Egipcios y griegos lo consideraban una advertencia divina; el pueblo creía en los presagios del estornudo, del zumbido de oídos y en toda clase de señales que los dioses envían en los días nefastos, días en los que conviene abstenerse de toda acción.
Existía una casuística bien establecida: si se estornudaba por la tarde, era buen augurio; y mala cosa estornudar al levantarse de la mesa por la mañana.
Homero se hace eco de estas creencias en su Odisea, ocho siglos antes de Cristo:
"Telémaco estornudó, resonando en toda la casa y Penélope se rió y dijo: «Ve y tráeme a ese extranjero; ¿no te has dado cuenta de que el estornudo de mi hijo Telémaco confirma cuanto se dijo?».
En la Antigüedad se llamó al estornudo «pequeña muerte», por creerse que en ese momento el alma deja momentáneamente el cuerpo. Aristóteles refiere que la gente de su tiempo lo tenían por cosa propia de la divinidad, razón por la que se saludaba a quien estornudaba; se replicaba al estornudo diciendo: «¡Vive!», «Qué Zeus te guarde». Y en Roma se decía «Salve». Nadie quedaba indiferente, y si no había quien contestara, el estornudador se contestaba a sí mismo.
Plinio, Propercio, Catulo decían que desde las doce del mediodía a las doce de la noche era favorable el estornudo. El escritor latino del siglo II Lucio Apuleyo, en su novela satírica El asno de oro, hace exclamar a uno:
«¡Salud, amigo; y salud al segundo y tercer estornudo!». De que era costumbre de mucha solera da cuenta en el siglo i el autor de Vidas paralelas, Plutarco, sacerdote del templo de Efeso:
Eufranticides, el adivino observó que una llama subía hacia arriba, fuera del precinto del sacrificio, y en ese instante una persona estornudó a su derecha. Cogió a Temístocles de la amano y le ordenó que sacrificase a los tres prisioneros a fin de que los griegos alcanzaran la victoria.
Plinio se hace eco de la popular superstición y recuerda que el mismo Tiberio César, hombre insociable, contestaba con un «¡Salud!» al estornudo de otros. No obstante, los romanos se apercibieron de que estornudar era presagio de enfermedad, y se sabía que con estornudos y aparentes resfriados comenzaba a manifestarse nada menos que la peste. Acaso por eso acogían a quien estornudaba con el saludo por antonomasia: Salve = Que no te pase nada.
Curiosa noticia da San Agustín de Hipona, quien en su Doctrina Christiana, del siglo iv, cuenta que algunos hombres de su tiempo eran tan supersticiosos que cuando oían que alguien estornudaba, si en ese momento se acababan de levantar de la cama y estaban calzándose, volvían a meterse en el lecho, por tenerlo por signo de mala suerte. Entre los persas y otros pueblos de Oriente Medio, si se habla de un muerto y alguien estornuda, el que tenía la palabra interrumpe el discurso y exclama: «Gloria a Alá»; si no lo hace puede caer fulminado. En el siglo vm, Alcuino de York, consejero de Carlomagno decía:
"Los presagios, las voces de los pájaros y los estornudos deben ser evitados, pues sólo para quienes creen en esas cosas tienen sentido."
Avicena, médico árabe del siglo X, intentó dar una explicación razonada, apuntando al hecho de que acaso el estornudo indique desorden físico, por lo que era bueno desearle salud y pedir a Dios que libre de él a quien lo sufre. Responder al estornudo con los nombres de la Sagrada Familia, costumbre todavía en uso, alterna con coletillas como «Salud», de origen laico y voluntad no religiosa; los alemanes dicen también Gesundheit = salud. Los italianos acogen el estornudo con otra expresión: Felicita. Ningún pueblo permanece indiferente. El mundo árabe lo acompaña de una exagerada ceremonia consistente en unir las manos e inclinarse. En cualquier caso, estas soluciones son preferibles a la recogida por el cronista santanderino Tomás Maza, quien registra como dicho a quien estornuda, en el ámbito de gente ruin:
"Dios te arrugue. A mí con el tiempo y a ti sin él; aquí tengo el culo: bésame en él"
En Andalucía se creía en tiempos de mi bisabuela Clara, que contaba sucesos de tiempos de Napoleón, cosas como las que siguen: Si un recién nacido estornuda hay que bendecir a Dios, ya que es signo de que tendrá suerte en la vida y gozará de salud... siempre que no estornude en lunes: hacerlo indica peligros inconcretos o muerte cercana. Estornudar en martes anuncia un encuentro inminente con persona desconocida. Estornudos en miércoles: barrunto de preocupaciones. Es positivo estornudar en jueves, ya que trae buenas noticias.
