martes, 28 de febrero de 2017

El canario - Katherine Mansfield - Ciudad Seva - Luis López Nieves






El canario

[Cuento - Texto completo.]
Katherine Mansfield


¿Ves aquel clavo grande a la derecha de la puerta de entrada? 
Todavía me da tristeza mirarlo, y, sin embargo, por nada del 
mundo lo quitaría. Me complazco en pensar
que allí estará siempre, aun después de mi muerte. A veces oigo
a los vecinos que dicen: «Antes allí debía de colgar una jaula».
Y eso me consuela: así siento que no se le olvida del todo.
…No te puedes figurar cómo cantaba. Su canto no era como el de
 los otros canarios, y lo que te cuento no es sólo imaginación mía.
A menudo, desde la ventana, acostumbraba observar a la gente que
se detenía en el portal a escuchar, se quedaban absortos, apoyados
largo rato en la verja, junto a la planta de celinda. Supongo que
eso te parecerá absurdo, pero si lo hubieses oído no te lo parecería.
A mí me hacía el efecto que cantaba canciones enteras que tenían un
principio y un final. Por ejemplo,cuando por la tarde había terminado
el trabajo de la casa,y después de haberme cambiado la blusa, me sentaba
aquí en la varanda a coser: él solía saltar de una percha a otra, dar
golpecitos en los barrotes para llamarme la atención, beber un sorbo
de agua como suelen hacer los cantantes profesionales, y luego, de repente,
se ponía a cantar de un modo tan extraordinario, que yo tenía que dejar la
aguja y escucharlo.
No puedo darte idea de su canto, y a fe que me gustaría poderlo describir.
Todas las tardes pasaba lo mismo, y yo sentía que comprendía cada nota de
sus modulaciones.
¡Lo quería! ¡Cuánto lo quería! Quizá en este mundo no importa mucho lo que
uno quiere,pero hay que querer algo. Mi casita y el jardín siempre han llenado
un vacío, sin duda; pero nunca me han bastado. Las flores son muy agradecidas,
pero no se interesan por nuestra vida.
 Hace tiempo quise a la estrella del atardecer. ¿Te parece una tontería? Solía
sentarme en el jardín, detrás de la casa, cuando se había puesto el sol, y esperar
a que la estrella saliera y brillara sobre las ramas oscuras del árbol de la goma.
 Entonces le murmuraba: «¿Ya estás aquí, amor mío?». Y en aquel instante
parecía brillar sólo para mí. Parecía que lo comprendiera…;
algo que es nostalgia y sin embargo no lo es. O quizá el dolor de lo que uno
echa de menos, sí, era este dolor. Pero ¿qué era lo que echaba de menos? He de
agradecer lo mucho que he recibido.
…Pero, en cuanto el canario entró en mi vida, olvidé a la estrella del atardecer:
ya no me hacía falta. Y aquello ocurrió de una manera extraña. Cuando el chino
que vendía pájaros se detuvo delante de mi puerta y levantó la jaulita donde el
canario, en vez de sacudirse como hacían los dorados pinzones, lanzó un débil y
leve gorjeo, me sorprendí a mí misma diciéndole:
-¿Ya estás aquí, amor mío?
Desde aquel instante fue mío.
…Aún me asombra ahora recordar cómo él y yo compartíamos nuestras vidas.
En cuanto por la mañana quitaba el paño que cubría su jaula, me saludaba con
una pequeña nota soñolienta.
 Yo sabía que quería decirme: «¡Señora! ¡Señora!». Luego lo colgaba afuera,
mientras preparaba el desayuno de mis tres muchachos pensionistas, y no lo
entraba hasta que volvíamos a estar solos en casa. Más tarde, en cuanto terminaba
de lavar los platos,empezaba una verdadera diversioncita nuestra. Solía poner una
hoja de periódico en la
mesa, y, cuando colocaba la jaula encima, el canario sacudía las alas desesperada-
mente como si no supiera lo que iba a ocurrir. «Eres un verdadero comediante»,
le decía riñéndolo.
 Le frotaba el plato de la jaula, lo espolvoreaba de arena limpia, llenaba de alpiste
y de agua los recipientes, ponía entre los barrotes unas hojas de pamplina y medio
chile. Y estoy segura de que él comprendía y sabía apreciar cada detalle de esta
ceremonia. ¿Comprendes? Era, de natural, de una pulcritud exquisita. En su percha
jamás había una mancha. Y sólo viendo cómo disfrutaba bañándose se comprendía
que su gran debilidad era la limpieza. Lo que yo ponía por último en la jaula era
el envase en que se bañaba. Y al momento se metía en él. Primero sacudía
un ala, luego la otra, después zambullía la cabeza y se remojaba las plumas del pecho.
 Toda la cocina se iba salpicando de gotas de agua, pero él no quería salir del baño.
Yo solía decirle:«Es más que suficiente. Lo que quieres ahora es que te miren».
Y por fin, de un salto, salía del agua,y sosteniéndose con una pata se secaba con el pico,
y al terminar se sacudía, movía las alas, ensayaba un gorjeo y levantando la cabeza…
¡Oh! No puedo ni siquiera recordarlo.
Yo acostumbraba limpiar los cuchillos mientras tanto, me parecía que también los
cuchillos cantaban a medida que se volvían relucientes.
…Me hacía compañía, ¿comprendes? Eso es lo que me hacía. La compañía más
perfecta.
 Si has vivido sola, sabrás lo inapreciable que eso puede ser. Sin duda tenía también
a mis tres muchachos que venían a cenar, y a veces se quedaban en casa leyendo los
periódicos.
Pero no podía suponer que ellos se interesaran en los detalles de mi vida cotidiana.
¿Por qué se iban a interesar? Yo no significaba nada para ellos: tanto es así, que una
noche,en la escalera, oí que, hablando de mí, me llamaban «el adefesio». No importa.
No tiene importancia, la más mínima importancia. Lo comprendo bien. Ellos son jóvenes.
 ¿Por qué me iba a incomodar? Pero me acuerdo de que aquella. noche me consoló pensar
que no estaba sola del todo. En cuanto los muchachos salieron, le dije a mi canario: «¿Sabes
cómo la llaman a tu señora?». Y él ladeó la cabeza, y me miró con su ojito reluciente, de tal
forma que tuve que reírme. Parecía como si le hubiese divertido aquello.
…¿Has tenido pájaros alguna vez?… Si no has tenido nunca, quizá todo esto te parezca
exagerado. La gente cree que los pájaros no tienen corazón, que son fríos, distintos de los
perros y los gatos. Mi lavandera solía decirme cuando venía los lunes: «¿Por qué no tiene
un foxterrier bonito? No consuela ni acompaña un canario». No es verdad, estoy segura.
Me acuerdo de una noche que había tenido un sueño espantoso (a veces los sueños son
 terriblemente crueles) y, como que al cabo de un rato de haberme despertado no
conseguía tranquilizarme, me puse la bata y bajé a la cocina para beber un vaso de agua.
 Era una noche de invierno y llovía mucho. Supongo que aún estaba medio dormida: pero,
a través de la ventana sin postigo, me parecía que la oscuridad me miraba, me espiaba.
Y de pronto sentí que era insoportable no tener a nadie a quien poder decir: «He soñado
un sueño horrible» o «Protégeme de la oscuridad». Estaba tan asustada, que incluso me tapé
un momento la cara con las manos. Y luego oí un débil «¡Tui-tuí!». La jaula estaba en la mesa,
y el paño que la cubría había resbalado de forma que le entraba una rayita de luz. «¡Tui-tuí!»,
volvía a llamar mi pequeño y querido compañero, como si dijera dulcemente: «Aquí estoy,
señora mía: aquí estoy». Aquello fue tan consolador que casi me eché a llorar.
…Pero ahora se ha ido. Nunca más tendré otro pájaro, otro ser querido. ¿Cómo podría
tenerlo?
Cuando lo encontré tendido en la jaula, con los ojos empañados y las patitas retorcidas,
cuando comprendí que nunca más lo oiría cantar, me pareció que algo moría en mí. Me
sentí un vacío en el corazón como si fuera la jaula de mi canario. Me iré resignando,
seguramente: tengo que acostumbrarme. Con el tiempo todo pasa, y la gente dice que yo
tengo un carácter jovial.
Tienen razón. Doy gracias a Dios por habérmelo dado.
Sin embargo, a pesar de que no soy melancólica y de que no suelo dejarme llevar por
los recuerdos y la tristeza, reconozco que hay algo triste en la vida. Es difícil definir
lo que es. No hablo del dolor que todos conocemos, como son la enfermedad, la pobreza
y la muerte, no: es otra cosa distinta. Está en nosotros profunda, muy profunda: forma parte
de nuestro ser al modo de nuestra respiración. Aunque trabaje mucho y me canse, no tengo
más que detenerme para saber que ahí está esperándome. A menudo me pregunto si todo el
mundo siente eso mismo. ¿Quién lo puede saber? Pero ¿no es asombroso que, en su canto
dulce y alegre, era esa tristeza, ese no sé qué lo que yo sentía?
FIN

