jueves, 5 de abril de 2012

Mujeres en el baño...

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Escena 8. El mosquito

E. - Me gustaría ser mosquito... para que alguien me de un manotazo y me haga mierda... No me importa si te quedás o te vas.
No me interesa si estás con otras y les decís que las deseás tanto o más que a mí. No me importa ser la segunda, la tercera o la cuarta, no me interesa no ser la primera ni la única, y me da igual que no sea para siempre.
No me importa que mientas cuando hablás de mí, ni que digas que soy un milagro que no soy en tu vida. Ni siquiera me importa saber si me querés. No me importa la poesía, no me importan las palabras que decís o que callás.
No me interesa saber si me extrañás, y me da risa encontrar por casualidad un email de otra que declara que te extraña y que sin pudores te cuenta que revisa su correo electrónico siete veces al día para ver si le escribís, y que habla de tu barba y tus masajes, y todo con un tono brutalmente grasa que me impacta y me conmueve hasta las tripas.
No me importa ver junto al mensaje un signo rojo que lo clasifica como de alta prioridad. Ni me interesa imaginarte clasificando el email.
No me importan los llamados telefónicos que recibís, ni la impostada naturalidad que simulás cuando sabés que te estoy escuchando.
No me importa que ellas sean más jóvenes que yo.
No me importa que les digas corazón, pajarito o bombón.
No me interesa saber en qué pensás cuando cogés.
No me interesa descubrir si es mentira o es verdad.
No me importa que uses siempre las mismas frases, el mismo modo, las mismas ocurrencias con todas por igual.
No me importa que tu pija sea chica ni me importa saber si lo sabés.
No me interesa que me cuentes de dónde venís ni a dónde vas ni por qué te quedás cuando te quedás.
No me importa que ésto esté acabado antes de empezar.
Simplemente no me importa...

E. llora. Todas ingresan y aplauden a E. luego le entregan un ramo de flores. E. ríe, y luego llora otra vez.

L. – Veamos con qué facilidad, de un momento a otro, el corazón más fuerte y desafectado del mundo, puede derrumbarse:
Una vez amé a un hombre que frente a la mínima posibilidad de tormenta sentencio: “no tenemos que vernos más”, Y ni una milésima de segundo después, mi corazón se enfermó de tristeza. Estuvo noches enteras agonizando, gritando como un loco desbocado. Y yo caminaba sin rumbo por la casa, Iba a la cocina, al baño, al sillón... daba vueltas con la garganta cerrada sin saber qué hacer, y mi corazón medio moribundo me pedía que lo calme con algo...
Yo intentaba asistirlo, quería resolver, le daba una palmada, un sacudón, le hablaba: ¡Vamos corazón, vamos!... ¡arriba el ánimo corazón!... Pero él nada, estaba susceptible... desolado... hecho una mierda... no había forma.
Empezó a recordar cosas del pasado... amores viejos... Y yo le decía, eso ya está, ya lo superaste, no te acordas? Y él no me escuchaba, cualquier dolor le daba lo mismo, sufría por cualquier cosa... mezclaba nombres, confundía lugares y yo me desesperaba, no sabía cómo ayudarlo ni qué decirle, y mi corazón sufría y sufría... Al punto que ya ni sabía quién lo había dejado... Sufrió tanto pero tanto, que llegó un momento que ya no importaban cuáles eran los motivos que lo hacían sufrir... y yo desbordada y superada por tremenda situación sólo gritaba: ¡parala corazón! ¡Parala corazón!

T. – ¡Devolveme mi ventilador!

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(Mujeres en el baño. Mariela Asensio)

Para Pablo Picasso, las mujeres eran unas "máquinas de sufrir"

CULTURA | EL LADO OSCURO DE UN GENIO DEL ARTE


Un libro español que se editará en Argentina indaga en la capacidad que tenía el artista para destruir a sus parejas. La autora de "Picasso y las mujeres" le dijo a Clarín que ese maltrato hoy sería imposible.


