El V Congreso de la Lengua y la simplificación en Internet
Tratará la expansión en Internet del idioma castellano. Su polémica
estructura volcada a la simplificació n en Internet propone un cuidado
que debería ser atendido en mayor medida.
La noticia dice que ayer se concretó la realización del V Congreso
Internacional de la Lengua Española para el año que viene. La sede será
la ciudad porteña de Valparaíso, Chile y la fecha prevista de la
inauguración será el 2 de marzo de 2010 y finalizará el 5 del mismo
mes. Según Paulina Urrutia, ministra de cultura chilena el escritor
chileno Jorge Edwards, el peruano Mario Vargas Llosa y el filósofo
español Emilio Lledó serán los encargados de la apertura del congreso.
Hasta ahí la noticia y punto.
Ahora vienen las consideraciones generales. El congreso, además de
recordar a los grandes poetas y homenajear a los chilenos Pablo Neruda,
Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas,
tendrá como eje la expansión del español en Internet. Son 450 millones
de hablantes del idioma español en el mundo y según la opinión de José
Luis Rodríguez Zapatero, "cada vez más América va a ser el laboratorio
y el motor del español del futuro". Si consideramos que la mayoría de
esos 450 millones de hablantes tiene acceso a Internet - no todos si
tenemos en cuenta que la lengua española es hablada por numerosas
comunidades que están muy por debajo de la línea de pobreza- podremos
sostener que la red de redes es formadora de lenguaje con una
incidencia me atrevería a decir mayor que la de la televisión, al ser
un medio básicamente escrito.
¿Quién no ha buscado algún texto necesario para el colegio de sus hijos
o por motivación propia en Internet? No muchos han tenido el privilegio
de acceder a ese mismo texto o a otro a través del papel del objeto
libro en alguna biblioteca o por préstamo de algún amigo necesario. Es
verdad que es más ágil acceder a una información inmediata a través del
buscador que tener que rastrear el texto en alguna lista de libros en
los estantes, pero a veces esa información que encontramos se encuentra
fragmentada, seccionada y hasta con errores, ya ortográficos o de
autor, lo cual es mucho más grave. Pero no voy a este punto que será
tema de discusión en páginas futuras, sino lo que me refiere al
Congreso de la Lengua es la impostergable necesidad que tienen muchos
de los que a Internet se vuelcan de simplificar el idioma y sus
consecuencias en el acto de lectura.
Cierto es que día tras día los lectores hispánicos nos vemos en la
necesidad de manejar términos ajenos a nuestra lengua materna en este
medio que mal o bien tiene origen anglosajón. En la actualidad para
nosotros no es sorpresa leer palabras como windows, mouse, clic, help,
enter, close, time, open y tener que interpretarlas para acceder a
distintos medios de lectura universales en esta red de Babel. Es bien
conocido por todos nosotros que el inglés, a pesar de ser el idioma
dominante del planeta y al que todos los hispanoparlantes nos debemos
acercar para sobrellevar con éxito una comunicación global -no ocurre
de la misma manera a la inversa-, no deja de ser un lenguaje de
contenido y estructura que no se aleja de lo simple. La mayoría de los
verbos son onomatopeyas y las construcciones gramaticales poco ofrecen
en detalle un concepto mayor de especificidad. En cambio es bien sabido
que el español, al estructurarse con mayor complejidad, hace de las
relaciones palabra-estructura- imagen cerebral-ejecució n de la acción,
un proceso más fino y detallado en el individuo. Sin embargo, por
comodidad o por pura intuición -recordar que no todos pueden acceder a
un grado de comprensión del idioma por causas asociadas generalmente a
los recursos económicos no deja de ser un atenuante- cada hablante
comienza a desarrollar un lenguaje propio con herramientas ajenas. El
inglés, para este tipo de casos, resuelve en mayor grado este tipo de
construcciones.
