lunes, 14 de noviembre de 2022

Michelangelo Antonioni

 

RINCÓN CINÉFILO: «Michelangelo Antonioni» por Alejandro Cilento

Un análisis de Michelángelo Antonioni luego de haber visto La Aventura, La Noche, Blow Up y Zabriskie Point.

Leí que lo llaman el pintor del cine, pero yo lo llamaría el intérprete del lenguaje en el cine. Tres etapas diferentes sobresalen en su cine, con un tema que las atraviesa a todas: el lenguaje. Podría decir que en ‘La Aventura’ y ‘La Noche’ existe la incomunicación entre el hombre la mujer, como géneros opuestos sin dejar de lado la sensualidad de las imágenes pero también por un nuevo mundo que no satisface y abruma.

‘Blow Up’ es un llamado de atención al motor que acciona nuestras creencias, a nuestra interpretación de nuestra realidad, de lo real, de la verdad. En Zabriskie Point quedan expuestas las pocas herramientas que quedan en un mundo que ahorca, un mundo externo más global, con un lenguaje visual aturdidor que aplasta las individualidades.

Lo que atraviesa sus tres etapas y es un sello característico del autor es lo hipnótico y la contemplación en la cual quedamos atrapados. También puedo identificar que Michelángelo Antonioni parte su film en dos partes más allá del tradicional modo narrativo que todos conocemos (simplificándolo en 3 partes: introducción, nudo y desenlace). El presenta una idea, a los personajes y un contexto, esto sería la primer parte. La segunda parte reubica a los personajes en otro lugar, otras intenciones, sería como otro film.

Por ej., en ‘La Aventura’ aparecen en una isla y de pronto están buscando a su amiga que ha desaparecido, esto  podría abarcar toda la trama y el film pero el autor coloca esta primera etapa como algo casi anecdótico, algo que nos descoloca pero que es indispensable para pasar a la segunda parte del film, donde todo toma mayor relevancia. En esta última parte aparecen las reacciones y los daños colaterales que sufren ahora los protagonistas.

En ‘La Noche’ los personajes comienzan en un hospital visitando a su amigo moribundo, luego pasan a una presentación del libro de Giovanni y el desinterés de este evento de su mujer Lidia, pero de pronto el film pasa a una segunda etapa totalmente diferente cuando los sitúan a Giovanni y su esposa en una fiesta en donde él termina conociendo a Valentina la hija del anfitrión y ella a uno de los invitados, dando un nuevo contexto y sentidos de los personajes.

En ‘Blow U’p pasa igual; de un deambulador y egocéntrico fotógrafo con su mundo superficial a las fotografías que nos lleva a un posible asesinato y todo lo que conlleva este episodio. En ‘Zabriskie Point’ vemos una primera parte que es caos por donde se lo mire en una gran ciudad a una segunda etapa donde por diferentes circunstancias casi sin querer terminan amándose en un desierto.

A pesar de atravesar por una etapa neorrealista, su entorno, su época y su búsqueda lo hicieron centrarse en otros aspectos tanto históricos político-socio-culturales como en la técnica cinematográfica. La guerra había pasado y la nueva sociedad construida no es lo que se esperaba o si lo era no cubría las inquietudes de las personas, ésta corre a otro ritmo que sus habitantes sin importar sus individualidades.

En el neorrealismo italiano, el propio escenario formaba parte del lenguaje de lo que se quería transmitir, pero transmitir la incertidumbre, el hartazgo o la angustia existencial es otra cosa. Esa angustia existencial a veces de una burguesía ociosa, caprichosa, insatisfecha, lo tienen todo y no tienen nada, en un mundo sordo y demandante.

¿Pero cómo lograr transmitirnos todo esto? Es acá donde veo en Michelángelo Antonioni su mayor éxito, el uso de la técnica lo es casi todo, transmitir el vacío, el desasosiego. Una nueva forma, un nuevo lenguaje cinematográfico. El uso de tiempos muertos en ‘La Aventura’ fue chocante para la época, pero creó un nuevo cine, un cine moderno que junto a otras técnicas se siguen usando hoy día.

El uso de la fotografía, los encuadres a veces casi abstractos, nos sacan de nuestro confort para inquietarnos a tal punto de no entender la correlación con lo que está sucediendo en pantalla. Hace muy buen uso de la profundidad de campo mostrándonos esos vacíos acordes al contexto, pero tampoco abandona los primerísimos primeros planos, besos, caricias, los cabellos.

Se sale de la narración tradicional, no podemos saber hacia dónde va la historia, la incertidumbre es una constante y funciona como lenguaje y mensaje.  El no saber que están pensando los personajes ya sea porque hablan poco o nada o por sus rostros inexpresivos o no acordes con lo que acostumbramos a ver.  He aquí parte de ese lenguaje y su mensaje. Nos transmite de forma certera las sensaciones y ese desasosiego ya no es solo de los personajes.

