domingo, 28 de abril de 2013

Mix de Rock Nacional

http://www.youtube.com/watch?v=3Uns0Gm76EI&list=RD02AcJRRuOnYHo

Batracomiomaquia de Homero


La Batracomiomaquia
Homero







Al comenzar esta primera página, ruego al coro del Helicón que venga a mi alma para entonar el canto que recientemente consigné en las tablas, sobre mis rodillas —una lucha inmensa, obra marcial llena de bélico tumulto— deseando que llegue a oídos de todos los mortales cómo se distinguieron los ratones al atacar a las ranas, imitando las proezas de los gigantes, hijos de la tierra. Tal como entre los hombres se cuenta, su principio fue del siguiente modo:

Un ratón sediento, que se había librado del peligro de una comadreja, sumergía su ávida barba cerca de allí, en un lago, y se refocilaba con el agua dulce como la miel cuando le vio una vocinglera rana, que en el lago tenía sus delicias y le habló de esta suerte:
—Forastero, ¿quién eres? ¿De dónde viniste a estas riberas? ¿Quién te engendró? Dímelo todo sinceramente: no sea que yo advierta que mientes. Si te considerare digno de ser mi amigo, te llevaré a mi casa y te haré muchos y buenos presentes de hospitalidad. Yo soy Hinchacarrillos y en el lago me honran como perpetuo caudillo de las ranas: crióme mi padre Lodoso y me dio a luz Reinadelasaguas, que se había juntado amorosamente con él a orillas del Erídano. Pero noto que también eres hermoso y fuerte, más aún que los otros; y debes de ser rey portador de cetro y valeroso combatiente en las batallas. Mas ea, declárame pronto tu linaje.

—¿Por qué me preguntas por mi linaje? Conocido es de todos los hombres y dioses y hasta de las aves que vuelan por el cielo. Yo me llamo Hurtamigas, soy hijo del magnánimo Roepán y tengo por madre a Lamemuelas, hija del rey Roejamones. Pero, ¿cómo podrás conseguir que sea tu amigo, si mi naturaleza es completamente distinta de la tuya? Para ti la vida está en el agua, mas yo acostumbro roer cuanto poseen los hombres: no se me oculta el pan floreado que se guarda en el redondo cesto; ni la gran torta rociada de sésamo; ni la tajada de jamón; ni el hígado, dentro de su blanca túnica; ni el queso fresco, de dulce leche fabricado; ni los ricos melindres, que hasta los inmortales apetecen; ni cosa alguna de lhttp://labatro.blogspot.com.ar/2010_04_01_archive.htmlas que preparan los cocineros para los festines de los mortales, echando a las ollas condimentos de toda especie.

Jamás huí de la gritería horrenda de las batallas, sino que siempre me encamino hacia el tumulto y pronto me mezclo con los combatientes más avanzados. No me espanta el hombre con su gran cuerpo, pues encaramándome a la cama en que reposa le muerdo la punta del dedo y hasta le cojo por el talón sin que le venga ningún dolor ni le desampare el dulce sueño mientras yo le muerdo. Dos son los enemigos de quienes en gran manera lo temo todo en toda la tierra: el gavilán y la comadreja, que me causan terribles pesares; y también el luctuoso cepo, donde se oculta traidora muerte. Pero temo mucho más a la comadreja, que es fortísima y, cuando me escondo en un agujero, al mismo agujero va a buscarme. No como rábanos, ni coles, ni calabazas ni me nutro de verdes acelgas ni de apio; que estos son vuestros manjares, alimentos propios de los que habitáis en la laguna.
A estas razones Hinchacarrillos contestó sonriendo:

—¡Oh forastero! Mucho te envaneces por lo del vientre; también las ranas tenemos muy muchas cosas admirables de ver, así en el lago como en la tierra firme. Pues el Cronión nos dio un doble modo de vivir y podemos saltar en la tierra y zambullir nuestro cuerpo en el agua, habitando moradas que de ambos elementos participan. Si quieres comprobarlo, muy fácil te ha de ser: monta sobre mi espalda, agárrate a mí para que no resbales y llegarás contento a mi palacio.

Así dijo; y le presentó la espalda. El otro, subiendo al punto con fácil salto, asióse con las manos al tierno cuello. Y al principio regocijábase contemplando los vecinos puertos y deleitándose con el nado de Hinchacarrillos; mas, así que se sintió bañado por las purpúreas olas, brotáronle copiosas lágrimas y, tardíamente arrepentido, se lamentaba y se arrancaba los pelos, apretaba con sus pies el vientre de la rana, le palpitaba el corazón por lo insólito de la aventura y anhelaba volver a tierra firme; y en tanto el glacial terror le hacía gemir horriblemente. Extendió entonces la cola sobre el agua, moviéndola como un remo, y, mientras pedía a las deidades que le dejaran arribar a tierra firme, iban bañándolo las purpúreas ondas. Gritó, por fin, y estas fueron las palabras que profirió su boca:

—No fue así ciertamente como llevó sobre los hombros la amorosa carga el toro que, al través de las olas, condujo a Creta la ninfa Europa; como, nadando me transporta a mí sobre los suyos esta rana que apenas levanta el amarillo cuerpo entre la blanca espuma.
De súbito apareció una hidra, con el cuello erguido sobre el agua ¡Amargo espectáculo para entrambos! Al verla, sumergióse Hinchacarrillos, sin parar mientes en la calidad del compañero que, abandonado, iba a perecer. Fuese, pues, la rana a lo hondo del lago y así evitó la negra muerte. El ratón, al soltarlo la rana, cayó en seguida de espaldas sobre el agua; y apretaba las manos; y, en su agonía, daba agudos chillidos. Muchas veces se hundió en el agua, otras muchas se puso a flote coceando; pero no logró escapar a su destino. El pelo, mojado, aumentaba aún más su pesantez. Y pereciendo en el agua, pronunció estas palabras:

—No pasará inadvertido tu doloso proceder, oh Hinchacarrillos, que a este náufrago despeñaste de tu cuerpo como de una roca. En tierra, oh muy perverso, no me vencieras ni en el pancracio, ni en la lucha, ni en la carrera; pero te valiste del engaño para tirarme al agua. Tiene la divinidad un ojo vengador, y pagarás la pena al ejército de los ratones sin que consigas escaparte.

Diciendo así, expiró en el agua. Mas acercó a verlo Lameplatos, que se hallaba en el blando césped de la ribera; y, profiriendo horribles chillidos corrió a participarlo a los ratones. Así que éstos se enteraron de la desgracia, todos se sintieron poseídos de terrible cólera. En seguida ordenaron a los heraldos que al romper el alba convocaran a junta en la morada de Roepán, padre del desdichado Hurtamigas, cuyo cadáver aparecía tendido de espaldas en el estanque, pues el mísero ya no se hallaba próximo a la ribera, sino que iba flotando en medio del ponto. Y cuando, al descubrirse la aurora, todos acudieron diligentes, Roepán, irritado por la suerte de su hijo, se levantó el primero y les dijo estas palabras:

—¡Oh amigos! Aunque a mí solo me han hecho padecer las ranas tantos males, la actual desventura a todos nos alcanza. Soy muy desgraciado, puesto que perdí tres hijos. Al mayor lo mató la odiosísima comadreja, echándole la zarpa por un agujero. Al segundo lleváronlo a la muerte los crueles hombres, con novísimas artes, inventando un lígneo armadijo que llaman ratonera y es la perdición de los ratones. Y el que era mi tercer hijo, tan caro a mi y a su veneranda madre, lo ha ahogado Hinchacarrillos, conduciéndolo al fondo de la laguna. Mas, ea, armaos y salgamos todos contra las ranas, bien guarnecido el cuerpo con las labradas armaduras.

