lunes, 9 de mayo de 2011

Los Prisioneros



Los Prisioneros fue una banda de post-punk/new wave chilena nacida en la década de 1980. En Chile es considerada una de las bandas más trascendentales de su historia, y también es referida como una de las bandas de rock más importantes e influyentes deLatinoamérica.[1][2]

Pese al éxito internacional de La Ley y el prestigio artístico de Los Tres, Los Prisioneros son considerados la banda más importante e influyente del rock chileno,[3][4][5] cuya principal característica fueron sus letras cargadas de críticas sociales; las cuales se convirtieron en los himnos de los sectores opositores a las dictaduras sudamericanas, fundamentalmente la de Augusto Pinochet.

Durante su primera fase (1982 - 1991), Claudio Narea, Jorge González y Miguel Tapia publicaron cuatro discos que se convirtieron en puntos de referencia de la música chilena y latinoamericana de los años 1980. Narea dejó el grupo en 1990 justo antes de que lanzaran el exitoso disco Corazones. Poco después, Cecilia Aguayo (teclados) y Robert Rodríguez (guitarra) se unieron al grupo hasta fines de 1991, cuando la banda se disolvió.

La banda (con su formación original) se volvió a juntar en 2001, dio dos exitosos conciertos en el Estadio Nacional y, luego, editó un nuevo álbum. Sin embargo, los problemas entre González y Narea, hicieron que éste último dejara la banda en 2003. Los Prisioneros continuaron con una formación diferente, con dos de los integrantes originales y editaron un disco en 2004. Finalmente, dieron su último concierto en el año 2006.

Tres de sus álbumes fueron incluidos en abril de 2008 en la lista de los 50 mejores discos chilenos según Rolling Stone: La voz de los '80(Nº 3), Corazones (Nº 9) y Pateando Piedras (Nº 15).[6][2]

Gran parte de sus creaciones se encuentran entre las canciones más importantes del rock iberoamericano, destacando principalmente: "El baile de los que sobran", "Estrechez de corazón", "We are sudamerican rockers" y "Tren al sur".[7] El videoclip de esta última canción fue nominado al premio Mejor Video Latino de la cadena norteamericana MTV.[8]

Dos años después de la primera disolución del grupo, el videoclip de la canción "We are sudamerican rockers" fue elegido para ser el primero emitido por la, entonces naciente, cadena de MTV Latinoamérica, el 1° de Octubre de 1993.[9][1]



El narrador escribe un cuento; el lector suele leer otro

Artículos y reportajes
“Looking in the big book”, por John ZielinskiEl narrador
escribe un cuento;
el lector suele leer otro
Mensajes, símbolos y alegorías
de mis cuentos

1. Prólogo con leal advertencia

Antes de empezar a escribir, advierto con todas las letras que, en las siguientes líneas, voy a hablar de mí mismo. No por egolatría —que no tengo ninguna—, sino porque necesito explicar un aspecto de la creación literaria que, si bien lo he experimentado personalmente, no sería difícil que fuera de manifestación más o menos difundida entre la mayor parte de los narradores.

Hecha esta salvedad, yo puedo continuar escribiendo, y el amigo lector —que ya sabe qué le espera— puede continuar leyendo o suspender para siempre la lectura.

2. Preguntas de los lectores

Aunque no podría tomarme el trabajo de contarlos, sé que, hasta fines del año 2005, llevo publicados entre sesenta y ochenta cuentos. Para establecer la cifra exacta no sería suficiente cotejar los índices de los libros, pues aún quedan muchos textos que sólo existen en diarios y revistas.

Y, puesto que vengo publicando desde fecha tan lejana como 1968, revisar esos papeles impresos para confeccionar la lista completa equivaldría a realizar una tarea que, además de exceder mis fuerzas y mis ganas, me parece del todo innecesaria.

Ocurre, sí, que me gustaría decir algunas palabras sobre los tres cuentos siguientes:

  • “Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza”.
  • “En espera de una definición”.
  • “La Corrección de los Corderos”.

Con cierta frecuencia, he recibido mensajes de diversos lectores con consultas que, con ligeras variantes, giran en torno de la misma pregunta:

  • “¿Qué quiso simbolizar usted con: a) el hombre que le pega a otro hombre en la cabeza con un paraguas; b) el mosquito que domina al hombre; c) los cincuenta corderos justicieros?”.

3. Respuestas del autor

En todos los casos, mis respuestas (palabras más, palabras menos) son las siguientes:

  • Cuando escribo un cuento, intento que éste resulte, literariamente, lo mejor posible: sólo quiero escribir un cuento.
  • Cuando escribo un cuento, no quiero simbolizar absolutamente nada ni pretendo pintar una alegoría de ninguna cosa ni ensayo construir metáfora alguna: sólo quiero escribir un cuento.
  • Cuando escribo un cuento, no busco trasmitir ningún mensaje de carácter moral ni espiritual ni social ni político ni nada de nada: sólo quiero escribir un cuento.
  • Cuando escribo un cuento, no es mi objetivo edificar al lector ni sacudirlo ni hacerlo vibrar éticamente ni convertirlo en un hombre mejor, un hombre nuevo y más digno de nuestra sociedad, etcétera: sólo quiero escribir un cuento.

En resumen: cuando escribo un cuento, sólo quiero escribir un cuento.

Por lo tanto, todos los símbolos, metáforas, alegorías, mensajes, invocaciones, moralejas, sermones, consejos, reprimendas, enseñanzas, etcétera, etcétera, corren por cuenta y riesgo de la interpretación del lector, y yo no tengo la menor responsabilidad por las decisiones de éste.

4. Libertades propias y compartidas

Al mismo tiempo, es cosa harto sabida que, al leer un mismo texto, cada lector lee un texto distinto: su propio texto. Y está muy bien que sea así, y no seré yo quien se entrometa en algo tan íntimo y personal como la lectura de otra persona.

De manera que yo seguiré escribiendo, a mi manera, cuentos que sólo son cuentos y el lector seguirá leyendo, e interpretando a su manera, los cuentos que su discernimiento y su voluntad le procuren.

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