viernes, 14 de abril de 2017

“L’ànec salvatge”: Saber o no saber la verdad.


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Hemos tenido el placer de ver una gran versión del clásico de Henrik Ibsen en el Teatre Lliure de Monjuïc, “L’ànec salvatge” (“Vildanden“), dirigida por Julio Manrique y adaptada por Marc ArtigauCristina Genebat y el propio Julio Manrique.
Ibsen, uno de los dramurgos más relevantes de la historia, fue un gran crítico de la cerrada sociedad noruega de finales del siglo XIX. “Vildanden” [L’ànec salvatge] se publicó el 1884, tras el gran revuelo que había causado “El enemigo del pueblo”, y se estrenó el 9 de enero en Den Nationale Scene de Bergen (Noruega). Luego viajó a Berlín (1888), Londres (1894)… A España llegó en 1982, con adaptación de Antonio Buero Vallejo, dirigida por José Luis Alonso. Existen diversas adaptaciones al cine. Destacamos la versión inglesa de Henri Sagran protagonizada por Jeremy Irons y Liv Ullmann.
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La puesta en escena de la actual versión en el Teatre Lliure es impecable (gran trabajo de escenografía de Lluc Castells asistido por Mercè Lucchetti y de Marc Artigau como ayudante de dirección). El pianista Carles Pedragosa nos deleita con su música, pues en esta obra le tenemos actuando en directo (composición y arreglos del mismo Pedragosa), como también le pudimos disfrutar hace pocos días viendo “Jane Eyre: una autobiografía” en el Lliure de Gràcia.
Hialmar (impresionante Ivan Benet), es un joven fotógrafo padre de familia, casado con Gina (gran Laura Conejero,  idónea para el papel) y con una encantadora y frágil hija Hedvige (sorprendente Elena Tarrats). Forman la familia Ekdal junto el abuelo, padre de Hialmar. Un día, Hialmar es invitado a la boda del poderoso Sr. Werle (grande, cómo no, Andreu Benito) con la joven y encantadora Soerby (talentosa Miranda Gas), y se encuentra con Gregor, hijo de Werle (Pablo Derqui, como pez en el agua en este personaje lleno de matices).
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La revelación de un secreto de su padre despierta en Gregor, que no se siente feliz y cuya relación con su progenitor y amo de la empresa donde trabaja no es nada buena, una ansia de búsqueda de la verdad, pero no tiene en cuenta que Hialmar y Hedvige, las personas más afectadas, al ser tan sensibles, pueden reaccionar de la forma más inesperada. Y mientras, en el sotano de la familia Ekdal hay un pato salvaje encerrado junto a otros animales, apartado del bosque, su habitat natural.
Algunos de los grandes temas de Ibsen figuran en la obra: la apariencia respetable de la burguesía que esconde sus miserias, la corrupción, el poder del dinero, la decrepitud,  los secretos de familia, la fragilidad de los niños en el mundo de los adultos, todo ello conforma una obra coral donde los actores y actrices encajan como en un puzzle y nos conducen hasta el gélido desenlace final.  La figura del doctor Relling (gran Jordi Bosch), el amigo de familia que pone un punto de cordura en la caótica familia (genial actuación de Lluís Marco como el viejo Ekdal, el ex socio de Werle arruinado por él y desterrado a sus devaneos de antiguo cazador).
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Impecable trabajo de Julio Manrique en la dirección. El resultado es una obra inmensa que ha dado mucho de que hablar, una de las perlas de esta temporada teatral catalana que está siendo de muy alta calidad.
“L’ànec salvatge” estará en el Teatre Lliure hasta el domingo 9 de abril y esperamos que regrese pronto a la cartelera barcelonesa.
Ignasi y Laura.
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“El Gran Hotel Budapest”: El mundo literario de Stefan Zweig se traslada al cine.


