Por Hinde Pomeraniec 7 de julio de 2017
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Martha/Tom (izq.) y una de sus hermanas, Lily, quien se casó con un actor. (La foto forma parte de la muestra de Documenta, en Kassel)
Hacía los libros infantiles más lindos del mundo. Sus ilustraciones eran tan originales que era imposible quitar los ojos de ellas. Sin embargo, Martha Gertrud Freud no fue feliz. Tenía quince años cuando decidió vestirse de hombre en determinadas ocasiones y usar un nombre de varón para publicar sus primeros poemas; no quería que su género fuera un obstáculo, cuentan hoy sus nietos. Fue entonces cuando eligió llamarse Tom, y así siguió firmando, incluso luego de casarse. Tom Seidmann-Freud es el nombre literario con el que sus trabajos quedaron en la historia, aunque recién ahora ese lugar histórico se haga más público, de la mano del reconocimiento de expertos y críticos. Seidmann era el apellido de Jakob (Yankel), su marido, el padre de su única hija y también su compañero en la aventura editorial. El mundo pudo ser de ellos, pero no lo fue. Y ellos no supieron sobrevivir a esa frustración.
Tom nació Freud por partida doble: su madre era Mitzi, una de las hermanas del padre del psicoanálisis y su padre, Moritz, era un primo lejano de la familia, que llevaba el mismo apellido. Por estos días, una delicada muestra de las ilustraciones y también de la historia de Marta/Tom puede verse en Kassel, Alemania, en el marco de la Documenta 14, la gran exposición que se lleva a cabo cada 5 años y marca el pulso del arte contemporáneo. El espacio en el que refulgen sus magnéticos dibujos no podría haber sido mejor elegido por los curadores: están en el Grimmwelt, el fabuloso centro de arte dedicado a la vida y la obra de los hermanos Grimm, los ciudadanos más famosos de Kassel.
Imagen clásica de “El viaje del pez”, el libro más famoso de Tom Seidmann-Freud
Nacida en Viena en 1892, en el hogar de una familia judía burguesa, Martha era algo cerrada y feúcha. Tenía dos hermanas, Margit, la mayor, y Lily, mucho más hermosa y atractiva que las otras dos. También tenía un hermano menor, Theodor, a quien adoraba. Ella y sus hermanas solían acompañar en sus viajes a su padre, un bohemio algo charlatán y luminoso.
Tenía 15 años cuando la familia se mudó a Berlín y 19 cuando viajó a Londres con su padre, a estudiar arte. Fue durante ese período que escribió e ilustró sus dos primeros libros: La pequeña nube y El jardín del dolor. De regreso en Berlín estudió diseño gráfico, dibujo, pintura decorativa, tallado en madera, impresión en piedra y repujado en cobre en la escuela del Museo Real de Artes Aplicadas, de donde capturó su afición por el Jugendstil o "estilo joven", como se conocía a la variante del Art Nouveau surgida en Alemania a fines del siglo XIX.
Apenas terminada la Primera Guerra Mundial, se mudó a Munich, donde vivía su hermana Lily, que tenía vocación de actriz y estaba casada con el actor Arnold Marlé. Muy pronto, Tom se acercó a un grupo de intelectuales y artistas destacados, entre quienes estaba el filósofo Gershom Scholem, quien en su autobiografía menciona a Tom como "una de las figuras inolvidables de la época", a la vez que la describe como "pintorescamente fea" y "genial". No comía, cuenta Sholem, y la muchacha era una verdadera bohemia: "vivía a base de cigarrillos y su cuarto estaba siempre lleno de humo".
En 1920, sorpresivamente murió Moritz. Ese mismo año Tom y Yankel se enamoraron, al año siguiente se casaron y un año después nació Angela, la única hija de ambos. Juntos pusieron en acción la editorial de libros para chicos Peregrin. En 1923 Theodor, el hermano favorito de Tom, murió ahogado en Mäckersee, al norte de Berlín. Ella nunca se recuperaría de esa pérdida.
El primer libro que publicaron los Seidmann fue El viaje del pez, que cuenta la historia de un chico llamado Peregrin, quien un día se queda dormido y sueña con un pez que lo lleva de viaje bajo el mar a una tierra utópica en la que la humanidad toda se lleva bien y no hay pobreza ni hambre. El libro, naturalmente, está dedicado a Theodor.
El mismo año que apareció El viaje del pez, los Seidmann conocieron en Berlín a Jaim Najman Bialik, el gran escritor y traductor judío que se proponía llevar la mejor literatura del mundo a los niños de Palestina, en hebreo. Bialik estaba encantado con El viaje del pez. En poco tiempo, la amistad se convirtió en sociedad y los tres montaron con mucha ilusión la editorial Ophir (que era el nombre de una tierra bíblica de grandes riquezas, desde donde se cree que le llegaba cada tres años un cargamento de oro, plata, piedras preciosas, marfil, monos y pavos reales al rey Salomón), precisamente con la idea de crear y recrear la mejor literatura infantil en hebreo.
