domingo, 19 de mayo de 2013

DE CÓMO COMPORTARSE EN EL AMOR Y EL SEXO (SEGÚN MOLIÈRE)



En este breve pasaje de su obra “Las preciosas ridículas” el genio de Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673), dramaturgo y actor francés (recordemos que tuvo un ataque actuando en un escenario y muere – con sólo 51 años- apenas lo llevaron a su domicilio), más conocido como Molière, nos da algunas pistas con ironía y sapiencia, en voz de Magdelon, para el cortejo y la seducción. Gorgibus, personaje sexofóbico y conservador, lanza anatemas ante estas propuestas.

Molière interpretando a César, por N. Mignard
MAGDELON: -Padre mío, aquí está mi prima, que te dirá igual que yo: que el matrimonio no debe nunca llegar sino después de las otras aventuras. Es preciso que un amante, para ser agradable, sepa declamar los bellos sentimientos, exhalar lo tierno, lo delicado y lo ardiente, y que su esmero consista en las formas.
Primero, debe ver en el templo o en el paseo, o en alguna ceremonia pública, a la persona de la que esté enamorado, o si no, ser llevado fatalmente a casa de ella por un pariente o un amigo y salir de allí todo soñador o melancólico.
Esconderá cierto tiempo su pasión hacia el objeto amado, haciéndole, sin embargo, varias visitas, donde no deje de sacar a colación un tema galante que punce a las personas de la reunión.

Llegado el día, la declaración debe hacerse generalmente en la avenida de algún jardín, mientras la compañía se ha alejado un poco, y esta declaración ha de ir seguida de un pronto enojo, que se revele en nuestro rubor y que aleje durante un rato al amante de nuestra presencia.
Después de esto vienen las aventuras, los rivales que se atraviesan ante una inclinación arraigada, las persecuciones de los padres, los celos cimentados en falsas apariencias, las quejas, las desesperaciones, los raptos y todo lo demás.
He aquí cómo se ejecutan las cosas dentro de las maneras elegantes, y con esas reglas, de las que no se podría prescindir en buena galantería. Mas el llegar de buenas a primeras a la unión conyugal, hacer al amor tan solo al concertar el contrato matrimonial y empezar justamente la novela por el final, te repito, padre mío, que no hay nada más vulgar que ese proceder, y me dan náuseas sólo de pensar en eso.
GORGIBUS (el padre, a la hija y a la sobrina): Y a ustedes, pícaras, no sé qué me detiene para no tratarlas de mal modo; vamos a ser objeto de mofa y de burla por todo el mundo. Esto es lo que han conseguido con vuestras extravagancias. A ustedes, artistas, causantes de su locura, necios desatinos, perniciosas diversiones de los espíritus ociosos, de novelas, versos, canciones y sonetos, ¡que se los lleven todos los diablos!

Molière, de “Las preciosas ridículas” (1659)

Francesco Petrarca y el amor de Laura



Sus ojos que canté amorosamente,
su cuerpo hermoso que adoré constante,             
y que vivir me hiciera tan distante
de mí mismo, y huyendo de la gente,
            
Su cabellera de oro reluciente,
la risa de su angélico semblante
que hizo la tierra al cielo semejante,
¡poco polvo son ya que nada siente!
            
¡Y sin embargo vivo todavía!
A ciegas, sin la lumbre que amé tanto,
surca mi nave la extensión vacía...
            
Aquí termine mi amoroso canto:
seca la fuente está de mi alegría,
mi lira yace convertida en llanto.


Petrarca, “En la muerte de Laura”.
   
Petrarca
Mi loco afán está tan extraviado
de seguir a la que huye tan resuelta,
y de lazos de Amor ligera y suelta             
vuela ante mi correr desalentado,

que menos me oye cuanto más airado             
busco hacia el buen camino la revuelta:
no me vale espolearlo, o darle vuelta,             
que, por su índole, Amor le hace obstinado.

Y cuando ya el bocado ha sacudido,
yo quedo a su merced y, a mi pesar,             
hacia un trance de muerte me transporta:

por llegar al laurel donde es cogido             
fruto amargo que, dándolo a probar,
la llama ajena aflige y no conforta.
Petrarca, “Mi loco afán está tan extraviado...”
  
Brisa marina, por Dante Gabriel Rosetti
Francesco Petrarca nace en Arezzo20 de julio de 1304. Cuando tenía ocho años, su familia se trasladó de Toscana a Avignon (Francia). En 1326, tras la muerte de su padre, Petrarca, que había estado estudiando Leyes en la Universidad de Bolonia, regresó a Avignon, donde pronunció los votos eclesiásticos menores, hacia 1330.
  