Diciendo semejantes razones, a todos les persuadió a que se armaran; y a todos los armó Ares, que se cuida de la guerra. Primeramente ajustaron a sus muslos, como grebas, vainillas de verdes habas bien preparadas, que entonces abrieron y que durante la noche habían roído de la planta. Pusiéronse corazas de pieles con cañas, que ellos mismos habían dispuesto con gran habilidad, después de desollar una comadreja. Su escudo consistía en una tapa de las que llevan en el centro los candiles; sus lanzas eran larguísimas agujas, broncínea labor de Ares; y formaba su morrión una cáscara de guisante sobre las sienes.

Así se armaron los ratones. Las ranas, al notarlo, salieron del agua y, reuniéndose en cierto lugar, celebraron consejo para tratar de la perniciosa guerra. Y mientras inquirían cuál fuera la causa de aquel levantamiento y de aquel tumulto, acercóseles un heraldo con una varita en la mano —Penetraollas, hijo del magnánimo Roequeso— y les anunció la funesta declaración de guerra, hablándoles de esta suerte:

—¡Oh ranas! Los ratones os amenazan con la guerra y me envían a deciros que os arméis para la lucha y el combate, pues vieron en el agua a Hurtamigas, a quien mató vuestro rey Hinchacarrillos. Pelead, pues, los que más valientes seáis entre las ranas.

Diciendo así, les declaró el mensaje. Su discurso penetró en todos los oídos y turbó la mente de las soberbias ranas. Y como ellas increparan a Hinchacarrillos, éste se levantó y les dijo:

—¡Amigos! Ni he dado muerte al ratón, ni le he visto perecer. Debió de ahogarse mientras jugaba a orillas del lago, imitando el nadar de las ranas; y los perversos me acusan a mí que soy inocente. Mas, ea, busquemos de qué manera nos será posible destruir los pérfidos ratones. Voy a deciros la que me parece más conveniente. Cubramos el cuerpo con las armas y coloquémonos todos en los bordes más altos de la ribera, en el lugar más abrupto; y cuando aquéllos vengan a atacarnos, asgamos por el casco a los que a nosotros se aproximen y echémoslos prestamente al lago con sus mismas armaduras. Y después que se ahoguen en el agua, pues no saben nadar, erigiremos alegres un trofeo que el ratonicidio conmemore.

Diciendo así, a todos les persuadió a que se armaran. Cubrieron sus piernas con hojas de malva; pusiéronse corazas de verdes y hermosas acelgas, transformaron hábilmente en escudos unas hojas de col; tomaron a guisa de lanza sendos juncos, largos y punzantes; y cubrieron su cabeza con yelmos que eran conchas de tenues caracoles. Vestida la armadura, formáronse en lo alto de la ribera, blandiendo las lanzas, llenos de furor.

Entonces Zeus llamó a las deidades al estrellado cielo y, mostrándoles toda la batalla y los fuertes combatientes, que eran muchos y grandes y manejaban luengas picas —como si se pusiera en marcha un ejército de centauros o de gigantes— preguntó sonriente "¿Cuáles dioses auxiliarán a las ranas y cuáles a los ratones?" Y dijo a Atenea:

—¡Hija! ¿Irás por ventura a dar auxilio a los ratones, puesto que todos saltan en tu templo, donde se deleitan con el vapor de la grasa quemada y con manjares de toda especie?

—¡Oh padre! Jamás iré a prestar mi auxilio a los afligidos ratones, porque me han causado multitud de males, estropeando las diademas y las lámparas para beberse el aceite. Y aun me atormenta más el ánimo otra de sus fechorías: me han roído y agujereado un peplo de sutil trama y fino estambre que tejí yo misma; y ahora el sastre me apremia por la usura —¡situación horrible para un inmortal!— pues tomé al fiado lo que necesitaba para tejer y ahora no sé como devolverlo. Mas ni aun así querré auxiliar a las ranas, que tampoco tienen ellas sano juicio: pues recientemente, al volver de un combate en que me cansé mucho, me hallaba falta de sueño y no me dejaron pegar los ojos con su alboroto; y estuve acostada, sin dormir y doliéndome la cabeza, hasta que cantó el gallo. Ea, pues, oh dioses, abstengámonos de darles nuestra ayuda: no fuese que alguno de vosotros resultase herido por el punzante dardo, pues combatirán cuerpo a cuerpo, aunque una deidad se les oponga; y gocémonos todos en contemplar desde el cielo la contienda.

Así dijo. Obedeciéronla los restantes dioses y todos juntos se encaminaron a cierto paraje. Entonces los cínifes preludiaron con grandes trompetas el fragor horroroso del combate; y Zeus Cronida tronó desde el cielo, dando la señal de la funesta lucha.

Primeramente Chillafuerte hirió con su pica a Lamehombres, que se hallaba entre los más avanzados luchadores, clavándosela en el vientre, en medio del hígado: el ratón cayó boca abajo, se le mancharon las tiernas crines, y, al venir a tierra con gran ruido, las armas resonaron sobre su cuerpo. Después Habitagujeros, como alcanzara a Cienolento, le hundió en el pecho la robusta lanza: hizo presa en el caído la negra muerte y el alma le voló del cuerpo. Acelguívoro mató a Penetraollas, tirándole un dardo al corazón, y en la propria orilla mató también a Roequeso.

Comepan hirió en el vientre a Muchavoz, que cayó boca abajo y el alma le voló de los miembros. Gozalago al ver que Muchavoz se moría, adelantóse e hirió a Habitagujeros en el delicado cuello con una piedra como de molino y a éste la oscuridad le veló los ojos.

Grandemente apesarado Albahaquero hirió al ratón con el aguzado junco, sin que luego se le acercara para recobrar la lanza. Así que lo vio Lamehombres, dirigióle un brillante dardo y no le erró, pues se lo clavó en el hígado. Y como viera que Comecosto huía, cayóse al pie de la elevada orilla. Pero ni aun así cesó de luchar, sino que le hirió; y éste vino al suelo para no levantarse más; tiñóse el lago con la purpúrea sangre y el ratón quedó en la ribera envuelto en las delgadas cuerdas de sus intestinos.

 

Juncalero, al ver a Taladrajamones, entró en gran temor, tiró el escudo y huyó, echándose de un salto en el agua. El irreprensible Reposaenelcieno mató a Pastinascívoro y Gozaenelagua dio muerte al rey Roejamones, hiriéndole con un canto en la parte superior de la cabeza: el cerebro le fluía al ratón por la nariz y la tierra se manchaba de sangre.

Lameplatos mató al irreprensible Reposaenelcieno, acometiéndole con la lanza; y a éste la obscuridad le veló los ojos. Puerrívoro, al verlo, cogió por el pie a Oliscasado y, apretándole con la mano el tendón, lo ahogó en el lago.

Ladrondemigajas quiso vengar a su difunto compañero e hirió a Puerrívoro en el vientre, en medio del hígado: cayó a sus pies la rana y el espíritu de la misma fuese al Hades. Andaentrecoles, cuando lo vio, tiróle desde lejos un puñado de cieno, que le manchó el rostro y por poco no le ciega.

Encolerizóse el ratón y cogiendo con su robusta mano una enorme piedra que había en la llanura, verdadera carga de la tierra, con ella hirió a Andaentrecoles debajo de las rodillas: quebróse toda la pierna derecha de la rana, y cayó ésta de espaldas en el polvo. Vocinglero acudió en su auxilio y, acometiendo a Ladrondemigajas, le hirió en medio del vientre: envasóle todo el aguzado junco y, al arrancarle la pica con su robusto brazo, todos los intestinos se desparramaron por el suelo.

Y así que lo vio en lo alto de la ribera Habitagujeros —el cual, hallándose sumamente abatido, se retiraba del combate cojeando— saltó a un foso para escapar de la horrible muerte. Roepán hirió en la extremidad del pie a Hinchacarrillos; y éste, afligido, diose en seguida a la fuga y saltó el lago.

Alguívoro, cuando le vio caído y casi exánime, abrióse paso por entre los combatientes delanteros y acometió a Roepán con el aguzado junco, mas no logró romperle el escudo y en éste se quedó clavada la punta de la pica. Pero le hirió en el eximio casco de cuádruple penacho, haciéndose émulo del propio Ares, el divinal Catorégano, único combatiente que sobresalía entre la muchedumbre de las ranas. Mas arremetieron contra él y, al verlo, no se atrevió a esperar a los esforzados héroes y fue a sumergirse en lo profundo del lago.

