martes, 14 de julio de 2009
Escandalizar al burgués....lo logra Jelinek
La profesora de piano
País: Francia, Austria
Año: 2001
Título internacional: La pianiste, The piano player
Guión: Michael Haneke, basado en el libro de Elfriede Jelinek
Director: Michael Haneke
Actores: Isabelle Huppert, Annie Girardot, Benoît Magimel, Susanne Lothar, Udo Samel, Anna Sigalevitch, Cornelia Köndgen.
¿Qué hay detrás de una cuarentona sometida a una convivencia enfermiza con su madre? ¿Por qué su rebeldía pasa por la automutilación, el voyeurismo y las fantasías sadomasoquistas? ¿Cómo explicar que la música es lo único capaz de arrancarle algún atisbo de sentimiento noble? La profesora de piano no responde a estas preguntas (sería muy pretenciosa si así lo hiciera), pero las deja flotando en el aire, a modo de reflexión sobre la condición humana y sus rincones más abyectos.
El tema es denso, y esto no debería sorprender teniendo en cuenta que el argumento del film se basa en el libro homónimo de la austríaca Elfriede Jelinek. De hecho, la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2004 es famosa por su visión impiadosa e intransigente de la vida y, más aún, de sus personajes. Tal como alguna vez comentó el español Vicente Muleiro en el suplemento Ñ, “no hay una línea de concesión en Jelinek. No hay respiro”.
Justamente ésta es la sensación que transmite la película… La de un mundo mórbido, infecto, decadente, asfixiante, donde la locura merodea como un fantasma: en la figura de un padre muerto, en la personalidad de Robert Schuman (compositor preferido de la profesora de piano, cuya obra -o al menos una parte- acompaña el desarrollo del relato), y en las reacciones de los personajes.
Por supuesto, la gran protagonista de este universo -y la gran víctima también- es Erika Kohut, severísima profesora de piano interpretada por Isabelle Hupert, a esta altura fácilmente identificable con el rol de mujer perversa, inescrupulosa, o sencillamente fría (para comprobarlo, basta con repasar Ocho mujeres, Gracias por el chocolate, No va más y La ceremonia).
Entre los muchos logros del largometraje, impresionan los primeros planos implacables a partir de los cuales la actriz francesa expresa emociones tan dispares como admiración, odio, desprecio, angustia e indiferencia. Asimismo, deslumbran el desempeño de Benoît Magimel, capaz de reflejar la mezcla de amor y repugnancia que el joven alumno siente por su profesora, y el arte de Annie Girardot, a la hora de encarnar a esa madre tan terrible.
La profesora de piano es una obra que impacta, que sacude, que deja huella y, sobre todo, que dispara muchas preguntas sin respuesta. Decididamente, no es una alternativa recomendable para cualquier ocasión (los fanáticos de los dramas convencionales y de los simples pasatiempos, ignórenla). Si deciden verla, elijan el momento adecuado y recuerden: en esta película, no hay concesión ni respiro.