lunes, 22 de julio de 2019
El absurdo cotidiano
Especial cultura@lavozdelinterior.com.ar ¿Qué es la normalidad? ¿Qué es lo que hace que personas comunes y corrientes cometan actos inesperados, absurdos, infames o sublimes? Los nueve relatos de Liliana Heker reunidos en La crueldad de la vida intentan no tanto responder estas preguntas como mostrar que esas cosas suceden y, en el mismo movimiento, sacudir el estatuto de lo normal. Parejos en su factura y resolución y construidos por una mano segura que los lleva hacia un final certero y eficaz, los cuentos comparten una idea común: poner de manifiesto las fisuras de la normalidad por las que se cuelan de manera inesperada lo siniestro, el absurdo o la locura. Los relatos cuestionan ciertos aspectos de la vida de la clase media y, más allá de cuán extendidas o familiares resulten algunas situaciones cotidianas, obligan a preguntarse qué tiene de normal, por ejemplo, la imposibilidad de poner fin a un matrimonio desgraciado (“La única vez”) o intentar reparar las consecuencias del error que provoca un mensaje dejado en el contestador automático equivocado (“Contestador”). Algunos de los relatos evocan con cierto aire cortazariano el agobio y el absurdo de situaciones cotidianas y la nostalgia por ciertos tiempo ya idos. La niñez es un lugar al que se vuelve una y otra vez para confirmar que en el fondo uno nunca deja de ser quien es. En su camino al desenlace, los relatos reconstruyen con precisión ambientes familiares y costumbres sociales, describiendo con irónica distancia, a la que no le falta una dosis de ternura, las relaciones familiares. Dentro de esta “factura clásica”, los cuentos presentan distintos tipos de resoluciones: el tono melodramático en “Una mañana para ser feliz”, que trabaja sobre la relación madre-hija en tres personajes de tres generaciones. El desencanto se impone como una revelación a los protagonistas de “La noche del cometa” que esperaban asisitir a un aconteciemiento deslumbrante y único. Un terrible secreto es revelado, en forma de conversación casual, en “Maniobras contra el sueño”. El misterio y lo siniestro atisban en “El pequeño tesoro de cada cual” y “Antes de la boda”. “La música de los domingos” ofrece una especie de restaurción de la comunión y recuperación del tiempo perdido, aunque se recurra a un engaño para iniciarlas. El relato que da título al libro, “La crueladad de la vida”, es una nouvelle de marcado contenido autobiográfico que reconstruye con entrañable ternura la novela familiar. A partir de la desaparición por unas horas de la madre anciana, la narradora y su hermana revisan la ciudad y su propia historia en un recorrido que intenta conjurar miedos y fantasmas. En el camino se repasan las historias y pequeñas felicidades de la infancia que permanecen en las complicidades del presente y en las que es posible descubrirse y reconocerse en la historia familiar. Si bien se ha señalado que lo medular en los relatos de La crueldad de la vida es manifestar las fisuras y grietas que presenta la realidad y la “extrañeza” que esto provoca, existe paralelamente una voluntad de mostrar cuánto de responsabilidad hay en los personajes para operar sobre esa realidad. Los cuentos invitan a reconocer la esencial peculiaridad (¿“anormalidad”?) del ser humano, quitándole el peso de un destino inexorable para devolverle la posibilidad de forjarse uno a la medida de sus posibilidades. EL LIBRO “La crueldad de la vida”, Liliana Heker, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2001, 183 páginas. http://archivo.lavoz.com.ar/2001/1210/suplementos/cultura/nota70692_1.htm |
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