lunes, 29 de marzo de 2010

Violencia contra la mujer

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Para la violencia ejercida en el ámbito doméstico, véase violencia doméstica.
Para la violencia ejercida en la atención del parto, véase violencia obstétrica.
Violencia contra la mujer
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Mujer quemada con ácido.
Mujer quemada con ácido.


La violencia contra la mujer es la violencia ejercida contra las mujeres por su condición de mujer. Esta violencia presenta numerosas facetas que van desde la discriminación y el menosprecio hasta la agresión física o psicológica y el asesinato. Produciéndose en muy diferentes ámbitos (familiar, laboral, formativo,..), adquiere especial dramatismo en el ámbito de la pareja y doméstico, en el que anualmente las mujeres son asesinadas a manos de sus parejas por decenas o cientos en los diferentes países del mundo.[1]
Al menos una de cada tres mujeres en el mundo ha padecido a lo largo de su vida un acto de violencia de género (maltrato, violación, abuso, acoso,…) Desde diversos organismos internacionales se ha resaltado que este tipo de violencia es la primera causa de muerte o invalidez para las mujeres entre 15 y 44 años.
Raquel Osborne.[2]

Las Naciones Unidas en su 85ª sesión plenaria, el 20 de diciembre de 1993, ratificó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, en la que se la reconoce como un grave atentado contra los derechos humanos e «insta a que se hagan todos los esfuerzos posibles para que sea [la declaración] universalmente conocida y respetada». Define la violencia contra la mujer en su primer artículo:
A los efectos de la presente Declaración, por "violencia contra la mujer" se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

También las Naciones Unidas, en 1999, a propuesta de la República Dominicana con el apoyo de 60 países más, aprobó declarar el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

En la actualidad, Estados, organizaciones internacionales y muy diferentes colectivos, fundamentalmente feministas, destinan numerosos esfuerzos para erradicarla.
Contenido
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* 1 Terminología
* 2 La violencia contra la mujer en los organismos internacionales
* 3 Raíces de la violencia contra la mujer
* 4 Consideración actual
* 5 Violencia contra la mujer en la familia
* 6 Violencia contra la mujer en la pareja
* 7 Violación
o 7.1 La violación como arma de guerra
* 8 Explotación sexual[37]
* 9 Ablación del clítoris
* 10 Feminicidio[43]
* 11 Véase también
* 12 Referencias
* 13 Bibliografía
* 14 Enlaces externos
o 14.1 Asociaciones contra la violencia de Género


Link: http://es.wikipedia.org/wiki/Violencia_contra_la_mujer

domingo, 28 de marzo de 2010

Lejos del mundanal ruido


(DVDrip)
TITULO ORIGINAL: Far From the Madding Crowd AÑO:1967 DURACIÓN:169 min.



DIRECTOR: John Schlesinger. GUIÓN: Frederic Raphael (Novela: Thomas Hardy).
MÚSICA: Richard Rodney Bennett. FOTOGRAFÍA: (Color) Nicolas Roeg.
REPARTO: Julie Christie, Alan Bates, Terence Stamp, Peter Finch.
GÉNERO: Drama romántico.
SINOPSIS: Betsabé es una chica pobre, llena de ambición y coraje, que hereda una granja cercana al Canal de la Mancha, lo que supone su independencia económica. Drama de época basado en la conocida novela de Thomas Hardy, que relata la historia de una bella y seductora mujer, propietaria de la mayor granja de su localidad, que se encuentra en la situación de elegir entre los tres hombres que la pretenden.
CRÍTICAS:
"Sin duda, una de los films más logrados de Schlesinger. Perfecta ambientación e interpretaciones logradas para un sobresaliente drama de época (...). No se la pierda" (Fernando Morales: Diario El País)
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En la época más floreciente de Julie Christie, de belleza plena, decidió escoger el papel de la vanidosa y orgullosa Betsabé, que se debate entre tres pretendientes con tres maneras de amar.
No entiendo como esta gran película no se ha convertido en film de culto y no se la ha reivindicado como es debido, pues a pesar de su larga duración, nada sobra. Magnífica interpretación del cuarteto protagonista.
Hay momentos de gran sutileza para describir los cuatro magníficos personajes, escenas aparentemente largas que tienen su lógica posterior, elipsis oportunas, detalles del gran director que hay detrás, planos magníficos y ambientación excelente.
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ARCHIVO: AVI (DivX) Dos archivos de 600 megas, cada uno. Divididos en 14 partes (WinRar).
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DESCARGA:

MEGAUPLOAD:
CD 1
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CD 2
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sábado, 27 de marzo de 2010

"Tragedia en Harlem" de O. Henry

[Cuento. Texto completo]


Harlem. La señora Fink acaba de entrar en casa de la señora Cassidy, que vive en el piso debajo del suyo.

-¿Has visto qué hermosura? -dijo la señora Cassidy.

Volvió el rostro con orgullo para que su amiga la señora Fink pudiese verlo. Tenía uno de los ojos casi cerrado, rodeado por un enorme moretón de un púrpura verdoso. También tenía un corte en el labio, que le sangraba un poco, y a ambos lados del cuello se veían marcas rojas de dedos.

A mi marido no se le ocurriría jamás hacerme una cosa semejante -manifestó la señora Fink, tratando de ocultar su envidia.

-Yo no viviría con un hombre -declaró la señora Cassidy- que no me pegase al menos una vez a la semana. Eso demuestra que te tiene por algo. ¡Aunque esta última dosis que me ha dado Jack no se puede decir que haya sido con cuentagotas! Todavía veo las estrellas. Pero será el hombre más dulce de la ciudad durante toda la semana, como indemnización. Este ojo vale lo suyo a cambio de unas entradas de teatro y una blusa de seda.

-Me atrevo a esperar -dijo la señora Fink, simulando complacencia- que el señor Fink sea demasiado caballero para atreverse jamás a ponerme la mano encima.

-¡Venga ya, Maggie! -dijo riéndose la señora Cassidy, mientras se untaba el ojo con linimento de avellano-, lo que pasa es que tienes envidia. Tu viejo está demasiado cascado y es demasiado lento para darte un puñetazo. Se limita a sentarse y a hacer gimnasia con un periódico cuando llega a casa. ¿O no es verdad?

-Es cierto que el señor Fink se embebe en los periódicos cuando llega -reconoció la señora Fink, asintiendo con la cabeza-; pero también es cierto que jamás me toma por un Steve O’Donnell sólo para divertirse, eso desde luego que no.

La señora Cassidy se rió con la risa satisfecha de la matrona feliz y protegida. Con el aire de una Cornelia exhibiendo sus joyas, se bajó el cuello del quimono y descubrió otro hematoma allí atesorado, de color marrón y con un cerco naranja y oliváceo. Un buen cardenal sin lugar a dudas, pero que sin embargo sería recordado con amor por su valía.

La señora Fink se rindió. Su ceremoniosa mirada se suavizó para convertirse en envidia y admiración. Ella y la señora Cassidy habían sido compañeras de trabajo en la fábrica de papel del sur de la ciudad antes de casarse, hacía un año. Ahora, ella y su hombre ocupaban el piso de arriba del de Mame y el suyo. Así que no podía andar fingiendo con su amiga.

¿Y no te duele cuando te zurra? -preguntó con curiosidad la señora Fink.