Nos muestra una ciudad apabullante, un lenguaje masivo opresivo que está siempre presente, desde rascacielos, arquitectura moderna, aristas eternas y punzantes, un entorno aplastante que asfixia, como la marea de marquesinas y publicidades en ‘Zabriskie Point’. Creo que el entorno habla más que los personajes, es lo que nos pone en alerta desde el primer minuto. Es como un suspenso insoportable, de ahí entendemos lo que las personas de la historia están sintiendo. Los protagonistas tampoco lo son tanto, creo que quedan opacados por nosotros, Michelángelo Antonioni logra incluirnos en el relato y quizá por eso nos cueste encontrar fácilmente el hilo narrador.

Desde ya que la pintura abarca todos los films, Michelángelo Antonioni es pintor y toma a la pintura como disparador del lenguaje, el color lo usa como un buen colorista, hay una especie de sinestesia entre la cámara y su fotografía, sus planos y travelling, hay un silencio pero es aturdidor. La relación de ‘La Aventura’ y ‘La Noche’ con la pintura metafísica por ej. Con los planos a las afuera de la iglesia cuando buscan en un pueblo cercano a Anna, la abstracción con ‘Blow Up’ no solo en la pintura explicita de su amigo pintor sino el uso del papel que usan como fondo de fotografía y luego quedan revolcados por el mismo las dos modelos que visitaban el estudio, o el pop art en ‘Zabriskie Point’ es evidente, en casi todos las escenas donde podemos identificarnos con las obras de sopa Campbell de Andy Warhol haciendo referencia a un mundo consumista, arte consumista.

El decía que ‘más que cineasta’ se sentía un ‘paleontólogo’…iba cavando y descubriendo objetos, que luego uno debería a modo de investigador de un caso policial ir uniendo las partes para resolver el misterio y/o mensaje. Esto aclara su forma de trabajar y de hacer cine, conocedor de pintura, fotografía, poesía, sociología, política y filosofía, va ingresando estas herramientas como ramas de tal forma que luego no se puedan ver por separado sino que hacen un todo final.

Creo que a Michelángelo Antonioni le interesaba como era afectado el hombre en un ambiente determinado ya sea por lo cultural, humano, político y social, todos los agentes externos etc. El mostrarnos como eran manipuladas las herramientas o las posibilidades del individuo en sí y su accionar en la sociedad. Por eso el ímpetu en lo externo, que es visible, es audible, es palpable, es protagónico. El hombre queda vagando, aturdido, confuso, fuera de su eje.

La crítica de Michelángelo Antonioni a todo esto queda bien expuesta y toma mayor relevancia en ese desasosiego que sentimos al finalizar el film. No es un cine fácil de digerir porque, en definitiva, es coherente con el mensaje.

https://revistasieteartes.com/2019/01/18/rincon-cinefilo-michelangelo-antonioni-por-alejandro-cilento/

BLOW OUT - Trailer - (1981) - HQ

La poética del espacio en el cine de Michelangelo Antonioni

 

Vivir el paisaje:

la poética del espacio en el cine de Michelangelo Antonioni


Por Eduardo Yescas



A la mente le llegan palabras, imágenes, conceptos, todo eso se mezcla y se llega a la poesía; eso es lo que creo que ocurre en el cine. Todo lo que leemos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que vemos en un momento determinado se concreta en imágenes y de estas imágenes nacen las historias.
M. Antonioni

 

Michelangelo Antonioni es reconocido como uno de los cineastas que ha sabido reflexionar con gran profundidad la relación del individuo moderno con el espacio a través de la imagen cinematográfica. Siendo heredero de la tradición neorrealista, Antonioni desarrolló desde los inicios de su carrera una preocupación por entender las formas en las que distintas espacialidades (la ciudad, el campo, etc.) pueden configurar diferentes vivencias. Como pensador-en-imágenes, Antonioni trató de generar conceptos fílmicos que problematizaran desde el cine, la relación espacio-vida, a partir de una minuciosa selección de prácticas y técnicas que permitieran entender lo fílmico-espacial como un elemento más complejo que el simple escenario. Una de las propuestas más concretas y originales del autor vendrá a través del tratamiento del paisaje como poética del espacio, que permitirá revalorizar la imagen paisajística (contra la tradicional-escénica) como imagen-poética a partir de una novedosa forma de concebir al paisaje y sus características como el resultado —en imágenes— de la interioridad y la conciencia de sus protagonistas. El paisaje para Antonioni de esta forma se convertirá en tensión poética en imágenes, que será resonancia de los potenciales afectivos y de la conciencia a través de las cuales los individuos se relacionan con el mundo. Así, el cine del italiano, en su intento por capturar «no tanto la relación del individuo con el ambiente, sino el individuo en sí, con toda su compleja e inquietante verdad»[1] hará de la imagen paisajística un fractal de la complejidad de sus personajes, de sus vivencias, de su ser.

