miércoles, 24 de junio de 2020

La mujer que comía poco de Alfred de Musset


Alfred de Musseten AlbaLearning 
 
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Música: Falla - El Sombrero de Tres Picos - 4: Danse du Corregidor





Había una vez un matrimonio en el que el marido era pastor de un rebaño de cabras. El pobre hombre se dirigía todos los lunes a la montaña y no regresaba a casa hasta el sábado. Estaba delgado, delgado como un junco. Y su mujer estaba gorda, gorda como una vaca.
Cuando el marido estaba presente, la mujer no comía casi nada; se quejaba de dolores de estómago y decía que no tenía realmente apetito. Su marido se sorprendía:
-Mi mujer no come nada pero está muy gorda; es muy extraño.
Se lo comentó a otro pastor que le dijo:
-El lunes, en lugar de subir a la montaña, escóndete en la casa y verás si tu mujer come o no.
Llegó el lunes; el pastor se echó el zurrón al hombro y le dijo a su esposa:
-Hasta el sábado. Cuídate. No enfermes por no comer.
Ella le contestó:
-Mi pobre marido, no tengo apetito. Sólo de pensar en comer me dan náuseas. Estoy gorda porque así es mi naturaleza.
El pastor salió en dirección a la montaña pero, a mitad de camino, se dio media vuelta y, sin que lo viera su mujer, entró en su casa y se escondió detrás de la cocina.
Desde ese punto de observación, la vio comerse una gallina con arroz. A lo largo de la tarde se comió una tortilla con salchichón. Cuando llegó la noche, el pastor salió de su escondite, entró en la cocina y le dijo a la glotona:
-¡Hola, buenas!
-Pero, ¿por qué has vuelto? -le preguntó ella.
-Había tanta niebla en la montaña que he temido perderme. Además llovía y caían gruesos granizos.
Ella le dijo entonces:
-Deja tu zurrón y siéntate; voy a servirte la cena.
Y colocó sobre la mesa una escudilla de leche y unas gachas de maíz. El pastor le dijo:
-¿Tú no comes?
-¿Cómo? ¡En el estado en que me encuentro! Tienes suerte de tener apetito. Pero dime, ¿cómo es posible que no estés mojado si llovía y granizaba tanto en la montaña?
-Te lo voy a explicar. Es porque he podido cobijarme debajo de una piedra tan grande como el pan que has empezado. Y gracias a este sombrero improvisado casi tan grande como la tortilla que te has comido a las cuatro, no me ha tocado el granizo tan abundante como el arroz que te has comido para acompañar a la gallina que habías cocinado.

El vaquero que no mentía jamás Alfred de Musset


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Música: Falla - El Sombrero de Tres Picos - 4: Danse du Corregidor


Había una vez un hombre que poseía un gran rebaño de vacas. Cuidaba de este un pastor que tenía la reputación de decir siempre la verdad.
Un día que el pastor bajó de la montaña, el patrón le preguntó:

-¿Cómo siguen las vacas?

-Unas rollizas y otras flacas.

-¿Y el semental?

-Gordo y espléndido.

-¿Y los pastos?

-Verdes por unos lados y secos por otros.

-¿Y el agua de los arroyos?

-Turbia aquí, limpia allá.

Un día el propietario se dirigía al pastizal. Por el camino encontró a uno de sus amigos que también iba a ver su rebaño.

-¿Por qué llaman a tu vaquero «el hombre que no miente jamás»?

-Porque no ha dicho jamás una mentira.

-Yo lo haré decir una.

-Eso es imposible.

-¿Qué te apuestas?

-La mitad de nuestras fincas.

-Trato hecho.

El amigo del patrón empleó todos los medios posibles para hacer mentir al vaquero. Un día fue a cazar a un lugar que se podía observar desde el apancentadero donde se encontraba el vaquero que no mentía jamás. Cuando se hizo de noche el  patrón le preguntó en presencia de su amigo:

-¿Ha ido hoy alguien a cazar a la montaña?

-Le diré, patrón: allá lejos en el monte, he visto a un hombre o una mujer subido en un caballo o yegua; llevaba una carabina o escopeta, y su perro o perra corría detrás de un zorro o zorra.

Se acercaba el día en el que finalizaría la apuesta. Una mañana, la hija del amigo apostante, de veinte años y muy bonita, montó a caballo y, sin decirle nada a su padre, se dirigió a la pradera donde estaba el pastor.
Al anochecer, la joven volvió a casa y le entregó a su padre el corazón del toro envuelto en hojas de helecho.
El amigo fue a decirle al patrón que su pastor había matado el toro.
Al día siguiente, el pastor bajó de la montaña, clavó su bastón en el suelo, le colocó por encima su capa y su sombrero y le dijo:

-Bastón, tú eres mi patrón; hazme preguntas.

-¿Cómo siguen las vacas?

-Unas rollizas y otras flacas.

-¿Y el semental?

-Me ha atacado y he tenido que reducirlo al silencio.

Cogió el bastón, lo hincó un poco más lejos y repitió las preguntas.
Llegó a casa de su patrón, colgó su morral de un clavo y se sentó. Lo llamaron para que entrara a la sala en la que se encontraban reunidos el dueño, el amigo y algunos hombres más. En presencia de todos el patrón le preguntó:

-¿Cómo siguen las vacas?

-Unas rollizas y otras flacas.

-¿Y el semental?

El vaquero dejó caer la cabeza sobre el pecho sin responder.

-¿Y el toro? -preguntó de nuevo el patrón.

El vaquero levantó la cabeza; miró uno a uno a los presentes y dijo:

-Por los bellos ojos de una morena y un cuerpo armonioso, el toro ha perdido el corazón.

El patrón se levantó de un salto y exclamó.

-¡Bravo! ¡Viva mi pastor! La vaca que trajo al mundo ese toro parirá otro.

Lo abrazó. Y el amigo le dio a su hija en matrimonio.


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