Héctor Pavón
hpavon@clarin.com






Mujeres y arte. Las dos pasiones de Pablo Picasso que dominaban su vida y se confundían entre sí. El arte lo dominaba pero las mujeres no. Por el contrario, ejerció todo su poder y todo su desprecio con sus trece esposas, novias y amantes. Todas ellas pasaron por el lienzo, y luego las destruía en carne y pintura. A través de los retratos de sus mujeres se podía percibir cuál era el estado de la relación de ese momento y qué sucedía con su arte y con su amor. Paula Izquierdo, escritora española y doctora en psicología, lo cuenta en su reciente libro Picasso y las mujeres, publicado en España por Belacqua y que Seix Barral editará este año en la Argentina. El libro es un recorrido por la biografía de un hombre a través de sus mujeres, las que lo odiaron, amaron, adoraron, dieron hijos o lo abofetearon.

"Picasso lo fue todo: misógino, minotauro, arlequín, artista irresistible, embriagador, magnético y, sobre todo, experimentador; si hay algo que determina la personalidad de Picasso es su afán ilimitado por experimentar, no sólo con la pintura, sino también con el ser humano. Sobre todo si éste tenía forma de mujer", escribió la autora. El Picasso de Izquierdo es un romántico sin límites que cuando estaba enamorado sucumbía ante su necesidad inagotable de seducir. No se limitaba a una mujer y buscaba consuelo y reconocimiento en los brazos de otra. "Picasso pasaba del amor pasional al desprecio más absoluto con cada mujer y después renacía cuando aparecía una nueva mujer a su lado", le dice Izquierdo a Clarín desde Barcelona a pocos días de la aparición de su libro.

La autora dice que estas mujeres producían en él un inicial entusiasmo creativo pero cuando la relación se iba deshaciendo, la imagen de la mujer retratada comenzaba a deteriorarse, incluso, llegaba a convertirse en algo espantoso. Y la relación se convertía en un martirio para las mujeres, un maltrato que él disfrutaba. El artista solía decir que las mujeres "son máquinas de sufrir".

A lo largo de sus 92 años convivió, hizo sufrir y recibió la influencia de distintas mujeres. El deterioro progresivo de las relaciones encontró una expresión paralela en obras como los retratos de la bailarina rusa Olga Koklova que corresponden al inicio de la relación en 1917. Ellos no se corresponden en absoluto con los que surgieron de la mente del autor del Guernica hacia el fin de la relación. Lo mismo ocurre con los cuadros que retrataban a la pintora Fran©oise Gilot, a quien hacia el final de la vida que compartieron, la pintó con el rostro partido por la mitad. "El era un antropófago, un vampiro que les quitaba la vida a sus mujeres", dice la escritora.

Una anécdota recreada por Izquierdo, refleja cómo las sometía durante y después de sus relaciones. Una vez que había abandonado a la fotógrafa surrealista Dora Maar para iniciar sus relación con Gilot, la seguía considerando como parte de su propiedad. En una ocasión estaban cenando entre amigos, entre los que se encontraba Dora Maar con su nueva pareja, y Picasso hizo una escena de celos porque decía que ese hombre no podía tener trato "con una mujer que llevaba su propia marca".

Marie Thèrése Walter era una adolescente que conoció en París cuando ella tenía 17 años y él estaba casado con Olga Koklova. Se encontraban en secreto para no tener problemas con la ley. La relación con Marie Thèrése fue breve y tuvieron una hija. Pero ella siguió escribiéndole durante 30 años. Durante ese lapso fue la única persona que podía cortarle las uñas y el pelo. Ella los guardaba en bolsas clasificadas porque él temía ser objeto de una brujería. Cuando murió el pintor, Marie Thèrése cayó en una profunda depresión, y se suicidó en el garaje de la casa de Picasso de la Costa Azul.

Ella no fue la única desgraciada. La fotógrafa Dora Maar estuvo encerrada en un manicomio tiempo después de que él la abandonara y se hizo profundamente religiosa. Su última mujer, Jacqueline Roque, se pegó un tiro después de la muerte de Picasso, porque decía que la vida sin él no tenía sentido.

Pero el artista no sólo hizo sufrir a las mujeres. En el libro se recrea una situación que ocurrió en 1911 cuando la pintura "La Gioconda" fue robada del Museo del Louvre. En ese entonces Picasso vivía en París y contaba entre sus amigos íntimos con el poeta Guillaume Apollinaire. Este fue uno de los sospechados por el robo. Picasso fue llamado a declarar ante la policía y sorpresivamente dijo no conocer en absoluto al poeta. Lo negó. Poco después Apollinaire quedó en libertad.

