viernes, 7 de noviembre de 2014

Demo Reel (Pablo Portelli Antiguo Demo Reel)

El juego del cótabo

El juego del cótabo

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Tras la cena, en la antigua Grecia, se pasaba al simposio (‘bebida en común’ o ‘reunión de bebedores’), lo que se conocía como elbanquete propiamente.
Los invitados, engalanados y perfumados ad hoc, coronados con mirto y flores, entraban al andrón (‘sala de los hombres’), vetado a las mujeres libres, y se recostaban sobre divanes dispuestos alrededor de las paredes para conversar y exponer la cultura de cada uno, con ese punto de vanidad que tenemos los humanos, olvidándose de los asuntos serios. Era un ambiente de gozo y alegría, donde la bebida era el hilo conductor (había una máxima que rezaba “Bebe o retírate”).
Estas libaciones daban lugar a un juego llamado cótabo, que consistía, una vez acabada la jarra, darle vueltas con un dedo por el asa lanzando los restos de vino hacia un blanco fijado previamente a la vez que se pronunciaba el nombre de la persona amada.
La Wikipedia, que sabe casi todo (hasta lo incierto), lo explica así: “Tendido en el diván, apoyándose con el brazo izquierdo en un cojín, se levantaba la copa introduciendo el índice verticalmente en una de las asas. Con un leve movimiento de muñeca, se hacía volcar la copa (con la mano por encima del hombro) de manera que el vino salía disparado y se dirigía directamente hacia el blanco. Éste consistía normalmente en una tapadera de bronce que se balanceaba en precario equilibrio al extremo de una barra de bronce sobre un pedestal. El platillo plano caía movido por las gotas de vino y en su bajada tocaba un plato más grande de bronce fijado a la barra: al chocar se producía un tintineo y por lo que parece lo importante era el ruidito”.
Se cuenta que, en cierta ocasión, un ateniense, del que lamentablemente no conozco el nombre, condenado a la pena capital por el mismo procedimiento que se le brindó a Sócrates, esto es, tomándose un vaso de cicuta hasta el fondo, sin rechistar, hizo gala de su serenidad jugando con los restos del veneno al cótabo y pronunciando: “por el bello Cristias”, que era precisamente la persona que lo había sentenciado a muerte.
* Banquete griego, fresco de la Necrópolis sur de Posidonia, Campania, Italia (480 a.C).