El poeta y Laura
Conoce a Laura de Noves y se constituye en el objeto idealizado de su amor. Escribe el célebre "Cancionero", en cuyos versos Laura es el paradigma del amor que nunca puedo ser; eterna pena del corazón del melancólico poeta que fallece en 1374 y que es uno de los padres de la lengua italiana.

http://sexovida.com/arte/petrarca.htm


Las mañanas con MONA LISA


“Yo tenía la ventana orientada hacia el Este, de tal modo que la entrada de los primeros rayos no me taparan la mano izquierda, pues soy zurdo. Los rigores del invierno habían pasado y una luminosa primavera invadía las calles y plazuelas de Florencia.

Me gustaba pintar con los primeros rayos de la mañana porque así tenía sombras tenues que me permitían difuminarlas y distribuir la luz con suavidad; pues dándole este uso al pincel las sombras apenas se veían y eran menos pronunciadas las arrugas del rostro, sugiriendo esa característica de serenidad. ¿Cómo llamaré a este sfumato? ¿Y si de fondo le hago algo ajeno a su belleza, que sea lejano al paisaje de mi Toscana?

Pasaba ya de los cincuenta, y muchos se preguntaban porque no me había casado. En mí todo era misterio porque también se decían cosas maliciosas: que tenía inclinaciones diferentes. En mi juventud me había enamorado de Florinda mientras la miraba de lejos y escondido entre los matorrales del jardín de la villa Rucellari. ¿Tal vez Lisa me recordara aquel primer amor platónico?

Ella venía de la familia Gherardini, modestos funcionarios, para los cuales el casamiento de su hija con Francesco del Giocondo representó una ventajosa alianza.

Al retrato le faltan algunos detalles para terminarlo, tal vez llegué a amar tanto a Lisa que no acepté entregar el cuadro cuando supe que ella había muerto en Lagonero de una fiebre palúdica. Y me lo llevé conmigo al exilio, al sur de Francia, era una manera de llevarla a Lisa.

Entre nosotros se había establecido cierta complicidad silenciosa, y aunque siempre venía con una dama de compañía, Lisa había desarrollado la capacidad de mostrar tristeza, alegría, enfado, y también seducción a través de sus ojos de miel. Los cuatro años que tardé realizar la obra nos habían acercado espiritualmente.

Cuando Lisa quería hablar dejaba de mirarme y yo comprendía que había llegado el momento de pedirle a Caterina, mi madre, que diese una colación a la dama que acompañaba a Lisa. Estaba mal visto que la señora de un comerciante rico e influyente fuera a posar sola para un pintor, por lo cual debía llevar siempre una persona de confianza para impedir que las malas lenguas mancillaran su honor.

Entretanto, una orquesta solicitada por Francesco comenzó a tocar suavemente en la otra estancia para distraer a Lisa. La viola da gamba, el laúd, la flauta traversa y la fídula ejecutaban algunas piezas de Palestrina con tres voces contratadas para la ocasión.

Aquel día sonaban las primeras notas del “Veni, Sancti Spiritus“, un canto gregoriano lento y cadencioso mientras yo daba las primeras pinceladas y Lisa mantenía su pose con una enigmática sonrisa.

Yo no quería que nada distrajese el natural misterio y seducción de Lisa Gherardini, y por esto le había pedido que se dejara el pelo sin arreglar, cubierto únicamente, con una delicada malla y que no llevara joyas al estudio. En poco tiempo las celestinas y matronas ya habían tejido indignas historias.
- Maestro, ¿qué es en realidad la pintura?, me preguntó Lisa un día.
- Es una poesía que se ve.- le respondí

Y desde entonces Mona Lisa recordó siempre esta frase antes de cada sesión, esbozando una leve sonrisa que podía significar complicidad, seducción, picardía; sabiendo la bella Gioconda cuán cerca se encontraba la poesía de la pintura y ella de mí, Leonardo, arquitecto, inventor, anatomista, músico, cocinero, maestro de ceremonias y de banquetes, ¡anche pittore!”.



Autorretrato de Leonardo
(Recientemente descubierto)
Idea y redacción de JUAN CARRILLO CONSTAIN, 2008. Adaptación de ADRIÁN SAPETTI, 2009

http://sexovida.com/arte/monalisa.htm