Es verdad que una de las consecuencias derivadas de este proceso de
cambio informático es la mayor actividad en la escritura -no logro
recordar en épocas pasadas, antes de que la computadora se involucre en
cada uno de los hogares, un ejercicio dactilográfico tan intenso como
el de la actual; es verdad también que la inmediatez de escritura lleva
al error voluntario. Todos sabemos que al escribir una oración
interrogativa o exclamativa se debe comenzar por los signos de
puntuación correspondientes -interrogació n o exclamación- salvo en el
inglés. Pues bien, la experiencia media actual nos habla de un proceso
de escritura con la estructura básica del inglés, empleando los signos
de puntuación únicamente al final de la oración y no al principio,
acción que por su simplicidad resulta más efectiva y distorsionando el
sentido con la excusa al afirmar que de esta manera se comprende igual.
Olvidamos que en inglés uno entiende que una oración es interrogativa
sin la necesidad de abrir el signo al principio de la misma porque su
estructura sufre una inversión de lugar del verbo y el sujeto,
adivinándose el sentido de la misma y aseverándolo al final con el
signo correspondiente. Pero en el castellano no ocurre lo mismo porque
las estructuras afirmativas e interrogativas permanecen invariables al
inicio de la oración en diversos casos y el único elemento distintivo
entre una y otra es el signo de puntuación. En castellano puedo
construir una afirmación diciendo "Hay agua" o bien una interrogación
agregándole únicamente los signos de puntuación y manteniendo
invariable la estructura original como en "¿Hay agua?"; si faltara el
signo de interrogación de apertura comenzaría leyendo la oración como
afirmativa. En inglés no ocurre porque el verbo de antepone al sujeto a
la hora de preguntar y por lo tanto puede prescindir del signo. No es
lo mismo y no debería serlo en el acto de simplificar. Discutiremos en
todo caso algunas estructuras caprichosas de los verbos irregulares o
de las interminables excepciones a las reglas que tiene el castellano
como lo son las eses por ces y viceversa en algunos casos, pero no por
eso deberían excluirse de la forma cotidiana de escribir. Es hilar fino
en un medio en donde se confunden con demasiada facilidad expresiones
más groseras como "haber" por "a ver" y "hacer" por "a ser". El
problema no es la duda en la escritura correcta -todos tenemos dudas y
afortunados somos por tenerlas- sino que cada uno de esos textos mal
escritos pasan a ser fuente de los nuevos con una facilidad e
inmediatez libre de toda barrera y concepto, deformando el sentido del
idioma.
El castellano es uno de los idiomas más ricos en vocabulario y
estructura -los tiempos verbales son causa de vigilias y abandonos en
estudiantes sajones. Tal vez pecó de excesivas enmiendas -a veces
inútiles- como de solemnidades insostenibles en las diversas capas
sociales que lo componen, pero no por eso debe considerárselo con
contenido obsoleto o de vocablos difíciles. De los cuatro mil vocablos
que deberíamos manejar en lo cotidiano, utilizamos apenas entre 400 y
800, lo que provoca un menor universo de imágenes y por consiguiente un
menor número de acciones originales como respuesta.
El Congreso de la Lengua española, el quinto en el 2010, tratará la
expansión del idioma castellano en Internet. Debería tratar también la
expansión del idioma anglosajón en el castellano. Debería, en cambio,
ser más permisivo con los términos vulgares y no tenerle miedo al barro
que éstos producen, porque como dijera Roberto Fontanarrosa en su
discurso sobre las malas palabras en el Tercer Congreso de la Lengua
llevado a cabo en Rosario en el 2004, no es lo mismo decir sonso o
tonto que pelotudo, porque estaríamos negando la fuerza que tiene la
letra "t" en este tipo de palabras de invalorables condiciones
terapéuticas a la hora de descargarse. Amnistía a las malas palabras
sí, como siempre, pero rechazo a la simplificació n del idioma. Mierda
no es mielda ni mucho menos shit.
Por Ricardo Cardone