Figuraba entre los ratones el mancebo Robaparte, señalado entre todos e hijo del irreprensible Roedor que acecha el pan. Roedor fue a su casa y mandó a su hijo que interviniera en el combate, y éste aseguró, braveando, que había de exterminar el linaje de las ranas. Púsose cerca de ellas con ganas de combatir reciamente; rompió por la mitad una cáscara de nuez y armóse metiendo las manos en ambos fragmentos. Temerosas las ranas fuéronse todas al lago. Y aquél hubiera llevado a cabo su propósito, pues su fuerza era grande, si no lo hubiese advertido en seguida el padre de los hombres y de los dioses. El Cronión se compadeció entonces de las ranas, que perecían, y, moviendo la cabeza, dijo de esta suerte:

—¡Oh dioses! Grande es la hazaña que van a contemplar mis ojos. Muy perplejo me dejó Robaparte al gloriarse fieramente de que ha de destruir las ranas en el lago. Mas enviemos cuanto antes a Palas, que produce el tumulto de la guerra, o a Ares, para que lo aparten de la batalla no obstante su valentía.

Así se expresó el Cronida, y Ares contestóle diciendo:
—Ni el poder de Atenea ni el de Ares bastarán, oh Cronida, para librar a las ranas de la perdición horrenda. Mas, ea, vayamos en su auxilio todos juntos o mueve tu arma con la cual mataste a los titanes, que eran con mucho los mejores de todos; y de esta manera quedará domeñado el más valiente, como en otro tiempo hiciste perecer al robusto varón Capaneo, al gran Enceladonte y a las feroces familias de los Gigantes.

Así dijo; y el Cronida arrojó el brillante rayo. Primeramente despidió un trueno, que hizo estremecer el vasto Olimpo, y en seguida lanzó el rayo —temible arma de Zeus— que voló, serpeando, de la soberana mano. Su caída a todos les causó pavor, así a las ranas como a los ratones; mas no por eso abandonó el combate el ejército de estos últimos, que hubiera esperado aún más que antes destruir el linaje de las belicosas ranas, si Zeus, compadeciéndose de ellas desde el Olimpo, no les hubiera enviado prestamente auxiliares

De pronto se presentaron unos animales de espaldas como yunques, de garras corvas, de marcha oblicua, de pies torcidos, de bocas como tijeras, de piel crustácea, de consistencia ósea, de lomos anchos y relucientes, patizambos, de prolongados labios, que miraban por el pecho y tenían ocho pies y dos cabezas, indomables: eran cangrejos, los cuales se pusieron a cortar con sus bocas las colas, pies y manos de los ratones, cuyas lanzas se doblaban al acometer a los nuevos enemigos.

Temiéronles los tímidos ratones y, cesando en su resistencia, se dieron a la fuga. Y al ponerse el sol, terminó aquella batalla que había durado un solo día.

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Batracomiomaquia comic






[La risa / O el teléfono /Me pretextan /Hacia la vagancia] por Daniel Rojas Pachas


Todavía sufrimos esta fugacidad de la palabra.
Encaramados a la transparencia de juegos que a nadie importan
esperando a un amigo (a)
que pueda definir a golpes
Si es posible, si algo le interesa,
esta negligencia de errar a mordiscos, devorando a regañadientes la artificialidad del canto sin música y la retórica fuera de todo compromiso…
Todavía enjuagamos el sudor en camisetas percudidas y jeans bambas comprados en alguna feria fronteriza…
Y estrangular los verbos, a la luz de tales menesteres, no parece gran cosa,
El esfuerzo en fin…
Termina por convertirse en un remedio barato a la hora de joder la médula del ocio
Y silbar en la (su) oreja recitando frases sexys de reconciliación…
Es la alquimia más imbécil de todas y para qué seguir en ello como la larva sobre la carne…
¿Acaso hay goce?, ¿no te arrepientes de haber dado vuelta en aquella tonta esquina dejando al azar … trajes, cenas y corbatas? Al menos yo lo hago a cada segundo…
Y me asomo al balcón… incluso si este es imaginario y la ciudad a sus pies un poema que se abre y cierra…
Y por mucho que un sueño terrible baje y haya que arremeter con furia sexual en contra no a favor de la lectura
En algo se soluciona este inoperancia de respirar a tranco largo
Y en cuartos color pastel, pasados a perfume barato / escuchando una cumbia a lo lejos y ruidos de niños gritando y ambulancias que compiten en alaridos…
Puede que se esconda la explicación de tanta inopia insensata.
Construir ante el letargo…
la imagen de uno mismo, corriendo semidesnudo en un círculo reducido para evitar esas pesadillas de círculos aun más estrechos…
Andar sin pasos y no llegar por mucho que se corra en el aire. Se facilita…
No aprendiste acaso la única lección importante de niñez.
Coyote nunca mires abajo cuando estás en el abismo de un gran cañón…

http://danielrojaspachas.blogspot.com.ar/2010/04/la-risa-o-el-telefono-me-pretextan.html

Batracomiomaquia


HOMERO

BATRACOMIOMAQUIA
O LUCHA DE LAS RANAS CON LOS RATONES




CANTO ÚNICO

Al comenzar esta primera página, ruego al coro del Helicón que venga a mi alma para entonar el canto que recientemente consigné en las tablas, sobre mis rodillas —una lucha inmensa, obra marcial llena de bélico tumulto— deseando que llegue a oídos de todos los mortales cómo se distinguieron los ratones al atacar a las ranas, imitando las proezas de los gigantes, hijos de la tierra. Tal como entre los hombres se cuenta, su principio fue del siguiente modo:

Un ratón sediento, que se había librado del peligro de una comadreja, sumergía su ávida barba cerca de allí, en un lago, y se refocilaba con el agua dulce como la miel cuando le vio una vocinglera rana, que en el lago tenía sus delicias y le habló de esta suerte:

—Forastero, ¿quién eres? ¿De dónde viniste a estas riberas? ¿Quién te engendró? Dímelo todo sinceramente: no sea que yo advierta que mientes. Si te considerare digno de ser mi amigo, te llevaré a mi casa y te haré muchos y buenos presentes de hospitalidad. Yo soy Hinchacarrillos y en el lago me honran como perpetuo caudillo de las ranas: crióme mi padre Lodoso y me dio a luz Reinadelasaguas, que se había juntado amorosamente con él a orillas del Erídano. Pero noto que también eres hermoso y fuerte, más aún que los otros; y debes de ser rey portador de cetro y valeroso combatiente en las batallas. Mas sea, declárame pronto tu linaje.

—¿Por qué me preguntas por mi linaje? Conocido es de todos los hombres y dioses y hasta de las aves que vuelan por el cielo. Yo me llamo Hurtamigas, soy hijo del magnánimo Roepán y tengo por madre a Lamemuelas, hija del rey Roejamones. Pero, ¿cómo podrás conseguir que sea tu amigo, si mi naturaleza es completamente distinta de la tuya? Para ti la vida está en el agua, mas yo acostumbro roer cuanto poseen los hombres: no se me oculta el pan floreado que se guarda en el redondo cesto; ni la gran torta rociada de sésamo; ni la tajada de jamón; ni el hígado, dentro de su blanca túnica; ni el queso fresco, de dulce leche fabricado; ni los ricos melindres, que hasta los inmortales apetecen; ni cosa alguna de las que preparan los cocineros para los festines de los mortales, echando a las ollas condimentos de toda especie.