Según Izquierdo, Picasso mantuvo este tipo de relaciones con sus esposas y amantes dentro de un contexto de principios de siglo XX en el que las mujeres dependían mucho de los hombres y en el que "él tuvo un trato brutal con sus parejas, pero ellas también lo permitieron". Lo que es seguro, agrega, es que "hoy, Picasso no hubiera podido tratar así a las mujeres, habría tenido que buscar otras estrategias de seducción más allá del maltrato y la destrucción."

Hipatia


PHOTO: "Hypatia"(1867): Julia Margaret Cameron.



@ Hipatia (Alejandría, Egipto , c. 355 - Marzo de 415 o 416 ) filósofa y maestra neoplatónica romana, que destacó en los campos de las Matemáticas y la Astronomía, miembro y líder de la Escuela neoplatónica de Alejandría a comienzos del siglo V. Seguidora de Plotino, desdeñaba el misticismo y se centró en estudios lógicos y ciencias exactas.

Murió a una edad avanzada, horrendamente linchada por una turba de cristianos enfervorecidos, en medio de las luchas políticas entre el patriarcado alejandrino y el poder imperial. Durante siglos se ha acusado al Patriarca Cirilo de Alejandría de ser el principal responsable de la muerte de Hipatia, aunque no existan más que alusiones indirectas para acreditarlo.

Su carácter anómalo de mujer entregada al pensamiento y la enseñanza en plena Tardo-antigüedad, su fidelidad al paganismo en el momento de auge del catolicismo teodosiano y su cruel linchamiento a manos de una turba de cristianos, han dado una gran fama a Hipatia, que ha sido presentada como una supuesta "mártir de la ciencia", símbolo de la presunta decadencia del mundo clásico frente al Cristianismo y la irracionalidad. Sin embargo, su asesinato fue un caso único y excepcional, y de hecho la escuela neoplatónica alejandrina perduró hasta el siglo VII.

Por su parte, los movimientos feministas la han reivinidicado como paradigma de "mujer liberada". También se la ha asociado con la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, si bien no hay ninguna referencia literaria que vincule a ambas: la Gran Biblioteca desapareció en un momento incierto del siglo III, o quizá del IV, su sucesora, la Biblioteca, la hija del Serapeo fue expoliada en 391, y, según las fuentes, Hipatia enseñaba a sus discípulos en su propia casa.

Publicado por Carlos Rouen Menard en 13:08
Etiquetas: Filosofía, Historia de Egipto, Julia Margaret Cameron

Pigmalión

[Cuento. Texto completo]
Augusto Monterroso

En la antigua Grecia existió hace mucho tiempo un poeta llamado Pigmalión que se dedicaba a construir estatuas tan perfectas que sólo les faltaba hablar.
Una vez terminadas, él les enseñaba muchas de las cosas que sabía: literatura en general, poesía en particular, un poco de política, otro poco de música y, en fin, algo de hacer bromas y chistes y salir adelante en cualquier conversación.

Cuando el poeta juzgaba que ya estaban preparadas, las contemplaba satisfecho durante unos minutos y como quien no quiere la cosa, sin ordenárselo ni nada, las hacía hablar.

Desde ese instante las estatuas se vestían y se iban a la calle y en la calle o en la casa hablaban sin parar de cuanto hay.

El poeta se complacía en su obra y las dejaba hacer, y cuando venían visitas se callaba discretamente (lo cual le servía de alivio) mientras su estatua entretenía a todos, a veces a costa del poeta mismo, con las anécdotas más graciosas.

Lo bueno era que llegaba un momento en que las estatuas, como suele suceder, se creían mejores que su creador, y comenzaban a maldecir de él.

Discurrían que si ya sabían hablar, ahora sólo les faltaba volar, y empezaban a hacer ensayos con toda clase de alas, inclusive las de cera, desprestigiadas hacía poco en una aventura infortunada.

En ocasiones realizaban un verdadero esfuerzo, se ponían rojas, y lograban elevarse dos o tres centímetros, altura que, por supuesto, las mareaba, pues no estaban hechas para ella.

Algunas, arrepentidas, desistían de esto y volvían a conformarse con poder hablar y marear a los demás.

Otras, tercas, persistían en su afán, y los griegos que pasaban por allí las imaginaban locas al verlas dar continuamente aquellos saltitos que ellas consideraban vuelo.

Otras más concluían que el poeta era el causante de todos sus males, saltaran o simplemente hablaran, y trataban de sacarle los ojos.

