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Laura Esquivel: “No me importa que me tilden de loca si lo que hago contribuye al amor”

 

Laura Esquivel: “No me importa que me tilden de loca si lo que hago contribuye al amor”

En los 90 desató un boom editorial con “Como agua para chocolate”. Hoy, la autora mexicana sabe que su próxima obra. “Cómo dejar de ser víctima en 12 sesiones”, no pasará inadvertida.

sábado, 03 de septiembre de 2011
Laura Esquivel: “No me importa que me tilden de loca si lo que hago contribuye al amor”

Fotos: Pablo Donadío

Mariana Guzzante - mguzzante@losandes.com.ar

Sucede con las escritoras mexicanas a menudo: que la vida de la autora es tan fascinante como su obra; así, la biografía se deja ver siempre como un ‘roman a cleuf’ donde lo mágico y lo infraordinario (esos detalles pequeñísimos del mundo, diría Villoro) se entremezclan.

Laura Esquivel, la autora de la exitosa novela “Como agua para chocolate”, parece poner en clave todo aquello que hace a una bruja blanca: del arte culinario al chamanismo. Por eso, mientras explica el simbolismo de Quetzalcoatl, el entorno de esta entrevista comienza a desvanecerse (y a transformarse).
 
“¿Qué nos dice el mito de esa serpiente emplumada sino que lo horizontal busca su forma alada vertical, pero que sólo podrá hacerlo luego de traspasar su propia oscuridad en el espejo?”. No, no anda predicando una mitología de tour ni intenta seducir por aura. Pero sí sale cada vez más luminosa de sus frases.

Nacida en 1950 en el barrio de Santo Tomás, Ciudad de México, Laura Esquivel creció entre medallitas guadalupanas y fiestones familiares. Huyó con un portazo rebelde de la casa materna y con intensidad y turbulencia se inició en el cine, la novela y la política. 

Pero Laura es una mujer que se parece a sus palabras. Dice, lejos de todo apunte: “Hay que volver a comprender que somos agua que camina, que somos ese viento que está lleno de presencias”.

Así que puede intentar corregir el mundo con magia de colores claros. Y si bien sus relatos son lo extraordinario y lo que a la larga sobrevivirá a la biografía, ella (que, recordemos, en 2009 fue candidadta a la Diputación por el PRD, apoyada por la izquierda unida) asume su actual trabajo cultural en las comunas de Coyoacán, también como “el mejor guión” que es preciso reescribir.

Tan veloz

Hija de un padre telegrafista que amaba inventar historias y de una madre autoritaria cuya pasión se desataba en la cocina, Laura creció entre las cintas donde grabó sus primeras ficciones y los mesones donde desfilaban recetas extraordinarias.
 
“Por más que éramos de una clase media baja, yo percibía cierta abundancia que mi madre disponía en los banquetes, porque en mi casa comía todo el mundo. Tú pasabas por la calle y enseguidita nomás tenías un lugar en nuestra mesa. Hasta invitábamos a la loca del vecindario”.

Si bien en “Como agua para chocolate” intuyó homenajear a las mujeres de su familia, al cabo sintió la deuda de retratar a su padre -‘el hombre más tierno, más sensible que he conocido jamás’- en el libro que llamó “Tan veloz como el deseo”.

- No suena al típico mexicano...

- Es que no lo era, en absoluto. pero fíjate que cuando escribí esa novela me pasó algo de veras emocionante. Unos cuantos editores hombres que la habían leído me llamaron diciéndome que no paraban de llorar. Y uno incluso me agradeció, por haberlo liberado de todo ese lastre del machismo.

La historia tiene un final doloroso: su padre, el gran contador de historias, atravesó una enfermedad que finalmente le robó el habla. Con todo, la sonrisa transparente de Laura no cede un instante al entrar en detalles: “Conseguí un programa de computadora que funcionaba con una suerte de código morse, con la idea, pues, de repetir el  juego que habíamos jugado con él, de niños. En realidad, tras la parálisis, el programa no funcionó pero sí funciona en la ficción. La novela fue nuestra revancha”.

El espesor de este relato es doble ahora que estamos en Rosario y que el Festival Internacional de las Artes, homenajeando a Fontanarrosa, ha traído a Laura hasta aquí junto a Juan Villoro y a otros escritores de la hermandad. Fugaz, aparece en el café el garabato trágico del Negro, con el brazo inmóvil pero el chiste a mano. Así que Laura multiplica sus sonrisas en los ventanales. ¡Que la muerte sea la chingada!, y ya.