Jamás huí de la gritería horrenda de las batallas, sino que siempre me encamino hacia el tumulto y pronto me mezclo con los combatientes más avanzados. No me espanta el hombre con su gran cuerpo, pues encaramándome a la cama en que reposa le muerdo la punta del dedo y hasta le cojo por el talón sin que le venga ningún dolor ni le desampare el dulce sueño mientras yo le muerdo. Dos son los enemigos de quienes en gran manera lo temo todo en toda la tierra: el gavilán y la comadreja, que me causan terribles pesares; y también el luctuoso cepo, donde se oculta traidora muerte. Pero temo mucho más a la comadreja, que es fortísima y, cuando me escondo en un agujero, al mismo agujero va a buscarme. No como rábanos, ni coles, ni calabazas ni me nutro de verdes acelgas ni de apio; que estos son vuestros manjares, alimentos propios de los que habitáis en la laguna.

A estas razones Hinchacarrillos contestó sonriendo: —¡Oh forastero! Mucho te envaneces por lo del vientre; también las ranas tenemos muy muchas cosas admirables de ver, así en el lago como en la tierra firme. Pues el Cronión nos dio un doble modo de vivir y podemos saltar en la tierra y zambullir nuestro cuerpo en el agua, habitando moradas que de ambos elementos participan. Si quieres comprobarlo, muy fácil te ha de ser: monta sobre mi espalda, agárrate a mí para que no resbales y llegarás contento a mi palacio. Así dijo; y le presentó la espalda. El otro, subiendo al punto con fácil salto, asióse con las manos al tierno cuello. Y al principio regocijábase contemplando los vecinos puertos y deleitándose con el nado de Hinchacarrillos; mas, así que se sintió bañado por las purpúreas olas, brotáronle copiosas lágrimas y, tardíamente arrepentido, se lamentaba y se arrancaba los pelos, apretaba con sus pies el vientre de la rana, le palpitaba el corazón por lo insólito de la aventura y anhelaba volver a tierra firme; y en tanto el glacial terror le hacía gemir horriblemente. Extendió entonces la cola sobre el agua, moviéndola como un remo, y, mientras pedía a las deidades que le dejaran arribar a tierra firme, iban bañándolo las purpúreas ondas. Gritó, por fin, y estas fueron las palabras que profirió su boca:

—No fue así ciertamente como llevó sobre los hombros la amorosa carga el toro que, al través de las olas, condujo a Creta la ninfa Europa; como, nadando me transporta a mí sobre los suyos esta rana que apenas levanta el amarillo cuerpo entre la blanca espuma.

De súbito apareció una hidra, con el cuello erguido sobre el agua ¡Amargo espectáculo para entrambos! Al verla, sumergióse Hinchacarrillos, sin parar mientes en la calidad del compañero que, abandonado, iba a perecer. Fuese, pues, la rana a lo hondo del lago y así evitó la negra muerte. El ratón, al soltarlo la rana, cayó en seguida de espaldas sobre el agua; y apretaba las manos; y, en su agonía, daba agudos chillidos. Muchas veces se hundió en el agua, otras muchas se puso a flote coceando; pero no logró escapar a su destino. El pelo, mojado, aumentaba aún más su pesantez. Y pereciendo en el agua, pronunció estas palabras:

—No pasará inadvertido tu doloso proceder, oh Hinchacarrillos, que a este náufrago despeñaste de tu cuerpo como de una roca. En tierra, oh muy perverso, no me vencieras ni en el pancracio, ni en la lucha, ni en la carrera; pero te valiste del engaño para tirarme al agua. Tiene la divinidad un ojo vengador, y pagarás la pena al ejército de los ratones sin que consigas escaparte.

Diciendo así, expiró en el agua. Mas acercó a verlo Lameplatos, que se hallaba en el blando césped de la ribera; y, profiriendo horribles chillidos corrió a participarlo a los ratones. Así que éstos se enteraron de la desgracia, todos se sintieron poseídos de terrible cólera. En seguida ordenaron a los heraldos que al romper el alba convocaran a junta en la morada de Roepán, padre del desdichado Hurtamigas, cuyo cadáver aparecía tendido de espaldas en el estanque, pues el mísero ya no se hallaba próximo a la ribera, sino que iba flotando en medio del ponto. Y cuando, al descubrirse la aurora, todos acudieron diligentes, Roepán, irritado por la suerte de su hijo, se levantó el primero y les dijo estas palabras:

—¡Oh amigos! Aunque a mí solo me han hecho padecer las ranas tantos males, la actual desventura a todos nos alcanza. Soy muy desgraciado, puesto que perdí tres hijos. Al mayor lo mató la odiosísima comadreja, echándole la zarpa por un agujero. Al segundo lleváronlo a la muerte los crueles hombres, con novísimas artes, inventando un lígneo armadijo que llaman ratonera y es la perdición de los ratones. Y el que era mi tercer hijo, tan caro a mi y a su veneranda madre, lo ha ahogado Hinchacarrillos, conduciéndolo al fondo de la laguna. Mas, ea, armaos y salgamos todos contra las ranas, bien guarnecido el cuerpo con las labradas armaduras.

Diciendo semejantes razones, a todos les persuadió a que se armaran; y a todos los armó Ares, que se cuida de la guerra. Primeramente ajustaron a sus muslos, como grebas, vainillas de verdes habas bien preparadas, que entonces abrieron y que durante la noche habían roído de la planta. Pusiéronse corazas de pieles con cañas, que ellos mismos habían dispuesto con gran habilidad, después de desollar una comadreja. Su escudo consistía en una tapa de las que llevan en el centro los candiles; sus lanzas eran larguísimas agujas, broncínea labor de Ares; y formaba su morrión una cáscara de guisante sobre las sienes.

Así se armaron los ratones. Las ranas, al notarlo, salieron del agua y, reuniéndose en cierto lugar, celebraron consejo para tratar de la perniciosa guerra. Y mientras inquirían cuál fuera la causa de aquel levantamiento y de aquel tumulto, acercóseles un heraldo con una varita en la mano —Penetraollas, hijo del magnánimo Roequeso— y les anunció la funesta declaración de guerra, hablándoles de esta suerte: —¡Oh ranas! Los ratones os amenazan con la guerra y me envían a deciros que os arméis para la lucha y el combate, pues vieron en el agua a Hurtamigas, a quien mató vuestro rey Hinchacarrillos. Pelead, pues, los que más valientes seáis entre las ranas.

Diciendo así, les declaró el mensaje. Su discurso penetró en todos los oídos y turbó la mente de las soberbias ranas. Y como ellas increparan a Hinchacarrillos, éste se levantó y les dijo:

—¡Amigos! Ni he dado muerte al ratón, ni le he visto perecer. Debió de ahogarse mientras jugaba a orillas del lago, imitando el nadar de las ranas; y los perversos me acusan a mí que soy inocente. Mas, ea, busquemos de qué manera nos será posible destruir los pérfidos ratones. Voy a deciros la que me parece más conveniente. Cubramos el cuerpo con las armas y coloquémonos todos en los bordes más altos de la ribera, en el lugar más abrupto; y cuando aquéllos vengan a atacarnos, asgamos por el casco a los que a nosotros se aproximen y echémoslos prestamente al lago con sus mismas armaduras. Y después que se ahoguen en el agua, pues no saben nadar, erigiremos alegres un trofeo que el ratonicidio conmemore.

Diciendo así, a todos les persuadió a que se armaran. Cubrieron sus piernas con hojas de malva; pusiéronse corazas de verdes y hermosas acelgas, transformaron hábilmente en escudos unas hojas de col; tomaron a guisa de lanza sendos juncos, largos y punzantes; y cubrieron su cabeza con yelmos que eran conchas de tenues caracoles. Vestida la armadura, formáronse en lo alto de la ribera, blandiendo las lanzas, llenos de furor.

Entonces Zeus llamó a las deidades al estrellado cielo y, mostrándoles toda la batalla y los fuertes combatientes, que eran muchos y grandes y manejaban luengas picas —como si se pusiera en marcha un ejército de centauros o de gigantes— preguntó sonriente "¿Cuáles dioses auxiliarán a las ranas y cuáles a los ratones?" Y dijo a Atenea:

—¡Hija! ¿Irás por ventura a dar auxilio a los ratones, puesto que todos saltan en tu templo, donde se deleitan con el vapor de la grasa quemada y con manjares de toda especie?