I


En sus primeros filmes, Antonioni desarrolló una preocupación por mostrar en imágenes la manera en que distintas espacialidades devienen en diferentes vivencias. Sus primeros documentales suponen un primer intento por mostrar —bajo el compromiso de la representación cotidiana del neorrealismo— la manera en que individuos (en su caso, barrenderos y “gente del pueblo”[2]) son afectados por los espacios, por ejemplo: las ciudades italianas de la posguerra y su intempestiva modernización. La originalidad de su reflexión sobre el espacio, sin embargo, no estará en sus documentales ni en su apego a esta estética, sino, por el contrario, en su desapego al neorrealismo a partir de sus películas de autor en los años sesenta, con propuestas que retratan el impacto de lo espacial en los protagonistas a un nivel psíquico e interiorizado, problematizando cuestiones mayormente profundas como la forma en que el espacio es percibido y construido desde la conciencia. El ejemplo más representativo de este fenómeno lo encontramos en su más famosa trilogía compuesta por las cintas La aventura (L’avventura, 1960), La noche (La notte, 1961) y El eclipse (L’eclisse, 1962), en donde la reflexión sobre la alienación y la ambivalencia existencial de las mujeres (en un contexto modernista patriarcal y citadino) deviene en reflexión en imágenes a partir del paisaje y el espacio fílmico.

La primer película de esta trilogía, La aventura, cuenta la historia de dos protagonistas: Ana, un personaje introvertido que atraviesa por una crisis existencial ante la negativa de un próximo matrimonio, que luego desaparece misteriosamente mientras se encuentra de vacaciones con sus amigos en las costas de Sicilia; y Claudia, quien luego de la desaparición de Ana es convencida por Sandro, el antes prometido, para formar una nueva y polémica unión matrimonial, que sin embargo no se llega a concretar cuando Claudia descubre una infidelidad. Lo novedoso del filme, será que Antonioni recurra al paisaje como recurso filmográfico para mostrar los estados de ánimo de sus contrariadas protagonistas.

Por una parte, —en la primera mitad del film que corresponde a la historia de Ana— la soledad y el miedo abrumador ante el futuro de la protagonista se representa a través de imágenes paisajísticas que muestran el lado sublime y terrorífico de las costas sicilianas a través de contrastes acentuados para la isla y el panorama desolador del volcán Stromboli que nos remiten a la estética sombría burkeana. Cuando Ana desaparece, el film se centra en Claudia, quien aparece confundida sin la presencia de su mejor amiga, y de manera paralela a su angustia, el paisaje se torna en una serie de imágenes-caóticas que suponen ser fractal del complejizado estado mental de la protagonista: tomas de las costa con violentas olas, paisajes marítimos filmados desde un tren a alta velocidad que demuestran el dinamismo violento del interior de Claudia, acompañan la poética del espacio en este filme. El paisaje es así no sólo escenario, sino fractal y resonancia de la conciencia de Ana y Claudia: se es en el paisaje.

Las otras dos cintas que conforman la trilogía contienen un tratamiento similar del paisaje como ventana íntima, con mayor acentuación hacia lo urbano y la arquitectura. Por una parte, La noche, que cuenta la historia de Lidia, una mujer que enfrenta un problema de hastío y aburrimiento frente a su matrimonio, cuenta con tratamientos del paisaje que intentan representar en las imágenes el hartazgo, así como la incomunicación de la protagonista a puestas en escena que captan la ciudad como un sinsentido o una abstracción. En una escena que ha sido interpretada como símbolo del pensamiento anti-ciudad italiano[3], la incomunicación de Lidia se representa a través de una serie de juegos de imágenes que ponen en tensión la idea misma de ciudad-escenario: Lidia, caminando sin sentido a la manera debordiana por la calles de Milán, aparece vista desde lo alto de un edificio en una toma que hace ver a la protagonista como diminuta frente a la magnitud de la arquitectura que sin embargo, al no retratarse en su totalidad, aparece negada. El edificio, representado en su dimensión abstracta, parece ser tratado como símbolo de lo abrumador y el sentimiento de impotencia y desbordamiento que la protagonista siente. En resonancia con la interioridad, los problemas personales y la incapacidad afectiva de Lidia, la ciudad y la arquitectura devienen en un paisaje.

Un tratamiento de la ciudad-paisaje similar a esta imagen ocurrirá al final de El eclipse, en donde la joven protagonista Vittoria, contrariada y agotada por la falla de sus anteriores dos relaciones amorosas, comienza a derivar por las calles de Roma. Mientras deambula, los paisajes dejan ver escenas de lo citadino, que aunque se muestran transitadas, nos remiten a una soledad y a un dinamismo fugaz que no permite una captación del lugar. Vittoria, quien acababa de tener una aventura (que nunca supuso un compromiso afectivo real) con el joven Piero, es además presentada en el paisaje siempre rodeada de bayas y cercas que acentúan la incomunicabilidad del personaje. Aquí, de igual forma que en La Noche, veremos estructuras arquitectónicas incompletas, que desde la poética del espacio de su protagonista nos representan, en su abstracción y negación, la única forma en la que las protagonistas, mujeres, pueden relacionarse con el contexto banal y patriarcal de la sociedad moderna. Recordando al teórico de la ciudad David Harvey, a propósito de la poética del espacio: «El tipo de ciudad en que queremos vivir está ligado al tipo de personas que queremos ser»[4]; las mujeres en el cine de Antonioni, no tendrán otra opción más que construir el espacio a partir de la negación de los valores de los que ellas mismas intentan escapar: modernización, fragmentación, individualidad, banalidad.