A veces el poeta se cansaba, les daba una patada en el culo, y ellas caían en forma de pequeños trozos de mármol.

FIN

A los celos Góngora

¡Oh niebla del estado más sereno,
Furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
De verde prado en oloroso seno!

¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
Que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
De la amorosa espuela duro freno!

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
Vuélvete al lugar triste donde estabas,
O al reino (si allá cabes) del espanto;

Mas no cabrás allá, que pues ha tanto
Que comes de ti mesmo y no te acabas,
Mayor debes de ser que el mismo infierno.

Luis de Gongora

Celos, celosas y celosos



Marcel Proust

¿Qué son los celos?. El diccionario francés "Petit Robert" dice: "La inquietud que inspira al compartir una 'ventaja' (un bien) o de perderlo en provecho de un prójimo" y el "sentimiento doloroso que hace nacer el deseo de posesión exclusivo de la persona amada". En el "Grijalbo, Diccionario enciclopédico", el significado de celoso, (sa), es muy escueto: "Que tiene celo o celos. Suspicaz". Significa asimismo: "Se aplica a la embarcación inestable que resiste poca vela. Amer: Se dice de arma o mecanismo de relojería que hace rotar un espejo que suministra las imágenes al ocular".


El sociólogo Francois de Singly se pregunta: "¿Cómo es posible que en sociedades cuya lógica individualista valoriza la propiedad y el aislamiento, se mantenga todavía tan fuerte el sentimiento de los celos?

En su libro "Te amo", Francesco Alberoni afirma que: "Celoso está quien se da cuenta, con razón o sin ella, que para la persona amada él ya no es el único, el exclusivo, como ella lo es para él, que ella encuentra en otro ese valor que habría debido encontrar sólo en él, que el otro posee cualidades esenciales a sus ojos: una habilidad que la divierte, que la alegra, que le encanta, que la conmueve. O bien que el otro es más guapo, más joven o más inteligente. Entonces se siente vacío de todo contenido, de todo valor. Se siente una nada, precisamente porque ella le ha enseñado que era todo. Porque lo ha elevado adonde nunca habría pensado subir. Y ahora le quita la primogenitura apenas conferida, lo echa del trono al que lo ha asociado. Lo expulsa del paraíso, lo hunde en el abismo, y eleva a otro en su lugar".

Pero los celos no son siempre "negativos", ni "destructivos". ¡Cómo olvidar los celos que sentía Antonio Salieri a causa de la genialidad de Mozart! Incluso podríamos decir que gracias a este último, el compositor italiano del siglo XVIII fue conocido. De lo contrario, ¿quién lo recordaría? Gracias a los celos, pudo escribir bellísimos conciertos para la corte de Viena. Es cierto que hay muchas personas que consideran los celos un estimulante del amor. Bien dice el verso de Ludovico Ariosto: "En amor vence quien huye". Vence quien no ama, quien se hace buscar, quien da celos al otro. Sin duda los celos también ciegan, Simone Signoret, esposa de Ives Montand estaba celosísima de Marilyn Monroe, de ella decía que tenía las rodillas espantosas, que era corta de talle y que tenía unos pies horribles. "Nunca se imaginó cuánto la detestaba", confesó en alguna de sus entrevistas.

Según el filósofo italiano Alberoni: "Hay, en cambio, personas que soportan perfectamente los celos. En las formas de amor competitivo los celos, la presencia de un rival, constituyen un elemento excitante, incluso un componente esencial del estado amoroso. Para estas personas el amor es conquista, seducción y lucha". Y más adelante dice: "Esta capacidad de esperar a que también en el otro se despierte el amor, esta capacidad de refrenar los propios celos para impedirles que se conviertan en un sentimiento destructivo, me parece una cualidad más femenina que masculina. La sistemática aplicación de la seducción para hacer enamorar al otro, para conquistarlo, es mucho más discutida en los semanarios y en los libros destinados a las mujeres. Por otro parte, durante miles de años, la mujer nunca se ha adaptado a irse con cualquiera. Siempre ha tratado de conquistar al mejor hombre, al más atractivo, al socialmente más apreciado. No habría podido hacerlo si no hubiese aprendido a esperar, a resistir, a controlar sus celos hacia las rivales".