—¡Oh padre! Jamás iré a prestar mi auxilio a los afligidos ratones, porque me han causado multitud de males, estropeando las diademas y las lámparas para beberse el aceite. Y aun me atormenta más el ánimo otra de sus fechorías: me han roído y agujereado un peplo de sutil trama y fino estambre que tejí yo misma; y ahora el sastre me apremia por la usura —¡situación horrible para un inmortal!— pues tomé al fiado lo que necesitaba para tejer y ahora no sé como devolverlo. Mas ni aun así querré auxiliar a las ranas, que tampoco tienen ellas sano juicio: pues recientemente, al volver de un combate en que me cansé mucho, me hallaba falta de sueño y no me dejaron pegar los ojos con su alboroto; y estuve acostada, sin dormir y doliéndome la cabeza, hasta que cantó el gallo. Ea, pues, oh dioses, abstengámonos de darles nuestra ayuda: no fuese que alguno de vosotros resultase herido por el punzante dardo, pues combatirán cuerpo a cuerpo, aunque una deidad se les oponga; y gocémonos todos en contemplar desde el cielo la contienda.

Así dijo. Obedeciéronla los restantes dioses y todos juntos se encaminaron a cierto paraje. Entonces los cínifes preludiaron con grandes trompetas el fragor horroroso del combate; y Zeus Cronida tronó desde el cielo, dando la señal de la funesta lucha.

Primeramente Chillafuerte hirió con su pica a Lamehombres, que se hallaba entre los más avanzados luchadores, clavándosela en el vientre, en medio del hígado: el ratón cayó boca abajo, se le mancharon las tiernas crines, y, al venir a tierra con gran ruido, las armas resonaron sobre su cuerpo. Después Habitagujeros, como alcanzara a Cienolento, le hundió en el pecho la robusta lanza: hizo presa en el caído la negra muerte y el alma le voló del cuerpo. Acelguívoro mató a Penetraollas, tirándole un dardo al corazón, y en la propria orilla mató también a Roequeso.

Comepan hirió en el vientre a Muchavoz, que cayó boca abajo y el alma le voló de los miembros. Gozalago al ver que Muchavoz se moría, adelantóse e hirió a Habitagujeros en el delicado cuello con una piedra como de molino y a éste la oscuridad le veló los ojos.

Grandemente apesarado Albahaquero hirió al ratón con el aguzado junco, sin que luego se le acercara para recobrar la lanza. Así que lo vio Lamehombres, dirigióle un brillante dardo y no le erró, pues se lo clavó en el hígado. Y como viera que Comecosto huía, cayóse al pie de la elevada orilla. Pero ni aun así cesó de luchar, sino que le hirió; y éste vino al suelo para no levantarse más; tiñóse el lago con la purpúrea sangre y el ratón quedó en la ribera envuelto en las delgadas cuerdas de sus intestinos.

Juncalero, al ver a Taladrajamones, entró en gran temor, tiró el escudo y huyó, echándose de un salto en el agua. El irreprensible Reposaenelcieno mató a Pastinascívoro y Gozaenelagua dio muerte al rey Roejamones, hiriéndole con un canto en la parte superior de la cabeza: el cerebro le fluía al ratón por la nariz y la tierra se manchaba de sangre.

Lameplatos mató al irreprensible Reposaenelcieno, acometiéndole con la lanza; y a éste la obscuridad le veló los ojos. Puerrívoro, al verlo, cogió por el pie a Oliscasado y, apretándole con la mano el tendón, lo ahogó en el lago.

Ladrondemigajas quiso vengar a su difunto compañero e hirió a Puerrívoro en el vientre, en medio del hígado: cayó a sus pies la rana y el espíritu de la misma fuese al Hades. Andaentrecoles, cuando lo vio, tiróle desde lejos un puñado de cieno, que le manchó el rostro y por poco no le ciega.

Encolerizóse el ratón y cogiendo con su robusta mano una enorme piedra que había en la llanura, verdadera carga de la tierra, con ella hirió a Andaentrecoles debajo de las rodillas: quebróse toda la pierna derecha de la rana, y cayó ésta de espaldas en el polvo. Vocinglero acudió en su auxilio y, acometiendo a Ladrondemigajas, le hirió en medio del vientre: envasóle todo el aguzado junco y, al arrancarle la pica con su robusto brazo, todos los intestinos se desparramaron por el suelo.

Y así que lo vio en lo alto de la ribera Habitagujeros —el cual, hallándose sumamente abatido, se retiraba del combate cojeando— saltó a un foso para escapar de la horrible muerte. Roepán hirió en la extremidad del pie a Hinchacarrillos; y éste, afligido, diose en seguida a la fuga y saltó el lago.

Alguívoro, cuando le vio caído y casi exánime, abrióse paso por entre los combatientes delanteros y acometió a Roepán con el aguzado junco, mas no logró romperle el escudo y en éste se quedó clavada la punta de la pica. Pero le hirió en el eximio casco de cuádruple penacho, haciéndose émulo del propio Ares, el divinal Catorégano, único combatiente que sobresalía entre la muchedumbre de las ranas. Mas arremetieron contra él y, al verlo, no se atrevió a esperar a los esforzados héroes y fue a sumergirse en lo profundo del lago.

Figuraba entre los ratones el mancebo Robaparte, señalado entre todos e hijo del irreprensible Roedor que acecha el pan. Roedor fue a su casa y mandó a su hijo que interviniera en el combate, y éste aseguró, braveando, que había de exterminar el linaje de las ranas. Púsose cerca de ellas con ganas de combatir reciamente; rompió por la mitad una cáscara de nuez y armóse metiendo las manos en ambos fragmentos. Temerosas las ranas fuéronse todas al lago. Y aquél hubiera llevado a cabo su propósito, pues su fuerza era grande, si no lo hubiese advertido en seguida el padre de los hombres y de los dioses. El Cronión se compadeció entonces de las ranas, que perecían, y, moviendo la cabeza, dijo de esta suerte:

—¡Oh dioses! Grande es la hazaña que van a contemplar mis ojos. Muy perplejo me dejó Robaparte al gloriarse fieramente de que ha de destruir las ranas en el lago. Mas enviemos cuanto antes a Palas, que produce el tumulto de la guerra, o a Ares, para que lo aparten de la batalla no obstante su valentía.

Así se expresó el Cronida, y Ares contestóle diciendo: —Ni el poder de Atenea ni el de Ares bastarán, oh Cronida, para librar a las ranas de la perdición horrenda. Mas, ea, vayamos en su auxilio todos juntos o mueve tu arma con la cual mataste a los titanes, que eran con mucho los mejores de todos; y de esta manera quedará domeñado el más valiente, como en otro tiempo hiciste perecer al robusto varón Capaneo, al gran Enceladonte y a las feroces familias de los Gigantes. Así dijo; y el Cronida arrojó el brillante rayo. Primeramente despidió un trueno, que hizo estremecer el vasto Olimpo, y en seguida lanzó el rayo —temible arma de Zeus— que voló, serpeando, de la soberana mano. Su caída a todos les causó pavor, así a las ranas como a los ratones; mas no por eso abandonó el combate el ejército de estos últimos, que hubiera esperado aún más que antes destruir el linaje de las belicosas ranas, si Zeus, compadeciéndose de ellas desde el Olimpo, no les hubiera enviado prestamente auxiliares.

De pronto se presentaron unos animales de espaldas como yunques, de garras corvas, de marcha oblicua, de pies torcidos, de bocas como tijeras, de piel crustácea, de consistencia ósea, de lomos anchos y relucientes, patizambos, de prolongados labios, que miraban por el pecho y tenían ocho pies y dos cabezas, indomables: eran cangrejos, los cuales se pusieron a cortar con sus bocas las colas, pies y manos de los ratones, cuyas lanzas se doblaban al acometer a los nuevos enemigos.

Temiéronles los tímidos ratones y, cesando en su resistencia, se dieron a la fuga. Y al ponerse el sol, terminó aquella batalla que había durado un solo día.




