sábado, 20 de enero de 2018

Skándalon, una tendencia posmoderna

Vivir en la posmodernidad
 
Skándalon, una tendencia posmoderna
 Por Mónica Cruppi
  
 
A lo largo del desarrollo de la humanidad, siempre hubo escándalos; lo particular de esta época es que con la ayuda de los medios masivos de comunicación y los nuevos medios sociales como Facebook, Twitter o YouTube, la información se viraliza cada vez más rápido.
Escándalo es una palabra que proviene del griego skándalon y significa trampa u obstáculo. Se trata de un acontecimiento ampliamente difundido que incluye acusaciones de proceder incorrecto, degradación o inmoralidad. Un escándalo puede basarse en actos reales o falsos y tiene un carácter sorpresivo, es decir, irrumpe, invade, penetra. Generalmente, se trata de un suceso que, por vergonzoso, dramático o trágico, las personas tratan de mantener en secreto.
Los escándalos pueden ser de tal magnitud que pongan en jaque a los poderes políticos de turno, como fue el famoso “Caso Watergate” de 1972 en Estados Unidos. Este suceso tuvo tal impacto que el sufijo “gate” se comenzó a utilizar para nombrar a otros escándalos similares. Más recientemente, el skándalon se mudó a la web con WikiLeaks. Este sitio funcionó como una plataforma para hacer denuncias anónimas y filtrar información secreta, sacando a la luz los sombríos secretos gubernamentales, así como también transgresiones y violaciones corporativas.

Curiosamente en nuestra cultura, donde los fines son más importantes que los medios, el escándalo da rédito: vende, se vende, se consume y consume, dando lugar a una mega-exhibición donde todo vale. De lo macro a lo micro, de lo social a lo individual y del Otro al sujeto, el escándalo se ha venido desplazando y aparece como un nuevo recurso que tienen las personas para acceder a sus cinco minutos de popularidad y dinero.
Día a día, recibimos desde los medios de comunicación masivos y sociales, la noticia de un nuevo suceso disruptivo, que es difundido masivamente y que se caracteriza por correr un poco más los límites de la intimidad. Sucede que los escándalos y su repetición se van “normativizando” socialmente, por lo que resulta preciso innovar.
La cantante Madonna, por ejemplo, escandalizaba en los ‘80 con menciones explícitas a su sexualidad. Recientemente, otra Pop Star americana, al mejor estilo Diógenes de Sinope, simuló masturbarse durante un show. Observamos entonces este desplazamiento del que venimos hablando.

La herramienta principal del skándalon es el exhibicionismo. Según U. Eco (2007), “en estos, como en otros casos de renuncia voluntaria a la privacidad, nos encontramos ante abismos de desesperación que deberían inducirnos a una indiferencia compasiva. Pero el exhibicionista (y este es su drama) no nos permite ignorar su vergüenza”. El exhibicionismo conserva un carácter más narcisista que cualquier otra pulsión parcial, por el hecho que otros miran a la persona. Puede ser utilizado para influir sobre los que miran de diversas maneras provocando distintas reacciones: admiración, envidia, emulación.
Es preciso remarcar que el escándalo puede destapar o tapar: si bien muchas veces echa luz sobre lo desconocido, otras tantas es utilizado para desviar la atención, ocultando otras cuestiones. Se trata de un grito que ensordece y no nos permite ver/ escuchar a lo que realmente tendríamos que prestar atención, esto es, su backstage, lo no-dicho.
Ante este escenario resulta menester permanecer atentos y preguntarnos: ¿con qué nuevo escándalo amaneceremos hoy?
 
 
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