Sin embargo, hacerlo en viernes implica desolación. Lo mejor es estornudar en sábado, durante las primeras horas de la tarde: indica suerte en el amor; quien estornuda en domingo tendrá mala racha durante siete días.
El estornudo ha sido visto como un peligro inminente para la salud e incluso la vida de quien estornudaba. En ámbitos rurales de Europa todavía se cree que el niño permanece bajo el hechizode las hadas hasta que no haya estornudado, por lo que se vigilaba antaño con ansiedad el primer estornudo: se creía que los atrasados mentales no estornudan nunca de pequeños.
Este estado de cosas es heredero de la convicción antigua de que en el aliento reside el alma, principio vital, creencia que se apoya en el capítulo II del Génesis:
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"Formó pues el Señor Dios al hombre del lodo de la tierra, e inspiróle en el rostro un soplo o espíritu de vida, y quedó hecho el hombre viviente con alma racional."
El estornudo o expulsión brusca del resuello suponía para los antiguos echar la vida del cuerpo, expulsar el soplo que Dios le había insuflado. En la tradición anterior al Cristianismo se creía que el alma reside en la cabeza, y que al estornudar se dejaba en ella un vacío que podían ocupar los espíritus del mal.
Aquello era más peligroso cuando estornudaba un enfermo, en cuyo caso no se escatimaban esfuerzos para mantener su boca cerrada mientras se invocaba a la buena suerte y se rodeaba de amuletos al paciente. La hipótesis de que el estornudo es una reacción automática de la cabeza para protegerse de sustancias extrañas que podían entrar por la nariz al cerebro fue expuesta por Aristóteles y su coetáneo Hipócrates, quien se dio cuenta de que cuando el estornudo tiene que ver con la enfermedad el peligro de muerte es grande.
Para estos estornudos morbosos —como los propios de la tisis, el asma, la enfisema— la Medicina antigua no tenía otro remedio que las frases piadosas o jaculatorias como «¡Que Júpiter te guarde, pues aquí no podemos hacer nada!».
La cultura latina introdujo una variante menos científica para explicar el estornudo y sus peligros, viendo en todo ello un intento del cuerpo por echar fuera los espíritus que se habían introducido para hacerle daño. No era recomendable contenerlo, ya que podía causar una enfermedad, por eso, a la persona que estornudaba se le decía: ¡Felicidades!; y si alguien iniciaba los movimientos del estornudo y no lo conseguía, se acogía aquel fallo torciendo el gesto, o con la frase: «¡Los dioses te ayuden!», pues no había estornudado. Para evitar las malas consecuencias del estornudo, el papa Gregorio I instituyó en el siglo vi la costumbre de decir «Dios te bendiga» a quien estornudaba; por entonces Italia se veía afectada de una epidemia, acaso de gripe, cuyo síntoma principal era el estornudo persistente.
De aquella fórmula deriva la actual, y decimos «Jesús» si se estornuda una vez; «María», cuando se hace por segunda vez; y «José» si se estornuda una tercera. Mi abuela Isabel solía añadir —cuando el estornudo no cesaba-: «Santos Cosme y Damián le valgan», y apretaba firmemente los labios dando a entender que las cosas iban mal, y aseguraba que de no repetir esta fórmula podía reventar quien estornudaba. En cierta ocasión oí a mi madre comentar con su hermana Isabel que ésta estornudó al nacer, y que por eso sería dichosa.
En la cultura anglosajona se dice: «Un estornudo, un deseo; dos estornudos, un beso; tres estornudos..., algo mucho mejor». También se cree que si alguien estornuda mientras está hablando es señal de que dice la verdad. Y entre alemanes y austríacos se cree que quien estornuda tres veces seguidas antes del desayuno recibirá un regalo.
Entre los judíos religiosos existe la costumbre de responder al estornudo con la palabra emet = verdad: creen que cuando alguien estornuda tras haber hecho alguna afirmación, Dios lo corrobora. Es voz latina, de sternuere, de donde se dijo en el siglo xv «esternudar», variante de estornudar, vigente en Méjico; «estornudo» es de uso más antiguo, presente en el Calila e Dimna, del siglo xm, acaso del latín tardío sternutus.