El primero en incluir algunos términos, como gr8 o b4, es la edición inglesa del Collins. Muchos ven la intrusión de este tipo de términos como una desvirtuación del lenguaje, y un retroceso en la enseñanza de ortografía. De momento, no se han incluido palabras similares en el diccionario de la RAE, pero ya han surgido diferentes iniciativas para promover este tipo de lenguaje.
martes, 19 de mayo de 2020
Botella al mar para el Dios de las palabras
A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!».
El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.
La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?
Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.
“La eñe también es gente”, de María Elena Walsh
“La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. ¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta la apócope. Ya nos han traducido el pochoclo. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? ¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces? ¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní? “La ortografía también es gente”, escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui. A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta. No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera dónde se debate nuestro discriminado signo.
Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.”
Este texto de María Elena Walsh fue originalmente publicado en el diario “La Nación” en 1996 y fue escrito en el marco del conflicto cultural que protagonizó la Comunidad Económica Europea (CEE), cuando impulsó de forma imprudente el proyecto de algunos fabricantes de computadoras, que pretendían comercializar teclados sin la letra “ñ”. La Real Academia Española (RAE) proclamó en un informe (1991) que esto representaría “un atentado grave contra la lengua oficial”. Finalmente, el gobierno español respondió en 1993 con una ley proteccionista de la lengua, acogiéndose al Tratado de Maastricht.
A través de este texto se aborda, con humor, el tema de la identidad de la lengua. La letra “ñ”, que representa el fonema nasal palatal sonoro, no existía en el griego ni en el latín, origen de las lenguas romances actuales. Solo existía la “n”, que a comienzos de la Edad Media se reforzó con otros signos, especialmente las letras “i”, “y”, “g”, e incluso la “n” duplicada (“nn”). Al aparecer, en las lenguas romances vulgares, la duplicidad se empezó a transcribir con un guión encima, que indicaba que se repetía la letra. Este rasgo caracterizó al español frente a otras lenguas, siendo la “ñ” una letra representativa del mismo. La RAE la añadió al alfabeto en la segunda edición de su Ortografía (1754), y se considera la decimoséptima letra del abecedario.
(Fuente: Uruguay Educa, Portal Educativo de Uruguay, Administración Nacional de Educación Pública)
La RAE estudia elaborar una tabla de abreviaturas para los SMS
La RAE estudia elaborar una tabla de abreviaturas para los SMS
MADRID, 17 Ene. (EUROPA PRESS) - El director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, señaló hoy que la RAE estudia elaborar una tabla de abreviaturas para los SMS y ya trabaja en un corrector de Microsoft con una base léxica de 500 millones de registros dentro de su meta de adaptar los conocimientos de la Academia a las nuevas tecnologías. En declaraciones a Europa Press, De la Concha indicó que, dentro de los tres parámetros sobre los que trabaja la Real Academia ( ...
Leer más: https://www.europapress.es/cultura/noticia-rae-estudia-elaborar-tabla-abreviaturas-sms-20080117220122.html
(c) 2020 Europa Press. Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de este contenido sin su previo y expreso consentimiento.
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MADRID, 17 Ene. (EUROPA PRESS) - El director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, señaló hoy que la RAE estudia elaborar una tabla de abreviaturas para los SMS y ya trabaja en un corrector de Microsoft con una base léxica de 500 millones de registros dentro de su meta de adaptar los conocimientos de la Academia a las nuevas tecnologías. En declaraciones a Europa Press, De la Concha indicó que, dentro de los tres parámetros sobre los que trabaja la Real Academia ( ...
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El lenguaje SMS llega a los diccionarios
ARCHIVOS | 17 DE JULIO DE 2007
Todo buen lingüista sabe a la perfección que cualquier idioma varía con el tiempo. Es una cuestión de evolución, nuevas situaciones y nuevos entornos, aunque muchos puristas intentan evitarlo. Aún así, en las últimas décadas se ha producido un cambio sustancial con la llegada de internet, las nuevas tecnologías y los teléfonos móviles.
Estos últimos dispositivos han fomentado la creación de un nuevo lenguaje, utilizado por los usuarios para escribir mensajes SMS. La falta de espacio y la necesidad de ser breve son los factores fundamentales que han condicionado la aparición de estas nuevas expresiones, como d2 (dedos), bss (besos) o txt (texto).
Muchos ven la intrusión de este tipo de términos como una desvirtuación del lenguaje, y un retroceso en la enseñanza de ortografía a los escolares. Algunos de ellos han trasladado esta forma de escribir a otros ámbitos e, incluso, a la escuela. Aún así, este nuevo sistema de expresión está tan extendido que ya hay algunas iniciativas para convertirlo en oficial.
Una de las pioneras, y de las más criticadas, es la que ha llevado a cabo el conocido diccionario Collins, que ha introducido algunos de los términos SMS más populares entre sus páginas. Si bien en principio sus responsables querían lanzar un diccionario solo con abreviaturas, finalmente decidieron incorporarlas en su edición normal británica.
