miércoles, 15 de noviembre de 2023
"Para darnos cuenta de lo sicópatas que eran los héroes masculinos de la mitología griega tuvimos que convertirlos en mujeres"
"Para darnos cuenta de lo sicópatas que eran los héroes masculinos de la mitología griega tuvimos que convertirlos en mujeres"
- Author,Alejandro Millán Valencia
- Role,HayFestivalArequipa@BBCMundo
Cerremos los ojos y pensemos por un momento que el protagonista del cuento de Caperucita Roja no es una niña, sino un niño.
O que el cíclope, aquel gigante enorme de un solo ojo de la mitología griega, es una mujer de cabellos rizados y pestañas largas.
Desde hace unos años, la ilustradora y escritora británica Karrie Fransman viene trabajando junto a su marido, Jonathan Plackett, en la adaptación de cuentos de hadas tradicionales y mitos griegos intercambiando el género de sus protagonistas.
Y lo hacen con talento y la ayuda de un software creado por él que juega un papel central en el intercambio.
Todo con el fin de contarles a sus hijas historias distintas.
Así los dos libros que han publicado "Cuentos de hadas con el género cambiado" y "Mitos griegos con el género cambiado" nos muestran personajes "al revés": un guapo es salvado por la bestia -quien es una princesa hechizada-, Ícara es quien vuela con sus alas de cera cerca del sol, Zeus es mujer y Rapunzel un príncipe que no tiene el pelo largo… sino una barba muy extensa.
BBC Mundo habló con Fransman en el contexto del HAY Festival Arequipa, donde estará contando su experiencia.
¿Cómo surge lo que ustedes llaman “la máquina cambia-géneros”, cómo se les ocurre crearla?
Surgió de leer los periódicos, especialmente de un encuentro entre Theresa May, exprimera ministra de Reino Unido, y Nicola Sturgeon, la entonces ministra principal de Escocia.
Lo que notó mi esposo es que todos los periódicos hacían una descripción de lo pequeños que eran los pies de una, o si la otra llevaba tacones, o cómo iban vestidas.
En cambio, no había una sola referencia sobre ese tema en los encuentros entre mandatarios masculinos.
Entonces pensamos que sería bueno hacer un intercambio de personajes, para ver cómo se leían esos textos si no se estuviera hablando de una mujer, sino de un hombre.
Y mi marido, que es desarrollador digital y es muy creativo, creó un programa muy simple, que cambia el género de los protagonistas con un algoritmo: hombre por mujer, mujer por hombre, padre por madre, madre por padre, diosa por dios, reina por rey, el cíclope por la cíclope, el toro por la vaca.
Algo tan simple como eso ya nos da otra línea de lectura, crea otra realidad. Es como leer otro cuento.
Entonces, no se trata de un ejercicio con Inteligencia Artificial, sino de uno que ayuda a comprender mejor el mundo en que vivimos.
Suena muy simple, pero ¿qué desafíos encontraron?
Lo que aprendimos con los primeros ensayos es que no podíamos cambiar todo el texto, porque quedaba muy parcializado, muy artificial.
Para evitar eso, teníamos que decirle al programa que tenía partes había que cambiar y cuáles no.
También nos encontramos con desafíos de lenguaje.
Nos pasó, por ejemplo, con la palabra “hag”, que en inglés se usa para describir de forma peyorativa y humillante a una mujer vieja, pero oh sorpresa, no existe una palabra para designar a un hombre viejo de la misma forma.
Nos tocó recurrir a una palabra victoriana, “old codger”, para poder encontrar una similitud.
¿Qué más descubrieron?
Nosotros suponíamos que cuando aplicáramos nuestra máquina nos íbamos a encontrar con historias de princesas que derrotaban dragones, de reinas con poder real de tomar decisiones, que son cosas que ya vemos en muchos cuentos y novelas de la literatura infantil británica actual.
Pero no habíamo pensado en el otro lado, en cómo quedan los personajes masculinos en estas nuevas historias.
Y eso nos sorprendió gratamente, debo decirlo. Generalmente no vemos personajes masculinos haciendo cosas que se supone deben hacer las mujeres.
Por ejemplo, en nuestra versión de "La Bella y la bestia”, que se llama “El guapo y la bestia", nos encontramos con un hombre dispuesto a sacrificarse para salvar a su familia, que en el viaje que hace su madre -en lugar del padre del cuento original-, mientras los otros piden costosos regalos, él solo quiere una rosa, algo sencillo.
No es algo común en los libros, porque estamos acostumbrados a que los autosacrificios los hace la mujer. Y los personajes femeninos.