¡Dolerme! -exclamó la señora Cassidy lanzando un grito de gozo con su voz de soprano-. Dime, ¿se te ha caído alguna vez encima una casa de ladrillo? Bueno, pues eso es lo que se siente; como cuando te están desenterrando de entre los cascotes. Jack tiene una izquierda que vale por dos sesiones de tarde y un nuevo par de zapatos Oxford, ¡y no digamos su derecha! Su derecha supone un viaje a Coney Island y seis pares de carretes de encaje de seda escocesa calada como desagravio.

-Pero ¿por qué te pega? -preguntó la señora Fink con los ojos muy abiertos.

-¡Qué tonta eres! -exclamó la señora Cassidy con indulgencia . Pues porque viene cargado. Suele ser los sábados por la noche.

-Pero ¿qué motivo le das tú? -insistió la señora Fink empecinada en su pesquisa.

-¿Pues no me he casado con él? Jack llega borracho y yo estoy aquí, ¿no? ¿A quién más tiene derecho a pegar? ¡Y que no lo coja yo pegando a ninguna otra persona! A veces es porque la cena no está lista, y a veces porque sí. Jack no anda mirando los motivos. Simplemente se pone a beber hasta que se acuerda de que está casado, y entonces se viene para casa y la toma conmigo. Los sábados por la noche aparto los muebles con esquinas picudas para no abrirme la cabeza cuando pone manos a la obra. ¡Tiene un gancho de izquierda que te deja temblando! A veces me doy por vencida en el primer asalto; pero cuando tengo ganas de divertirme durante la semana, o me apetece algún trapito nuevo, entonces me levanto para que me siga castigando. Eso es lo que hice anoche. Jack sabe que llevo un mes deseando una blusa de seda, y no me pareció que un ojo morado fuese suficiente para conseguirla. Te voy a decir una cosa, Mag, apuesto lo que quieras a que me la trae esta noche.

La señora Fink estaba sumida en profundos pensamientos.

-Mi Mart -dijo- no me ha dado una paliza en su vida. Es como tú has dicho, Mame; llega a casa de mal humor y no dice ni una sola palabra. Nunca me lleva a ningún sitio. Por toda diversión se dedica a hacer en casa de calientasillas. Me compra cosas, pero lo hace con aire tan abatido que nunca las aprecio.

La señora Cassidy rodeó a su amiga con el brazo.

-¡Pobrecita mía! -dijo-. Pero es que no todo el mundo puede tener un marido como Jack. El matrimonio no sería un fracaso si todos fueran como él. Todas esas mujeres descontentas de las que se habla lo único que necesitan es un hombre que llegue a casa y les dé una paliza una vez a la semana, para convertirla luego en besos y crema de chocolate. Eso les daría alguna ilusión de vivir. Lo que yo quiero es un hombre dominante que te zurra cuando llega de juerga y te abraza cuanto está sereno. ¡Que Dios me libre del hombre que no tiene agallas para hacer ninguna de las dos cosas!

La señora Fink suspiró.

De repente se oyeron ruidos en el vestíbulo. La puerta se abrió al instante ante la patada del señor Cassidy. Traía los brazos cargados de paquetes. Mame voló hacia él y le echó los brazos al cuello. Su ojo morado resplandecía con la luz de amor que brilla en los ojos de la doncella maorí cuando recobra el sentido en la cabaña después de haber sido golpeada y arrastrada hasta allí por su pretendiente.

-¡Hola, guapísima! -exclamó el señor Cassidy.

Dejó los paquetes y la levantó en volandas con un poderoso brazo.

-Tengo entradas para el circo Barnum and Bailey’s, y si deshaces uno de esos paquetes es muy posible que encuentres esa blusa de seda que querías... Perdón, señora Fink, muy buenas tardes, no la había visto a usted. ¿Cómo anda el bueno de Mart?

-Muy bien, señor Cassidy, muchas gracias -dijo la señora Fink-. Y ahora tengo que subir ya. Mart llegará pronto a cenar. Mañana te traeré el patrón que querías, Mame.

La señora Fink subió a su casa y se echó a llorar un poco. Era el suyo un llanto sin sentido, ese tipo de llanto que sólo entienden las mujeres, un llanto enteramente absurdo, sin una causa concreta, el más efímero y desesperado de todos los llantos que existen en el repertorio del dolor. ¿Por qué Martin no la había golpeado nunca? Era tan alto y tan fuerte como Jack Cassidy. ¿Es que ella no le importaba nada? Nunca discutía; llegaba a casa y se dejaba caer a la bartola, callado, taciturno, inmóvil. Era un proveedor relativamente decente, pero nada sabía del picante de la vida.

El barco de sueños de la señora Fink estaba en calma chicha. Su capitán iba de su budín de pasas a su hamaca. ¡Si al menos hiciese temblar las cuadernas o le diese patadas al alcázar de vez en cuando! ¡Y ella que había soñado con zarpar alegremente, llegando a tocar puerto en las islas Deliciosas! Pero ahora, para variar, estaba dispuesta a tirar la toalla, exhausta, con un rasguño como toda muestra de aquellos asaltos mansos e insípidos de combate simulado. Por un instante, casi llegó a odiar a Mame, a Mame con sus heridas y moretones, con su bálsamo de regalos y besos, embarcada en aquel tormentoso viaje junto a su pendenciero, brutal y enamorado compañero.

El señor Fink llegó a casa a las siete. Venía impregnado de la maldición de la domesticidad. No le interesaba lo más mínimo andar vagando más allá de los límites del portal de su cómodo hogar. Era el hombre que ya ha tomado el tranvía, la anaconda que ha engullido su presa, el árbol que yace allí donde cae.

¿Te gusta la cena, Mart? -preguntó la señora Fink, que se había afanado en ella.

-No está mal -gruñó el señor Fink.

Después de cenar se puso a leer los periódicos. Se sentó con los calcetines al aire, sin zapatos.

¡Despierta, oh nuevo Dante, y dime cuál será el rincón de perdición más apropiado para el hombre que se sienta en su casa en calcetines! Hermanas de la Paciencia que, obligadas por las ataduras o el deber, lo han inmortalizado en seda, hilo, algodón o lana, ¿no pertenece a ellas el nuevo canto?

El día siguiente era el Día del Trabajo. Las ocupaciones del señor Cassidy y el señor Fink cesaban durante una jornada del sol. El trabajo, triunfante, desfilaría por las calles y, por otra parte, encontraría una expansión.

La señora Fink bajó temprano a casa de la señora Cassidy con el patrón. Mame tenía puesta su blusa de seda nueva. Incluso su ojo morado se las arreglaba para lanzar un destello festivo. Jack mostraba su fructífera penitencia, y ante ellos se abría un día de regocijo, lleno de parques, meriendas al aire libre y cerveza rubia.

Una creciente e indignada envidia fue apoderándose de la señora Fink mientras volvía a casa. ¡Ay, la feliz Mame, con sus golpes y su inmediato bálsamo calmante! ¿Pero es que Mame había de tener el monopolio de la felicidad? No cabía duda alguna de que Martin Fink era tan buen hombre como Jack Cassidy. ¿Iba su esposa a vivir siempre sin un palo ni una caricia suya? Una idea súbita y brillante que la dejó sin aliento se le ocurrió de repente a la señora Fink. Le demostraría a Mame que había maridos tan capaces de usar sus puños, y quizá de mostrarse tan tiernos después como cualquier Jack.

