miércoles, 9 de diciembre de 2015
Los parientes impostores de Laura Escudero
Mirar por la mirilla... ¿o mejor no?
por Luciana Murzi
Escudero, Laura. Los parientes impostores. Buenos Aires: Norma, 2008.
Libro de reuniones y desreuniones. Se reúnen los parientes de otros en la casa de Sofía, la narradora y protagonista de la historia. En ese mismo proceso, se desreúnen con la verdadera persona a la que buscan. Al final del relato, ese encuentro tendrá lugar. Se reúne Sofía con su vecino Javier, a quien nunca había visto. Se desreúnen Sofía y su tranquilidad de estar sola y de disponer de su tiempo y de su espacio a gusto. El caos se reúne con más caos, y el absurdo, con más absurdo. Se reúnen los rulos de Sofía con unas hebillas, y después se vuelven a desreunir. Sofía se reúne con su mamá, de quien siempre estuvo bastante alejada, tanto en ideología como en contacto físico. Se desreúnen las malas interpretaciones. Y, por último, Sofía misma se reúne con una nueva forma de ser ella misma, más abierta y menos “rara” e inadecuada. ¿Cuál será, finalmente, la situación de crisis? ¿La confluencia de qué cosas, la separación de qué otras? A veces resulta que en el error está el acierto. Y otras, no, claro.
La situación inicial del relato es un oasis de armonía. La protagonista disfruta de su departamento y de la paz que construyó en él. Disfruta, sobre todo, de que nadie le diga qué tiene que hacer y cómo. Pero inmediatamente, llaman a la puerta unas personas confundidas que instauran el desconcierto. A partir de ese evento, la novela recorre un camino –por momentos ambiguo– por las nociones de juventud y soledad en estreno reciente.
Sofía anhela la soledad y la elige como modo de vida. Su cotidianeidad es trabajar desde su casa (es historietista), convivir con un gato, no arreglarse e intentar comunicarse lo menos posible con el exterior y sus gentes. En ningún momento del relato la protagonista menciona a amigos o parejas. Solo aparece su madre –de quien Sofía pretende diferenciarse– como una figura de lo molesto, incluso más invasora que los falsos parientes. Es llamativo que ante la problemática de la ocupación de su departamento por gente extraña la narradora no recurra ni a sus familiares ni a sus amigos, pero sí se lo comente y escuche consejos de varios personajes que acaba de conocer, como el diariero, la chica de la librería o su vecino.
¿Qué significa o qué función cumple el hecho de que una chica de veintipocos elija vivir sola y prefiera relacionarse lo mínimo e indispensable con otras personas? En la contratapa leemos un fragmento del texto de interior, significativo en este punto: “Pero de pronto, me embargó una tristeza tan grande que no me cabía en el cuerpo. (...) Era yo. Yo y mi eterno naufragio sobre el mundo. (...) Yo quería, imaginaba algo que compondría mi vida, pero una y otra vez se me escapaba de las manos”. Hay algo que está mal en el origen, parece decirnos el texto. Esa soledad (o la ilusión de Sofía de lo bueno de la soledad) debe ser anulada y la felicidad, recompuesta. Entonces: soledad = crisis de la singularidad. Se vuelve necesario encontrar ese algo que componga la vida de Sofía. Y el texto, amable, se lo otorga. Porque lo que invade la calma de Sofía no es, a fin de cuenta, la visita de los parientes de mentira (o también lo es, pero momentáneamente), sino el amor, la apertura hacia los otros: el descubrimiento de que vivir en soledad es algo triste. Y Sofía ingresa así en un “sistema de parentesco” y se convierte, como quería su madre, en un ser social y moralmente correcto.
Escudero, Laura. Los parientes impostores. Buenos Aires: Norma, 2008.
Libro de reuniones y desreuniones. Se reúnen los parientes de otros en la casa de Sofía, la narradora y protagonista de la historia. En ese mismo proceso, se desreúnen con la verdadera persona a la que buscan. Al final del relato, ese encuentro tendrá lugar. Se reúne Sofía con su vecino Javier, a quien nunca había visto. Se desreúnen Sofía y su tranquilidad de estar sola y de disponer de su tiempo y de su espacio a gusto. El caos se reúne con más caos, y el absurdo, con más absurdo. Se reúnen los rulos de Sofía con unas hebillas, y después se vuelven a desreunir. Sofía se reúne con su mamá, de quien siempre estuvo bastante alejada, tanto en ideología como en contacto físico. Se desreúnen las malas interpretaciones. Y, por último, Sofía misma se reúne con una nueva forma de ser ella misma, más abierta y menos “rara” e inadecuada. ¿Cuál será, finalmente, la situación de crisis? ¿La confluencia de qué cosas, la separación de qué otras? A veces resulta que en el error está el acierto. Y otras, no, claro.
