jueves, 25 de septiembre de 2014

Little drop of poison (subtitulada)

Tom Waits - Martha Subtitulada al Español

Lydia Cacho, periodista torturada por investigar la trata de personas

Presenta este miércoles en Bogotá su libro 'Esclavas del poder'.

Hace un mes y una semana que la periodista mexicana Lydia Cacho debió dejar su casa en Cancún -esa que la mantiene cerca del mar, que es su lugar de energía- por amenazas de muerte. "Si sigue investigando, la mandamos en pedacitos a su familia", le dijeron.

No era la primera vez que las recibía. Con la publicación de su primer libro periodístico, 'Los demonios del edén', no solo fue foco de amenazas de muerte: sufrió una detención arbitraria por la Policía, que la llevó a afrontar las peores horas de su vida. Pero esta vez el tono de las amenazas era más serio que nunca. Lydia tomó un vuelo hacia Europa. Esta semana, está en Colombia, rodeada de seguridad y con la decisión de seguir hablando del tema que es el eje de su trabajo: la violencia contra la mujer.

Sus investigaciones, concentradas especialmente en el libro
'Esclavas del poder', se han convertido en un verdadero mapa de la trata sexual de mujeres y niñas en el mundo. Un trabajo por el que Cacho, de 49 años, ha recibido varios premios internacionales de organismos como la Unesco y Amnistía Internacional, y también muchos problemas.

El germen 

Lydia Cacho Ribeiro es el nombre completo de esta mujer delgada, de no más de 1,65 de estatura, pero con una valentía que pesa toneladas. Basta mirar un poco hacia atrás para saber de dónde viene todo. Su voluntad para recorrer las zonas más peligrosas del mundo, sola, en aras de su investigación, su decisión de enfrentarse a las mafias de su país, su obsesión por el tema del género. Todo tiene un origen: su madre, Paulette Ribeiro, hija de un portugués y una francesa que llegaron a México huyendo de la guerra.

Paulette, francesa de nacimiento, hizo su vida en México. Se casó con un ingeniero llamado Óscar Cacho y tuvieron seis hijos. Entre ellos, Lydia. "Tuve una niñez muy interesante -dice la periodista-. Dentro de casa vivimos la igualdad, la libertad, el debate. Cuando le decía algo a mi madre, ella me respondía: 'A ver, ¿por qué? Argumente'. Y era un contraste, porque salías a la calle y te encontrabas con un país machista y misógino. En casa desarrollé mi rebeldía".

Era una familia de clase media baja. Lydia iba a un colegio que quedaba a una cuadra de su casa, dirigido por españoles que llegaron huyendo de la guerra civil. En el Colegio Madrid, le enseñaron a hablarles de tú a tú a todos y le inculcaron la importancia de defender las ideas. "Te puedo afirmar: yo escribo gracias a ese colegio", dice Lydia.

Lo primero que quiso fue ser poeta. Escribió un libro de versos que hoy define como malísimo. Lo segundo fue novelista. Entró a estudiar Literatura en la Unam, pero el ambiente le pareció muy "pretencioso" y se retiró. Se lanzó a escribir una primera novela, 'Muérdele el corazón', que salió al mercado y no tuvo mayor éxito. En ella, ya trataba el tema que la desvelaba: la violencia contra la mujer.

-¿Por qué ese tema desde el inicio de su obra?

-He sido feminista y activista desde niña, cuando iba con mi madre a los trabajos que ella hacía en los barrios. Ella repartía anticonceptivos, les hablaba a las mujeres de sus derechos sexuales y reproductivos, mientras a nosotros nos dejaba jugando con los niños. Era muy duro ver esa pobreza. Era brutal volver a casa y confrontar esas realidades tan diferentes. Esa desigualdad que a esa edad tú no comprendes. Solo ves que todo es una mierda y que una niña igualita a ti no puede tener ni tres comidas al día".

Desde el comienzo, sus crónicas estuvieron impregnadas de ese espíritu. Lydia se volvió experta en violencia de género y pronto llegó a su tema central: la pornografía infantil, la explotación sexual de niñas y adolescentes.

Un colega la animó a unirse a una investigación sobre una red de pornografía que involucraba a hoteleros, políticos y empresarios de Cancún. Lydia se tomó muy en serio el caso y cuando le llegó al periodista con toda la información, con nombres propios de los responsables de pederastia, el colega se salió del proyecto. "Me dijo: 'Buena suerte. Estás loca, hazlo sola' ", dice Lydia. Siguió adelante. El libro se llamó 'Los demonios del edén' y causó revuelo en su país, además de llevarla -en condiciones irregulares- detenida por "difamación". El caso se falló a su favor, pero el daño sobre ella estaba hecho. Su trabajo no se detuvo.

