lunes, 9 de marzo de 2009
Novela "Yo"
Yolanda Garcia—su apodo es Yo—ha demostrado que es una escritora con una muy exitosa primera novela cuyos "personajes" son su familia, sus amigos y sus amantes. Mientras Yo goza de su celebridad, sus seres queridos se encuentran "desnudos" y reconocibles ante el mundo en su nueva vida publica. Cual es el resultado? Aquellos que fueron "victimizados por la ficcion" quieren contar su lado de la historia. Y asi mismo lo hacen en esta. La nueva novela de Julia Alvarez, alegre, conmovedora y bien concebida, Yo! se trata del conflicto entre el arte y la realidad, el intelecto y las emociones, y el aculturamiento en los Estados Unidos y sus propias raices dominicanas. Aqui, las tres hermanas de Yo, su mama y su papa, sus abuelos, tias, tios, primos y esposos protagonizan sus versiones de la verdadera vida de Yo. Alvarez hace que les creamos a todos y la indomable Yo, cuyo impulso creativo esta arraigado en sus recuerdos infantiles y sus dos contrastantes culturas.
Bourdieu, Pierre - El oficio de cientifico
Un libro de Pierre Bourdieu: En este libro se recoge el último
curso del autor en el Collège de France, en 2001. Su objeto fue
someter el campo de la ciencia a un análisis histórico y sociológico.
En palabras de Bourdieu, la ciencia es 'un inmenso aparato de
construcción colectiva colectivamente utilizado'. Pierre Bourdieu
parte de la tensión entre razón e historia. Por un lado, la apuesta de
la Ilustración: la posibilidad de una razón que se emancipa de las
contingencias históricas. Por otro, la constatación de las ciencias
sociales: la razón está siempre inscrita en un contexto
sociohistórico.
Fuente: Libros Gratis
Los libros más vendidos esta semana (28 febrero-07 marzo 2009)
Posted: 08 Mar 2009 01:05 PM PDT
Saben, cuando comencé esta serie destinada a recoger la lista de libros más vendidos que publica uno de los periódicos que suelo visitar frecuentemente, tenía la esperanza de que los cambios y variaciones dieran pie para la conversación con los lectores de Papel en Blanco, conocer cuáles eran sus novedades preferidas, por qué las escogían, cuántas de ellas no habían sido capaces de terminar y qué títulos habían devorado sin pausa.
Sin embargo, el inmovilismo de mi fuente principal (por un lado) y (por otro) la suposición acerca de los gustos de los lectores de Papel en Blanco por la que considero que difieren en su mayoría de best sellers y long sellers, me animan esta semana a dos cosas.
La primera de ellas es trasladarles a ustedes directamente las reflexiones en voz alta planteadas arriba, por si tienen apetencia y amabilidad de responderlas. Se las recuerdo: cuáles eran sus novedades preferidas, por qué las escogían, cuántas de ellas no habían sido capaces de terminar y qué títulos habían devorado sin pausa.
La segunda es retomar la comparativa de listas de más vendidos, toda vez que esta semana mi fuente sólo presenta dos variaciones significativas: la incorporación en la categoría de libros de ficción de John Le Carré con El hombre más buscado y, en el apartado de libros de poesía, el cierre de lista por dos nuevos títulos; Misteriosamente feliz de Joan Margarit y Viaje a la transparencia de Nelly Sachs.
FNAC no proporciona ninguna novedad entre los títulos más vendidos: Stieg Larsson y Stephenie Meyer dejan algún resquicio a Roberto Saviano, Federico Moccia y Katherine Neville. En este sentido, sólo destacar que algunos de sus libros tienen en dicho centro un 9% de descuento. No hay más, sino más de lo mismo.
En Casa del Libro, sin embargo, encontramos algunos estímulos. También sorpresas, como el hecho de que encabece la lista de más vendidos La soledad de los números primos, de Paolo Giordano (¿Lo ha leído usted? ¿Alguna impresión para compartir al respecto?).