1Desde hace varias semanas se puede ver en las salas de cine la película “El Gran Hotel Budapest” del director norteamericano Wes Anderson, realizador responsable de un puñado de títulos, estrenados en las dos últimas décadas, tan reverenciados en algunas ocasiones como repudiados en otras. Ni tanto ni tan calvo, Anderson es probablemente uno de los directores más personales que haya dado el cine reciente; un autor con todas las de la ley que, por momentos, puede resultar artificioso en exceso, pero que siempre acaba demostrando estar varios pasos por delante que la mayoría de sus colegas realizadores de la misma generación si de creatividad e ideas se trata.
La película antes mencionada, una de las mejores, en nuestra opinión, que ha hecho hasta ahora, resulta un buen ejemplo de ello: originales planteamientos de puesta en escena, sabia utilización de la cámara con distintos formatos de proyección que no resultan en ningún caso gratuitos, una coherente utilización de la voz en off con ínfulas metaargumentales (la historia dentro de la historia dentro de la historia)… Todo ello unido a un reparto, como es habitual en el cine del director, extenso y atractivo, conforman una película de una comicidad a ratos melancólica (otra de las improntas de Anderson), que se ve en lo que a nosotros nos pareció apenas un suspiro.
De todas formas, si nos hemos decidido a escribir esta entrada en nuestro espacio no es tanto por la película en sí (aunque la recomendemos) como por el hecho que ésta esté inspirada en parte en un escritor que, siendo relativamente popular, siempre resulta reivindicable como es Stefan Zweig (Viena, 28 de noviembre de 1881-Petrópolis, 22 de febrero de 1942). Y es que una de las cosas más interesantes de “El Gran Hotel Budapest”, puede que la que más, es la traslación en imágenes, tanto en su fondo como (sobre todo) en su forma, del mundo literario del autor austríaco.
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Ralph Fiennes en un fotograma de “El gran hotel Budapest”.
El film no se basa directamente en una novela o relato concreto de Zweig, aunque en los títulos de crédito se citen varias de sus obras como fuente de inspiración. Lo que Wes Anderson hace es generar una cierta atmósfera que puede resultar familiar a los lectores del escritor vienés, así como estructurar la historia de la película de una forma similar a como solía hacerlo el autor en sus trabajos. De esta manera vemos como el narrador de los hechos (un sosias del propio Zweig), encarnado en sus años de juventud por Jude Law y ya mayor por Tom Wilkinson, tropieza casi por azar con ciertos acontecimientos que, en tanto que escritor, tiene la necesidad de contarnos. Tal y como sucede en las obras de Zweig, la narración de dichos acontecimientos supone tanto un motivo para la auto reflexión del propio personaje-autor como, por extensión, una invitación a que el lector (o en este caso el espectador) realice consideraciones sobre sí mismo a partir de aquello de lo que va a ser testimonio.
También, como ocurría en el caso de las historias de Zweig, hay en “El Gran Hotel Budapest” una cierta visión de la Europa de entreguerras, recreada, necesariamente, a partir de los recuerdos de los personajes, con una imaginería que oscila entre lo ensoñador y lo hiperrealista. Así, se nos muestra una época donde la utopía de una Europa unida se hundía frente a la barbarie de los incipientes totalitarismos cuya devastadora influencia bien conocemos y que llevaron al mismo Zweig (recordemos que era judío) primero al exilio a Brasil huyendo de la persecución nazi (Hitler había prohibido sus libros) y, finalmente, a suicidarse junto a su mujer cuando la Segunda Guerra Mundial se encontraba en su máximo apogeo.
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Una imagen del escritor Stefan Zweig.
Con todo, Wes Anderson otorga su propia y fuerte personalidad a la película, en parte mediante la ya mencionada creatividad de su puesta en escena (en este caso, casi obsesivamente perfeccionista), y también añadiendo mucho de su humor característico, cercano al slapstick, que funciona sobre todo gracias al excelente trabajo de los actores, con un superlativo Ralph Fiennes al frente. Ese humor, menos explícito en la obra literaria de Zweig, casa curiosamente bien con el espíritu de la obra del autor. Aunque lo que definitivamente hermana a ambos creadores (escritor y cineasta) es una cierta visión nostálgica no tanto sobre lo que aconteció en el pasado de los personajes, si no sobre todo aquello que, por los motivos que fuesen, no pudo realizarse o ocurrir con toda la plenitud que hubiesen deseado éstos, de la misma manera que pasa tantas veces en la vida real, y como, en muchos sentidos, experimentó de la forma más cruel el propio Stefan Zweig.
Os invitamos pues a leer o releer este excepcional escritor que fue a Stefan Zweig y a que paséis por alguna sala de cine a ver “El Gran Hotel Budapest”.
Ricard.

El Gran Hotel Budapest | Tráiler español