Las «máquinas de baño» del s.XIX o cómo se bañaban
en la playa nuestros tatarabuelos
Publicado 29 julio,
2015 por admin
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Definitivamente ninguna cultura ha
sido tan extremadamente pudorosa como la sociedad victoriana de los siglos
XVIII y XIX, la burguesía más decorosa de cuantas ha conocido la vieja Europa y
los Estados Unidos.
Como hoy en día, la vestimenta era
una manifestación de poderío, y la competencia por lucir las mejores galas
impulsó la industria hasta límites insospechados. La máquina de coser,
los tintes químicos y los nuevos materiales procedentes de las colonias y
protectorados, permitieron diseños más intrincados y prendas cada vez más
sofisticadas y delicadas.
Por aquel entonces el cuerpo femenino
no podía ser mostrado en público a menos que incorporará tres capas de ropa. Entre tanto paño, encaje y bragas de muselina, enseñar un tobillo
por debajo de los 6 kilogramos de enaguas era casi una locura, por lo que cuando
la natación recreativa se volvió moda allá por el siglo XIX, muchos fueron
los puritanos que pusieron el grito en el cielo.
Y es que ya se sabe que la moral y el
decoro del ser humano es algo muy frágil y el mundo podía llegar a
desestabilizarse si alguien enseñaba demasiada pantorrilla. Como me encantaría
poder viajar al pasado y enseñarles unas fotografías de los últimos modelos de
bikini, trikini, tanga brasileño y por qué no, el escandaloso traje de baño de
Borat.
Sin embargo, las cabezas pensantes de
la época pronto idearon diversas soluciones para preservar la modestia e
intimidad de las féminas, siendo las máquinas de baño una de las más
originales.
Las máquinas de baño.
No me preguntéis por qué se llamaban
máquinas de baño si no tenían maquinaria alguna, pero ese era su nombre.
Este artilugio no es más que lo que
veis, una suerte de vestuario sobre ruedas que permitía que las mujeres
principalmente, y los hombres, pudieran cambiar su ropa en la más estricta
intimidad.
Y es que de casa no se podía salir
sin un traje completo, y desabrochar semejante despliegue de trapos no
debía ser una tarea fácil.
Obviamente la primera medida para
preservar el pudor no fueron las máquinas de baño sino las playas segregadas
por sexo, lo que hacía el veraneo mucho menos interesante.
Las máquinas de baño fueron un
recurso utilizado por la industria del turismo, quienes para ganar clientela,
ofrecían estos cubículos con la esperanza de convencer a las señoras y
caballeros de que gracias a ellos la inocencia prevalecería.
El funcionamiento.
No es que vaya a explicaros
cómo desvestirse y ponerse un traje de baño, no creo que sea
necesario, y sinceramente tampoco sé si podría, pues estoy seguro de que un
traje victoriano debía llevar manual de instrucciones y montaje.
No, en realidad quería
contar cómo funcionaban estas «máquinas de baño», pues como veréis tienen
ruedas. Tirados por caballo o arrastrados por los trabajadores, estos
vestidores entraban y salían del agua según el cliente conviniese.
Caminar en traje de baño por la playa
tampoco era algo deseable, por eso, después de cambiarse de ropa, las señoras
eran transportadas dentro de la máquina de baño hasta el agua. Una vez allí,
podían descender y disfrutar del mar, así como broncear sus medias piernas,
cuello y brazos.
Con tanto ir y venir, pronto se
decidió dejar las máquinas de baño dentro del agua por largos períodos de
tiempo y transportar en carro a los bañistas.
Conforme los años pasaron, la sociedad fue abriendo su mente y las
máquinas de baño fueron cayendo en desuso. Desposeídas de sus ruedas, la
mayoría fueron reutilizadas como vestidores, un elemento característico aun hoy
de muchas playas.
Fuente: Allday.com