jueves, 14 de junio de 2018

Miradas, 1x00 | Wild Wild Country, The Good Place, La Trilogía de Nueva York de Paul Auster



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LA POLEMICA GUASTAVINO, por Andrés Accorsi


Cuando los tiempos oscuros quedaron atrás y ya no hizo falta recurrir a la metáfora para hablar de ciertas atrocidades de nuestra historia reciente, Carlos Trillo fue muy explícito. Principalmente en El Síndrome Guastavino, realizada junto a Lucas Varela, que se convirtió en una de sus pocas obras realmente polémicas.
Cuando todavía no se había editado ni una sóla página de la historieta, Trillo le escribía a Varela un mail titulado “Guastavino me da asco!”, en el que decía: “La abyección de nuestro hèroe es repulsiva. Cada vez me gusta más, aunque me provoca pesadillas espantosas”. Los autores sabían perfectamente que con esa historieta se estaban metiendo en un terreno pantanoso, en el que más de una sensibilidad podía resultar herida.
Cuando la historieta empezó a serializarse en Fierro (después de varias idas y vueltas, porque el contenido “asustaba” en cierto modo a los artífices de la revista), fueron los lectores los que reaccionaron ante la forma en que Trillo y Varela retrataban ciertos arquetipos. Al guionista esto lo irritaba bastante, y le escribía al dibujante:
“Judíos, gallegos, tímidos, gays, drogones, rubias taradas, todo puede ser discriminativo según la political correctness, digo.
Un gallego bruto como el papá de Manolito es gracioso.
Un judío con gorrito y trenzas es un atentado antisemita.
No lo es el personaje de Maus porque el autor es judío, si no lo habrían crucificado.
Los personajes son los que son, una unidad no es una crítica racial, un negro puto no hace que todos los negros sean putos.
En Clarín, me acuerdo, se preocupaban porque en una historieta había un empresario que robaba: a ver si perdían avisadores porque TODOS los empresarios se sentían aludidos.
Ahora, en una historieta, ¿un judío no puede ser un acosador sexual – sería un comentario antisemita -, aunque en Israel hayan tenido hace poco un presidente que tuvo que renunciar porque le tocaba el culo a las chicas?
Hay gente muy boluda, Lucas”.
La historieta siguió jugando siempre al límite, sin renunciar jamás a su incorrección política y a su caricatura deforme y visceral de esa abyección que asqueaba a Trillo. En 2008, cuando a Fierro le tocó publicar el último tramo de El Síndrome..., Trillo pidió un espacio y, además de la historieta, publicó este texto:

UNA MALA IDEA
Nos dijeron muchas cosas sobre Guastavino.
Antes de aparecer en esta revista, que era demasiado fuerte para ser publicado.
Durante los meses que duró su desarrollo en estas páginas, que tenemos la cabeza podrida, que Lucas Varela nunca volverá a ser el mismo después de dibujar esta historieta, que por qué no aprendemos de las sublimes sutilezas de Minaverry, que “quedé tan enganchado a esta cosa enferma que están haciendo que voy a tener que comprar la próxima Fierro, yo que había decidido decirle al diarero que no me la traiga más”. El mismo Varela me llamó un día para pedirme que tuviéramos un poco de piedad, por favor.
Uno aprendió que los hechos no son dramáticos en sí mismos. El drama requiere la participación del que lo mira. Ver el elemento dramático (cómico, farsesco, divertido, trágico) de un acontecimiento significa tanto percibir los elementos en conflicto como reaccionar emocionalmente ante ellos.
Uno aprendió, también, que en este país pasaron cosas muy feas. Y que esquirlas de la peor locura han ido quedando en demasiadas cabezas compatriotas.
Y, entre tantos aprendizajes, hemos absorbido este enunciado irrenunciable: todos los relatos terminan.
Y eso pasa hoy con esta historia de Guastavino, el tipo que aspiraba a un cielo con represores con alitas que sacan dulces melodías de sus picanas y con muñecas que solo piensan en el amor.
No te vamos a extrañar una mierda, Guastavino.

Al año siguiente, la historieta se recopiló en libro y –para sorpresa de los propios Trillo y Varela- no generó ningún rechazo dentro de la editorial (Random House/ Sudamericana) ni ninguna reacción airada entre los lectores. Mañana, una entrevista en la que los propios autores hablan de este tema.

http://soretesazules.blogspot.com/2012/07/la-polemica-guastavino-por-andres.html

Los recomendados: El síndrome Guastavino de Carlos Trillo y Lucas Varela






Por Gabriel Zárate

El síndrome Guastavino: Publicado originalmente en Fierro por entregas y luego editado en formato de álbum en Francia donde fue nominado al premio mayor del festival de Angouleme 2008, es ahora recientemente editado por Sudamericana de Argentina, en una esplendida edición que lleva además un prologo de Juan Sasturain.