¿Y quién mejor que Marcel Proust para explicarnos qué cosa es eso de los celos? En el libro de Edmundo Valadés, "Por los caminos de Proust", nos dice lo que escribió el autor de "En busca del tiempo perdido": "Los celos son una de esas enfermedades intermitentes cuya causa es caprichosa, imperativa, siempre idéntica en el mismo enfermo, a veces diferente por completo en otro. Hay asmáticos que sólo calman sus crisis abriendo las ventanas, respirando aire libre, un aire puro de las alturas, mientras que otros se refugian en el centro de la ciudad, en un cuarto lleno de humo. Apenas existen celosos cuyos celos no admiten ciertas derogaciones. Uno se aviene a aquel engaño con tal de que se lo digan, otro con tal de que se lo oculten, sin que ninguno de ellos sea más absurdo que el otro, puesto que, si el segundo resulta más verdaderamente engañado desde el momento en que le ocultan la verdad, el primero reclama en esta verdad el alimento, la ampliación, la renovación de sus sufrimientos".

En el análisis microscópico de los celos de Swann, con Odette y con Albertine, siente que la primera se le escapa, que ésta tiene una "vida secreta", que en cuanto él se aleja, puede recibir a otro amante. En relación a estas dudas escribió: "Es sorprendente que los celosos, que se pasan el tiempo tramando pequeñas suposiciones en falso, tengan tan poca imaginación cuando se trata de descubrir lo verdadero; descubiertos los celos, la persona que los inspira los considera una desconfianza que autoriza al engaño; en los celos tenemos que ensayar en cierto modo sufrimientos de todo tipo y de toda magnitud antes de quedarnos con el que nos parece conveniente. ¡Y qué dificultad más grande, cuando se trata de un sufrimiento como éste, la de sentir a la que amamos gozando con otros seres que no somos nosotros, que le da sensaciones que nosotros ya no sabemos darle, o que, al menos, por su configuración, su imagen, sus maneras, le representa algo muy diferente de nosotros!".




Proust acepta que la peor tortura del celoso es no verificar sus dudas, pues en alguna página expresa: "Preferiría que la vida estuviese a la altura de mis intuiciones". Sin embargo, pensamos que vivir las 24 horas sumido en los celos es un infierno. ¿Cómo soportarlo entonces?. Y Proust nos contesta: "Es que todos necesitamos alimentar en nosotros alguna vena de loco para que la realidad se nos haga soportable", y porque "los que padecen pena de amor son, como suele decirse de algunos enfermos, sus mejores médicos". A lo cual agrega Edmundo Valadés: "También, porque para sufrir verdaderamente por una mujer, es preciso haber tenido fe completa en ella, o porque si no se llega más lejos en el sufrimiento, muchas veces no es más que por falta de espíritu creador".

Para los celosos, los celos que también son horribles, son aquellos que pertenecen al pasado. A este respecto, Francesco Alberoni, le dedica todo un capítulo que se llama precisamente "Los celos del pasado...muchos estudiosos consideran patológicos los celos del pasado. En efecto, ¿por qué estar celosos de alguien que ya no nos amenaza, que ya no puede hacernos ningún daño? ¿Qué nos importa si nuestro hombre o nuestra mujer ha tenido amores y amantes? ¿Por qué nos enojamos de no haber sido nosotros los preferidos, los únicos, incluso cuando aún no nos conocíamos? ¿Unos celos de este tipo no son la prueba de un espíritu posesivo, de una codicia infantil, patológica?". Y el autor se responde: "Debemos partir del hecho de que, cuando nos enamoramos, lo queremos saber todo del otro.

Como diría Madelaine de Scudéry: "Un celoso encuentra siempre más que lo que busca"...

Historia del joven celoso de Henri Pierre Cami

[Minicuento. Texto completo]


Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.
Un día le dijo:

-Tus ojos miran a todo el mundo.

Entonces, le arrancó los ojos.

Después le dijo:

-Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.

Y le cortó las manos.

“Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó la lengua.

Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.

Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”.

Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.

Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.

FIN

"Presagios" de Pedro Salinas


Cuánto rato te he mirado
sin mirarte a ti, en la imagen
exacta e inaccesible
que te traiciona el espejo!
«Bésame», dices. Te beso,
y mientras te beso pienso
en lo fríos que serán
tus labios en el espejo.
«Toda el alma para ti»,
murmuras, pero en el pecho
siento un vacío que sólo
me lo llenará ese alma
que no me das.
El alma que se recata
con disfraz de claridades
en tu forma del espejo.