La situación inicial del relato es un oasis de armonía. La protagonista disfruta de su departamento y de la paz que construyó en él. Disfruta, sobre todo, de que nadie le diga qué tiene que hacer y cómo. Pero inmediatamente, llaman a la puerta unas personas confundidas que instauran el desconcierto. A partir de ese evento, la novela recorre un camino –por momentos ambiguo– por las nociones de juventud y soledad en estreno reciente.
Sofía anhela la soledad y la elige como modo de vida. Su cotidianeidad es trabajar desde su casa (es historietista), convivir con un gato, no arreglarse e intentar comunicarse lo menos posible con el exterior y sus gentes. En ningún momento del relato la protagonista menciona a amigos o parejas. Solo aparece su madre –de quien Sofía pretende diferenciarse– como una figura de lo molesto, incluso más invasora que los falsos parientes. Es llamativo que ante la problemática de la ocupación de su departamento por gente extraña la narradora no recurra ni a sus familiares ni a sus amigos, pero sí se lo comente y escuche consejos de varios personajes que acaba de conocer, como el diariero, la chica de la librería o su vecino.
¿Qué significa o qué función cumple el hecho de que una chica de veintipocos elija vivir sola y prefiera relacionarse lo mínimo e indispensable con otras personas? En la contratapa leemos un fragmento del texto de interior, significativo en este punto: “Pero de pronto, me embargó una tristeza tan grande que no me cabía en el cuerpo. (...) Era yo. Yo y mi eterno naufragio sobre el mundo. (...) Yo quería, imaginaba algo que compondría mi vida, pero una y otra vez se me escapaba de las manos”. Hay algo que está mal en el origen, parece decirnos el texto. Esa soledad (o la ilusión de Sofía de lo bueno de la soledad) debe ser anulada y la felicidad, recompuesta. Entonces: soledad = crisis de la singularidad. Se vuelve necesario encontrar ese algo que componga la vida de Sofía. Y el texto, amable, se lo otorga. Porque lo que invade la calma de Sofía no es, a fin de cuenta, la visita de los parientes de mentira (o también lo es, pero momentáneamente), sino el amor, la apertura hacia los otros: el descubrimiento de que vivir en soledad es algo triste. Y Sofía ingresa así en un “sistema de parentesco” y se convierte, como quería su madre, en un ser social y moralmente correcto.
La perversión femenina
JUEVES, 30 DE JULIO DE 2015
La perversión femenina
Fotografía: Dan Welldon
Estela V. Welldon es una reconocida médica psiquiatra argentina, con residencia en Londres desde hace más de cuarenta años. Directora y fundadora de la Licenciatura en Psicoterapia Forense del University College de Londres. Para exponer su trabajo nos valemos de las palabras de Paul Verhaeghe, profesor de psicoanálisis en la Universidad de Gante, Bélgica, quien hace una interesante reflexión sobre sus investigaciones. Verhaeghe, reconoce a Welldon como la primera médica que ha demostrado que la perversión solamente puede ser entendida si nos fijamos en la figura de la madre, lo que implica reconsiderar también la perversión femenina y salir de los supuestos que indican que las madres siempre son santas, y que las mujeres nunca son perversas.
Esta postura controvertida, más en tiempos de auge feminista, implicaba un riesgo. Verhaeghe destaca la valentía de esta toma de posición porque Welldon, logró dejar de lado lo políticamente correcto por lo que cree clínicamente correcto.
En la librería contamos con dos libros de Welldon: "Madre, virgen, puta" centrado en la diferencia de la perversión femenina y la masculina; y "Jugar con dinamita" que indaga sobre el fenómeno de la perversión en todas sus facetas. Una mirada científica y a la vez humana que explora en profundidad a quienes han cometido los crímenes más terribles.
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