por Rudy
La señorita Silvia encaró valientemente para el lado del aula, con su mejor postura actitudinal, su mejor actitud procedimental, y su mejor procedimiento conceptual. Como todos los días, debía enfrentar a sus alumnos. Como todos los días, quería y temía hacerlo. Para darse ánimo, recitó rápidamente y en voz muy baja el Himno a Sarmiento, como si estuviera rezando. Se detuvo en el verso "con la espada, con la pluma y la palabraaaa".
-¡Podría tener una clase sobre las canciones patrias! ¡No sería una mala idea, para que los chicos se familiaricen con nuestro idioma y nuestras tradiciones, y nuestra historia común!
Animada por su propia idea, la señorita Silvia continuó, feliz, con la letra del Himno a Sarmiento; pero cuando llegó a la parte de "Gloria y loor!..." se dio cuenta de que esto no era fácil, que los chicos no la iban a entender. Sintió que iba a necesitar el apoyo de más próceres, y apeló entonces a San Martín. pero empezó a cantar "Yerga el Ande su cumbre más altaaaa"...
Y reflexionó:
-¿Yerga? ¿cómo les explico a los chicos lo que quiere decir "yerga". Seguro que entienden "yerba" ¡o vaya a saber qué otra cosa!
Siguió pensando en voz alta:
-Bueno, veamos, tenemos el Himno a la Bandera, pero "¿tremoló triunfal?". NO, esa palabra está más allá de mis alumnos -se dijo-. Probemos la Marcha de San Lorenzo -y canturreó-: "Febo asoma, ya sus rayos.", bueno, puede ser, no es tan complicado. "tras los muros, sordos ruidos, oír se dejan de corceles y de aceros".hum. difícil.
Cuando la señorita Silvia dijo "Son las huestes", se dio cuenta de que lo suyo era una misión imposible.
Y lo peor es que ya estaba en la puerta del aula. Con un pie del lado de adentro.
-¡Buenos días, chicos! -se oyó decir.
-¡Buenos días, señorita! -supuso la respuesta de los treinta infantes que tremolaban triunfales mientras preparaban sus huestes para la cotidiana lucha escolar.
-Señorita, ¿nos lee un cuento? ¡porfi, porfi, porfi! -esta era la dulce Julieta.
-¿Por fin? -preguntó la señorita.
-No, seño; porfi, porfi, porfis, porfa.
- ¡A mí me gusta ese de Caperucita que le hace de delivery boy a la granmader! -dijo Manuela.
-¿Qué? -la señorita obviamente conocía el cuento, pero no en esta versión.
-Mire, seño, resulta que una empresa multinacional que vendía hamburguesas detectó un mercado potencial en un bosque, donde había viejitas que vivían solas. No pusieron un local, dado que la encuesta dio que las abuelitas prefieren que les lleve la comida a domicilio una niña vestida con una capuchita roja. El lema de la empresa era "Nuestros envíos llegan más rápido porque nuestros delivery boys toman siempre el camino más corto". Las abuelitas hacían su pedido por MSN o MSJ.
-¿Quéeee?
-Chateaban o por celu, seño; y elegían su combo, que luego les llevaba la nena, y si la abuelita pagaba con 100 pesos, la nena le decía "¡Qué billete tan grande tenés!, ¿no tenés más chico?".
-Sepeñopo, apa mipi nopo mepegupustapa epesepe cuenpetopo -esta fue Ceci.
-¡Qué? -preguntó la dulce Julieta.
-Le decía a la seño que no me gusta ese cuento -dijo Ceci, pero se lo dije en jeringozo, un idioma que me enseñó mi mamá, que ella también hablaba con mis tías y mi abuelita.
-Uy, Ceci.¡No me digas que descendés de los jeringozos! ¡Si vos me habías dicho que tu abuelito vino de Italia!
La señorita Silvia pensó que podría dar una clase sobre los lenguajes y lo difícil que era comunicarse. Después se dio cuenta de que los chicos le estaban dando esa clase a ella.
-¡Podría tener una clase sobre las canciones patrias! ¡No sería una mala idea, para que los chicos se familiaricen con nuestro idioma y nuestras tradiciones, y nuestra historia común!
Animada por su propia idea, la señorita Silvia continuó, feliz, con la letra del Himno a Sarmiento; pero cuando llegó a la parte de "Gloria y loor!..." se dio cuenta de que esto no era fácil, que los chicos no la iban a entender. Sintió que iba a necesitar el apoyo de más próceres, y apeló entonces a San Martín. pero empezó a cantar "Yerga el Ande su cumbre más altaaaa"...
Y reflexionó:
-¿Yerga? ¿cómo les explico a los chicos lo que quiere decir "yerga". Seguro que entienden "yerba" ¡o vaya a saber qué otra cosa!
Siguió pensando en voz alta:
-Bueno, veamos, tenemos el Himno a la Bandera, pero "¿tremoló triunfal?". NO, esa palabra está más allá de mis alumnos -se dijo-. Probemos la Marcha de San Lorenzo -y canturreó-: "Febo asoma, ya sus rayos.", bueno, puede ser, no es tan complicado. "tras los muros, sordos ruidos, oír se dejan de corceles y de aceros".hum. difícil.
Cuando la señorita Silvia dijo "Son las huestes", se dio cuenta de que lo suyo era una misión imposible.
Y lo peor es que ya estaba en la puerta del aula. Con un pie del lado de adentro.
-¡Buenos días, chicos! -se oyó decir.
-¡Buenos días, señorita! -supuso la respuesta de los treinta infantes que tremolaban triunfales mientras preparaban sus huestes para la cotidiana lucha escolar.
-Señorita, ¿nos lee un cuento? ¡porfi, porfi, porfi! -esta era la dulce Julieta.
-¿Por fin? -preguntó la señorita.
-No, seño; porfi, porfi, porfis, porfa.
- ¡A mí me gusta ese de Caperucita que le hace de delivery boy a la granmader! -dijo Manuela.
-¿Qué? -la señorita obviamente conocía el cuento, pero no en esta versión.
-Mire, seño, resulta que una empresa multinacional que vendía hamburguesas detectó un mercado potencial en un bosque, donde había viejitas que vivían solas. No pusieron un local, dado que la encuesta dio que las abuelitas prefieren que les lleve la comida a domicilio una niña vestida con una capuchita roja. El lema de la empresa era "Nuestros envíos llegan más rápido porque nuestros delivery boys toman siempre el camino más corto". Las abuelitas hacían su pedido por MSN o MSJ.
-¿Quéeee?
-Chateaban o por celu, seño; y elegían su combo, que luego les llevaba la nena, y si la abuelita pagaba con 100 pesos, la nena le decía "¡Qué billete tan grande tenés!, ¿no tenés más chico?".
-Sepeñopo, apa mipi nopo mepegupustapa epesepe cuenpetopo -esta fue Ceci.
-¡Qué? -preguntó la dulce Julieta.
-Le decía a la seño que no me gusta ese cuento -dijo Ceci, pero se lo dije en jeringozo, un idioma que me enseñó mi mamá, que ella también hablaba con mis tías y mi abuelita.
-Uy, Ceci.¡No me digas que descendés de los jeringozos! ¡Si vos me habías dicho que tu abuelito vino de Italia!
La señorita Silvia pensó que podría dar una clase sobre los lenguajes y lo difícil que era comunicarse. Después se dio cuenta de que los chicos le estaban dando esa clase a ella.