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¿Fueron de verdad enemigos Mozart y Salieri?

 

¿Fueron de verdad enemigos Mozart y Salieri?

MÚSICA CLÁSICA

Los desvaríos de dos moribundos y la indudable atracción de las leyendas truculentas han atribuido a estos músicos una enemistad que no fue tal



Retrato de Antonio Salieri, por Joseph Willibrord Mähler.

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JAVIER MARTIN

18/08/2020 07:00

Considerado un referente del Clasicismo musical vienés, influyó profundamente en románticos tempranos del calibre de Beethoven, Schubert y Liszt. Ello tras haber encandilado a Gluck y otras vacas sagradas del Barroco tardío. Y es que su talento era tan evidente que llamó la atención desde la minoría de edad. La Scala de Milán, de hecho, se inauguró en 1778 con una obra suya. Y no, no se llamaba Mozart, sino Salieri.

Pocos personajes de la historia de la música se han visto tan calumniados como este compositor italiano de la escuela germana. Sus obras causaron furor durante décadas en media Europa. El género operístico aún lo tiene por uno de sus grandes reformadores de finales del siglo XVIII. También fue un profesor de técnica vocal, piano y contrapunto muy solicitado, no menos que como director de orquesta. Sin embargo, Antonio Salieri hoy encarna, ante todo, la envidia artística. El porqué es bien conocido. Su relación, malinterpretada, con el increíble Wolfgang Amadeus Mozart.





Mozart y Salieri, por A. Benois, ilustración de comienzos del siglo XX.

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De la vida a la ficción

Cuando la película Amadeus arrasó en los Óscar de 1985, solo amplificó a escala masiva una distorsión que se oía desde hacía siglo y medio. Mozart murió en 1791 con apenas 35 años. Salieri, en 1825, con 74 y demente. En esa misma década, una biografía proclamó que el austríaco se había quejado, en la agonía, de haber sido envenenado. Salieri también habría pregonado, ciego, senil y en un psiquiátrico, que había matado a su colega.

Sin embargo, diversos estudios han demostrado que ambas afirmaciones eran delirios. Los de Salieri, debidos a un deterioro mental patente. Los de Mozart, a un intenso proceso febril aparejado a la pulmonía que, junto con un fallo renal, lo condujo a la tumba. No obstante, un compositor en infinito estado de gracia contrapuesto a otro exitoso, pero mediocre e intoxicado de celos, constituía un juego dramático demasiado tentador como para dejarlo pasar.

El escritor Aleksandr Pushkin abrió fuego en 1830 con una breve tragedia teatral con estos protagonistas

El escritor romántico Aleksandr Pushkin abrió fuego en 1830 con una breve tragedia teatral con estos protagonistas y antagonista de fábula. Su título manuscrito, La envidia, ya transparentaba que la relación verídica de Mozart y Salieri se había estilizado en una alegoría. El nacionalista Nikolái Rimski-Kórsakov tomó el relevo en 1898 al convertir esa pieza en una ópera. En el siglo XX, el dramaturgo inglés Peter Shaffer modernizó este hilo decimonónico ruso. Su Amadeus escénico, estrenado en 1979, fue suavizado después por Milos Forman para llegar a un público amplio en los cines.

Todas ellas son obras de arte magníficas. Sin embargo, no plasman personas reales, sino reelaboraciones simbólicas, arquetipos. Para recuperar cómo fue la relación histórica de Mozart y Salieri y neutralizar la fantasía, lo mejor es repasar los hechos documentados que marcaron ese vínculo. Los puntos de encuentro y desencuentro que tuvieron estos músicos en la dinámica Viena de la Ilustración.



Representación de la ópera 'Mozart y Salieri', de Nikolái Rimski-Kórsakov

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En la capital imperial

El grueso de esa relación se desarrolló en un decenio concreto, de 1781 a 1791. Fue cuando ambos compositores coincidieron en la capital imperial como lugar de residencia, pese a estancias ocasionales en otras localidades europeas. Aunque había nacido más lejos, en un pueblo próximo a Milán, Salieri se asentó antes en la metrópolis del Sacro Imperio.

Sucedió en 1766, al ser descubierto en Venecia. Un operista austríaco apadrinó a lo grande a este huérfano de 16 años al advertir su talento musical. Le dio acceso a la mejor formación disponible en Viena y a una deslumbrante agenda de contactos. Salieri actuó así desde muy joven en los conciertos de cámara que organizaba el emperador José II. Con el tiempo, se convirtió en compositor de la corte y sucedió a su mentor al frente de la influyente y bien remunerada ópera italiana.

Durante sus primeros años en Viena, Mozart hubo de dar clases de música para sobrevivir

Hacía siete años de esto cuando Mozart se afincó en Viena en 1781, donde moriría una década después. Era un viejo conocido de la ciudad. Representado por su padre, Leopold, había tocado para la corte y otros escenarios en tres giras. La primera había sido en 1764 como estrella infantil, ante la emperatriz María Teresa y su hija María Antonieta, la futura reina de Francia, entonces una niña. 