El estímulo llega con Watchmen, en su cuarta edición tras vender 12.000 ejemplares, alentada sin duda por su traslación cinematográfica y por el hecho de que Alan Moore haya renegado en voz alta de dicha película, a la que ha dedicado además otros menoscabos.
La sonrisa viene de mano de Juan Luis Cano (Gomaespuma) y La funeraria, un tema sobre el que dispone de recursos para profundizar pues fue negocio familiar entre los Cano.
En los libros de no ficción, Leopoldo Abadía comparte liderato con la ‘Historia de España’ de Vidal y Losantos y el manual práctico de maestros del ligue, Sex Code, escrito por Mario Luna.
El francés Pierre Bayard
“El mañana ya está escrito”
Este psicoanalista y filósofo francés publicó en 2008 un best seller con un título para espantar las buenas conciencias, Cómo hablar de libros que no se han leído... Arcadia lo encontró en Barcelona y buscó en él la respuesta.
Lina María Aguirre *
Barcelona
Es deplorable, olvido muy fácilmente... ¿Kant?... supongo que sí, o seguramente resúmenes... ¿La Odisea? Tal vez...”. Él, confiesa, vive “en una especie de niebla”, la misma que probablemente abrumaba a Montaigne, quien afirmó que olvidaba un libro después de tres días de terminarlo y, más aún, no recordaba nada de los que él mismo había escrito. Algo que inquieta particularmente a Bayard son “los finales mal hechos de muchos libros”, bien sea porque se terminan sin tener pruebas concluyentes o simplemente por mal escritos, como le parece que pasa a menudo en uno de sus géneros favoritos, la novela policial. Él dice haber descubierto, por ejemplo, que la mayoría de novelas de Agatha Christie tienen un fallo estructural en sus investigaciones, debido a que el legendario detective de Christie, Hércules Poirot, tiene “un delirio interpretativo que lo hace aferrarse a una idea fija y buscar al asesino que se ajuste a esta”. Le pregunto si será porque es belga, no inglés o francés: “Ah... yo no quiero enemistarme con los belgas”, responde. Está también Sherlock Holmes, el detective de Arthur Conan Doyle, quien deja muchos “expedientes inacabados”, que Bayard se empeña en revisar. El autor también se ha visto obligado a repasar casos de asesinos clásicos, como el de Claudio en Hamlet, y ha llegado a la conclusión de que él no mató a su hermano, el padre del joven príncipe de Dinamarca.
Estas nuevas pesquisas las ha recogido en una trilogía pero lamenta que “a pesar de que he demostrado la inocencia de Claudio, veo que en el teatro siguen presentando a Hamlet según la historia original de Shakespeare. No entiendo”. Aunque al autor lo apasiona la literatura anglosajona, no se siente del todo correspondido. En su próximo libro, Bayard profundizará en su idea de que la lectura puede transformar también nuestra idea del tiempo, porque “el mañana ya está escrito”. Según él, es posible visualizar en un libro “las enfermedades, los enamoramientos que sufrirán los autores”. En este plano temporal, advierte sobre el “plagio por anticipado”: “Los autores plagian a otros autores del pasado, del presente y también del futuro, se adelantan a historias que volverán a ser contadas en años venideros”. Bayard recuerda una anécdota de un periodista de Le Monde que también era profesor de periodismo y tenía que hacer un examen oral a un estudiante sobre el libro Tristes trópicos, de Claude Lévi-Strauss. Después de algunas preguntas, se dio cuenta de que el alumno no había hecho la tarea y le preguntó: “¿Pero usted se leyó el libro?”, a lo cual el estudiante respondió: “No personalmente”. Bayard está seguro de que muchos de sus estudiantes podrían responder lo mismo y, como a muchos de sus colegas, esto le “da mucho miedo”. Si su libro ayuda a la gente a “no tener vergüenza y leer ingeniosamente”, se sentiría satisfecho. “Yo amo los libros y sueño con ellos”, afirma. Otra causa por la que aborda a su manera el tema literario es que proviene de un origen popular con difícil acceso a bibliotecas privadas, situación que comparte con Daniel Pennac: “Pero a diferencia de él, yo no era un mal estudiante, sentado en la última fila junto a la estufa de la calefacción. Yo estaba en la primera fila, atendiendo”. Y como nota aclaratoria: “No he leído el libro de Pennac al respecto, pero por supuesto, puedo hablar acerca de él”. Bayard pasó de un entorno en el cual “se leía poco” a ser psicoanalista y profesor universitario con un espíritu de subvertir la noción de “libro sagrado”.