Así, entre sus páginas se pueden encontrar términos como gr8 (great), b4 (before) o lol (laugh out loud). Pese a que algunos usuarios han encontrado esta iniciativa interesante, en el Reino Unido se ha desatado la polémica, debido a que muchos lingüistas consideran estos términos como faltas ortográficas graves que no deben ser aceptadas oficialmente.
En España, de momento, no se han incluido palabras similares en el diccionario de la RAE, pero ya han surgido diferentes iniciativas para promover este tipo de lenguaje. Una de ellas es el libro “Mnsjs d txto”, editado por Plaza y Janés, que sirve como diccionario de las abreviaturas más comunes utilizadas en las comunicaciones móviles.
Además, la Asociación de Usuarios de Internet (AUI), junto con MSN, Lleida.net, Movistar, Vodafone y Orange, ya pusieron hace tiempo en marcha el primer diccionario online que recoge los términos SMS más utilizados por todos los usuarios.
El profesor Bigotini: AMBROSE BIERCE, EL GRINGO VIEJO
Ambrose Gwinnett Bierce, nacido en Meigs, Ohio, en 1842, protagonizó una de las biografías más novelescas que cabe imaginar. Fue el décimo de trece hermanos en una familia de granjeros calvinistas de la América más primitiva y profunda. Su padre, un sujeto extravagante, se empeñó en bautizar a todos sus retoños con nombres que empezaran por A. Su madre tenía un carácter autoritario y despótico. En este ambiente asfixiante se crió el joven Ambrose, y no es de extrañar que cobrara un odio visceral por su familia. Uno de sus hermanos fue forzudo en un circo ambulante, otra de sus hermanas marchó a África como misionera, y acabó sus días en una cazuela devorada por los caníbales. Tal como suena. Ambrose se alistó como voluntario en el ejército de la Unión nada más comenzar la Guerra Civil americana. Más que por patriotismo, lo hizo para escapar de la casa paterna. Se distinguió en sucesivas acciones bélicas, participando en batallas históricas como las de Chattanooga, Nashville o Shiloh. Esta última, que fue una auténtica carnicería, dejó una huella imborrable en su carácter, y le sirvió de inspiración en varios de sus mejores relatos. Terminó la guerra ascendido al grado de mayor (comandante).
Acabada la contienda participó aún en algunas escaramuzas contra los indios, destinado al célebre Fort Laramie. Pretendió continuar en el ejército, pero desistió cuando no respetaron su graduación, siendo aceptado como simple teniente. Se casó con Molly Day, mujer al parecer bellísima, de la que se divorció tras sorprenderla en una aventura amorosa.
Bierce se inició en las letras como periodista en San Francisco, llegando a dirigir alguna publicación. Viajó en esta época regularmente a Londres, y entabló amistad con Mark Twain, por entonces toda una celebridad literaria, de quien fue siempre un admirador incondicional. De vuelta en San Francisco, entró en las empresas periodísticas de William Randolph Hearst, convirtiéndose en el más prestigioso columnista de la costa occidental.
Bierce desapareció en México en 1914, cuando tenía más de setenta años. Su inextinguible espíritu aventurero le llevó a unirse en Ciudad Juárez al ejército de Pancho Villa. Su rastro se perdió en Chihuahua, y a partir de entonces no volvió a saberse nada más de él, lo que hizo correr ríos de tinta en su país. Su peripecia mexicana inspiró primero una novela de Carlos Fuentes, Gringo viejo, y después la película del mismo título, dirigida por Luis Puenzo en 1989, y protagonizada por Gregory Peck.
En cuanto a su faceta propiamente literaria, Ambrose Bierce fue ante todo un maestro del cuento corto. En sus narraciones hizo gala de un humor irónico, a veces sarcástico y ácido, que le valió el sobrenombre de Bitter Bierce (Bierce el amargo). En eso imitó a su amigo Mark Twain. Escribió también algunos cuentos fantásticos donde demostró su prodigiosa imaginación. Destacó como autor de relatos terroríficos, siguiendo la tradición tan en boga en su época, de autores como Nathaniel Hawthorne, Herman Melville o el mismo Poe. Títulos como La cosa maldita, La ventana tapiada o La muerte de Halpin Frayser, son otros tantos ejemplos de su maestría en este género.
De entre sus numerosos relatos breves, Biblioteca Bigotini se complace hoy en presentar la versión digital del titulado El hipnotizador, cuento que refleja fielmente el estilo de este prodigioso escritor de accidentada vida. Haced clic en la portada, y disfrutadlo.
Cristiano es aquel que sigue las enseñanzas de Cristo, en la medida en que no sean incompatibles con hacer lo que le venga en gana. Ambrose Bierce.
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