El día de fiesta parecía que de fiesta sólo iba a tener el nombre en casa de los Fink. La señora Fink tenía las pilas de la cocina llenas de ropa sucia de dos semanas que había estado en remojo toda la noche. El señor Fink, en calcetines, estaba leyendo el periódico. Así es como la fiesta del Trabajo amenazaba transcurrir.

La envidia se encendió vivamente en el corazón de la señora Fink, y más vivamente aún nació una resolución audaz. Si su hombre no le había pegado nunca, si todavía no había demostrado su hombría ni sus prerrogativas ni su interés por los asuntos conyugales, habría de ser incitado a cumplir con su deber.

El señor Fink encendió la pipa y se frotó pacíficamente un tobillo con el otro pie, enfundado en su calcetín. Permanecía en la vida conyugal como un grumo de mantequilla en un pastel mal revuelto. Aquél era su Eliseo horizontal: sentado cómodamente, ceñía con sus manos, negligentemente, un mundo de letra impresa; y mientras tanto le llegaban los ruidos de su esposa chapoteando al lavar y los agradables olores de los recién retirados platos del desayuno y los de la comida por venir. Había muchas ideas alejadas de su mente, pero la más alejada de todas era la de pegar a su mujer.

La señora Fink abrió el agua caliente y metió las tablas de lavar en las pilas. Del piso de abajo le llegó la alegre risa de la señora Cassidy. Sonaba como un sarcasmo, como una ostentación de su propia felicidad en la mismísima cara de la intocada novia del piso de abajo. Ahora le tocaba a la señora Fink.

De repente se volvió como una furia hacia el hombre enfrascado en su lectura.

-¡Escucha, maldito gandul! -gritó-. ¿Es que tengo que ajarme las manos lavando como una esclava por tu cara bonita? ¿Eres un hombre o un perrito faldero?

El señor Fink dejó caer el periódico, paralizado por la sorpresa. Ella temió que no fuese a pegarle, que la provocación hubiera sido insuficiente. Se lanzó hacia él y lo golpeó ferozmente en la cara con el puño cerrado. En aquel instante sintió un estremecimiento de amor por él, que hacía mucho tiempo que no sentía. ¡Levántate, Martin Fink, y entra en tu reino! ¡Ahora tenía que sentir sobre ella el peso de su mano, para demostrarle que la quería, sólo para demostrarle que la quería!

El señor Fink se puso en pie de un salto y Maggie volvió a golpearlo en la quijada con un fuerte impulso de la otra mano. Cerró los ojos en aquel momento de bienaventurado temor que precedía a su esperado ataque, susurró su nombre para sus adentros, y se inclinó para recibir el deseado golpe, hambrienta de recibirlo.

En el piso de abajo, el señor Cassidy, con un rostro avergonzado y contrito, estaba empolvándole el ojo a Mame, preparándola para su tarde de juerga. Del piso de arriba llegó el sonido de una voz femenina que gritaba, y se oyó una sacudida, un tropezón y un arrastrar de algo, una silla volcada, signos indiscutibles de un conflicto doméstico.

-¿Mart y Mag zurrándose? -apuntó el señor Cassidy-. No sabía que se entregasen a esas cosas. ¿Subo a ver si necesitan un árbitro?

Uno de los ojos de la señora Cassidy resplandeció como un diamante. El otro lanzó al menos un destello de bisutería.

-Huy, huy -dijo con suavidad y sin significado aparente, con ese tono femenino como de jaculatoria-. ¡A lo mejor, a lo mejor...! Espera, Jack, que voy a subir a ver.

Corrió escaleras arriba. Mientras cruzaba el vestíbulo del piso de arriba, la señora Fink salió de su casa por la puerta de la cocina, como un salvaje torbellino.

-¡Maggie! -exclamó la señora Cassidy, con un suspiro de placer-. ¿Lo ha hecho? ¿Dime, lo ha hecho?

La señora Fink corrió a esconder la cabeza en el hombro de su amiga y se puso a sollozar desesperadamente.

La señora Cassidy cogió el rostro de Maggie entre sus manos y lo levantó con dulzura. Estaba bañado en lágrimas, pálido y enrojecido, pero su superficie aterciopelada, blanca y rosa que iba llenándose de manchas, no tenía ni un rasguño, ni un golpe, ni había sido mínimamente desfigurada por el cobarde puño del señor Fink.

-Dime algo, Maggie -le suplicó Mame-, o si no entraré ahí para averiguarlo. ¿Qué ha pasado? ¿Te ha hecho daño, qué te ha hecho?

La cara de la señora Fink volvió a hundirse desesperadamente en el hombro de su amiga.

-Por lo que más quieras, Mame, no abras esa puerta -sollozó-. Y nunca se lo digas a nadie, guárdatelo para ti sola. No ha... no ha llegado a tocarme siquiera, y está... ¡Ay, Dios mío!, está lavando la ropa, ¡está lavando la ropa!

FIN



link: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/henry/tragedia.htm

viernes, 26 de marzo de 2010

Scientific  Electronic Library Online


vol.12 no.38In Memoriam Efraím  Silva Ovalles, Pastor y amigo índice de  autoresíndice de  materiabúsqueda de  artículos
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Utopìa y Praxis Latinoamericana
ISSN 1315-5216 versión impresa


Utopìa y Praxis Latinoamericana v.12 n.38 Maracaibo sep. 2007

Como citar este artículo

Richard Rorty: Cómo ser irónico y morir en el intento

Miguel Ángel Quintana Paz

Universidad Europea Miguel de Cervantes de Valladolid, España

Imaginemos que hace unas semanas uno de nosotros se hubieran puesto a investigar qué filósofo vivo era el más citado (averiguación que en cierto modo está hoy en día al alcance de cualquiera, basta con contabilizar el número de googles que posee cada cual en internet); sin duda habría topado con el nombre de un neoyorquino nacido hace 76 años: Richard Rorty. Lamentablemente, desde el pasado 8 de junio ya no resulta oportuno el resultado de tal investigación: Rorty falleció ese día de cáncer cerca de la Universidad de Stanford, en California, el último lugar donde había ejercido como profesor.

¿Qué nos ha venido enseñando Rorty, allí en Stanford y en publicaciones suyas tan decisivas como La filosofía y el espejo de la naturaleza o Forjar nuestro país? Tal vez el título de otra de sus obras, Contingencia, ironía y solidaridad, acierte a darnos una respuesta más o menos sintética. Rorty opinaba que una de las funciones principales del pensamiento (y de su filosofía) era el hacernos caer en la cuenta de lo enormemente contingente, accidental que es el hecho de que hablemos con el lenguaje que hablamos, creamos en los dioses que creemos, sostengamos muchas de las ideas (incluso “científicas”) que más acariciamos. Por supuesto, el que todo eso resulte un tanto fortuito no es algo que nos obligue a transformarnos radicalmente, o a volvernos unos cínicos escépticos: pero sí que nos estimula, pensaba Rorty, a tomarnos con cierta ironía a nosotros mismos. Ironía desde la cual a nosotros, postmodernos, burgueses y liberales (tres adjetivos que dan título a uno de sus artículos más famosos), se nos haría mucho más fácil comprender solidariamente al resto de culturas de la Tierra.