II


Posterior a la primera trilogía, Antonioni pudo explorar las potencias del paisaje como poesía a través de nuevos elementos como lo suponía el filmar a colores. Desierto Rojo (Il deserto rosso, 1964) trata sobre la historia de Giuliana, una mujer que padece histeria y que se encuentra al borde de la esquizofrenia luego de haber sufrido un fuerte accidente de tránsito, mismo que le impide entablar comunicación con sus cercanos. La construcción del personaje del Giuliana, al igual que en la trilogía, dependerá estrechamente de la abstracción del paisaje. La novedad es que la histeria es representada a través de propuestas estéticas antes no presentes, como las paletas de colores sombríos y los paisajes industriales. En esta cinta, no sólo es a partir de las tomas que niegan la arquitectura que se llega a una abstracción, sino que la filmación a color le permitió a Antonioni una mayor exploración de este potencial. A lo largo de la cinta vemos, por ejemplo, una constante neblina que genera un matiz oscuro y desolador para todos los paisajes que representa la incapacidad de Giuliana para ver y relacionarse con su mundo.

El uso del paisaje industrial de la ciudad de Ravena supone así mismo una propuesta estética-poética. Para Antonioni, las fábricas, que «parecen tan bellas como los árboles»[5], suponen la oportunidad de representar los ámbitos estéticos con los que el individuo moderno está necesariamente ligado, pues la industria —que es entonces en sí misma estética— se ha transformado, de acuerdo a la consideración del autor, en una experiencia inherente a la modernidad. En este sentido, no es posible explicar ya la ansiedad del individuo moderno, como la de Guliana, sin hacer referencia a esta estética de la ansiedad, como la denomina el historiador de la arquitectura, Anthony Vidler. La experiencia moderna, como ha sido representada por Antonioni, a manera de ansiedad y alienación, está estrechamente ligada con la aparición de este tipo de paisajes; la poética del espacio está ya condenada desde un principio a ser parte de una fragmentación. En este sentido, como la propia Giuliana lo confiesa al decir que tiene «miedo de las calles, de las fábricas, de los colores, de la gente, de todo», los paisajes sombríos pero potentemente estéticos de las industrias, se hacen inherentes de esta codificación y fragmentación de la vida urbana. Esta nueva estética, inaugurada con la industrialización acelerada de la posguerra, nos supone entonces una reflexión sobre los impactos de los paisajes en la cotidianidad de la experiencia moderna.

III


Cuando Antonioni inició su aventura hollywoodense, tuvo que renunciar a algunas de las técnicas que le habían dado prestigio y lo habían colocado como uno de los primeros epítomes del cine de autor. La preocupación fenomenológica por el espacio como poesía, sin embargo, permaneció como una de las constantes. En Blow-Up (1966), la primera película realizada fuera de Italia, Antonioni cuenta la historia de un fotógrafo ególatra, Thomas, quien no puede ver más allá de lo que su cámara permite. Basada en una novela de Julio Cortázar, Blow-Up problematiza los regímenes escópicos de la modernidad, aquellos que captan al ojo y desactivan la experiencia sensorial y corporal. El tratamiento del espacio, en este sentido, se construirá como análogo a la visualidad de los colores inaugurada con Desierto Rojo. En Blow-Up, el director se apegará a la estética de lo sombrío, con colores oscuros que harán de la ciudad y del lugar principal donde sucede la historia, el parque, donde Thomas presencia el asesinato, un espacio vacío y desolador, alumbrado apenas por una tenue luz solar. Así, en palabras de Antonioni, el problema de «ver o no ver el valor exacto de las cosas», uno de los temas principales de la película, es igualmente trasladado al ámbito poético-paisajístico. Esto se logra en el sentido en que la tristeza y la simplicidad del paisaje son ecos de la imposibilidad de ver de Thomas, quien no puede darse cuenta que ha presenciado un asesinato hasta el momento de revelar sus negativos.

No obstante a las limitaciones del cine de autor en la etapa hollywoodense, Antonioni logró hacer una cinta que supone ser el epítome sobre el pensamiento del espacio: Zabriskie Point (1970). Este film resulta ser una crítica abierta tanto a las vivencias codificadas de la vida moderna en la ciudad promedio norteamericana como al dispositivo cinematográfico hollywoodense[6].