"Cuando te metes a investigar y denunciar un tema, o lo haces completo y como toca, o mejor te retiras y te pones a vender autos -afirma-. El periodismo implica comprometerse. Todo periodismo ético es necesariamente comprometido". Incluso en su mismo gremio, ha vivido la discriminación: "A ti te dicen que un hombre periodista que se arriesga es valiente. En cambio, una mujer periodista que se arriesga es una loca. ¿Eso cómo es? ¿Con qué se come? A mí me preguntan: '¿Pero cómo una mujer como tú anda haciendo eso por el mundo?'. ¿Qué quieren decir con una mujer 'como yo'? Claro, la gente no se atreve a decirte que mejor podrías estar concinándole a tu marido".

Cacho insiste en que seguimos reproduciendo un contexto machista. "Yo no soy víctima profesional de nadie, pero la cultura que nos rodea persiste en repetir esos cánones".

La trata

Lydia Cacho viajó por el mundo cinco años para escribir 'Esclavas del poder', un libro que hace un panorama del mercado sexual de niñas y adolescentes. En algunos lugares, llegó como Lydia Cacho; en otros, tuvo que disfrazar su identidad como una monja anónima o una prostituta. Tocó límites peligrosos, pero demostró el poder que tiene este negocio. Es el más rentable, después del narcotráfico y la venta de armas. Cada año, según un dato de su libro, 1,39 millones de personas son vendidas en el mundo.

"Muchos narcotraficantes, sobre todo de nivel medio, se están vinculando a la trata de mujeres porque están viendo el buen negocio que es. Suelen estar protegidos por militares, políticos, empresarios, a veces directamente; otras, indirectamente -explica-. Cuando empecé la investigación del primer libro, me impresionó la cantidad de gente que sabía de las actividades de esos pederastas y nadie denunciaba nada. 'Bueno, quién sabe qué tipo de niñas eran', decían. Mucha gente es cómplice con el lenguaje que usa".

-Según lo investigado por usted, ¿por qué buscan a mujeres cada vez más jóvenes?

-Por diferentes razones. En países africanos, las buscan porque las vírgenes no tienen sida. Además, hay esa noción rarísima, en lugares como Uganda y Nigeria, de que un hombre que tiene el VIH se va curar al tener sexo con una virgen. En América Latina, porque son 'más obedientes'.

El machismo, sin embargo, no tiene sexo. Y eso lo ha confirmado Cacho, que vio a muchas mujeres involucradas en el negocio de la trata. "La única diferencia es que las mujeres vinculadas no están en el nivel alto de poder, sino intermedio. Sí hay jefas, madames. Pero los líderes son los hombres".

Según la periodista, hoy las mafias rusas dominan el mercado de la pornografía, que antes manejaban Suecia y Estados Unidos.
"Son los nuevos amos: Rusia y Europa del este. Ellos supieron meterse directamente en el tráfico de mujeres. Las venden por Internet como si fueran un auto".

-¿Y América Latina?

-Por desgracia, no está adecuadamente documentado. Las autoridades, por ejemplo colombianas, no han querido entrar en ese fenómeno. Es clarísimo que fueron los grandes carteles de la droga los que abrieron el mercado de la hipersexualización de las chicas, con todo ese tema de 'Sin tetas no hay paraíso', de que todas quisieran estar con un capo, inspirar novelas y fomentar esa noción cultural. El Estado colombiano incurrió en una falla monumental de derechos humanos contra las mujeres colombianas al no preocuparse por esta situación.

Lo que Cacho muestra en su libro es un realidad cruel que solo puede cambiar a largo plazo y si se mueven ingredientes estructurales de la sociedad: "Ahora se están haciendo leyes, pero se necesita una transformación de los patrones culturales sobre el sexismo. Los valores de la masculinidad están bien jodidos. A los hombres los crían diciéndoles que son su pene y que su pene son ellos. Es una deformación de su sexualidad, su erotismo, su relación con las mujeres. Se necesitan políticas de seguridad humana, es decir, menos pobreza, educación, salud, medios de trabajo, no solo de policías".

-Usted pasó por un momento difícil que, sin embargo, no la hizo abandonar el tema.

-Sufrí una violación, pero lo importante es que me quedó claro que la culpa no fue mía. El único culpable fue el violador, que tenía muchas motivaciones, entre ellas, que alguien le pagó. Yo tuve el privilegio de contar con mi madre, que era psicóloga. Aún sigo en terapia, hago yoga a diario. Es parte de mi tarea personal para cuidarme. Quisieron darme "una lección" y tratar de aniquilarme emocional y moralmente. Pero la lección es que la violación no acaba con tu vida. Es traumática, dolorosa, requiere un proceso de sanación. Pero no es el fin de tu vida. No les voy a dar justo lo que ellos querían.