Frente a la seriedad de muchos intelectuales, Rorty nos invitaba a no otorgar demasiada rimbombancia a las ideas, ni siquiera a las suyas propias: una buena lectura de Walt Whitman o de Henry James (entre los mejores portavoces del ideal americano que él siempre defendió) sobrepujaban en su opinión, con mucho, todo lo que los intelectuales nos podrían enseñar. Pues el modo en que la buena literatura nos golpea en nuestros fundamentos más firmes es un buen compendio de lo que Rorty, en el fondo, deseaba transmitirnos.

Se cuenta que, en uno de sus últimos e-mails, Rorty bromeaba sobre su enfermedad –aventuraba que tal vez se la había provocado el mucho leer a Heidegger–. Su muerte (como todas las muertes) corrobora en cierto sentido su tesis principal: nos hace ver lo drásticamente contingentes que somos todos nosotros. Y, sin embargo, tras leer a Rorty, a uno le tentaría el decir que debería resultar obligatorio, y no sólo contingente, educar a las próximas generaciones con alguna chispa de ese irónico humor rortiano.




martes, 23 de marzo de 2010

Una de piratas


(Joan Manuel Serrat)

Todos los piratas tienen
un temible bergantín,
con diez cañones por banda
y medio plano de un botín,
que enterraron a la orilla
de una playa en las Antillas.

Todos los piratas tienen
un lorito que habla en francés,
al que relatan el glosario
de una historia que no es
la que cuentan del corsario.
Ni tampoco lo contrario.

Por un quítame esas pajas te pasan por la quilla.
Pero en el fondo son unos sentimentales,
que se graban en la piel
a la reina del burdel
y se la llevan puesta a recorrer los mares.

Marchando una de piratas...
Larga vida y gloria eterna.
Para hincarles de rodillas
hay que cortarles las piernas.

Todos los piratas tienen
atropellos que aclarar,
deudas pendientes y asuntos
de los que mejor no hablar.
Se beben la vida de un trago
y se ríen con descaro.

Hasta que un día, temblando
en la popa de un velero,
la encuentran, y traicionando
la ley del filibustero,
no reclaman el rescate
y rehuyen el combate.

Cuando los piratas son hombres enamorados
de una piel que huele a jazmines, rompen promesas
con sus hermanos de ayer
y huyen al amanecer
rumbo a un puerto que aún no ha puesto precio a su cabeza.

Marchando una de piratas...
Nadie doblegó su espada
y bastó una mujer hermosa
para cortarles las alas.

No hay historia de piratas
que tenga un final feliz.
Ni ellos ni la censura
lo podían permitir.
Por la espalda, en una esquina,
gente a sueldo los asesina.

Charlie Chaplin Tribute

lunes, 22 de marzo de 2010

Sara no puede esperar


Viernes, 12 de marzo de 2010
logo las12


Una mujer en Misiones acosada y golpeada brutalmente por su vecino, que además es comisario, se encuentra en un callejón sin salida luego de haberlo denunciado.

Por Irupé Tentorio
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¿Cómo se vuelve a la vida luego de una terrible paliza? ¿Cómo superar esas cicatrices que no sólo duelen en los días de humedad? ¿Cómo no temblar al salir a la vereda de su casa, si el agresor es su vecino? Ni siquiera el llanto de un niño –de apenas nueve años– detuvo la agresión de este ex comisario Hugo Ariel Benítez.

Sara Báez vive en Posadas, Misiones, su hogar está ubicado en el barrio Santa Rita, a pasos de la casa de Benítez, quien día tras día e impunemente abusaba de ella. En principio psicológicamente “cada vez que me veía me decía piropos, pero bastantes guarangos, y alguna que otra vez tuvo actitudes exhibicionistas. Después la situación y su vocabulario fueron más densos, me acosaba con palabras más burdas. Yo fui a quejarme varias veces a la jefatura policial decimotercera de Posadas pero –en ese momento– no tomaron las medidas necesarias que yo reclamaba, me decían que tenía que tener marcas para que la denuncia sea sustentable”, relata Sara.

Esta pregunta cae de maduro: ¿Cuánta sangre hay que mostrar para ser protegido?

Lo que tanto temía que ocurriera aconteció el pasado 10 de diciembre al regreso del acto de finalización escolar de su hijo menor. “Yo venía feliz y orgullosa ya que a mi hijo le habían entregado la medalla de honor por mejor comportamiento, entonces compramos comida para cenar y festejar juntos”, sin embargo el festejo no pudo ser llevado a cabo ya que el ex comisario la aguardaba entre penumbras en el portal. Cuando Sara abrió las rejas de su casa la arrastró de los pelos hacia la vereda, “quiso obligarme a practicarle sexo oral. Yo me negué y le dije que prefería morir antes de hacer lo que me estaba exigiendo”, sus labios ensangrentados le expelieron, pero Benítez no se detuvo.

Sin ningún tipo de límite le dio duro en su espalda, hasta perforar sus riñones, y entre golpe y golpe le gritaba “hija de puta por qué me denunciaste, qué anduviste diciendo por ahí”. Los gritos de desesperación no detuvieron a Benítez: sacó su cinto y dejó la piel de ella en carne viva, “me pegaba con la hebilla del cinto, recibí tantas trompadas en mi rostro, que me aflojó la mandíbula. Yo a esa altura ya estaba inconsciente, y el dolor casi no lo sentía, no tuve más opción que entregarme, no tenía fuerzas para defenderme. Este animal destruyó mi vida. Las secuelas que dejó en mi cuerpo, no me permiten ahora trabajar”, remata Sara.

Ella sólo logró en ese momento esquivar las sombras de él y los golpes constantes que podrían haberle quitado la vida. “Cuando me apuntó en la sien con su calibre de nueve milímetros y disparó dos veces, sin que saliera la bala, me hizo callar y me dijo: los muertos no hablan”, sostiene Sara.

Esta situación que eriza la piel fue intervenida por un chofer de colectivo y pasajeros que circunstancialmente pasaban. “Al escuchar mis gritos y los de mi hijo ellos se acercaron para ayudarme, y Benítez cuando los vio huyó, se metió por el barrio. Su cobardía lo hizo correr y escapar.”

Alexis gritaba, rogaba por la vida de su madre. Esas imágenes encarceladas que dejó este hecho en su hijo no son sencillas de borrar. “Mi hijo presenció esta espantosa escena, ahora él tiene continuos ataques de llanto. Todas las noches se hace pis en su cama, a mí como madre se me parte el alma.” Sara hace ya 6 años que es padre y madre. “Lo único que espero es que los dos podamos superar esta historia, pero se me hace difícil seguir con este veneno que me llena de angustia.” Un veneno que podría haber sido evitado si la policía misionera hubiera registrado y accionado cuando Sara realizó su primera denuncia, y hubieran tenido en cuenta la ley 26.485.

Perla Prigoshin, asesora legal de la Presidencia del Consejo Nacional de la Mujer, asegura qué “esta nueva ley, que está vigente desde el 11 de abril del 2009, tiene como objetivo prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en ‘todos’ los ámbitos en que se desarrollen sus relaciones interpersonales. Remarco ‘todos’ porque está instalado en el imaginario colectivo que sólo es violencia la intrafamiliar. Afortunadamente la ley, que es una de las más avanzadas de Latinoamérica, obliga a los tres Poderes del Estado, tanto del ámbito nacional como del provincial y municipal, a ocuparse de distintos tipos y distintas modalidades de violencia”, sostiene la especialista.

Las mujeres que sufren violencia, por lo general no son escuchadas. Pese a que en este terreno en los últimos diez años las cosas hayan cambiado para mejor, aún falta más información sobre dónde pueden ser asistidas.