MÁS CUENTOS DE KATHERINE MANSFIELD

Katherine Mansfield

Imagen de Katherine Mansfield

Katherine Mansfield

Nueva Zelandia: 1888-1923
  • Cuentos
  • Textos digitales completos

Lecturas Indispensables: 10 Cuentos de Katherine Mansfield

Lecturas Indispensables:



10 Cuentos de Katherine Mansfield

A continuación extendemos 10 Cuentos de Katherine Mansfield, la gran escritora neozelandeza. Haciendo click en el título de cada cuento pueden leer a una versión online del mismo. 


  1. Felicidad
  2. El canario
  3. Vida de Ma Parker
  4. La mosca
  5. La fiesta en el jardín
  6. La lección de canto
  7. La casa de muñecas
  8. La señorita Brill
  9. Veneno
  10. La mujer del almacén

Lecturas Indispensables: 10 Cuentos de Katherine Mansfield

Lecturas Indispensables:



10 Cuentos de Katherine Mansfield

A continuación extendemos 10 Cuentos de Katherine Mansfield, la gran escritora neozelandeza. Haciendo click en el título de cada cuento pueden leer a una versión online del mismo. 


  1. Felicidad
  2. El canario
  3. Vida de Ma Parker
  4. La mosca
  5. La fiesta en el jardín
  6. La lección de canto
  7. La casa de muñecas
  8. La señorita Brill
  9. Veneno
  10. La mujer del almacén

Trio -- Da Da Da [[ Official Video ]]

En Primera Plana - Primer Tráiler

Profesor Holland - Pelicula Completa - Español

Marguerite Duras MARGUERITE TELLE QU'EN ELLE-MÊME

Avance: Mujeres (Marguerite, tal cual es) - Canal Encuentro HD