¿Cómo se traslada todo esto que está en palabras, en relatos, a los dibujos? ¿Cuál era tu objetivo principal a la hora de ilustrar las nuevas versiones?
Fue un proceso un poco más difícil, porque mientras en los textos teníamos la ayuda del algoritmo, con los dibujos partíamos desde cero.
Mi primera intención era utilizar colores que contrastaran fuertemente, porque creo que eso es lo que queremos transmitir: un cambio radical de ideas.
Después, como teníamos la intención de mostrar una nueva perspectiva, me puse a estudiar cómo se había dibujado en la historia del arte a cada uno de estos personajes, cómo los habían representado.
Es decir, cómo se había ilustrado Caperucita Roja, por ejemplo, a lo largo de los años.
Entonces lo que hice fue aplicar un cambio de género a esas representaciones tradicionales y noté casi lo mismo que habíamos notado en el texto: las ilustraciones tradicionales daban una característica particular a las princesas y a las mujeres de los cuentos de hadas.
Se notaba mucho la intención de mostrar a una mujer pasiva, no siempre atractiva, y tal vez no estábamos tan al tanto de ello, y solo nos dimos cuenta cuando comenzamos a dibujar a hombres en esos trajes recatados y con poses tranquilas.
Creo que es la primera vez que vemos a una cíclope mujer, con sus pelos y pestañas largas...
Creo que a la hora de pintar los cuentos de hadas sabíamos un poco con lo que nos íbamos a encontrar y las ilustraciones las hicimos con la intención de generar una reflexión en ese sentido.
Pero con los mitos griegos nos encontramos con esta fascinante experiencia de pintar monstruos femeninos, que para mí fue muy divertida: dibujar una minotaura, o como bien dices, el reto de dibujar, tal vez por primera vez, una cíclope.
Y creo que aquí logramos de nuevo cuestionar cuál es la idea que tenemos de lo que es una mujer. Y una mujer también puede ser esto.
No es que queramos mostrarlas como monstruos, sino que cuestionamos los estándares que nos han establecido casi como intocables.
Mientras veamos que las niñas que lean estos cuentos entiendan que pueden ser fuertes, valientes y arriesgadas, también podemos ayudar a que los niños se vean delicados y adopten roles femeninos sin problemas.
Uno de los grandes aprendizajes que me queda de todo este trabajo es que podemos ver a una buena cantidad de hombres que sueñan con ser padres. Y que además quieren ser buenos padres.
También es todo un descubrimiento ver a las mujeres transformadas en asesinas, manipuladoras, estafadoras...
Es que héroes como Teseo y Odiseo, si los lees con atención, son terribles: asesinaron solo por diversión, abandonaron a mujeres que los ayudaron, y la lista sigue.
Hacer ese cambio a personajes femeninos fue bastante revelador, porque ves a mujeres haciendo eso mismo, sin pedir disculpas.
Y te das cuenta de inmediato de la diferencia en cómo se juzgan las acciones de los hombres y cómo se juzgan las mismas acciones en las mujeres.
Que quede claro que no estamos promoviendo un mundo donde las mujeres pueden robar a hombres hermosos y convertirlos a las malas en sus maridos, no, para nada.
Pero sí es muy interesante que para darnos cuenta de lo sicópatas que eran los héroes masculinos de la mitología griega tuviéramos que convertirlos en mujeres.
Dijiste en una entrevista que este cambio de género va más allá de una división de lo masculino y lo femenino, sino que, al hacer ese intercambio, también se abre un espacio para otras identidades de géneros, lo no-binario, lo queer...
Para mí es de lo más importante del ejercicio que hemos hecho con ambos libros, especialmente con los cuentos de hadas, que son libros escritos en el siglo XVIII, muy heteronormativos, donde todas las relaciones son entre hombre y mujer.
Incluso en los mitos griegos, donde hay más relaciones homosexuales, lo que nos ha llegado son historias de hombres y mujeres.
Lo que queríamos era desestabilizar eso, queríamos mostrar que el género de los personajes se puede adaptar a cualquier rol dentro de las historias.
Y lo hicimos basados en este principio tan actual de los pronombres, que se ha vuelto tan prominente.
A eso me refería cuando decía que este ejercicio permite romper con esta dicotomía dentro de las historias tradicionales, que también han marcado nuestra posición frente a muchas cosas en la vida.
Queríamos que fuera algo más fluido. Más flexible, no tan fijo en dos piedras inmutables.
* Edición: Carolina Robino