“El Consejo se ocupa del diseño y monitoreo de las políticas públicas con perspectiva de género. Con esto señalo que el organismo no debe accionar en forma directa vulnerando competencias locales. Articulamos nuestro trabajo con todas las provincias del país y en ese marco. Respecto de la señora Sara Báez, el CNM intervino desde el momento en que nos enteramos de la situación. Nos pusimos en comunicación con el área pertinente de Misiones y nos informamos permanentemente del estado de la mujer violentada. Sabemos que desde que nos contactamos con las autoridades de la provincia éstas se ocuparon de brindarle a la víctima tanto asistencia psicológica como jurídica”, concluye la Dra. Prigoshin.

Por lo general en la comisaría se les informa: “No deje que se acerque a su domicilio”, “evite que se aproxime a tantos metros’” pero, ¿cómo hace esa mujer para ponerlas en práctica una vez que se quedó sola? Lamentablemente estas respuestas que dan en las diferentes comisarías penden de un hilo muy fino y aún no se resguarda a la mujer en la confidencialidad de la denuncia.

Complicidad, encubrimiento, intervención, son sinónimos que se hacen presentes en esta historia, en donde el culpable aún no tiene castigo, solamente estuvo detenido algunos días y antes de las fiestas lo “soltaron”. Pareciera que el brindis navideño habilitó su libertad y es así como Sara —al día de la fecha— sigue recibiendo constantes amenazas.

¿Acaso ser ex comisario significa estar exento de todo castigo?

Que lo dejaran en libertad a Benítez, sin dudas para Sara fue una patada más en su riñón, un mal chiste, fue llenarla de terror.

Sara, que mantenía su familia trabajando en reflexología, ahora debido a estas intensas lesiones, le es imposible continuar. “En este momento algunos de mis vecinos me ayudan, me dan de comer a mí y a mi hijo. No tengo paz, cada dos por tres aparecen personas en mi casa y me amenazan. Hace semanas atrás se acercaron dos personas encapuchadas en una moto y lo agredieron a mi hijo, y hace poco una patota me gritó que lo que no terminó de hacer Benítez lo iban a terminar de hacer ellos. Yo no puedo más.” Cuando Sara habla su voz tiembla, sin embargo el silencio no la detiene y en vez de callar esta impunidad la comunica, porque es la única manera que encuentra para salir adelante, intentando expulsar esa imagen horrorosa que muchas veces le quita la respiración.

Cabe destacar que Hugo Benítez años atrás ya había sido denunciado por abuso sexual por el personal femenino de su ex área de trabajo.

Este caso, en la actualidad, está a cargo del Juzgado de Instrucción Nº3 de Posadas. Vale recalcar que el caso aún no ha sido resuelto. Al buscar explicación sobre esto la respuesta es la clásica que corresponde al mes de enero “estamos de feria”.

Sara suplica ayuda, suplica cuidado, suplica tranquilidad y ante todo suplica que respeten sus derechos como mujer.

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lunes, 15 de marzo de 2010

Minotauros, nazismo inglés y otras bestias

Dos nuevos libros de ciencia ficción


Aparecieron en ediciones argentinas Las islas del verano, de Ian R. MacLeod, y El día del Minotauro, de Thomas Burnett Swann. La oportunidad para repasar qué fue del género aquí, allá y en todas partes.

Elvio E. Gandolfo
03.10.2009
Es curioso, pero en uno de los dos libros publicados en los últimos meses por un pequeño sello de ciencia ficción argentino figura una palabra que durante años fue emblema de calidad y sorpresas en el género: Minotauro. Con la dirección de Francisco “Paco” Porrúa, la mítica colección comenzó con las Crónicas marcianas de Ray Bradbury prologadas por Borges y a lo largo del tiempo fue dando a conocer lo mejor (o todo) de J. G. Ballard, Theodore Sturgeon, Philip K. Dick y tantos otros. Al fin Porrúa sintió el cansancio del guerrero y vendió su editorial al Grupo Planeta. Salvo el renglón Tolkien, que siguió productivo y funcionando, el sello entró pronto en un tirabuzón de tapas insulsas y falta de brújula.

El espacio que dejó no fue llenado por ningún sello de los importantes. Tanto Nova (de ediciones B) como La Factoría de Ideas, por ejemplo, se mostraron desparejas o confiadas en lo seguro, con traducciones muchas veces fallidas. De hecho se produjo una diáspora. Porque los títulos que antes hubiera editado Minotauro se fueron distribuyendo en editoriales chicas, dirigidas por entusiastas. Es lo que pasó en España con Bibliópolis (libros de Ted Chiang, de Keith Roberts), y en la Argentina con la colección Nave Madre de Colihue (libros de Fritz Leiber, Philip Dick), en Interzona con la serie Línea C dirigida por Marcelo Cohen (libros de M. John Harrison, China Miéville).

Desde luego no hay que dejar de lado el marco mayor: en buena medida el relativo desdibujamiento de Minotauro es el del género mismo. Hasta en las librerías de viejo la ciencia ficción ha ido desapareciendo. Y bien está que así sea. Porque todo se ha ido mezclando de una manera nueva, y porque lo que han ido publicando esos sellos chicos es muy bueno.

Uno de esos luchadores permanentes del género ha sido Luis Pestarini. Desde hace décadas publica Cuasar, una revista que hay que buscar con lupa, y aún así cuesta encontrar. La buena noticia es que desde hace un par de años comenzó a publicar libros. Los dos primeros fueron goles, a dos puntas: Océnico presentaba textos de Greg Egan, un nombre nuevo aunque con abundante obra, extraño investigador de la interfase entre el yo, la mística y el ser digital. Aterrizaje de emergencia brindaba en cambio una novela completa de Algis Budrys, el tema de los visitantes extraterrestres como nunca se contó antes, con toda la solidez de un clásico lateral.

Lo viejo y lo nuevo.
Dos títulos nuevos de la colección establecen una combinación semejante. El inglés Ian R. MacLeod sigue y renueva la línea que tuvo el género en su país desde el propio H. G. Wells en adelante. En Las islas del verano, a pesar de tratarse de una novela corta, 90 páginas le bastan para establecer un protagonista –narrador inolvidable–, e ir desplegando sin prisa una Inglaterra ucrónica donde el nazismo tiene raíces anglosajonas. El tema de la homosexualidad en semejante clima represivo es central, y tiene su contrapartida política. En el pasado el narrador tuvo una relación con quien después será primer ministro.

Hay un detallismo específicamente literario para crear ese mundo distinto. Desde luego, las “islas del verano” felices ocultan en realidad el sitio adonde van a parar, otra vez, los judíos. La magia es que todo se despliega como si ocurriera en otro pasado casi presente, develando la verdad horrenda que late como posibilidad en los corazones humanos. Sobre todo en los de la sórdida Inglaterra.

Igualmente memorable es el relato “Nueva luz sobre la Ecuación Drake”, que presenta de modo implacable la progresiva desilusión de comprobar que los seres de otro mundo que buscaba el famoso programa SETI no existen. También aquí lo humano, frágil y a la vez elusivo, traicionero, es un hilo central, en la inestable relación de la pareja central. Y la “salsa” futura, con seres que mutan alas y otros apéndices a pedido, es un telón de fondo esencial, convincente.

