martes, 13 de noviembre de 2012

Otra vuelta de tuerca, de Henry James


Otra vuelta de tuerca, de Henry James

Al igual que me ocurrió con La lección del maestro he encontrado ciertas dificultades en la lectura de Otra vuelta de tuerca en traducción de Antonio J. Desmonts para Alianza Editorial. Da la sensación de que los diálogos no fluyen, que ciertas descripciones son equívocas, y hay que releer algunos párrafos para captar su sentido. Luego no he leído a James sino una aproximación a James.
Pero eso no quita que haya podido captar la esencia de la novela.
En 1898, año de la aparición de Otra vuelta de tuerca, se publica La guerra de los mundos. Pero el corpus literario del diecinueve está prácticamente cubierto: Dostoievski, Tolstoi, Dickens, Hugo, Stevenson,… Curiosamente, un año después, aparece El corazón de las tinieblas, de Conrad. No es una casualidad.

En 1892 James publica La lección del maestro donde (aparte de la mejorable traducción) coincide en la ambigüedad de lo relatado. Porque la vuelta de tuerca que propone el autor nos sitúa en la disyuntiva de aceptar lo que hemos leído como una historia de fantasmas y maldad sobrenatural o bien no hacerlo y asumir que estamos ante el relato desquiciado de una mujer, la narradora, terriblemente perturbada. Y las dos opciones simultáneamente son compatibles y válidas.
La estructura de la novela consta de un preámbulo en el que se nos pone en antecedentes y del relato en sí, escrito en primera persona por la institutriz en forma de diario escrito al mismo tiempo que los hechos que narra. La dificultad para conseguir dicho diario y la forma en que finalmente se realiza su lectura, siguiendo la estructura clásica de la historia de fantasmas, sirve para predisponernos a su veracidad. Pero al mismo tiempo se vierten ciertos detalles sobre la personalidad de la narradora y sus circunstancias emocionales que justifican hechos de la historia pero nos inclinan hacia el escepticismo. ¿Esa duda sobre la veracidad de la narración hubiese funcionado igual en caso que el diario hubiese estado escrito por un hombre? Me temo que no, aunque sea incurrir en tópicos decimonónicos. 


Duda y plausibilidad se reparten a partes iguales. El lector debe decidir. Pero en ningún momento hay algún detalle en el texto que nos incline a pensar que la narradora mienta. Si la Lección del maestro era un duelo de literatos en torno al amor de una mujer y el lector podía descubrir en sus palabras intenciones personales, aquí la verdad y la infidencia no forman parte del texto. La duda se crea durante la lectura. O bien es todo cierto o bien la narradora miente. Pero no tenemos constancia de que lo haga.
Lo contrario ocurre con el Marlow de El corazón de las tinieblas de Conrad. Sabemos que en algunos contextos, en determinadas ocasiones Marlow es capaz de mentir. Su fracaso se basa principalmente en la mentira a la que sucumbe en última instancia. Sin embargo la posibilidad de que sea un narrador infidente en todo el asunto relativo a Kurtz no cruza ni por un momento por la cabeza del lector. Y es posible, ya que así se demuestra en el texto, que el Marlow, narrador oral, complaciente con su audiencia en un atardecer en el Támesis adecue su relato a satisfacer a sus oyentes.
Marlow es un narrador que miente pero del que jamás dudamos. La institutriz de James no miente. Es más, toda su formación, su rectitud, su intachable comportamiento, parecen eliminar toda posibilidad de falsedad en su relato.
Y dudamos.
Esa es la grandeza de James.

http://ellamentodeportnoy.blogspot.com.ar/2011/02/otra-vuelta-de-tuerca-de-henry-james.html