Zabriskie Point cuenta la historia de dos jóvenes amantes, quienes por diversas situaciones no pueden aceptar el fatídico destino que la modernidad citadina les impone, para lo que necesitan encontrar un lugar heterotópico[7]. Este lugar se encuentra fuera del destino impuesto de la ciudad, en la que todo parece estar ya predeterminado, sin opción a la multiplicidad y donde la «la libertad se reduce a la libertad de un comprar un auto»[8]. Mark y Daria, los jóvenes amantes, encuentran en el desierto del Zabriskie Point, no sólo refugio de la ciudad, sino contradicción y desactivación de la misma. Ahí, en lo desértico, consuman su amor junto con todos aquellos rebeldes que se niegan a asumirse como ciudadanos pertenecientes de la urbe, rescatando así —sin saberlo— las ideas de Jean-Luc Nancy quien escribía que, en las comunidades inoperantes modernas, son «los amantes [quienes] se tocan, los ciudadanos no»[9].

Para retratar las percepciones de los personajes en este film, las imágenes-poéticas del paisaje son, así mismo, sumamente importantes. Por una parte, cuando Mark aparece en las escenas iniciales conduciendo su camioneta, el paisaje citadino que Antonioni nos muestra es el de una ciudad repleta de anuncios publicitarios entre los cuales, llega a destacar uno que supone ser una invocación misma del paisaje. La elección de estas imágenes, corresponde por tanto a la idea de Mark y a su percepción de la ciudad como destino impuesto, como modelo de vida necesariamente llevado por la lógica consumista. Cuando Mark decide escapar al desierto al robar un avión de la policía, el tratamiento del paisaje hace pensar en una imagen-poética diametralmente opuesta. Mark deriva en su avión como si fuera una danza por los espacios del desierto; aquí, contrario a lo que podía hacer en su camioneta y en la avenida repleta de anuncios que nos recuerda a Aprendiendo de las vegas del arquitecto posmoderno Robert Venturi, Mark encuentra una multiplicidad de destinos. Por otra parte, en el momento en el que Daria y Mark consuman su amor, aparecen un sinnúmero de parejas que potencian lo erótico, y a pesar de que estas son imaginarias, resultan ser —a nivel paisajístico-poético— resonancias de la conciencia de los dos amantes. En este sentido el paisaje, como el mismo Antonioni lo mencionará a propósito de su película, está compuesto de «montañas, desiertos, bosques de cactus» pero también, «de gente que sufre, la que se rebela, la que sabe y comprende pero carece de la fuerza para revelarse»[10]. De este modo, el desierto, como heterotopía y multiplicidad de destinos, representa también la conciencia de Mark y Daria en tanto encuentran en el desierto una libertad, una verdad poética e íntima a través del rechazo a lo mecánico, convencional y artificial.

La interioridad anímica del paisaje, la poética del espacio, alcanza una de las expresiones más sublimes en la historia del cine moderno en las escenas finales en donde Daria, impotente luego del asesinato de Mark, va con su padre, el antagonista —él se dedica a los bienes raíces y no sólo está a punto de inaugurar un conjunto habitacional que consumirá toda el agua del desierto, sino que acabará con el único refugio de la ciudad, el Zabriskie Point que atestiguó la consumación del amor de su hija y Mark—. Al no poder hacer nada para detener la construcción del desarrollo habitacional, Daria, mientras suena la canción Come up number 51, your time is up de Pink Floyd, imagina un paisaje en donde la casa de su padre explota. Al final, nos damos cuenta de que la escena de destrucción fue producto de la imaginación de la protagonista, pero es justo la imaginación, lo interior, lo que será el paisaje para Antonioni. Es la imaginación la que conforma el paisaje y así mismo, la que hace de la imagen cinematográfica una imagen poética. El cine se vuelve interno.

IV


La conclusión es siempre la misma: el cine, como la literatura,
es inútil si no produce verdad y poesía.

M. Antonioni

Decía el poeta Pierre-Jean Jouve que «La poesía es un alma inaugurando la forma», con lo que nos sugería entender que el arte, lo poético, sólo son tales en la medida en que producen una resonancia del interior, de la conciencia, del alma. En este sentido, el cine de Antonioni, como demuestra su tratamiento del paisaje, estará a la altura de lo poético. En tanto desdoblamiento anímico, a propósito de la aseveración de Jouve, el cine del italiano bien puede ser considerado como artístico en la medida en que también lo son la poesía, la pintura, la escultura y la danza. No es gratuito, siguiendo esta problemática, que el mismo Antonioni, en su intento por hacer del cine un arte, haya realizado algunas referencias a otras artes para generar metáforas de lo artístico desde el cine. En este sentido, las pinturas que acompañan algunos de sus escenarios, como los cuadros abstractos que aparecen en la habitación cuando Vittoria descubre su vacío existencial, o la pintura minimalista que Thomas ve constantemente en su estudio en Blow-Up, nos aparecen como una invitación a reflexionar la potencia artística del cinematógrafo.