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domingo, 21 de abril de 2013

Poemas de Elkin Restrepo


Poemas

ELKIN RESTREPO
Nació en Medellín en 1942. En 1968 ganó el premio nacional de poesía Vanguardia, con su libro Bla, bla, bla. Ha publicado La sombra de otros lugares (1973); Memorias del mundo (1974); Lugar de invocaciones (1977); La palabra sin reino(1982); en el que se reunieron los tí­tulos anteriores; Retratos de artistas (1983) y Absorto escuchando el cercano canto de sirenas. Son suyos los poemas inéditos que aparecen en este número.




Vino así de improviso 
—cómo va a saber uno que el más común de los sentimientos 

sirva igualmente de refugio a divinidades avasallantes—,
mientras parado en una esquina de La Playa 
echaba una ojeada a los titulares de la tarde 
y un cielo radiante, sin una nube, fijo 
entre los altos edificios, abrigaba una promesa igual para todos.
Vino —un sentimiento disfrazado entre tantos otros—,
y yo sin darme cuenta que aquél que apuntaba 
entre mi actitud descuidada,
entre el simple dejarme vivir 
que a esta hora me impulsaba a estar entre la gente,
disfrutando de su bullicio y color, 
fuera el que de repente, 
mientras creí­as pensar en otras cosas, en fuegos fatuos, 
sin un anuncio —una ola en el océano—, 
me diera un instante de anonadante belleza. 
¡Fuera el que me diera un instante de fulminante verdad!

ELKIN RESTREPO


El café estaba a un lado, sobre la planicie, en el camino de regreso.
El jeep se detuvo y bajamos a beber una cerveza.
De repente nos dimos cuenta que la luz más vasta que hací­a rato
difund­a la tarde era ya la noche.
Una noche clara y llena de luces como la mirada de Dios.
Nos paramos a contemplarla.
Por momentos, allá­ fuera, el campo parecí­a alejarse hacia una soledad más blanca.
Sobre el horizonte, Marte acompañaba el recuerdo dorado de la luna
Como si una mano nos serenara, dejamos de hablar.
ELKIN RESTREPO

In vino veritas

In vino veritas es un proverbio latino, cuyo significado podría traducirse como «en el vino está la verdad».
 También es conocida la frase «Ἐν οἴνῳ ἀλήθεια», procedente del griego, cuyo significado es el mismo.
La frase completa sería «In vino veritas, in aqua sanitas» («En el vino está la verdad, en el agua la salud»).
El autor de la frase latina es Cayo Plinio Cecilio Segundo,1 más conocido como Plinio el Viejo.
mientras que la frase griega se atribuye a Alceo de Mitilene.

In vino veritas

In vino veritas es un proverbio latino, cuyo significado podría traducirse como «en el vino está la verdad».
                                                                                                           También es conocida la frase «Ἐν οἴνῳ ἀλήθεια», procedente del griego, cuyo significado es el mismo. La frase completa sería «In vino veritas, in aqua sanitas» («En el vino está la verdad, en el agua la salud»).
El autor de la frase latina es Cayo Plinio Cecilio Segundo,1 más conocido como Plinio el Viejo, mientras que la frase griega se atribuye a Alceo de Mitilene.