El salzburgués, sin embargo, no había sabido rentabilizar la admiración que despertaba desde pequeño. Pese a ser muy apreciado en los círculos melómanos de la aristocracia y la burguesía, los primeros meses en la capital hubo de dar clases de música para sobrevivir. Además, con una única alumna estable. De ahí que se tomara mal un revés que sufrió por causa, no culpa, de Salieri el mismo año de su llegada.

Una princesa a la que Mozart buscaba impartir lecciones de canto y piano prefirió para ello al maestro lombardo. Descorazonado, el austríaco se lamentó por carta a su padre. No sería la única vez que arremetiera contra Salieri en particular y contra los artistas italianos en general. Estas quejas serían esgrimidas años después como pruebas de animadversión entre Mozart y Salieri.



Retrato póstumo de Mozart.

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Pero Mozart también pone a caldo en varias misivas a Lorenzo da Ponte, lo que no impidió que le confiara el libreto de tres óperas. Eran simples celos profesionales, y de baja intensidad, por la predilección de la época, no solo en Viena, por los creadores italianos. 

Además, resultaba difícil competir con el Salieri educador. Era tan buen pedagogo que más tarde contribuyó a formar a Beethoven, Schubert y Liszt. También a Franz Xaver, un hijo del propio Mozart, toda una evidencia de la buena relación entre el lombardo y el entorno más íntimo de su supuestamente odiado enemigo.

Otro dato interesante al respecto, sobre el carácter de Antonio Salieri: jamás cobró a un alumno en apuros. Enseñó gratis a casi todos. Se trataba de una persona devota y, en general, generosa y bondadosa. Lo decía la propia familia Mozart todavía en el siglo XIX.

El autor de La flauta mágica también dejó muestras más de compañerismo que de rivalidad. En 1782, Mozart escribió el primero de cuatro papeles para lucimiento de Caterina Cavalieri, incluidas arias en Las bodas de Fígaro y Don Giovanni. Era una soprano estupenda, y la protegida, o sea, amante, de Salieri. Ambos compositores hasta concurrieron en la creación de una cantata conjuntaPer la ricuperata salute di Ofelia, en 1785. Hallada tres décadas después de la película Amadeus, se reestrenó a nivel mundial en 2016.

Salieri confesó que jamás "había visto una producción tan hermosa y agradable" como 'La flauta mágica'

Sus más y sus menos

No todo fueron rosas. Leopold Mozart acusó en su correspondencia a “Salieri y sus adeptos” de un complot contra Las bodas de Fígaro. Su hijo estrenó esta ópera en 1786 y, cosas que pasan, gustó poco. El padre achacó el fiasco a la camarilla italiana de Viena. Pero los obstáculos que debió sortear la obra hasta su debut parecen responder más bien a una rencilla entre los libretistas de ambos músicos –los dos italianos, por cierto–, así como a un empeño infructuoso de Mozart de alterar la programación pactada con el teatro de la première.

Tampoco se sostiene la leyenda negra del Réquiem. Se sabe desde hace mucho que lo encargó en secreto un conde que había enviudado y pretendía hacer pasar por suya esa misa. De hecho, la presentó con su firma en 1793. El autor verdadero había muerto dos años antes.

Ese trágico y prodigioso acto final, el fecundo año 1791, también brindó evidencias de una relación tal vez complicada entre Mozart y Salieri, pero inclinada como mínimo a la camaradería profesional. Así se trasluce que, con ocasión del ascenso de Leopoldo II al trono bohemio, el primero compusiera La clemenza di Tito, al no poder hacerlo el segundo por compromisos previos. Ópera aparte, Mozart consiguió gracias a Salieri la inclusión en la coronación de tres piezas sacras. El italiano, además, habría dirigido en torno a esas fechas una Sinfonía n.º 40 de su colega.



'Últimos días de Mozart', de Hermann von Kaulbach (1873)

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Armonizados por la belleza

Pero la escena más elocuente la aporta La flauta mágica. Estrenada dos meses antes de la muerte de Mozart y representada velada a velada a sala llena, una noche el austríaco pasó a recoger en persona a Salieri y la Cavalieri para ahorrarles la cola. Dentro, escribió después a su esposa Constanze, el compositor italiano y la soprano confesaron que jamás habían “visto una producción tan hermosa y agradable”. Salieri “escuchó y observó con la mayor atención desde la obertura hasta el último coro”. Cada número le arrancaba “un ¡bravo! o un ¡bello!”, deslumbrado por esa ópera excelsa. Fue la última vez que se vieron Mozart y Salieri. Al menos, que se sepa por un testimonio directo. No suena precisamente a envidia ni enemistad. 

Este artículo se publicó en el número 629 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-moderna/20200818/32860/verdad-enemigos-mozart-salieri.html

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