No hay títulos intocables en la biblioteca del Bayard adulto, todos pueden ser sacudidos: El hombre sin atributos, de Robert Musil; Obras completas, de Paul Valéry; El nombre de la rosa, de Umberto Eco; los Ensayos, de Montaigne; El tercer hombre, de Graham Greene, El mundo es un pañuelo, de David Lodge... y hasta el intocable del canon francés: Marcel Proust, cuyas digresiones podrían resumirse, dice Bayard, en la frase “Marcel finalmente se convierte en escritor”. Cómo hablar... no es solo un libro útil para lectores potenciales o con cargos de conciencia, también lo será para escritores, le sugiero. “No había pensado en eso... pero sí, tal vez tenga otras aplicaciones este libro, en filosofía”. Quizá no pase mucho tiempo antes de que tengamos el volumen Cómo hablar de películas que no han sido vistas. A propósito de cine, Bayard incluye una muy pertinente en su ensayo Groundhog Day (El día de la marmota), de Harold Ramis. En una entrevista reciente, Bayard comentaba: “En realidad no quiero ser muy preciso sobre mi libro, ¡quiero que la gente lo compre!”. Así que dejaré abiertas las posibilidades para la imaginación y curiosidad de ustedes. Ahora bien, si les preguntan por el último de Bayard en algún coctel de la empresa o feria literaria, no les aconsejo que respondan “Ah, sí el de la portada con el gallo cacareando sobre una pila de libros... uno que es como Crítica literaria para dummies, ja ja”. Buen intento, sin duda, pero la obra de Bayard es mucho más elaborada que lo que el título pueda sugerir. Vale la pena dedicarle el tiempo, que no será perdido.
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Coordinado por |
La educación no parece preocupada con las diferencias sino con aquello que podríamos denominar como una cierta obsesión por los “diferentes”, por los “extraños”, o tal vez en otro sentido, por “los anormales”. El hecho de traducir algunas de las diferencias como “sujetos diferentes” vuelve a posicionar esas marcas como opuestas y negativas a la idea de la “norma”, de lo “normal” y, entonces, de lo “correcto”, lo “positivo”, lo “mejor”, etc. Se establece, así, un proceso de “diferencialismo” que consiste en separar, en distinguir de la diferencia algunas marcas a las que podríamos denominar como “diferentes” y de hacerlo siempre a partir de una connotación peyorativa y subalterna. Y es ese diferencialismo, ese discurso diferencialista, el que hace que, por ejemplo, la mujer sea considerada el problema en la diferencia de género, que el niño o el anciano sean considerados el problema de la diferencia de edad, que el joven sea el problema en la diferencia de generación, que el extranjero sea el problema en la diferencia de lengua, que las personas con discapacidad sean pensadas como las que cargan con el problema de la diferencia de cuerpo. La preocupación por las diferencias en la escuela puede haberse transformado, así, en una obsesión por los diferentes. Y cabe sospechar de esa modalidad de traducción pedagógica que se obstina desde siempre en señalar quienes son los “diferentes”, banalizando al mismo tiempo las diferencias.
/// Destinatarios
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Docentes, directivos y supervisores; profesionales vinculados con las áreas de currículum, gestión, formación y capacitación docente. Profesionales vinculados con la producción y gestión de recursos para la escuela. Funcionarios de organismos públicos y miembros de organizaciones no gubernamentales. Profesionales y estudiantes del área de la filosofía, letras, antropología, sociología, psicología y psicoanálisis.