El signo

lunes, 8 de abril de 2013

Postgrado Analisis Del Discurso






http://es.scribd.com/doc/134733266/Postgrado-Analisis-Del-Discurso

LOS DÍAS DE MIÉRCOLES



  Juan Carlos García Reig. Los días de Miércoles. Municipalidad del partido de Pueyrredón. Ente de cultura. Mar del Plata. 1996.
-En sus cuentos breves el tema de la muerte suele aparecer con cierta frecuencia, ¿a qué se debe?
-No es un tema privativo de mis cuentos, habrá notado que en la vida también suele aparecer con cierta frecuencia.
-¿No teme jugar con la muerte?
-Soy un escritor temerario.
-¿Qué está escribiendo ahora?
-Un cuento trivial: el escritor que dialoga con la muerte y la muy pícara lo sorprende en la mitad de una palabra.
-¿cuál palabra?
-No sé, pero seguramente le va a faltar la última sílaba y el cuento quedará inconclu.
CURIOSIDADES DEL REINO ANIMAL
-Buenas tardes, queridos televidentes, hoy tenemos con nosotros a una exquisita modelo: Lulú Coquette. ¿Qué tal, Lulú?
-Bien Moncha, encantada de estar en tu programa.
-Gracias querida. Contanos, amorosa, en qué andás, sé que estuviste viajando por el interior del país.
-Efectivamente, Moncha. Fue una idea genial que tuvieron los directivos de la Revista Cosas de Mujeres; decidieron hacer las fotos de la colecciónotoño –invierno en una reducción indígena.
-Debe haber sido una maravillosa experiencia.
-La verdad que si. Al principio los indios no querían saber nada y se escondían, pero después entraron en confianza y hasta posaron con nosotras. ¡Son una amor!
-En el interior la gente es muy cálida.
-Cierto, ¿Ves este okubí que tengo puesto?, me lo regalaron ellos.
-Desde hoy que te estoy mirando la estola.
Señor director un primer plano por favor. Es espléndida. ¿qué piel me dijiste que es?
-Okubi, pero no es una estola, es un animal vivo, es...¿cómo te explico?, como una especie de lombriz gigante y peluda. Allá los indios lo usan a manera de bufanda y les queda regio con ese estilo tan negligé que tienen.
-¡Ay Lulú, no te da impresión tenerlo sobre los hombros!
-Para nada Moncha, es totalmente inofensivo y aparte se pasa todo el día durmiendo el muy estúpido.
-No l o insultes pobre criatura de Dios.
-¡Oia! Mirá Moncha, se despertó el idiota, ¿ves cómo se mueve?.
-¡Qué maravilla! ¡cómo se te enrosca en el cuello!...Parece una serpiente, ¿no te ahorca?
-¡Au-xi-li-o!
-¿Cómo decís?
-¡ahggg!
-No me contestes ahora amorosa. Vamos a un corte comercial.
-¡Ya apareció: Enciclopedia de las Curiosidades del Reino Animal! En los fascículos uno y dos , al precio de uno, entérese de la gran inteligencia de los delfines y de la extremada susceptibilidad del okubí.
LOS DÍAS DE MIÉRCOLES. García Reig
I
  En medio de la plaza de Cristiano Degollado había quedado una estaca con una calavera en la punta, clavada allí desde siempre, y que diera origen al nombre del pueblo. Había sido exquisitamente reproducida en el escudo de la delegación municipal; rodeada de laureles, aparecía la estaca sostenida por dos brazos, y la calavera con un gorro frigio encasquetado.
Sólo los amigos de La Mona Dormida sabían a quién había pertenecido aquella cabeza.
 Llegaron una noche cuando lo único existente en aquella parte del mundo era una miserable pulpería son nombre. Allí se encontraron; venían huyendo, cada cual por su camino prófugos de la razón. Compartieron unos vinos y hablaron de la perra vida, hasta la madrugada. Desensillaron, acomodaron los recados dentro del boliche, y se quedaron a dormir la mona. Al día siguiente, olvidaron hacia dónde iban y decidieron quedarse a vivir allí, convirtiéndose en los primeros pobladores.
  El payador Luis Reales, desde un oscuro rincón de La Mona Dormida, aseguraba que el cristiano degollado fue un sargento de las huestes de Prudencio Rosas que había perdido la cabeza en un enfrentamiento con los hombres de Pedro Castelli, durante la Revolución de los Libres del Sur.
-La cabeza del sargento- evocaba el payador- corría por el campo de batalla maldiciendo a los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios , y al grito de Viva la Santa Federación arengaba a la tropa haciendo rodar a los caballos adversarios prendida a las patas con los dientes, mientras el resto de su cuerpo blandía una espada.
-Ni la victoria sosegó la cabeza del guerrero-continuó el payador-. Dentro de un charco, con la boca ensangrentada, aún clamaba venganza. S jefe la alzó de los pelos, galopó más allá del Salado y la dejó clavada sobre una estaca, vociferando maldiciones, hasta que un día se le cayó la mandíbula y dejó de protestar.
-Claro está- consideró el Tero Bazet-.Calavera no chilla.
-Seguro-ratificó Cacho.
-Desde entonces, el sargento anduvo errante, buscando su cabeza-siguió el payador-. Se lo vio pasar por Trenque Lauquen, donde se entreveró fiero con un ombú que se interpuso en su camino.
-Desorientado, el hombre-consideró el Toto Naviera-. De seguir así , nunca va a llegar a destino.
-No quieran saber su suerte si llega a toparse con un ombú pendenciero-advirtió el Tero.
-Quizás lo terminen de despedazar los jabalíes opinó el Negro.
-Algún día vendrá el cristiano degollado a llevarse su cabeza y todo se irá a la miércoles-profetizó el payador.
-Amén-concluyó el Cacho.
II
  La fecha de fundación de Cristiano Degollado era incierta. SE conmemoraba el 18 de mayo, día de la escarapela, fecha en que un gobernador rubricó el decreto mediante el cual se reconocía la existencia del pueblo. Reconocimiento que desilusionó a los amigos de La Mona Dormida que creían vivir en un pueblo fantasma.
  El delegado municipal del Partido de Coronel Eleuterio Williamns en el pueblo, era designado por el intendente de Quinto Infierno, localidad cabecera del Partido. Al primero lo molieron a palos en la Cena de Bienvenida, al segundo, le robaron el caballo, la guitarra y la mujer, al tercero , el Negro Porrúa le ganó el puesto jugando al truco.
  El entonces intendente de Quinto Infierno, Don Benigno Torquemada, quien para mantener vivo el recuerdo de su finada esposa, había bautizado con ese nombre a su gata y su Ford T; dispuesto a acabar personalmente con el diferendo, puso en marcha la Flora y se fue, echando contraexplosiones, a Cristiano Degollado.
-Ave maría-saludó Don Benigno al entrar a la Mona Dormida.
-Ave César-respondió el Tero.
-Vengo a jugar la revancha-dijo dirigiéndose al Negro-. Si ganás te nombro delegado, y a otra cosa, mariposa.
-Borranos del mapa si querés -le espetó el payador desde la sombra-. Aquí no hay delegado que valga.
-Momento, compañero, que el quiero es mío-saltó el Negro. TE doy la revancha, pero si gano, no seré yo el delegado, sino quien el pueblo elija.
-Eso-apoyó el Cacho.
-Andá barajando y prepará los porotos-respondió don Benigno, sentándose a la mesa de negociaciones.
Se repartieron las cartas . Don Benigno, reclinándose en su asiento, las orejeó y cantó:
-En el medio de la mar suspiraba un chancho rengo y en el suspiro decía...
-Los chanchos no nadan-interrumpió el Negro.
-De las aves que vuelan me gusta el chancho –opinó Don Benigno.
-Los chanchos rengos no remontan vuelo-consideró el Negro.
-Suspiraba entonces un tortugo rengo-prosiguió don Benigno.
-Se dice tortuga-corrigió el Negro-. Tortuga macho.
-Suspiraba pues un tortuga macho rengo.
-Imposible, las tortugas de mar no tienen patas, tienen aletas.
Esta era una tortuga de tierra.
-las tortugas de tierra no nada ni buelan.
-pero suspiran.
-¿La que suspiraba en medio de la mar no era una gaviota?
-No me rompas las pelotas-calentóse don Benigno-. Suspiraba un chancho rengo y ene l suspiro decía qué flor que tengo.
-Contraflor al resto-desafió el Negro-.Cante.
-Veinticuatro-murmuró Don Benigno.
Veinticinco son mejores.
Resultado de aquel histórico pica-pica fue el documento conocido como “Acta de la Mona Dormnida”, a través del cual el intendente de Quinto Infierno, en uso de las atribuciones que le eran propias, autorizaba al pueblo a elegir su propio delegado.
  Al atardecer culminando el festejo, don Benigno se despidió alzando su copa.
-Al gran pueblo argentino, salud-dijo y se fue de jeta al piso.
  Lo cargaron entre cuatro en el asiento posterior de la Flora. Le dieron manija, le trabaron el volante, le bajaron los bigotes y la Flora salió disparando, como oca, a campo traviesa, cortando alambradas. Fue perseguida por unos arrieros que la confundieron con una Ford T salvaje. Finalmente, desorientada, terminó por zambullirse en El ahogado, de donde emergió Don Benigno ileso.
Al día siguiente se instaló en Cristiano Degollado el comisario Cerbero, delegado de la policía de la provincia.
III
Se convocó al pueblo a una Asamblea para la elección del delegado.
Entrada la noche ya nadie recordaba en La Mona Dormida para qué se habían reunido.
-Silencio-peticionó el comisario agujereando el techo de un balazo.
Afuera se oyó el llanto de un par de gatos abotonados.
Luciano cargó la escopeta y salió protestando:
-¡Que los parió a estos bichos degenerados!
El payador tomó la palabra:
-Estamos aquí reunidos para elegir un delegado, así que quien se crea capaz de someternos que levante la mano.
Huelga de brazos caídos.
Luciano entró en un bulto, lo depositó suavemente sobre una mesa y dijo a todos:
-parece un bebe, .. un bebe humano.
  El comisario se acercó y comenzó a desenvolver los trapos con sumo cuidado, como si se tratase de una bomba. Apareció un bebé desnudo echándoles una meada a manera de saludo.
-Macho, dijo la partera- dijo el comisario.
El boliche estalló de júbilo.
-¿No tenía una carta, una nota, o algo?-inquirió el payador.
-Ni pan abajo del brazo- respondió Luciano.
-Será un ángel caído del cielo-sospechó el comisario.
-Estaría hecho pelota-consideró el Negro.
No tiene alas.
-Ni paracaídas-advirtió el Tero.
-Esto viene de otro lado-intuyó el Toto.
-¿No tenía un repollo encima?=-preguntó el Turco.
La puerta se abrió de una patada y entró Severa Andanza: mujer que supo casarse con un rufián que murió acuchillado en la noche de bodas, de quien heredó El indio Despierto, famoso prostíbulo de Quinto Infierno.
-Lo parió una de mis chicas-pronunció Severa-. Dice que aquí está el padre.
-Seguro-opinó el Cacho.
Risas.
Cristiano Degollado era un pueblo sin mujeres, ni niños, como un barco que se hunde.
-Y dígame, hermana superiora, preguntó el Tero-, ¿quién de la congregación fue la pecadora?
-Jamaica-respondió Severa.
Silencio.
Todos amaba a Jamaica, la más joven del Mujerío que se traía para las noches de juerga. Era negra y sus ojos celestes reflejaban la gloria del día y bailaba como una atrevida, la pulpera de La Mona Dormida.
El niño comenzó a llorar.
-Se desbocó el zaino-comentó el Negro.
-Ya tenemos delegado-dijo el payador alzando al crío. Un verdadero hijo del pueblo.
Aplausos.  

domingo, 7 de abril de 2013

¿Qué significa hablar? Pierre Bourdieu


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headerpbb-copy.png¿Qué significa hablar?*
Entrevista a Pierre Bourdieu

Entrevista realizada por Didier Eribon para el diario francés Libération, 19 de octubre de 1982, con motivo de la publicación de Ce que veut dire parler. Esta obra fue traducida al castellano bajo el título de ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos.

Libération: Lo que más me ha sorprendido de su libro es que de hecho oscila de un lado a otro sobre la cuestión del poder y la dominación.

Pierre Bourdieu: Cualquier discurso es resultado de la reunión entre un habitus lingüístico, esto es una competencia inseparablemente técnica y social (a la vez capacidad de hablar y hacerlo de una determinada manera, socialmente marcada), y un mercado, es decir el sistema de « reglas » de formación de precios que contribuyen a orientar por anticipado la producción lingüística. Eso vale para el parloteo con amigos, para el discurso elevado en ocasiones oficiales, o para la escritura filosófica como intenté mostrarlo en el caso de Heidegger. Pues bien, todas esas relaciones de comunicación son asimismo relaciones de poder que han tenido siempre monopolios en el mercado lingüístico. Se trata de lenguajes secretos pasando por lenguajes científicos.