El estilo de ilustración de Tom Seidmann-Freud cambió. Abandonó los lineamientos del Jugendstil para tomar los de la Nueva Objetividad (Neue Sachlichkeit), el arte moderno que reinaba durante la República de Weimar, con sus líneas más geométricas, sus tonos más claros y el uso de colores delicados y hasta transparentes.
Comenzaron a traducir al hebreo y a ilustrar clásicos de Andersen y de los hermanos Grimm y el giro en el estilo y el diseño también se adueñó de los contenidos, ya que por una cuestión ideológica introdujeron en los relatos la idea de un judaísmo socialista con el que soñaban. También hubo revolución en el tema de género, ya que las diferencias entre niñas y niños en las ilustraciones se hicieron menos notorias.
Los títulos del catálogo (libros de literatura de diferente tipo, incluso libros móviles, pero también fabulosos textos de pedagogía y metodología para leer, escribir y también para realizar operaciones matemáticas) comenzaron a circular y obtenían excelentes comentarios en el grupo de artistas e intelectuales más refinados. Hasta Walter Benjamin (quien también es objeto de una muestra en Documenta, Kassel) escribió elogiosamente sobre los libros de Ophir. Pero desfortunadamente no alcanzó con el entusiasmo, ni con la retórica y los elogios.
La crisis económica rasguñó el alma de su negocio y la editorial quebró, por lo que debieron cerrar aquello por lo que tanto habían trabajado. La tristeza profunda lo oscureció todo. Una tarde de octubre de 1929 en la que Tom estaba con su hija Angela de visita en lo de unos amigos, unos vecinos la fueron a buscar para que volviera a su casa de urgencia. Al entrar, vio el cuerpo de Yankel colgando de una viga, la soga al cuello. El futuro se cortó allí mismo.
Tom se refugió en su dolor y ni siquiera la presencia de su hijita de 6 años pudo darle en adelante fuerza y energía para seguir imaginando cosas hermosas. La creadora de La pequeña hada y El barco mágico dejó de comer, y se dejó consumir por la pena y la anorexia. Cuatro meses después de la muerte de su esposo, exactamente el 7 de febrero de 1930, se suicidó tomando pastillas.
La familia entró en desesperación. El 18 de febrero de ese año Sigmund Freud, el célebre psicoanalista y tío de Tom, quien poco antes había enviado una carta a un sobrino mencionando que la ilustradora siempre había estado "un poco loca", se reunió con el albacea de los Seidmann, para hablar sobre el destino de Angela, la niña huérfana. Allí se enteró que su sobrina había dejado una carta con instrucciones, entre ellas, la expresa prohibición de que su hija sea adoptada por Anna Freud (hija de Sigmund) o sometida al psicoanálisis. La niña fue criada por unos tíos.
A la muerte de Tom, su hermana Lily reunió todos sus bocetos, dibujos, pruebas de color y notas, colocó los materiales en una enorme caja sellada y la guardó. Con la llegada del nazismo, desaparecieron del mercado la mayoría de los libros de las editoriales de los Seidmann, por lo que algunos de los dibujos más bellos del mundo ingresaron en la oscuridad. Muchos de los miembros de la familia Freud (incluida la madre de Tom, Mitzi y otras tres hermanas), murieron en campos de concentración y el resto de los integrantes del clan padeció diferentes formas del desarraigo para sobrevivir.
Cuando Lily murió, en 1978, la caja sellada con la obra de Tom llegó a manos de Angela, que vivía en Israel y que había cambiado su nombre por el nombre hebreo de Aviva, que se traduce como primavera o renovación. Su apellido, entonces, ya era el de su esposo: Hariri.
Imposible no imaginar las emociones que habrá sentido esa mujer en el momento en que se reencontró con la obra de su madre, un tesoro fabuloso que comenzó a divulgar y que difundió hasta su muerte, ocurrida en 2011. Hoy son sus tres nietos (Amnon Harari, Ayala Drori y Osi Gevim) quienes cuidan la memoria y la obra de aquella ilustradora extraordinaria, que a los 37 años sintió que su vida no era y nunca sería un cuento de hadas y pensó que ya no tenía sentido seguir adelante.
La obra de Tom Seidmann-Freud hoy cotiza en alza: la artista maldita y sufrida se convirtió en artista de culto. Sus dibujos se venden en subastas, sus libros comienzan a reeditarse (hace unos años, cada bebé en Tel Aviv recibía un librito publicado por la municipalidad con canciones de Bialik y dibujos de Tom Seidmann-Freud) y los expertos se engolosinan con sus diversas técnicas y hablan de folk art y surrealismo o comparan alguno de sus estilos con la modernidad de Miyazaki, el creador de El viaje de Chijiro.
El alma del arte estuvo a oscuras y en una caja sellada, durante 50 años. Ni la locura, ni los nazis ni la muerte por mano propia lograron apagar el brillo de ese tesoro en colores. La obra de Tom sobrevivió al Holocausto y regresó para enamorarnos a todos.
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