Elvio Guastavino es el fiel retrato del burócrata gris e insignificante. Un oficinista de Ministerio que se desenvuelve en una atmosfera opresiva y explotadora, ganando un sueldo paupérrimo y recibiendo un trato tiránico y despótico, donde el reiterado miedo al poder forma parte de su miserable vida. Es hombre temeroso, solitario, y aparentemente inofensivo que vive con su anciana madre invalida, a la cual descuida en atender por una obsesión, compulsiva y angustiante, que sostiene con una muñeca de porcelana del siglo XIX (a quien llama Luisita) que un judío anticuario exhibe en la vitrina de su tienda de antigüedades y a la cual Guastavino no puede comprar (rescatar) debido a su elevado costo.

Elvio es un hombre desquiciado, atormentado por sus inquietantes recuerdos de un mórbido pasado y es también un producto, un fruto de la visión crítica de esta fábula de horror de Trillo: la valida condena a los militarismos latinoamericanos (no solo al argentino del cual se ocupa la historia ) que bajo el pretexto de la defensa de los ideales de patria y religión se convirtieron en autenticas fuerzas de ocupación en sus propios países, haciendo de la bestial tortura a civiles y la demencial represión interna una práctica común contra su propia ciudadanía. Donde el brutal sadismo y el abuso sexual formaban parte de sus sistemáticos métodos antirevolucionarios dirigidos a controlar el orden interno en forma deshumanizante, revelando además una atroz idea: Que el machismo desorbitado, propio de la autoritaria formación militar, finalmente los conduce a una salvaje perversión contra la mujer. A su espeluznante cosificación como simple objeto sexual para un sádico deleite.

El dibujo humorístico y casi caricaturesco de los personajes (realizado por Lucas Varela, uno de los mayores talentos argentinos surgidos últimamente ) retratándolos en un entorno realista, grisáceo y decadente, hacen de adecuado contrapeso a esta fábula repulsiva, indignante y de terror (incluso para Juan Sasturain la estrategia narrativa visual implica una superación de la contraposición entre una trama “realista”, con un dibujo “humorístico” y cita a Chester Gould como uno de los mas celebres antecedentes). Esta historieta (de lectura obligatoria) es uno de los puntos más altos en la extensa y genial producción de Carlos Trillo, quien escribió una nota para acompañar el capítulo final del síndrome Guastavino en la revista Fierro, que reproducimos a continuación.

Una mala idea: Nos dijeron muchas cosas sobre Guastavino. Antes de aparecer en Fierro que era demasiado fuerte para ser publicada. Durante los meses que duró su desarrollo, que teníamos la cabeza podrida, que Lucas Varela nunca volverá a ser el mismo después de dibujar esta historieta, que porque no aprendemos de las sublimes sutilezas de Minaverry, que “quedé tan enganchado a esta cosa enferma que están haciendo, que voy a tener que comprar la próxima Fierro, yo que había decidido decirle al diariero que no me la traiga más”. El mismo Varela me llamó un día para pedirme que tuviéramos un poco de piedad, por favor. Uno aprendió que los hechos no son dramáticos en sí mismos. El drama requiere la participación del que lo mira. Ver el elemento dramático (cómico, farsesco, divertido, trágico) de un acontecimiento significa tanto percibir los elementos en conflicto como reaccionar emocionalmente ante ellos. Uno aprendió, también, que en este país pasaron cosas muy feas. Y que esquirlas de la peor locura han ido quedando en demasiadas cabezas compatriotas. Y entre tantos aprendizajes hemos absorbido este enunciado irrenunciable: todos los relatos terminan. Y eso pasa hoy con esta historia de Guastavino, el tipo que aspiraba a un cielo con represores con alitas que sacan dulces melodías de sus picanas y con muñecas que sólo piensan en el amor. No te vamos a extrañar una mierda Guastavino.

Carlos Trillo.


http://fugahistorietas.blogspot.com/2009/12/los-recomendados-el-sindrome-guastavino_17.html

Las formas de una historia

Las formas de una historia: ¿Cuántas posibles formas tiene una misma historia? ¿Hasta dónde se pueden introducir modificaciones para lograr una variación de la misma historia y no una historia diferente?