Siguiendo el gesto de Antonioni, podríamos pensar entonces que el cine, cuando es ventana al alma se convierte en poesía, y la poesía, en tanto es resonancia de la conciencia, es símil a la vida misma. De ese modo, podemos ahora entender y compartir, a manera conclusión, la máxima del cineasta italiano: «Hacer una película es vivir». 


http://correspondenciascine.com/2017/08/vivir-el-paisaje-la-poetica-del-espacio-en-el-cine-de-michelangelo-antonioni/

MICHELANGELO ANTONIONI. LA COMPOSICIÓN VISUAL

 

MICHELANGELO ANTONIONI. LA COMPOSICIÓN VISUAL

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La composición visual de Antonioni

Michelangelo Antonioni.
Michelangelo Antonioni y Monica Vitti en el set de El eclipse (1962). Fotografía de Robert Frank.

Una de las virtudes del cine de Michelangelo Antonioni es la fuerza visual que adquieren sus imágenes. Composiciones que rompen con el recetario estético tradicional para imponer la mirada de un autor. El tratamiento nada convencional de la imagen, que según fueron pasando los años sería revisado y reinterpretado para extraer el máximo potencial de su cine, convierte la cinematografía de Antonioni en una de las más innovadores de su generación.

Los inicios cinematográficos de Antonioni estuvieron ligados al neorrealismo italiano. Escribió los guiones de Un piloto regresa (Roberto Rossellini, 1942) y Caza trágica (Giuseppe de Santis, 1947), trabajos que intercalaba con las grabaciones de sus primeros cortos documentales, a los que podemos considerar sus piezas más neorrealistas. Posteriormente, se estrenaría en el largometraje con Crónica de un amor (1950), protagonizada por una joven Lucia Bosé, con la que repetiría en La señora sin camelias (1953). Desde su primer largometraje Antonioni dejó claro que sus intereses cinematográfícos se alejaban de cualquier reivindicación social. En El grito (1957), el protagonista, Aldo, parece no inmutarse ante la protesta campesina de su pueblo contra la construcción de un aeropuerto que destruirá los campos de labranza. Inmerso en sus dudas existenciales y sus desencuentros amorosos, Aldo camina en dirección contraria a la manifestación hasta alejarse de ella. El grito fue el preludio de la trilogía de la incomunicación: La aventura (1960), La noche (1961) y El eclipse (1962), donde las relaciones amorosas de la clase burguesa concentraron los intereses de Antonioni. Si en sus comienzos el italiano se servía de composiciones y puntos de vista del cine clásico, en la trilogía de la incomunicación aportaría nuevas formas para expresar las dudas amorosas de sus personajes. Más adelante, en sus últimas obras, el uso del color, los contrastes y la variedad tonal se convertían en un elemento estético más. De esta etapa destacan El desierto rojo (1964), Blow-up (1966) o El reportero (1975). ¿Qué rasgos identifican esta estética?

 

División vertical

Uno de los recursos más utilizados por el italiano es la división vertical de la imagen en dos mitades, apoyándose en los elementos fijos de la escena. La toma se desequilibra al quedar cubierta la mitad de ella con una textura que en la mayoría de las ocasiones suele ser un motivo arquitectónico como paredes y muros. El desequilibrio generado al vaciar de acción una mitad de la imagen contrasta con la narración de la otra.

Antonioni. El eclipse. Revista Mutaciones
El eclipse (1962)

Puede parecer una idea sencilla, pero lo cierto es que la división aporta también un elemento narrativo al invisibilizar lo que ocurre al otro lado del muro. En El eclipse, cuando se conocen Vittoria (Mónica Vitti) y Piero (Alain Delon) en La Bolsa, gracias a un pilar, los murmullos de ambos quedan aislados del minuto de silencio que guarda el resto de la sala por un compañero fallecido. Antonioni podría haber colocado la cámara justo en la espalda de Vittoria y Piero, en contraste con el resto del personal en silencio, para remarcar el atrevimiento de él, pero decide colocarla a su costado y mostrar una momento más íntimo.

Al final de La aventura, Antonioni utiliza la escena dividida para cerrar la película. A continuación, las letras de FIN aparecen en la parte de la imagen que ocupaba la acción. En otras ocasiones la fragmentación es todavía más agresiva como ocurre en La noche, donde para acentuar la soledad en el caminar de Lidia (Jeane Moreau), Antonioni decide filmar la pared del edificio dejando visible apenas una parte de la vereda. Previamente a esta imagen, la hemos observado deambular sola por la ciudad, atormentada por las dudas sobre su relación con Giovanni (Marcello Mastroianni) bajo un silencio solamente roto por sus pasos. Así, la elección del plano partido profundiza en los sentimientos de abandono de Lidia.