Como el deseo

"Quería ser médica pero en esos tiempos era una carrera muy costosa. Entonces, como me gustaban mucho los niños, estudié para maestra jardinera". Así, inspirada por locos bajitos y mediatardes, empezó a escribir teatro. "Es que había desarrollado un programa para dar talleres abierto. El asunto es que no teníamos obras o lo que encontrábamos era muy malo, por eso me tuve que poner a inventarlas".

Claro: el inicio del Centro de Invención Permanente... Fue tan exitoso que su viento pedagógico le abrió una ventanita en la televisión. "Pero ahí nunca eres del todo tú mismo". Y no: están los productores (que te condicionan algunas escenas) y está el presupuesto (al que no le caen bien las historias de época).

"Así que un día me enojé, me encerré en mi casa y me dije: ?Ahora voy a escribir la película que yo quiera, sin que me importe más nada". Y nació "Como agua para chocolate", un guión de las entrañas, un gesto de desquite, sin que ella sospechara para nada el hervidero que iba a ocasionar.

Inmediatamente le llegaron propuestas de rodaje de México e Italia. "Pero yo tenía director en casa (estaba casada entonces con el cineasta Alfonso Arau) así que le dije... a ver, la vas a hacer tú..." Consiente, eso sí, que ella participó en todas las decisiones de la filmación y que quedó muy feliz con el staff en pareja.

Recuerdan a Tita ¿no? ¿Y a esa Colihua en tiempos de la Revolución mexicana? ¿Y a ese amor prohibido que según Laura está inspirado en su bisabuela? Dirigida por Arau, la versión fílmica obtuvo diez premios Ariel, ocupó el lugar 56 entre las 100 mejores películas del cine mexicano y se convirtió, además, en la octava película extranjera más taquillera de Estados Unidos.

Así, sobrevino la vorágine del best seller y sus viajes, entrevistas, mudanzas, contratos, más viajes, divorcio. Con la separación, Esquivel emprendió un periplo paralelo al literario. No sólo siguió publicando títulos decantados como "La ley del amor" o "Íntimas suculencias" (hay quien le llama gastrotextos) sino que se atrevió a reivindicar a la traidora legendaria y en 2006 escribió su "Malinche".

"Yo me quise poner en los pies de esa mujer, que primero fue vendida, mil veces abusada, esclava y cuerpo de los aztecas. ¿Qué pensaba cuando encendía el fuego todas las mañanas? ¿Qué estrellas veía?" Tamaña relectura literaria -pensó- traería broncas con la historiografía pero, en cambio, hubo aceptación.

Más... hace pocos meses, en una ceremonia piramidal, en medio de un ritual maya, recibió el reconocimiento de La Orden de los Caballeros Águila. Una imagen para Bodoc, ideal.

Iluminada y despierta

"¿Por qué la política? Pues porque si todos seguimos pensando que no podemos hacer nada, ya que nos va a salpicar el barro, entonces no tenemos remedio. La depresión: ése es el gran mal de estos tiempos".

- ¿Y qué es lo más significativo que te sucedió en tu actividad política?

- Una tarde me reuní con un grupo de ?mayordomos' de una comunidad. Creo que aquí no tienen la figura del mayordomo: les decimos así a los intermediarios entre los miembros de los partidos y la gente de una comunidad, los que convencen y manejan luego los alcances de lo que se puede realizar..

- Acá les llamamos 'punteros'.

- Bueno, hubo quien me aconsejó ir con custodia por si la cosa se ponía pesada, ya que querían discutir conmigo por qué yo les había quitado el presupuesto para la Festividad de las Madres. Yo solita aquí, ellos ahí, empezaron a reclamar, hasta que invocaron sus derechos.

Ahí me les paré (porque debemos terminar con el guión de los victimizados y dejar de fomentar espectadores y despertar de una vez a los creadores) y les dije: "¿Qué tiene que ver esa fiesta con su memoria, con sus tradiciones? ¿Por qué, ya que quieren honrar a la madre, no honramos a la más cercana que ustedes tienen, por sus ancestros, por su cultura? ¿Por qué no hacemos una fiesta de la Tierra entonces, pero con un verdadero propósito? A ver, señálenme un hijo de ustedes, un nieto, que sepa sembrar. Mudos...Al rato, se me acerca el líder (ahí es cuando pensé que la cosa era bien pesada) y me dice: "Señora, ¿la puedo abrazar?".

