada de la modernidad incompleta y de su legado de conceptos puros, muchas veces prácticamente intangibles atravesando los siglos. Es el uso del territorio, y no el territorio en sí mismo, lo que lo hace objeto de análisis social. Se trata de una forma impura, un híbrido, una noción que, por ello, requiere constante revisión histórica. Lo que tiene de permanente es ser nuestro cuadro de vida. Su entendimiento es, pues, fundamental para alejar el riesgo de alienación, el riesgo de pérdida del sentido de la existencia individual o colectiva, el riesgo de renuncia al futuro. Milton Santos, O Retorno do Território
Alfred Korzybsky (aristócrata polaco y fundador de la semántica general) acuñó la frase que figura como título de este texto luego de su experiencia como oficial en la I Guerra Mundial, cuando dirigió un desastroso ataque en donde los soldados que comandaba terminaron cayendo en un foso que no figuraba en el mapa. Gregory Bateson (antropólogo y lingüista norteamericano) complementó esta frase con la consigna “y el nombre no es la cosa nombrada”. Esto es, lo que ambos buscaban exponer es la imposibilidad de objetivar las dimensiones significativas y afectivas de los espacios y las representaciones lingüísticas.
El vínculo con el territorio se consolida a partir de procesos de interpretación, sensación y experiencias propias. Los mapas no son el territorio porque a ellos se les escapa la subjetividad de los procesos territoriales, las representaciones simbólicas y los imaginarios sobre los mismos, y la permanente mutabilidad y cambio al que están expuestos. Somos las personas quienes realmente creamos y transformamos los territorios, y no hay una mímesis entre la materialidad espacial de los mapas y la percepción imaginaria sobre el territorio, pues éste es una construcción colectiva y se modela desde las formas subjetivas del habitar, transitar, percibir, crear y transformar.
Entendemos que las sociedades actuales están signadas por una precarización de la existencia que penetra la vida en múltiples aspectos: atravesando la configuración urbana como faro de vigilancia, resquebrajando los lazos sociales por la retórica del miedo, desamparando en las instituciones públicas los derechos sociales más básicos, haciendo carne la violencia simbólica en el imaginario cotidiano, degradando la experiencia de lo común y obturando las formas perceptivas en el abismo del sobresalto. Es por ello que a través de los talleres de mapeo colectivo y de dispositivos múltiples buscamos recrear colectivamente panoramas complejos para profundizar miradas críticas y potenciar subjetividades alertas y emancipatorias, imprescindibles en la protección de los bienes comunes contra el saqueo y la depredación, la lucha contra los procesos de colonización y privatización de lo público y la constitución de nuevos mundos.
Sabemos que partimos de un límite al trabajar con mapas, pues estamos intentando recortar una mirada sobre realidades que no son estáticas sino que están en permanente cambio. Es por eso que sumamos a los planos cartográficos el diseño de dispositivos múltiples para señalizar flujos, procesos, conexiones, planos subjetivos, plataformas corporales, etc. incluyendo modos de expresión y representación populares, simbólicos, y de fuerte presencia imaginativa. Estas herramientas no producen transformaciones por sí mismas, sino que se articulan en un complejo y profundo proceso de organización y práctica colectiva que es potenciado desde el trabajo colaborativo en estos soportes gráficos.
Trabajamos desde el territorio para potenciar los lazos de solidaridad y acción común. A las experiencias de los talleres se añaden las derivas impensadas que adquieren los recursos, metodologías y dinámicas socializados, que son retomados por los participantes para impulsar formas de autogestión en espacios propios. Los talleres estimulan la creación de nuevas territorialidades, recrean espacios vivenciales críticos para develar sentidos impuestos y paisajes hegemónicos, estimulando la intervención y protagonismo en el cambio. Así los procesos de territorialización intervienen en el espacio y tiempo, alteran las imágenes naturalizadas, disputan la conformidad con la cual son internalizados los relatos hegemónicos, y trabajan a partir del pasado como forma de empoderar una memoria colectiva que esquive el discurso oficial.
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El mapa no es el territorio

El mapa no es el territorio

Esta frase afortunada es uno de los postulados fundamentales de la PNL o Programación Neurolinguística. Fue acuñada por el lingüista Alfred Korzybski, quien fue el primero en utilizar el concepto de neurolingüística. El significado de la frase proviene de una historia, probablemente apócrifa, pero muy ilustrativa. Parece ser que la pronunció Korzybski durante la Primera Guerra Mundial cuando cayó, junto con la tropa que dirigía, en una profunda fosa que no figuraba en los mapas con resultados más que desastrosos .
Según Korzybski, un mapa no es el territorio que representa, del mismo modo que una palabra no es el objeto que representa. El conocimiento que tenemos del mundo está limitado por la estructura de nuestro sistema nervioso y la estructura del lenguaje. No experimentamos el mundo directamente, sino por medio de abstracciones, que configuran los mapas mentales con los que entendemos la realidad. Y cada uno tiene su propio mapa mental (por cierto, Beatriz Valderrama fue quien me contó el origen de la frase. Con ella he colaborado en un libro de mentoring que espero que se publique en pocos meses).
La reflexión anterior nos invita a pensar en lo absurdo que es discutir para ver quién tiene la razón (no hace falta más que pensar en los debates eternos y aburridos sobre diferencias políticas o equipos de fútbol). Cada uno tiene su propia verdad (o su propio mapa mental). Por ello, en cualquier discusión de este tipo el objetivo es buscar un objetivo o acuerdo común, no saber quién sale victorioso.