Con El día del Minotauro la colección Cuasar rescata al fin un título más de Thomas Burnett Swann, un norteamericano que parecía inglés en sus gustos, y que supo extraer una poesía máxima de su compleja personalidad. El texto tiene que ver con la época remota en que aún existía, previa a la Grecia histórica, una Tierra de las Bestias, entre las que se destacaba el Minotauro. Invadida primero por dos jóvenes humanos con mezcla de Bestia, y luego directamente por los guerreros aqueos, la voz que narra es la del propio Minotauro, y gran parte del relato se lo devora la larga batalla.

El estilo de Burnett Swann ya había brillado con intensidad en su único libro anterior traducido, La mansión de las rosas. Es a la vez poético y filosófico. Dice: “¿Qué es el amor sino un escudo de hierro moldeado?”. O: “Ícaro, tenemos corazones como bosques. Tal vez necesitemos derribar algunos árboles y construir una ciudad”. En lo que escribe, Burnett Swann hace evidente que vivía en esas tierras que recorría con la imaginación, más que en el presente de profesor, que tanto lo ayudó sin embargo a construir sus mundos. Allí, en la literatura, podía darse los gustos: amar como nunca, o tener un final del todo feliz, como ocurre en este libro. Todos terminan juntos, pero etéreos, nada chillones, lejos del Disney que podrían sugerir sus animales parlantes.



Cuentos en verso para niños perversos


Los cuentos clásicos revisitados por Roald Dahl
Por Andrea Jaén, en 21 de Febrero de 2010

<<¡Si ya nos la sabemos de memoria!>>, diréis. Y, sin embargo, de
esta historia tenéis una versión
falsificada, rosada, tonta, cursi,
azucarada, que alguien con la mollera
un poco rancia consideró mejor para la
infancia…>> (La Cenicienta por Roald Dahl)

Portada del libro con ilustraciones de

Portada del libro con ilustraciones de Quentin Blake

Pese a la aparente beatificación de los cuentos populares por parte de la factoria Disney, no hace falta recordar la crueldad con la que se desarrolla cualquier cuento adaptado por Charles Perrault. Desde La Cenicienta hasta La Bella Durmiente, pasando por Barba Azul, Caperucita Roja o El Gato con Botas. En todos ellos, el protagonista es víctima de múltiples humillaciones y solo saldrá airoso si utiliza la astucia o el pillaje. No hay que olvidar que la mayoría de cuentos que hoy se le atribuyen al escritor francés no son más (ni menos) que adaptaciones en papel de los cuentos de tradición oral. Aunque una cosa está clara: los malos son muy malos y los buenos sufren demasiado.

Estos relatos orales que formaban parte del imaginario popular de la época, y que pasaron de generación en generación, eran mucho más violentos que su versión oficial en papel. Perrault se esforzó por dulcificar el carácter sórdido y picaresco de las historias. Sin embargo, en la base siguen siendo lo que son. Es en este punto cuando llegamos a la particular y moderna versión ofrecida por Roald Dahl en su libro Cuentos en verso para niños perversos. Lo que hace el autor no es sino ser consecuente con esta tradición oral, volviendo a la perversidad originaria y a un cierto carácter trovadoresco, que consigue gracias a unos versos llenos de ritmo y musicalidad.

Los cuentos suelen funcionar como una especie de parábola que debe enseñarnos una lección. Roald Dahl realiza un parodia de los postulados morales y anula el estatuto victimista de princesas y niñas desvalidas. El episodio de Caperucita Roja es de lo más ilustrativo: la niña acaba matando al lobo con un tiro en la cabeza y haciéndose un abrigo con su piel, sin que ningún cazador valiente venga en su ayuda. Cenicienta reniega de un príncipe posesivo que corta las cabezas de sus hermanas y pide al hada un compañero honrado… casándose así con un productor de mermerlada. Blancanieves, por su parte, se convierte en el ama de llaves del edificio donde viven unos enanitos adictos a las apuestas de caballos. Con tal de mejorar sus finanzas, roba el espejo mágico de su madrastra para que les prediga el caballo ganador. Sin principe y forrados de dinero, vivieron felices y comieron perdices.

Roald  Dahl en 1954

Roald Dahl en 1954

Los géneros clásicos de los cuentos populares son revisitados por Roald Dahl para dotarlos de un realismo crudo acorde con los tiempos actuales. La violencia de género, el capitalismo y el consumo, el homicidio… son algunos de los temas que recorren el texto. La sátira nos muestra que, ni aquellos que tradicionalmente eran buenos lo son tanto (en reaidad, son peor), ni los malos son tan malos. Así, Caperucita roja es una psicópata francotiradora, Cenicienta pasa de los hombres, Blancanieves se hace rica en las apuestas y la madre de Juan el de la habichuela mágica es de todo menos maternal.

Foto del autor por Lybrary of Congress en Wikipedia

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sábado, 13 de marzo de 2010

¿Es universal la cortesía?

  • Autores: Catherine Kerbrat-Orecchioni
  • Localización: Pragmática sociocultural : estudios sobre el discurso de cortesía en español / coord. por Diana Bravo, Emilio Antonio Briz Gómez, 2004, ISBN 84-344-8258-4 , pags. 39-54
  • Resumen:
    • "La cortesía es universal": en todas las sociedades humanas se constata la existencia de comportamientos que permiten mantener un mínimo de armonía entre los interactuantes, a pesar de los riesgos de conflictos inherentes a toda interacción. Pero, al mismo tiempo, "la cortesía no es universal" , en la medida en que sus formas y sus consiciones de aplicación varáin sensiblemente de una sociedad a otra. En estas consiciones, ¿se puede esperar construir un modelo de la cortesía que sea supceptible de trascender esas variaciones? Tal modelo ¿existe hoy día? Tal es, por cierto, la pretensión de Brown y Levinson (1978,1987), de proveerenos , llave en mano, de una suerte de teoría universal del uso cortés del lenguaje. Despúes de haber presentado rápidamente el modelo de Brown y Levinson (que identifica la cortesía con el trabajo de imagen) se propondrá un cierto número de arreglos que es necesario introducirle, a fin de mejorar su capacidad descriptiva; esencialmente la introducción de la noción de "Acto Agradador de Imagen (en inglés "Face Flattering Act), en oposición a la de a la de Acto Amenazador de Imagen (en inglés Face Threatening Act). Luego se mostrará que este modelo de Brown y Levinson corregido ofrece un cuadro eficaz para rendir cuenta no solamente del funcionamiento de la cortesía en nuestras sociedades occidentales, sino también de ls diferencias de funcionamiento de una cultura a otra, debiendo ponerse estas variaciones en relación con el "ethos" (o "la lógica cultural") propia de las sociedades consideradas.

domingo, 7 de marzo de 2010

La disputa por señas

"El texto que presentamos a continuación es un fragmento del Libro del Buen Amor, del Arcipreste de Hita, y corresponde a un relato denominado 'La disputa por señas', un texto que, con pequeñas variantes, se encuentra en escritos pertenecientes a diferentes culturas europeas y asiáticas:

