Tras un largo mes de esperas, dudas, e-mails,… Por fin, Pilar Lafuente, la representante del señor don Juan Goytisolo, nos hizo saber que: “Si queréis entrevistarle, podéis hacerlo; pero, tendréis que trasladaros a Marrakech.”
Teníamos que hacer un trabajo sobre la novela experimental española y pensamos que nada ni nadie nos aportaría más sobre el tema que quien había sido uno de los protagonistas más destacados y reconocidos de ese movimiento literario. Sin embargo, conocíamos su aversión por las entrevistas, pero parece que esta vez hizo una excepción.
Así pues, Tamar Hernández y yo, Sofía Tirados, en una semana preparamos el viaje y el día 10 de abril nuestro avión aterrizó en la ciudad más cosmopolita de Marruecos, Marrakech. Al día siguiente nos habíamos citado con el autor en el café Le France a las tres y media del mediodía. Estábamos impacientes por conocerle.
Cuando llegamos, nos saludó con un amable apretón de manos que auguraba lo interesante de la jornada. Nos condujo hacia su casa, y allí en el patio de una casa típica árabe tuvo lugar esta entrevista.
—S.: Usted comenzó a escribir en la España franquista, ¿qué le llevó a escribir en un momento con tantos problemas para ejercer en la escritura?
—J. G.: Yo, en realidad, empecé a escribir como a los 8 ó 9 años. Al principio, escribía poemas; con 12 ó 14 años cada verano escribía como 2 ó 3 novelas durante las vacaciones. Tenía una vocación de escritor muy clara. Pese a las dificultades de la época, empecé a leer la literatura que me interesaba gracias a la biblioteca de mi madre. Finalmente, escribí mi primera novela publicada, Juegos de manos (1954), a los 22 años.
—S.: ¿Cómo influyó este ambiente dictatorial en su obra?
—J. G.: Me influyeron tanto la educación nacional católica como el ambiente franquista. Sufrí la coacción falangista y nacional católica de los años 40.Todas las mañanas hacíamos el saludo fascista en el colegio de los jesuitas y cantábamos una oda a El Caudillo.
—S.: Sus ideas políticas le llevaron a autoexiliarse en lugares tan aparentemente dispares como Marrakech y París, y además ha ejercido como profesor en diversas universidades estadounidenses, imaginamos que estos acontecimientos de su vida también han influido en su forma de concebir la novela y le han abierto el horizonte a nuevas perspectivas literarias y por tanto sus influencias serán diversas. ¿Cuál diría usted que son las principales fuentes de las que ha bebido?
—J. G.: Es imposible hablar de las más importantes, ya que en cada época han sido distintas. Es decir, mi educación literaria fue muy desordenada puesto que no había educación literaria en aquella época, sino que había adoctrinamiento que es muy distinto. Entonces, me forjé mi educación a contracorriente: novelas francesas, novelas italianas, la novela anglosajona… Curiosamente, más tarde pasé a la literatura española, simplemente por desconfianza hacia la enseñanza y los valores que querían inculcarnos.
—S.: ¿En ese momento cual fue su opinión sobre la literatura española?
—J. G.: Aprendí poco a poco a leer la literatura española. Empecé a leerla sobre todo desde que me instalé en Francia (en 1956, con 25 años).
—S.: ¿Por qué tipo de obras fue censurado?
—J. G.: Para eso tendríamos que volver a leer los informes de la censura de los que tengo copias, por ejemplo: en “Juegos de manos” (1966) hicieron diversos recortes y a partir de ahí, los repitieron en diversas obras. De hecho, desde el año 1963 hasta 1975 la totalidad de mi obra fue prohibida en España.
—S.: ¿Cuál, piensa usted, era el problema que había con sus obras?
—J. G.: Bueno, a veces solamente por la hostilidad hacia el franquismo o hacia la sociedad que sentía entonces y que mostraba en mis obras.
—S.: En el año 63, cuando la censura franquista la emprendió con sus obras, usted ya había publicado 9 libros, ¿se publicaron estos en España o en el extranjero?
—J. G.: Casi todos en el extranjero, tan sólo hay que consultar la lista de las editoriales.
—S.: Y, posteriormente, ¿cuándo se editaron en España?
—J. G.: Las fechas exactas no las sé, nunca me he preocupado. Seguramente, lo más sencillo sea obtener esta lista de publicaciones por Internet. La mayoría de ellas seguramente aparecieron con el final de la dictadura franquista.