1
El cuento “La nena”, de Ricardo Piglia —parte de la novela La ciudad ausente (1992) e incluido en la Antología personal del autor, editada en 2014 por el Fondo de Cultura Económica—, narra la historia de Laura, una niña que sufre una afasia causada por problemas emocionales. Su padre decide, a manera de tratamiento, contarle relatos breves. Dice el texto que el hombre
“esperaba que las frases entraran en la memoria de su hija como bloques de sentido. Por eso eligió contarle siempre la misma historia y variar las versiones. De ese modo, el argumento era un modelo único del mundo y las frases se convertían en modulaciones de una experiencia posible.”
La historia que le cuenta es la conocida como la Venus y el anillo. Básicamente, dice que un hombre va a jugar con sus amigos y, como teme perder el anillo de casamiento, lo coloca en el dedo de una estatua. Cuando vuelve a buscarlo, descubre primero que la estatua ha cerrado la mano y luego que ha desaparecido. Más tarde, al desear acostarse con su esposa, siente una presencia que se interpone. Se trata de la diosa Venus: al poner el anillo en su dedo, el hombre la ha desposado y ahora ella desea estar con él.
2
Piglia cuenta en su relato tres versiones de la historia. La primera, la de William de Malmesbury, incluida en su Chronicle of the Kings of England, del siglo XII. La segunda está tomada del Kaiserchronik, un colección alemana de fábulas y leyendas publicada en la misma centuria. En este caso, la estatua no es Venus sino la Virgen María y el hombre abandona a su mujer y se hace monje. La tercera es el cuento “The Last of the Valerii”, de Henry James, escrito en 1874.
En La ciudad ausente se menciona también una cuarta versión: Robert Burton, en su clásico The Anatomy of Melancholy (1621), “también contaba el cuento del anillo para ilustrar el poder del amor”.
Una búsqueda no demasiado exhaustiva en la web nos informa más variaciones: desde el cuento “La Vénus d’Ille”, de Prosper Mérimée (1837), pasando por la novela The Stress of Her Regard, de Tim Powers (1989), hasta la película Corpse Bride (El cadáver de la novia), de Tim Burton y Mike Johnson (2005).
Sin embargo, el que se cita como principal antecedente de esta película no es el mito de la Venus y el anillo, sino un cuento popular ruso judío del siglo XIX, el cual se derivó, a su vez, de “El dedo”, relato de Isaac Luria, un pensador judío del siglo XVI. En estos últimos cuentos, hay un hombre y hay un anillo, pero no hay estatua.
El cuento “La muerte de la emperatriz de la China”, de Rubén Darío (1888), fue analizado por Mariano Baquero Goyanes como una variación del mito de Pigmalión y Galatea (narrado ya por Ovidio en sus Metamorfosis) y de la leyenda “El beso”, de Gustavo Adolfo Bécquer (1863). Los tres describen una suerte de historia de amor entre un hombre y una estatua. Sin embargo, Darío involucra un elemento ausente en los otros dos: los celos de una mujer. Por eso, Baquero Goyanes también lo relaciona con los citados cuentos de Mérimée y James. Es decir, en un sentido, el cuento de Rubén Darío también es una versión del argumento de la Venus y el anillo. Pero aquí no hay anillo.
3
¿Cuántas posibles formas tiene una misma historia? ¿Hasta dónde se pueden introducir modificaciones para lograr variaciones de la misma historia sin convertirla en una historia diferente?
Me parece que el límite es fino y muy subjetivo. Se puede tensar la cuerda del relato —de las interpretaciones del relato— y ver un mismo argumento bajo máscaras de lo más disímiles. Me pregunto: así como Borges dice que cada escritor crea sus precursores, ¿podríamos decir que cada lector crea los lazos y las continuidades entre dos o más textos?
4
Laura, la nena del relato de Piglia, comienza una tarde a contar ella misma la historia de Venus y el anillo. Su primera versión es, de algún modo, una respuesta o una hipótesis que Piglia propone ante las preguntas anteriores:
“Mouvo miró la noche. Donde había estado su cara apareció otra, la de Kenia. De nuevo la extraña risa. De pronto Mouvo estuvo en un costado de la casa y Kenia en el jardín y los círculos sensorios del anillo eran muy tristes.”
El grupo humorístico argentino Les Luthiers recoge el concepto y lo lleva al absurdo. En uno de sus shows, representan la zarzuela Las majas del bergantín, la historia de unos marineros españoles y su relación con las prisioneras a las que transportan, mientras los asedia un barco pirata, a cuya banda pertenecen las mujeres. La zarzuela está basada en una novela titulada Lejanías. “La adaptación no fue fácil —explican—, ya que la novela original trata de un leñador que vivía con su loro en los bosques de Bulgaria”. El narrador mira al público y enfatiza: “No fue fácil. El único personaje que ha permanecido es el loro”.
5
Se me ocurrió escribir sobre esto cuando, hace unos días, poco después de releer “La nena”, de Piglia, volví a escuchar la canción “A la sombra de un león”, popularizada por la interpretación de Joaquín Sabina y Ana Belén. No tuve dudas de que la historia del interno que se fuga del manicomio de Ciempozuelos y se enamora de la Cibeles es otra versión de la historia de la Venus y el anillo.
Pero encontré después un artículo que plantea la hipótesis de que “A la sombra de un león” es “una reescritura y/o continuación” de la canción “De cartón piedra”, de Joan Manuel Serrat. Yo veo ciertos elementos en común entre ambas canciones, pero no hablaría de reescritura o continuación de la canción de Serrat. Sí lo podría hacer, por ejemplo, si me refiriera al cómic El síndrome Guastavino (2007), de Lucas Varela y Carlos Trillo... Y aquí me detengo. Continúen ustedes, lectores, tejiendo los mapas de conexiones y vínculos y vasos comunicantes como buenamente quieran y puedan.



Debussy, Suite Bergamasque. Claudio Arrau, piano