Calendario académico: mayo a agosto de 2009 |
/// Aranceles
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Residentes en la Argentina: Matrícula de $ 185 y 4 cuotas de $ 185
Residentes en el exterior consultar en delasdiferencias@flacso.org.ar
Modalidad de Pago en www.flacso.org.ar/pagos
Inscripción a través de www.flacso.org.ar/educacion y www.flacso.org.ar/formacion
/// Informe
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Carolina Nicora
delasdiferencias@flacso.org.ar
Teléfono 5238-9300 (int. 366)
Fax 4375-4070
Área de Educación - FLACSO Argentina
Ayacucho 551 (1026)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Mujeres y Literatura
Una de las cuestiones recurrentes en los últimos debates culturales es si existe una “literatura femenina” diferente de la masculina, interrogante al que se une otro doblemente inevitable que se pregunta si existe en la literatura una tradición de escritura femenina, y en el caso que exista, por qué no se refleja en los manuales de literatura.
Mercedes Arriaga Flórez, de la Universidad de Sevilla, reflexiona sobre estas importantes cuestiones, que dividen en muchos casos a las personas que investigan en este hecho literario: Para empezar por la primera cuestión a la que pocos críticos y críticas desean responder de forma clara, porque tanto una negativa como su contrario son igualmente comprometedoras, hay que decir que algunos parten de la afirmación de que no existe literatura de hombres o de mujeres, sino sólo buena o mala literatura, aunque se detienen ahí sin entrar en la cuestión de quién, con qué criterios, o en qué circunstancias históricas o políticas, se decide lo que es “bueno” o “malo” en literatura. Si se hicieran estas preguntas, con la respuesta se podría explicar la hegemonía de algunos autores con respecto a otros en algunos periodos históricos, el predominio internacional de una literatura sobre otra, y el olvido por parte del público de autores que en una coyuntura político-social determinada fueron aclamados. La canonización en literatura es un procedimiento sumario y selectivo que responde a criterios culturales y posiciones ideológicas, (por no hablar de los intereses), de los canonizadores, que logran tramandar “su” concepción de la literatura. Por desgracia, como se sabe, nuestro mundo moderno y democrático no ha podido acabar con este control, que si en tiempos pasados se hacía con criterios estéticos, políticos, religiosos, etc., ahora responde casi exclusivamente a exigencias del mercado editorial, y a niveles de audiencia.
Hay una cuestión terminológica, y es que con la etiqueta “escritura femenina” se designa tanto la literatura escrita por mujeres como la literatura de contenido “femenino”, es decir, que se centra en la experiencia de ser mujer en el mundo con todos sus matices biológicos y contextos situacionales, pero con la salvedad de circunscribir el “mundo femenino” casi exclusivamente a su acepción más tradicional, con lo cual, muchas escritoras que proponen modelos y espacios femeninos nuevos, tampoco se identifican con esta denominación. Existe una “literatura femenina” y una “literatura masculina” por lo que se refiere, no a los autores/as que la practican, sino a sus contenidos. Si partimos de lo femenino y lo masculino en términos de construcción social, tendremos que reconocer en la literatura uno de los espacios donde estas construcciones y sus estereotipos se forjan y se reproducen (también se subvierten, afortunadamente), junto con modelos de comportamiento y esquemas ideológicos que los refuerzan. Nadie ignora que ha existido desde siempre, también una literatura escrita “para” mujeres, que en principio revestía carácter preceptivo (libros de comportamiento, tratados morales, etc.), y que con el paso de los siglos se convirtió en novela rosa, folletines y otras obras, donde lo femenino (también lo masculino, pero los hombres leen mucho menos este tipo de textos) sigue encorsetado en esquemas tradicionales. Esta literatura escrita para mujeres no siempre tiene una autora detrás, muchos autores, que cuentan con un numeroso público femenino que los sigue y compran sus libros, la practican. La literatura “femenina” no es exclusiva de las escritoras, del mismo modo que la literatura “masculina” ha sido, y es, practicada por muchas autoras. Ahora