Podemos pensar que la experiencia de Laura en la arena política nace de una cosmovisión intensa. Pero más justo es decir que nace de una palabra "Inlakesh" con las que los mayas nombran desde tiempo inmemorial al universo: la matriz resonante.

"Es que hasta que no entendamos que yo no termino aquí ni tu allí (pasa el dedo por otra piel), hasta que no acabemos con la impotencia y no volvamos a conectarnos al cordón umbilical del que los ancestros ya nos hablaron, no vamos a producir un verdadero cambio de conciencia".

Con estas certezas en el camino fue madurando el talento narrativo y poético de la autora para que, tomando riesgos acá y allá, a costa, incluso, de pasar por ?loca' ("pues no me importa que me tilden de loca si lo que hago contribuye al amor"), pueda escribir un libreto asombroso. Se llama "Cómo dejar de ser víctima en 12 sesiones". Reímos.

- ¿No tenés miedo de terminar en los estantes de Autoayuda?

- No, no le tengo miedo a la autoayuda. Le tengo miedo, sí, a las tradiciones castrantes, a los prejuicios.

De modo que lo último que nos queda es iluminar el tema de los Mayas. "Ah...sólo el capitalismo del Norte puede ver 2012 como un apocalipsis".

- ¿Qué pasó con ellos, Laura? ¿Adónde se fueron los Mayas?

- Pues sigue siendo un misterio. Hay muchas teorías, claro, pero ninguna ha logrado ser del todo convincente. La explicación psicomágica es que atravesaron un portal hacia otra dimensión. Por supuesto, es un tema fascinante, que me tiene bastante interesada últimamente.

- ¿Por?

- Me he propuesto escribir la historia de Jacobo Grinberg.

El nombre, por sí solo, abre un portal. Laura cuenta que Jacobo fue un catedrático muy respetado de la UNAM, especialista en neurofisiología, autor de innumerables tratados, creador de la teoría sintérgica que, de un día para el otro, desapareció. Una de las teorías de la desaparición es que encontró un portal y lo traspasó.

- ¿Cómo así?

- Todo comenzó cuando este señor quiso investigar los procedimientos de una chamana muy famosa, llamada Pachita, con el afán de analizar un mero fenómeno de sugestión. Pachita, según se cuenta, era capaz de operar sin abrir. De modo que Jacobo llegó hasta ella para presenciar una de estas curaciones, en directo.
 

Claro que él estaba completamente escéptico entonces. Lo cierto es que, justo cuando Pachita va a tomar el órgano del paciente, aferra la mano de Jacobo y le dice ?tú vas a operar conmigo'. Los ojos de Laura destellan. Los nuestros igual. Estamos adentro de la carpa de Pachita.

- ¿Y?

- Y desde entonces se convirtió en su discípulo. A partir de allí, se dedicó a escribir "Los Chamanes de México", una colección de cincuenta tomos, y a investigar distintos aspectos de una teoría propia que él llamó sinergética. Misteriosamente, en 1994 desapareció. Todas sus pertenecias estaban en su lugar y nunca se halló su cuerpo.

Distintos sitios desde distintas perspectivas -aunque predomina la psicomagia- siguen el itinerario por un sendero de murmullos. Es una red de voces que se entrelazan y en donde la cosmovisión más compleja de la Península de Yucatán se revela por grietas.
 
Grinberg, el personaje histórico que Esquivel se propone indagar, requerirá un modo muy particular de narrar, un modo más bien extraño para los cánones de la literatura. Porque Laura no pretende la perfección de la forma sino más bien prefiere tomar el riesgo de hacer, del uso salvaje de las palabras, un camino de pistas bello y audaz.

Todo lo hablado: una literatura de lo impredecible, donde cada línea arroja más sobre la anterior y deja un lugar abierto para la siguiente. Porque cada frase, cada pedazo de relato es único y al mismo tiempo atemporal. En cada reposo de relato está la totalidad de Laura y la negación de ella como individuo, y eso es lo fascinante.


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