María Paulina Ortiz
Redacción EL TIEMPO

Lo que aporta Emma Watson al debate sobre feminismo

Las palabras pronunciadas por la actriz británica Emma Watson el fin de semana en la sede de la ONU en Nueva York sobre feminismo e igualdad de género han encendido la discusión a nivel global y le han hecho blanco de intimidaciones.
Como consecuencia del contundente discurso que elaboró para presentar la campaña "HeForShe", la joven de 24 años conocida su personaje de Hermione en las películas de Harry Potter, ha recibido un aluvión de mensajes anónimos del tipo "el feminismo es un cáncer en crecimiento".
Más que en la novedad de sus ideas, el revuelo causado por la actriz con su intervención radica en que consiguió comunicarse con un público joven que no suele estar expuesto a las teorías feministas, aunque sí a la práctica de la violencia de género.
Frases como: "Si al hombre no se le hace creer que tiene que ser agresivo, la mujer no será sumisa; si al hombre no se le enseña que tiene que ser controlador, la mujer no será controlada", han tenido especial eco en EE.UU., en donde se han registrado numerosos casos recientes de violencia doméstica.
Algunas feministas destacadas compartieron con BBC Mundo su visión del discurso de la actriz.
No es lo que dijo, sino quién lo dijo
En opinión de la periodista mexicana y defensora de los derechos de las mujeres, Lydia Cacho, Watson lo hizo estupendamente.
"Ella lo tiene claro: el feminismo es parte de una corriente de las ciencias sociales y la filosofía que plantea la igualdad como eje central de la democracia aplicada. Su postura demuestra gran conocimiento y congruencia desde la experiencia de una chica que, a pesar de tener privilegios, tiene clara la noción de desigualdad".
Con su discurso, explica Cacho a BBC Mundo, la actriz se convierte en un modelo a seguir para una nueva generación de jóvenes que la admiran como figura pública. Además, "le pone contenido a la fama, lo cual tiene una carga política extraordinaria".
En ese sentido, la directora ejecutiva del sitio web Feministing, Maya Dusenbery, resalta que "las palabras de Watson importan mucho menos que su perfil público".
"En general, me gustó su discurso y su firmeza, pero creo que estuvo lejos de innovar o de pretender hacer un análisis feminista radical que no se haya hecho antes", señala a BBC Mundo.
Sin embargo, explica, es muy importante que celebridades como ella aborden el tema "porque promueven la identificación del gran público con el feminismo, especialmente entre los jóvenes que buscan en la cultura pop una orientación sobre lo que es aceptable".
Durante el último año, el feminismo se ha vuelto un poco más mainstream y ha ayudado el hecho de que celebridades como Beyoncé, Taylor Swift, Ellen Page y Lena Dunham se hayan sumado a la causa.
"Locas y brujas insoportables"
Watson rompe los estereotipos del feminismo convencional.
Al ser consultada por BBC Mundo, la reconocida feminista colombiana Florence Thomas afirmó no conocer a Watson: "Si actúa en Harry Potter, como me dices, entenderás que no sé de quién se trata, tengo 70 años". Su reacción podría comprobar el alcance generacional de las palabras de la actriz.
En todo caso, Thomas aprovechó para comentar que en Colombia y América Latina, la feminista sigue siendo vista como la antimujer.
"Estamos en una cultura maternalista y familista, donde decir mujer es lo mismo que decir mamá. Por esa razón, la feministas siguen siendo vistas como locas y brujas insoportables –muy masculinas– que odian a los hombres", dice.
"Pero no, el feminismo no es una guerra de sexos, sino una manera de que todos seamos mejores seres humanos y tengamos igualdad de oportunidades", afirma Thomas.
La invitación al género masculino
Lo que más disfrutó del discurso la editora y comentarista feminista Elizabeth Plank, fue el hecho de que Watson haya hecho un llamado a los hombres para que se unieran a la campaña de ONU Mujeres.
"Para muchos, la lucha es exclusivamente femenina, pero lo cierto es que los hombres también se ven perjudicados por los estrictos roles de género", resaltó la periodista estadounidense a BBC Mundo.
Algo importante que Watson dejó fuera de su discurso es que el feminismo es una amenaza para el status quo, según la escritora feminista Maya Dusenbery.
"Por mucho que el movimiento ayude a los hombres también, para conseguir la igualdad es necesario que pierdan privilegios y poderes que han tenido por mucho tiempo, lo cual es bastante intimidante para algunos", explica.
Cacho, por su parte, apunta que Watson consiguió recoger las demandas del movimiento de mujeres que lleva años exigiendo en todo el mundo la co-participación de los hombres en la erradicación de la violencia de género y en la búsqueda de la igualdad en la vida práctica privada y pública.
"Logra hacerlo sin antagonizar pero también sin pedir disculpas por su exigencia y rescata lo que las feministas de otras generaciones hemos dicho durante décadas: sin un nuevo paradigma de masculinidad, las políticas de igualdad quedan desactivadas y atrapadas en la demagogia".
"Basta ver el aumento de feminicidio en el mundo, ningún continente se salva de la venganza de los hombres que eligen ejercer violencia como medio de coerción y control de las mujeres a quienes aún consideran subordinadas, de su propiedad", dice la activista.
Para ella, la campaña "HeforShe" representa un reto monumental: "si los hombres se pronuncian en papel no significará nada, es urgente ver a aquellos con poder, famosos, con credibilidad, comenzar a cambiar el discurso y sus acciones".
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