Antonioni. La noche. Revista Mutaciones
La noche (1961)

Equilibrio de volúmenes

Podríamos considerar que la puesta en escena del cine de Antonioni tiene componentes teatrales. En numerosas conversaciones los actores evitan la mirada orientando sus cuerpos en direcciones opuestas. A veces estos desencuentros nos demuestran los pesares o disputas entre ellos, nos transmiten su estado de ánimo o refuerzan los sentimientos que modulan la conversación. Gracias a esta puesta en escena, Antonioni prescinde del plano/contraplano y del primer plano, y nos permite comprender el tono de la escena sin observar los ademanes dramáticos habituales. En La aventura, un grupo de veraneantes llega a un islote del mediterráneo para pasar la jornada. Su plan inicial de mar y tranquilidad se ve truncado cuando Anna (Lea Massari) desaparece sin dejar rastro. La ausencia de Anna consterna al resto de veraneantes entre los que se encuentran su novio Sandro (Gabriele Ferzetti) y su amiga Claudia (Monica Vitti). Sin embargo, al no tener ninguna pista sobre la desaparición de Anna la desconfianza entre ellos aumenta. No sabemos si Anna se ha ido, si se ha suicidado o si ha tenido un accidente. Poco a poco las conversaciones entre los actores se vuelven más pasionales y vehementes, y las especulaciones les remuerden la conciencia. Así, la sorpresa inicial sobre su ausencia se convierte en temor y este, en recelo hacia el resto.

Antonioni. La aventura. Revista Mutaciones
La aventura (1960)

A medida que aumenta el tiempo de la búsqueda de Anna, los actores no se miran a los ojos y sus cuerpos se giran para orientarse en direcciones opuestas. Como percibimos en esta imagen, Claudia desconfía de los argumentos de Sandro acerca de la desaparición de Anna. Tras la infructuosa labor, los veraneantes deciden volver y dejan la búsqueda en manos de la policía. Unos días después, se reencuentran en la casa de campo de uno de ellos, y la escena se repite cuando hablan de Anna. No necesitamos apreciar el primer plano de Claudia para entender que la rumorología sobre la muerte de su amiga le espanta.

Antonioni. La aventura. Revista Mutaciones
La aventura (1960)

Aunque en estos casos existe una motivación narrativa de peso para la composición de la escena, en otras ocasiones la  composición persigue impactar visualmente más que transmitir una idea. Al colocar los cuerpos de los actores en diferentes planos, la sensación de tridimensionalidad se agudiza y los volúmenes que componen la imagen alcanzan un equilibrio estético. Así ocurre por ejemplo en el siguiente fotograma de La noche donde Lidia vuelve al barrio donde se crio. En ella el taxista que la ha llevado se sorprende de que una mujer burguesa visite un arrabal. Ella en primer plano oteando el horizonte y él observándola a su espalda, colocados en mitades opuestas, contraponiendo el peso de ambos personajes en la imagen.

Antonioni. La noche. Revista Mutaciones
La noche (1961)

Profundidad de campo

Como comentábamos en el epígrafe anterior, en algunas ocasiones la composición de la escena le exige a Antonioni dotar a sus imágenes de una mayor profundidad de campo. Como apreciamos en la imagen previa en el par de metros que separa a Lidia del taxista observamos todos los elementos enfocados. Una leve distorsión en el rostro de ella nos demuestra la cercanía a la cámara y el objetivo utilizado por Antonioni. En esta escena la profundidad de campo le permite dividir la imagen en dos planos que aportan información.

En otras ocasiones, la profundidad de campo nos introduce acontecimientos que dispararán la trama posterior. En la siguiente imagen de La aventura (referencia a la archiconocida escena de Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles), observamos a Anna y Claudio besándose mientras en la calle espera Claudia. De esta manera, Antonioni sugiere que Claudia será el detonante de las futuras desavenencias de la pareja.

Antonioni. La aventura. Revista Mutaciones
La aventura (1960)

Mismo recurso se encontraba ya en El grito, donde los suspiros de Aldo en recuerdo de su esposa se cortan cuando la puerta del fondo se abre con el cuerpo encajado en el marco de su última amante. En esta ocasión la división de la imagen es horizontal, en la parte inferior observamos a Aldo en su cama, y en la parte superior las escaleras que llevan a la puerta, orientando de esta manera la mirada del espectador desde el extremo inferior derecho al superior izquierdo.

Antonioni. El grito. Revista Mutaciones
El grito (1957)

Espejos y Ventanas

En algunas ocasiones, la profundidad de campo se apoya en los espejos para ampliar sus posibilidades. En la siguiente escena de El reportero, David (Jack Nicholson), un periodista que simula su muerte y se apropia de la identidad de un fallecido que se llama como él, comienza una huida por la costa mediterránea. Está sentado en una zapatería, cuando en el espejo superior observamos a un hombre que le busca para interrogarle. De esta manera anticipamos la angustia de David por escapar del establecimiento.

Antonioni. El reportero. Revista Mutaciones
El reportero (1975)

Sin embargo, en la imagen anterior, el espejo solo cumple una función narrativa. Mucho más llamativa es la composición de imágenes valiéndose de este elemento que le permiten jugar con simetrías o ensanchar el espacio para incluir lo que quedaría fuera de campo, pero manteniendo siempre un orden estético. En la siguiente imagen de El reportero, Antonioni aplica de nuevo la división vertical. En el lado derecho, David mira hacia la ventana donde se encuentra la chica que le ha acompañado durante su viaje de huida (Maria Schneider). A ella la observamos sosteniendo la ventana que queda encajada en el espejo y que poco a poco va apareciendo en el plano.