"Sucedió una vez que los romanos, que carecían de leyes para su gobierno, fueron a pedirlas a los griegos, que sí las tenían. Éstos les respondieron que no merecían poseerlas, ni las podrían entender, puesto que se saber era tan escaso. Pero que si insistían en conocer y usar estas leyes, antes les convendría disputar con sus sabios, para ver si las entendían y merecían llevarlas. Dieron como excusa una gentil rspuesta.
Respondieron los romanos que aceptaban de buen grado y firmaron un convenio para la controversia. Como no entendían sus respectivos lenguajes, se acordó que disputasen por señas y fijaron públicamente el día para su realización.
Los romanos quedaron muy preocupados, sin saber qué hacer, porque no eran letrados y temían el vasto saber de los doctores griegos. Así cavilaban cuando un ciudadano dijo que eligieran un rústico (alguien tosco, grosero) y que hiciera con la mano las señas que Dios le diese a entender: fue un sano consejo. buscaron un rústico muy astuto y le dijeron: 'Tenemos un convenio con los griegos para disputar por señas: pide lo que quieras y te lo daremos, socórrenos en esta lid'.
Lo vistieron con muy ricos paños de gran valor, como si fuera doctor en filosofía. Subió a una alta cátedra y dijo con fanfarronería: ' De hoy en más vengan los griegos con toda su porfía'. Llegó allí un griego, doctor sobresaliente, alabado, y escogido entre todos los griegos. Subió a otra cátedra, ante todo el pueblo reunido. Comenzaron sus señas como se había acordado.
Levántose el griego, sosegado con calma y mostró sólo un dedo, el que está cerca del pulgar; luego se sentó en su mismo sitio. Levántose el rústico, bravucón y con malas pulgas, mostró tres dedos tendidos hacia el griego, el pulgar y otros dos retenidos en forma de arpón y los otros encogidos. Se sentó el necio mirando sus vestiduras.
Levántose el griego, tendió la palma llana y se sentó luego plácidamente. Levántose el rústico con su yana fantasía y con porfía mostró el puño cerrado.
A todos los de Grecia dijo el sabio:' Los romanos merecen las leyes, no se las niego'. Levantarónse todos en sosiego y paz. Gran honra proporcionó a Roma el rústico villano. Preguntaron al griego que fué lo que dijeras por señas el romano y qué le respondió éste. Dijo:'Yo dije que hay un Dios que estaba bajo su voluntad. Respondió que en su poder estábamos y dijo verdad. Cuando vi que entendían y creían en la Trinidad, comprendí que merecían leyes certeras'.
Preguntaron al rústico cuáles habían sido sus ocurrencias: ' Me dijo que con un dedo me quebraría el ojo: tuve gran pesar e ira. Le respondí con saña, con cólera y con indignación que yo le quebraría, ante toda la gente, los ojos con dos dedos y los dientes con el pulgar. Me dijo después de esto que le prestara atención, que me daría tal palmada que los oídos me vibrarían. Yo le respondí que le daría tal puñetazo que en toda su vida no llegaría a vengarse. Cuando vió que la pelea era tan despareja dejó de amenazar a quien no le temía'."


Fuente:
http://chi770.spaces.live.com/Blog/cns!7D7B24ADE92CC4AD!381.entry?sa=696022684

sábado, 6 de marzo de 2010

Carla Bruni - Le Toi Du Moi

Le Toi du Moi (live!) - Terry and Nico - Carla Bruni cover

When love takes over - David Guetta Ft Kelly Rowland (Lyric & Traduccion español


LA SUERTE DE EMMA
(Emmas glück)


Dirección: Sven Taddicken.
País:
Alemania.
Año: 2006.
Duración: 99 min.
Género: Tragicomedia.
Interpretación: Jördis Triebel (Emma), Jürgen Vogel (Max), Hinnerk Schönemann (Henner), Nina Petri (Dagmar), Martin Feifel (Hans), Karin Neuhäuser (Lene), Arved Birnbaum (Karl).
Guión: Claudia Schreiber y Ruth Toma; basado en la novela de Claudia Schreiber.
Producción: Ralph Schwingel, Stefan Schubert y Hejo Emons.
Música: Christoph Blaser y Steffen Kahles.
Fotografía:
Daniela Knapp.
Montaje: Andreas Wodraschke.
Dirección artística: Peter Menne.
Vestuario: Ute Paffendorf.
Estreno en Alemania: 17 Agosto 2006.
Estreno en España: 13 Julio 2007.

SINOPSIS

Max (Jürgen Vogel), un mediocre empleado de un concesionario de coches, recibe de pronto la noticia de que padece cáncer terminal de páncreas. Le roba el dinero a su jefe y se propone pasar los últimos días de vida en algún paraíso mexicano, pero el azar de un accidente de tráfico le conduce a una granja de cerdos regentada por Emma (Jördis Triebel), una muchacha arisca, solitaria y agobiada por las deudas. Emma mata a los cerdos a su manera, abrazándolos con ternura hasta que se desangran después de degollarlos. Para Emma, la llegada de Max es una suerte: es el tipo de hombre con el que siempre ha soñado y encima trae dinero. Max acaba seducido por la forma de ser de Emma y hasta se olvida de su enfermedad, pero ésta avanza inexorablemente.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Mircea Eliade




Historiador de las religiones

Mircea Eliade, en su juventud durante su estancia en la India
Mircea Eliade, en su juventud durante su estancia en la India

Famosa imagen de Eliade con C.G. Jung, ambos pipa en mano
Famosa imagen de Eliade con C.G. Jung, ambos pipa en mano

Mircea  Eliade con Christinel, su esposa
Mircea Eliade con Christinel, su esposa



Biografía
Libros del Autor Libros del Autor

Mircea Eliade (1907-1986) está considerado como uno de los más relevantes historiadores de las religiones. Nacido en Rumania y licenciado en filosofía en la universidad de Bucarest, se trasladó a los 21 años a la India, sintiendo que la educación en su país natal no podía aportarle algo que encontraba a faltar para comprender el alma humana -una carencia que intuyó que podría completar viviendo y asimilando la cultura oriental que la India podía ofrecerle.

Deseando leer textos clásicos del hinduismo que no habían sido traducidos a lenguas occidentales, sobretodo acerca del yoga y del tantra, pasó tres años en Bengala estudiando el sánscrito con Dasgupta. Seguidamente se retiró durante un año en los Himalayas, en Hardwar, para practicar yoga como discípulo de Swami Shivanananda. La estancia en la India representó el gran período de formación intelectual de Eliade, en el que elaboró su visión de la religión, desde su etapa en las sociedades cazadoras y las agrícolas, las primeras culturas que dominaron los metales, las grandes religiones... En la India aborigen pudo enlazar también las creencias cosmológicas de los pueblos ágrafos indoeuropeos, que en illo tempore abrazaban la totalidad del espacio eurasiático.

Pero principalmente fue la práctica del yoga lo que aportó a Eliade un pilar que faltaba en su cultura religiosa occidental: más allá de los sistemas filosóficos y de los rituales, que había hallado tanto en Europa como en la India, la férrea práctica de lo que él denominaría las técnicas psicofisológicas del yoga, le llevaría a experimentar estados místicos de la consciencia, o sea: la experiencia directa de lo sagrado, algo que suponía la validación de todo el sistema filosófico y ritual posterior -una abstracción que Eliade encontraba falta de sentido sin la piedra angular de la experiencia extática.

A su retorno a Europa, Eliade emprendió una carrera literaria que se dividiría en dos ramas, en cierta manera complementarias: por una parte el estudio riguroso del fenómeno religioso, que culminó con su voluminosa Historia de las creencias y de las ideas religiosas, y por otra parte las novelas de base autobiográfica, en las que recreaba de forma fantástica las experiencias espirituales que vivió durante su estancia en la India, sobretodo durante el período de Hardwar.