bien que la literatura de contenido femenino no goza del mismo prestigio que su antagonista, es algo evidente, consecuencia de una tradición social, política, religiosa y cultural que sobrevalora lo masculino e infravalora lo femenino. Benedetto Croce decía con admiración de María Giuseppina Guacci, escritora italiana del siglo XIX, que “en ella no percibís la mujer” (Morandini, 1997,). Para no encontrarse con la desaprobación de la crítica y con el desprecio social, muchas autoras escriben deliberadamente “como si no fueran mujeres”. Es el caso de Natalia Ginzburg, narradora y periodista contemporánea, que en la introducción de una de sus obras explica las dificultades que ha tenido que afrontar para escribir sus novelas, entre ellas, la de ser una mujer, y por lo tanto, de correr el riesgo de resultar “pegadiza y sentimental” (Ginzburg, 1993,), defectos que le parecían odiosos y típicamente femeninos. Natalia Ginzburg deseba “escribir como un hombre”), y por ese motivo escoge, en su primera etapa, una forma de escritura intencionalmente impersonal y alejada, evitando toda referencia autobiográfica. Después de las primeras obras, la escritora se da cuenta que el mundo que describe no le pertenece y sus personajes no nacen de ella. A partir de ese momento el uso de la primera persona, el recurso de la memoria y el sentimiento se convierten en constantes de sus novelas: “Y desde entonces siempre, desde que usé la primera persona, me dí cuenta que yo misma, sin ser llamada, ni solicitada, me filtraba en mi escritura” (Ginzburg, 1993). Tampoco la literatura feminista, que denuncia las desigualdades e ilustra la lucha de la mujer por ver reconocidos, primero su dignidad y después sus derechos, ha sido practicada sólo por mujeres. Ya en el Renacimiento italiano existen una serie de tratadistas (Cortegiano con sus Diálogos, Lando con las Forciane disputationes, Speroni con Dignidad de las mujeres, Gelli con Circe, Stefano Guazzo con Honor de las mujeres), que rechazan el concepto de la inferioridad moral de la mujer, al tiempo que defienden la dignitas mulieris. En España Luis Vives y Fray Luis de León se insertan también en esta línea, aunque con un carácter marcadamente pedagógico.
Las diferencias entre “literatura masculina” y “literatura masculina”, más que estar relacionadas con el sexo/género de sus autores y autoras lo están con la adopción de una posición hegemónica o marginal, tradicional o innovadora, con la elección de temas que pertenecen al ámbito público o al privado, con la identificación o la subversión de los roles y los modelos culturales. Es lo que paralelamente Jonathan Culler sostiene a propósito de las posiciones que el lector o lectora pueden adoptar ante el texto, que puede asimilar contenidos más o menos femeninos o masculinos, independientemente del hecho se ser hombre o mujer (Culler, 1982). La idea central, tanto de los “deconstruccionistas” como de la crítica postfeminista, es que autor y lector no son sujetos neutros, universales, teóricos, sino sujetos encarnados y sexuados. Como señala Patrizia Violi “la diferencia sexual constituye una dimensión fundamental de nuestro experiencia y de nuestra vida, y no existe ninguna actividad que no esté en cierto modo marcada, señalada, o afectada por esa diferencia” (Violi, 1991). Es así como un gran número de críticas literarias opina que el género, como preferencia textual, remite a la relación que un determinado/a escritor/a mantiene con el modelo cultural dominante de la identidad femenina o masculina, y en este sentido, diferentes sectores de los women studies, han afrontado el tema del género que se inscribe en el texto. Pasemos ahora a la cuestión de la tradición. Como señala Marina Zancan, la tradición literaria canonizada es la “historia de un pensamiento masculino”, no sólo por la ausencia de escritoras, sino también porque esa tradición ha codificado lo femenino a través de temas, estilos y escala de valores (Zancan, 1998). Esta circunstancia no ha impedido que las mujeres practiquen la escritura en todas las épocas, pero sin conquistar el título de “escritoras” que sólo conseguirán, con grandes dificultades y no pocas oposiciones, a finales del siglo XIX y principios del XX. Las escrituras de las mujeres se desarrollarán en el ámbito de lo privado durante