—S.: En el momento en el que publicó su primera novela rupturista en la línea experimental, ¿era consciente de este cambio radical?
—J. G.: La palabra experimental no me gusta nada. Yo escribí una obra personal, pero adaptada a los cánones del realismo. En aquella época lo hacía con una clara idea de responder a mi responsabilidad de ciudadano, denunciando la falta de libertad de la dictadura de la época.
Luego, me di cuenta de que si cumplía mi deber de ciudadano la literatura era otra cosa, es decir, hay autores de novelas que escriben obras comprometidas y son buenos ciudadanos, pero su obra es mediocre; hay otros, que se despreocupan totalmente de este aspecto y pueden escribir obras de gran valía, como, por ejemplo, Borges.
Yo me di cuenta de que necesitaba superar esa primera etapa. Desde entonces, lo que he hecho es proponer una propuesta literaria diferente en cada obra, nunca he querido repetirlas.
La mayoría de los autores cambia el tema y los personajes, pero siempre propone el mismo planteamiento. A mí, ese planteamiento de Señas de identidad (1966) dejó totalmente de interesarme a partir de esa obra. Las obras que se pueden llevar fácilmente al cine o a la televisión son casi siempre malas novelas.
Yo tuve amistad con Luís Buñuel, director de cine, que una vez me contó una anécdota que me impresionó. Me dijo: “Me han ofrecido hacer una adaptación cinematográfica de Bajo el volcán, de Malcolm Lowry
—S.: A usted, la propuesta que hizo para “Señas de identidad”, ¿qué le aportó?</P>
—J. G.: Pues por una parte es el comienzo de otros de mis libros. Al final de sus páginas, ya se puede adivinar lo que será Reivindicación del Conde Don Julián (1970) o Juan sin tierra (1975). A veces, he escrito novelas que son a la vez novela, poesía y casi crítica literaria, todo mezclado dentro de la propuesta narrativa.
—S.: Leyendo su obra, nos llamó la atención que escribe en muchas ocasiones sin puntos, ¿De dónde surge la idea de expresarse así, usando tan sólo dos puntos? ¿Quiere transmitir algo en especial?
—J. G.: Sí, ésta es una de las características de mis obras. Es una forma muy clara y rítmica si se lee en voz alta. Lo hago así, ya que la primera frase conecta con la segunda y a su vez, la segunda con la tercera; pero, puede ser, que esta tercera ya no tenga nada que ver con la primera. Es una forma de crear un fluido entre ellas. Además, debo recalcar que lo que he hecho tras Señas de identidad es exclusivamente para ser leído en voz alta para apreciar la prosodia y el ritmo que, como digo, es a la vez poesía y narración.
—S.: Y, ¿hay algún elemento más experimental, aunque no le guste la palabra, que caracterice a sus obra “señas de identidad” de manera tan particular?
J. G.: No, Señas de identidad es un retrato de alguien que se enfrenta a, como dice, su error de nacer en una época equivocada.
—S.: En “Señas de Identidad” usted se despide de España, ¿a qué nivel lo hace?
J. G.: Me despedí de la España de Franco. Reivindicación del Conde Don Julián ya es un enfrentamiento directo desde el otro lado del estrecho, desde esta “madrastra” como la llamaba Luís Cernuda. Es un paso, el comienzo de alguien que se identifica con el conde don Julián, el máximo traidor que favoreció la invasión árabe de España.
—S.: En el momento político en el que está España ahora mismo, ¿se despediría también de ella o cree que ha cambiado lo suficiente como para que usted viviera aquí con un mínimo de alegría?
—J. G.: Actualmente, cuando visito España, me encuentro a gusto en muchos lugares. Me he reconciliado con lugares como Barcelona, donde me encuentro bien en lugares como Plaza Cataluña, Las Ramblas,.. Allí, encuentro este ambiente heterogéneo, mezclado, de gente diversa de todos los lugares del mundo en muchos de los cuales he vivido.
—S.: Si tuviera que inscribirse dentro de un movimiento o tradición literaria, ¿usted en cuál lo haría?
—J. G.: No creo que pertenezca a ningún movimiento concreto. Yo trato de inscribirme en lo que yo llamo el “árbol de la literatura”. Desde fuera de España se ve muy bien, como lo vio Vicente Llorens “el exiliado generalmente sustituye la tierra por la cultura”. En este momento no creo que haya ningún escritor que conozca mejor la tradición literaria española que yo, en parte por los cursos que di en EEUU sobre ella que me exigieron mucha preparación y documentarme ampliamente.
