martes, 21 de mayo de 2019

Lenguajes


por Rudy
La señorita Silvia encaró valientemente para el lado del aula, con su mejor postura actitudinal, su mejor actitud procedimental, y su mejor procedimiento conceptual. Como todos los días, debía enfrentar a sus alumnos. Como todos los días, quería y temía hacerlo. Para darse ánimo, recitó rápidamente y en voz muy baja el Himno a Sarmiento, como si estuviera rezando. Se detuvo en el verso "con la espada, con la pluma y la palabraaaa".

-¡Podría tener una clase sobre las canciones patrias! ¡No sería una mala idea, para que los chicos se familiaricen con nuestro idioma y nuestras tradiciones, y nuestra historia común!

Animada por su propia idea, la señorita Silvia continuó, feliz, con la letra del Himno a Sarmiento; pero cuando llegó a la parte de "Gloria y loor!..." se dio cuenta de que esto no era fácil, que los chicos no la iban a entender. Sintió que iba a necesitar el apoyo de más próceres, y apeló entonces a San Martín. pero empezó a cantar "Yerga el Ande su cumbre más altaaaa"...
Y reflexionó:

-¿Yerga? ¿cómo les explico a los chicos lo que quiere decir "yerga". Seguro que entienden "yerba" ¡o vaya a saber qué otra cosa!
Siguió pensando en voz alta:

-Bueno, veamos, tenemos el Himno a la Bandera, pero "¿tremoló triunfal?". NO, esa palabra está más allá de mis alumnos -se dijo-. Probemos la Marcha de San Lorenzo -y canturreó-: "Febo asoma, ya sus rayos.", bueno, puede ser, no es tan complicado. "tras los muros, sordos ruidos, oír se dejan de corceles y de aceros".hum. difícil.

Cuando la señorita Silvia dijo "Son las huestes", se dio cuenta de que lo suyo era una misión imposible.
Y lo peor es que ya estaba en la puerta del aula. Con un pie del lado de adentro.

-¡Buenos días, chicos! -se oyó decir.
-¡Buenos días, señorita! -supuso la respuesta de los treinta infantes que tremolaban triunfales mientras preparaban sus huestes para la cotidiana lucha escolar.

-Señorita, ¿nos lee un cuento? ¡porfi, porfi, porfi! -esta era la dulce Julieta.
-¿Por fin? -preguntó la señorita.
-No, seño; porfi, porfi, porfis, porfa.
- ¡A mí me gusta ese de Caperucita que le hace de delivery boy a la granmader! -dijo Manuela.
-¿Qué? -la señorita obviamente conocía el cuento, pero no en esta versión.
-Mire, seño, resulta que una empresa multinacional que vendía hamburguesas detectó un mercado potencial en un bosque, donde había viejitas que vivían solas. No pusieron un local, dado que la encuesta dio que las abuelitas prefieren que les lleve la comida a domicilio una niña vestida con una capuchita roja. El lema de la empresa era "Nuestros envíos llegan más rápido porque nuestros delivery boys toman siempre el camino más corto". Las abuelitas hacían su pedido por MSN o MSJ.
-¿Quéeee?
-Chateaban o por celu, seño; y elegían su combo, que luego les llevaba la nena, y si la abuelita pagaba con 100 pesos, la nena le decía "¡Qué billete tan grande tenés!, ¿no tenés más chico?".
-Sepeñopo, apa mipi nopo mepegupustapa epesepe cuenpetopo -esta fue Ceci.
-¡Qué? -preguntó la dulce Julieta.
-Le decía a la seño que no me gusta ese cuento -dijo Ceci, pero se lo dije en jeringozo, un idioma que me enseñó mi mamá, que ella también hablaba con mis tías y mi abuelita.
-Uy, Ceci.¡No me digas que descendés de los jeringozos! ¡Si vos me habías dicho que tu abuelito vino de Italia!

La señorita Silvia pensó que podría dar una clase sobre los lenguajes y lo difícil que era comunicarse. Después se dio cuenta de que los chicos le estaban dando esa clase a ella.






Caperucita Roja y el Lobo – Roald Dahl


Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
—¿Puedo pasar, Señora?, —preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando:
—¡Este me come de un bocado!.
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
—Sigo teniendo un hambre aterradora…
¡Tendré que merendarme otra señora!.
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
—¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!”
…que así llamaba al Bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía
y dijo: —¿Cómo estás, abuela mía?
Por cierto, ¡Me impresionan tus orejas!.
—Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas.
—¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!”.
—Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto
el oculista,
—dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente.
De repente
Caperucita dijo: —¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!”.
El Lobo, estupefacto, dijo: —¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo…?
Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa”.
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡Pam!- allí cayó la buena pieza.
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque…
¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.





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Fuente original: aquí

juntos para siempre película argentina

SOMNIA ANTES DE DESPERTAR - Trailer Subtitulado 2016