siglos (cartas, diarios, cuadernos de apuntes, libros de familia), teniendo una repercusión escasa en la tradición cultural que, muchas veces a lo largo de la historia se ha mostrado reacia a aceptar los productos culturales que salieran de la pluma de una mujer. Este es el caso de la crítica consagrada en Italia, que considera a las escritoras como casos aislado, y aún reconociendo el peso de algunos nombres de mujer, tienden a no atribuir ningún peso a los géneros literarios en los que éstas predominan. Por otro lado la labor, aún incompleta, de numerosas críticas ha demostrado que no sólo existe una tradición femenina de escritura creativa, sino también ensayística y erudita, en la que figuran escritoras desconocidas en los libros de textos, y una cierta continuidad en los recursos de escritura. La crisis del papel del intelectual y la presencia de un público popular, en el que abundan también las mujeres, son las principales causas de la irrupción masiva de las escritoras en tres campos importantes de la literatura: como autoras de libros para niños, traductoras de autores extranjeros y, por último, como críticas de textos de escritoras del pasado. A propósito de la historia de la literatura escrita por mujeres hay tres rasgos reseñables: 1. La falta de atención por parte de la critica. 2. La falta de transmisión de los textos femeninos. 3. La dificultad de las escritoras para afirmarse como tales. La presencia real de numerosas escritoras dentro del panorama literario de los diferentes siglos, respaldada por el éxito de público de algunas obras y por el reconocimiento de premios literarios prestigiosos sobre todo en el siglo XX, no se corresponde con el espacio que se les asigna en historias de la literatura, libros de texto, antologías y repertorios bio-bibliográficos. En las diferentes historias de la literatura las autoras aparecen descontextualizadas, presentadas como casos excepcionales, fuera de las corrientes y movimientos literarios. Una historia de la literatura que incluya a las escritoras no debiera plantearse en términos de sexo-género, sino como un problema de cultura silenciada. La cultura femenina, perteneciente a un grupo de población fuera del poder a causa de su sexo, es una cultura subalterna, que ha dialogado, pero también polemizado, con la cultura dominante. Las escritoras son las primeras que han entendido y practicado lo que ahora se llama interculturalidad, porque han tenido que manejarse con dos códigos, dos lenguajes y dos mundos diferentes que separaban lo privado de lo público, la vida del arte, la tradición oral de la escrita. Como las escritoras han sido estudiadas como casos aislados, faltan todavía estudios que las integren en el tejido cultural de cada época. Esta operación permitirá descubrir que las escritoras jugaron un importante papel desde las cortes, salones y reuniones literarias desde el Renacimiento hasta nuestro siglo. Queda, además, por estudiar la incidencia de la creación femenina en la cultura oficial. Se suele olvidar que algunos géneros literarios creados por escritoras, luego han entrado a formar parte del tejido de la literatura consagrada. Pero también se olvida en la historia de la intertextualidad que algunos géneros de discurso, metáforas, imágenes e ideas de gran repercusión también han sido inventadas por mujeres. En la literatura italiana el ejemplo más relevante es el de Christine de Pizan, que con su obra La ciudad de las damas, ya en el siglo XV, formuló la hipótesis de la ciudad como espacio útopico. Idea que después replanteará Campanella con La ciudad del sol, y que llegará a nuestro siglo de la mano de Las ciudades invisibles de Italo Calvino. A continuación os ofrecemos un Cuadro en el que alfabéticamente intentamos relacionar a la mayoría de mujeres escritoras que conocemos, citando una o varias de sus obras, para facilitaros así, la búsqueda de información si queréis ahondar en sus biografías y bibliografías:
A continuación os brindamos un Listado de Mujeres que participaron con distintas Ponencias en una Jornadas sobre Mujeres y Literatura. Esperamos que os sirvan como fuente de información y de inspiración, y sobre todo para ver por dónde van las investigaciones y estudios sobre las mujeres literatas:
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