Libération: Pero más profundamente se tiene la impresión que en ese libro se traza una teoría general del poder, incluso política, por medio de la noción de poder político.

Pierre Bourdieu: El poder simbólico es un poder en la medida de su aceptación, de conseguir el reconocimiento; es decir, un poder (económico, político, cultural u otro) que tiene el poder de ignorarse en su calidad de poder, de violencia y arbitrariedad. La eficacia propia de este poder se ejerce no en el orden de la fuerza física sino en el orden del sentido de conocimiento. Por ejemplo, al noble, el latín le dice, es un nobilis, un hombre « conocido » y « reconocido ». Ahora bien, en cuanto se escapa al fisicalismo de las relaciones de fuerza para reintroducir las relaciones simbólicas de conocimiento, la lógica de las alternativas obligadas hace que se tengan todas las posibilidades de caer en la tradición de la filosofía del sujeto, de la conciencia, y pensar esos actos de reconocimiento como actos libres de sumisión y complicidad.

Así pues, sentido y conocimiento no implican en absoluto conciencia. Hay que buscar en una dirección totalmente opuesta, la que indicaban el último Heidegger y Marleau-Ponty: los agentes sociales, y los dominados mismos, están unidos al mundo social, (incluso al más repugnante e indignante) por una relación de complicidad sufrida que hace que algunos aspectos de ese mundo estén siempre más allá o por debajo del cuestionamiento crítico. Es a través de esta relación obscura de adhesión cuasi corporal que se ejercen los efectos del poder simbólico. La sumisión política se inscribe en las posturas, en los pliegues del cuerpo y los automatismos del cerebro. El vocabulario de la dominación abunda en metáforas corporales: hacer reverencias, bajarse los pantalones, mostrarse flexible, encorvarse. Y sexuales por supuesto. Las palabras expresan perfectamente la gimnasia política de la dominación o de la sumisión porque son, con el cuerpo, el soporte de montajes profundamente ocultos en los cuales un orden social se inscribe durablemente.

Libération: De este modo, ¿considera que el lenguaje debería estar en el centro de todo análisis político?
Las palabras ejercen un poder típicamente mágico: persuadir, influir. Pero, como en el caso de la magia, es necesario preguntarse dónde reside el principio de esa acción…

Pierre Bourdieu: Ahí mismo es necesario atender alternativas ordinarias. O bien se habla del lenguaje como si no tuviera otra función que comunicar, o bien se investiga en las palabras el principio de poder que se ejerce, en algunos casos, a través de ellas. Pienso por ejemplo en las órdenes o las consignas. De hecho, las palabras ejercen un poder típicamente mágico: persuadir, influir. Pero, como en el caso de la magia, es necesario preguntarse dónde reside el principio de esa acción o, más exactamente, cuáles son las condiciones sociales que vuelven posible la eficacia mágica de las palabras. El poder de las palabras sólo se ejerce sobre los que están dispuestos a interpretarlas y escucharlas, en pocas palabras a creerlas. En bearnés obedecer se dice crede, que significa también creer. Es la educación primaria –en el sentido amplio– quien deposita en cada uno la energía que las palabras (una bula de papa, una consigna del partido, una charla con un psicoanalista, etc.) un día u otro podrán activar. El principio de poder de las palabras reside en la complicidad que se establece, a través de ellas, entre un cuerpo social encarnado en un cuerpo biológico, el del portavoz o vocero, y cuerpos biológicos socialmente educados a reconocer sus órdenes, sus exhortaciones, sus insinuaciones o amenazas. Éstos son los « sujetos hablados », los fieles, los creyentes. Es todo lo que evoca, si se reflexiona, la noción de esprit de corps 1: fórmula sociológicamente fascinante y aterradora.

Libération: ¿Pero existen efectos y una eficacia propias del lenguaje?
Colocar una palabra por otra es cambiar la visión del mundo social, y por lo tanto, contribuir a transformarlo.

Pierre Bourdieu: Efectivamente es sorprendente que quienes no han parado de hablar de la lengua y el habla, o incluso de la « fuerza ilocucionaria » 2 del habla, nunca hallan formulado la cuestión del portavoz. Si el trabajo político es, en lo esencial, un trabajo sobre las palabras, es que las palabras contribuyen a formar el mundo social. Basta pensar en los innumerables circunloquios, perífrases o eufemismos que fueron inventados a lo largo de la guerra de Argelia con el interés de evitar otorgar el reconocimiento que está implicado en el hecho de llamar las cosas por su nombre en lugar de negarlas por el eufemismo. En política nada es más realista que las disputas de palabras. Colocar una palabra por otra es cambiar la visión del mundo social, y por lo tanto, contribuir a transformarlo. Hablar de la clase obrera, hacer hablar a la clase obrera (hablando por ella), representarla, es hacer existir de otro modo, por él mismo y por los otros, el grupo que los eufemismos del inconsciente ordinario anulan simbólicamente, (los « humildes », « la gente sencilla » « el hombre de la calle », « el francés medio », o en la obra de algunos sociólogos « las categorías modestas ». La paradoja del marxismo es que no englobó en su teoría de clases el efecto de teoría que produjo y que contribuyó a que existan en la actualidad clases. La sociología emparenta con la comedia pues devela los dispositivos de funcionamiento de la autoridad

La teoría neo-kantiana, tratándose del mundo social, confiere al lenguaje, y más generalmente a las representaciones, una eficacia propiamente simbólica de construcción de la realidad. Está perfectamente fundado. Por una parte los grupos, y en particular las clases sociales, son siempre artefactos: productos de la lógica de representación que permiten a un individuo biológico, o a un pequeño número de individuos biológicos, secretario general o comité central, papa u obispo, etc, hablar en nombre de todo el grupo, de hacer hablar y funcionar al grupo « como un solo hombre », convencer –y primero al grupo que representan– que el grupo existe. Grupo hecho hombre, el portavoz encarna una persona ficticia, esta especie de cuerpo místico que es un grupo. Sustrae a los miembros del grupo al estado de simples agregados de individuos separados, permitiéndoles actuar y hablar de una sola voz a través de él. En contraparte, recibe el derecho para actuar y hablar en nombre del grupo, de prenderse por el grupo que encarna (Francia, el pueblo), e identificarse a la función que le da cuerpo y alma, dando como resultado de un cuerpo biológico a un cuerpo constituido. La lógica de la política es la de la magia o si se prefiere la del fetichismo.

Libération: ¿Considera su libro como un cuestionamiento radical de la política?

Pierre Bourdieu: La sociología emparenta con la comedia pues devela los dispositivos de funcionamiento de la autoridad. Por el disfraz (Toinette, el médico), la parodia (el latín miedoso de Diafoirus) o el cargo, Molière desenmascara la maquinaria oculta que permite producir efectos simbólicos de imposición o intimidación, los trucos e ilusiones que hacen los poderosos y notables de todos los tiempos: el armiño, la toga, el birrete, el latín, los títulos escolares. Todo lo que primero analizó Pascal. A final de cuentas qué es un papa, un presidente o un secretario general, sino alguien que se considera como un papa o secretario general, o más precisamente por una Iglesia, el Estado, el Partido, o la nación. Una sola cosa: lo que separa al personaje de comedia del megalómano, es que se le considera generalmente con seriedad y se le reconoce así el derecho a esa especie de « imposición legítima » como dice Austin. Créame el mundo visto así, es decir tal como está, es demasiado cómico. Pero con frecuencia se dice que lo cómico va a la par de lo trágico. Y se reconciliaría a Pascal actuado por Molière.

*Traducción a cargo de Christian Hdez Pérez. sociologiac.net
NOTAS
1. Locución francesa empleada para expresar el apego, simpatía o solidaridad hacia el grupo que se pertenece.
2. Veáse "Acto de habla".