Si Jung, el psiquiatra suizo, representa el intento de articular y dar a comprender a la mente occidental la fenomenología de la experiencia mística, mediante el estudio de los 'símbolos de la mente inconsciente', Eliade representó durante el siglo XX la articulación y la pedagogía del fenómeno religioso, pero no tan sólo el propio de la historia occidental, sino el proceso religioso que aconteció en Eurasia desde el neolítico en las sociedades de cazadores, hasta el advenimiento de las grandes religiones como el budismo, el mazdeísmo y el cristianismo. Junto a Campbell, Eliade sobresalió en escribir unos libros a la vez doctos y de una gran claridad, que a la vez se convirtieron en enormemente populares. Lejos de usar un estilo especulativo, abstracto y confuso, sus trabajos facilitaron la recuperación del respeto acerca del fenómeno religioso, tan vilipendiado en occidente a lo largo del siglo XIX.

Entre sus obras más conocidas, destacan 'El mito del eterno retorno', 'Yoga. Inmortalidad y libertad', 'El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis', 'Lo sagrado y lo profano', 'Tratado de historia de las religiones', 'Cosmología y alquimia babilónicas', 'La noche bengalí'.

Después del redescubrimiento de los enteógenos, y por haber escrito el inmortal El Chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Eliade ha sido criticado por no haber incluido y estudiado las plantas visionarias en el complejo chamanístico expuesto en el libro. Existe confusión acerca de este punto, pero de todas maneras ha de considerarse que Eliade escribió el libro sobre chamanismo en 1951, cuando los estudios sobre enteógenos estaban aun en pañales. Y en cierta manera es normal que Eliade centrara su atención en las técnicas arcaicas del éxtasis, pues su acceso a experiencias místicas aconteció como consecuencia de la práctica del yoga.

En cierto modo Eliade dio un primer paso en relación a la comprensión de las experiencias espirituales inducidas por enteógenos, al intuir que el yoga suponía una técnica psicofísica para alcanzar estados místicos de la consciencia. Así, una de las principales objeciones que se plantearon a la relación de los enteógenos con las experiencias espirituales era que estas no podían ser inducidas por algo físico, y menos una determinada molécula, ya que en occidente se consideraba desde antaño que lo espiritual y lo material eran reinos distintos y sin relación alguna. Eliade, al intuir que las experiencias espirituales de los yoguis podrían ser articuladas por una técnica y unas prácticas físicas, corporales, abrió una primera posibilidad y entendimiento a la relación entre mente y materia, entre cuerpo y espíritu.

Años más tarde, sintiendo demasiado ardua la revisión de sus escritos a la luz de lo que había aportado la etnobotánica, Eliade reconoció la importancia del papel de los enteógenos en el fenómeno religioso, si bien comunicó esta posición sólo a nivel privado a personas como Peter Furst o E. Jünger, con quien dirigió la publicación Antaios.

Citas:

« (...) mi objetivo consistía únicamente en hacer inteligible al mundo moderno -lo mismo occidental que oriental, a la India lo mismo que a Tokio o a París- unas creencias religiosas y filosóficas poco conocidas o mal comentadas.» (La Prueba del Laberinto)

«La historia de las religiones se refiere a lo más esencialmente humano: la relación del hombre con lo sagrado. (...) Las crisis del hombre moderno son en gran parte religiosas en la medida en que suponen la toma de conciencia de una carencia de sentido» (La Prueba del Laberinto)

«Un día no lejano, Occidente no sólo tendrá que conocer y comprender los universos culturales de los no occidentales, sino que además se verá obligado a valorarlos como parte integrante de la historia del espíritu humano.» (Diarios -1960-)

lunes, 1 de marzo de 2010

Espacio social y prácticas sociales según Pierre Bourdieu.








http://es.wikipedia.org/wiki/Pierre_Bourdieu

El baile de los solteros, por Pierre Bourdieu


Javier Barraycoa Facebook Twitter del.icio.us technorati myspace.com Meneame Preparar para imprimir Enviar por correo


El habitus de Bourdieu fue utilizado para negar que la acción humana se pueda explicar por fines morales y racionales asumidos por el propio actor.

Tras el reciente fallecimiento del famoso sociólogo francés, Pierre Bourdieu, no ha tardado la editorial Anagrama en publicar viejos y clásicos textos del autor. El presente libro es una recopilación de artículos sobre la soltería en la Francia rural. Aunque el tema, por su excesiva especialización, se sale de los intereses del público en general, es una buena excusa para conocer textos del primer Bourdieu.

Bourdieu se ha hecho famoso por ser el aplicador, sui generis, del estructuralismo en la sociología. Bourdieu popularizó el concepto de habitus que en su significación ha tenido una repercusión fundamental en la comprensión –a nuestro entender errónea- de la sociedad. Como respuesta al funcionalismo y a la teoría de sistemas de Parsons, Bourdieu se inventó el concepto de habitus.

La idea de fondo era rechazar la concepción de la sociedad como un sistema que tendía inevitablemente al orden. Ni que decirse tiene que la idea parsoniana fue recogida con gran júbilo por la derecha americana. Tal concepción de lo social no podía ser aceptada por uno de los mejores representantes de la izquierda europea de ahí la idea de habitus. El habitus vendría a ser un sistema de esquemas de acción individual, más o menos estable, que permiten interpretar sin necesidad de complitud la acción humana.

Con otras palabras, explicar la acción de los individuos por habitus, excluye buscar un sentido completo a la acción humana y social. Esto significa que, para Boudieu y sus seguidores, el sociólogo no debe gastar muchos esfuerzos en entender “totalmente” lo social. Más aún, en esa totalidad vendría a incluirse toda categoría moral, de jerarquía o estructura social o sistema de valores. El habitus de Bourdieu fue utilizado, también, para dar prioridad a la interpretación de la acción humana como un conjunto de estrategias sin finalidad social clara; o sea, para negar que la acción humana se pueda explicar por fines morales y racionales asumidos por el propio actor.

Y todo lo que hemos explicado ¿tiene algo que ver con el libro? En cierta medida mucho. El estudio sociológico dedicado a la soltería como fenómeno antropológico –o mejor dicho etnometodológico- es un ensayo para demostrar que el habitus es una herramienta válida para el análisis sociológico. No se puede negar la capacidad de interpretación de Bourdieu, pero –como hemos hecho- debemos advertir de los riesgos que entraña asumir ciertas pre-concepciones sociológicas sin una crítica previa.

Por lo demás, el libro sólo presenta algunas curiosidades dignas de mención. Una de ellas es la sorpresa que se lleva Bourdieu al constatar la persistencia en el tiempo de ciertas tradiciones como las formas de familia troncal propias de los Pirineos que resistieron la agresión del código napoleónico francés.

Bourdieu recoge el sorprendente análisis de Fréderic Le Play que defendía este modelo familiar troncal, basado en la definición de la primogenitura y en la autoridad paterna, en la consecución de la estabilidad y en la garantía del patrimonio, como el tipo ideal de familia en la que podía subsistir el catolicismo. Sin embargo, el código napoleónico, consagró un modelo familiar inestable, igualitario y desprovisto de la autoridad paterna. Vamos, un reflejo de la sociedad actual.

El baile de los solteros

Pierre Bourdieu

Traducción de Thomas Kauf

Anagrama

268 págs.

17,00 €


http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=1932&id_seccion=13