Todas mis obras desde Señas de identidad (1966) tienen que ver con algún aspecto relacionado con algún elemento de la literatura española. Así, Reivindicación del Conde Don Julián (1970) se identifica con Góngora, en Las virtudes del pájaro solitario (1988) con San Juan de la Cruz, en Makbara (1980) con el Arcipreste de Hita, en otras con otros autores como Cervantes. Y en Telón de boca (2003), la última novela que he publicado, hay alguna referencia a León Tolstói, pero sobre todo la relación más clara es con La Celestina.
—S.: ¿A qué autores tiene usted como referente?
—J. G.: Sin duda, los autores que he citado a lo largo de esta conversación y algunos más. Soy un relector, la creación es para mí, como la lectura, una aventura literaria. Me exijo a mí mismo como autor lo que exijo a los demás cuando los leo. Si leo algo y la lectura no me incita a releer el texto, considero que he perdido el tiempo. Me gusta la relectura y eso es lo que busco para mis obras: relectores.
—S.: ¿Qué tipo de autores, de entre toda la nómina que hay en el mercado actualmente, busca su fuente en Juan Goytisolo?
—J. G.: Siempre me he preocupado por tener buenos antepasados literarios y no me importa si tengo discípulos o no. Me importan los antepasados junto con los que conformo “el árbol de la literatura”.
—S.: Hace más o menos una semana se hizo público el anuncio de la próxima publicación de una nueva obra suya. Sin embargo, esta noticia cayó un poco como por sorpresa ya que tras la escritura de su pasada obra anunció que iba a ser la última.
—J.G.: Telón de boca pensé que sería mi última obra ya que en ese momento no tenía nada que decir. Y cuando uno no tiene nada que decir, lo mejor que se puede hacer es, como dicen en España, “candar el pico”. La gente que escribe por oficio no me gusta, yo nunca lo hago por razones comerciales, sino por expresar mis ideas y opiniones.
—S.: Muchas veces sus libros han dado que decir por las ideas que expone; han causado controversia en sus lectores. Con esta nueva obra, ¿volverá a causarla?
—J. G.: Lo veremos cuando salga, no puedo adivinar el futuro (risas).
—S.: Para terminar, usted ya sabe que somos estudiantes de Periodismo en la Universidad Pontificia de Salamanca, ¿podría darnos algún consejo?
—J. G.: La curiosidad y la información. Yo hice una serie para televisión sobre la cultura del mundo islámico que se llama Kibla; también he hecho literatura de viajes acerca: Marruecos, Turquía,… pero siempre procurando tener una base experimental de aquello sobre lo que iba a escribir o a hacer, por ejemplo: pasé un mes en un cementerio de El Cairo. Siempre he tenido curiosidad por lo que se oculta más allá de una simple mirada.
Por otra parte, en la pasada década, estuve cubriendo varios conflictos armados y comprobé que lo que yo veía y lo que decían las agencias no tenía nada que ver. Yo he procurado seguir siempre esta curiosidad y averiguar lo que la censura de los medios informativos oculta, ahora es más difícil por las técnicas de reproducción instantánea pero hace 15 años era más fácil ocultar horrores como el asedio de Sarajevo.
—S.: ¿Usted cree que es posible emitir la verdad en unos medios partidistas que imponen sus propios criterios arbitrarios sobre cómo emitir las noticias?
—J. G.: Sí, es posible, incluso a pesar de la censura que imponen los medios. El 5 de enero de 1994, me acuerdo perfectamente de la fecha porque es la de mi cumpleaños, cayeron el la ciudad 300 obuses y morteradas era un infierno los gubernamentales respondieron con 38. Sin embargo, el comunicado rezaba “nutrido intercambio de fuego de artillería”. Yo trataba de demostrar esas mentiras que se emiten bajo esas fórmulas corteses y que esconden caras tan amargas.
—S.: Muchas gracias por todo. Ha sido un placer poderle hacer esta entrevista y disfrutar de su compañía.
Al acabar la entrevista, nos despedimos de Juan Goytisolo. Volvimos a la realidad tras el breve inciso en el universo literario de esta gran personalidad.
Acto seguido, todavía invadidas por la emoción y el nerviosismo tras nuestra primera entrevista, caminamos hacia la plaza Deja El Fna, patrimonio de la humanidad. Allí, nos sentamos en una de sus terrazas a tomar un tradicional té con menta. Aún, nos quedaban tres días para disfrutar de la ciudad y de su gente, nos quedaba mucho por descubrir.
© Sofía Tirados González 2008
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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