Antonioni. El reportero. Revista Mutaciones
El reportero (1975)

Todo está calculado en esta escena, el espejo no es solamente un elemento compositivo, sino que preludia la secuencia de la cámara atravesando la reja para salir al exterior en el desenlace de la película. Una ventana también canaliza el conato de deseo entre Vittoria y Piero en El eclipse, en este caso el vidrio sirve como parapeto que alivia la conciencia de ella por su reciente ruptura, pero a la vez le permite desatar su pasión.

Antonioni. El eclipse. Revista Mutaciones
El eclipse (1962)

Cuando hemos hablado de la división vertical de las imágenes o del equilibrio de volúmenes asumíamos que la composición rehuía la simétrica, es decir, desestabilizaba la imagen para orientar la mirada del espectador, pero a la vez le daba un sentido estético fuerte. Sin embargo, en algunas ocasiones, Antonioni se sirve de los espejos y ventanas para generar simetrías que yuxtapongan diferentes planos. En la escena siguiente de La noche, observamos a Giovanni hablando con Valentina (Monica Vitti) en la fiesta a la que ha asistido junto a Lidia. De nuevo la pantalla vuelve a seccionarse, pero en esta ocasión duplica la figura de Giovanni y así distorsiona sus intenciones hacia Valentina y profundiza en las dudas de su relación con Lidia.

Antonioni.La noche. Revista Mutaciones
La noche (1961)

El color

Tras la trilogía de la incomunicación, Antonioni comenzó a rodar en color. Esta transformación no solamente se materializó en un cambio tecnológico, si no que sus obras se modificaron drásticamente. Las bandas sonoras clásicas que cubrían sus películas previas estuvieron a cargo de Giovanni Fusco (excepto en La noche), con el color se volvieron más eléctrica y moderna, colaborando con artistas como Herbie Hancock o Pink Floyd. Lo mismo ocurrió con el montaje, hasta entonces realizado por Eraldo Da Roma, que evolucionó hacia cortes más abruptos que condicionaron unos guiones más libres, en ocasiones sin estructura definida, con nudos dramáticos que se estancaban o que ni siquiera se resolvían. El comportamiento de los personajes parecía infundado en unas causas concretas, como movidos por estímulos que los llevaban a actuar de manera hermética. Toda esta transformación artística no podía ser indiferente a la composición de imágenes.

Desde un punto de vista simbolista, Antonioni utiliza el color para potenciar las emociones de sus personajes, así en El desierto rojo una habitación roja reproduce la tentación y el deseo entre Giuliana (Monica Vitti) y Corrado (Richard Harris). En Blow-up toda una pradera de un verde refulgente remarca el espíritu detectivesco y desenfadado de Thomas (David Hemmings). En El reportero, cuando David se asoma por la ventana de la cabina del teleférico de Barcelona, sus brazos extendidos y el azul marino del Mediterráneo encarnan las ansias de libertad del personaje. Unas horas más tarde, en el descapotable que conduce se vuelve a generar el mismo simbolismo, pero en esta ocasión con la chica que le acompaña.

Antonioni. El reportero. Revista Mutaciones
El reportero (1975)

El viaje que realiza David por la costa española desde Barcelona hasta Almería nos revela una España ruralizada en la que todavía no se había producido el estallido del aperturismo democrático. Imágenes que recuerdan a las instantáneas tomadas por Henri Cartier-Bresson a mediados del siglo XX o las realizadas por Carlos Pérez Siquier en el barrio de La Chanca en Almería. En la siguiente imagen, observamos a David en la ciudad de Almería pensando en cómo llegar al hotel en el que ha quedado con la chica.

Antonioni. El reportero. Revista Mutaciones
El reportero (1975)

La filmografía de Antonioni está repleta de referencias artísticas a otras disciplinas. Desde el punto de vista pictórico, nos encontramos con los cuadros que aparecen en La noche o el estudio de Riccardo en El eclipse. En el plano arquitectónico, en El reportero, David visita varias de las obras de Gaudi en Barcelona, en la trilogía de la incomunicación aparecen retratados los desarrollos urbanísticos de la nueva burguesía de postguerra en las afueras de núcleos urbanos y el comienzo de La noche es un plano secuencia en descenso por la fachada de la Torre Pirelli. Fotografía, arquitectura, pintura, escultura o literatura encuentran sus vínculos en el cine del italiano.

La fuerza visual del cine de Antonioni nos descubrió a un artística que no solamente estaba preocupado en describir las incertidumbres de la sociedad europea de postguerra. La mirada del cineasta produce todavía a día de hoy una atracción cinematográfica que trasciende la narración: la recurrente división de la pantalla le permite guiar la atención del espectador, la posición de los cuerpos de los actores compone imágenes equilibradas estéticamente, la profundidad de campo estructura la imagen en diferentes planos, o los espejos y ventanas amplían el espacio y las simetrías. Unos principios visuales que han permanecido en constante dinamismo, revaluándose para producir una obra estéticamente bella.

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