martes, 1 de noviembre de 2022

"Orfeo y Eurídice" poema de Alfredo Veiravé

 

Alfredo Veiravé,  Orfeo y Eurídice

 

¿Es él de aquí? Oh. pues de ambos

mundos  se nutrió su naturaleza vasta.

Rilke, Sonetos a Orfeo

Orfeo es culpable de impaciencia.

Maurice Blanchot, El espacio literario

 

Mito Poética

 

Se tocan las lenguas de la pareja adentro de la boca y el primer enigma

                               del conocimiento de Eros y Thánatos

                               en el mar Egeo se regocija

                con el lenguaje de los cuerpos de lo invisible.

 

Entre las algas de las profundidades

brilla una luz, una energía de eternidades

como imagen de un sol incandescente

alrededor del cual giran planetas de palabras

extraídas del mundo de las sombras: es la poesía.

 

Rompe la ola sobre lo no revelado y el poeta órfico busca,

huele en el olor marino de las sirenas, no la verdad

sino la luminosa cima, el abismo de la oscuridad,

y desde ese espacio habla el poema con el predominio del poder.

 

El poeta canta siempre en la sustancia del gran Hacedor de las civilizaciones,

en la Mito Poética de lenguas antiguas y modernas:

                la materia de la poesía como diamantes de palabras

(aunque todo parezca una historia personal)

 

1

Lo contaré en primera persona porque yo fui

                el protagonista

de ese fracaso matrimonial cuando volví a buscarte

y también el autor de una mirada

                que al volver hacia atrás su ojo de crueldad

trató con paciencia de retenerte

como imagen de la esposa rescatada de los valles de Plutón.

 

Oh, Eurídice, de las regiones inferiores donde moran las almas,

eco mirtos de los enamorados,

                mi propia voz modernamente movediza, trama del más allá.

 

2

                Eurídice, la de una rama de la inteligencia

perdida en un bosque de arrayanes,

                mojándote de deseos bajo el blanco camisón transparente

                ¡cómo te he perdido en las sombras!

 

¿Es que a los príncipes del misterio

                no se les otorga la piedad de poder preguntarse

                qué hora es cuando estás en esas tinieblas?

¿Es que los dioses no saben cómo la deslealtad de los amantes

                los hace sentir culpables en el mundo de los otros?                

¿Y que el castigo es también una forma de resurrección?

                (A veces lo buscamos sin saber qué golpe nos será más necesario,

                cuál exilio o expulsión del paraíso encenderá la rama de la palabra florida)

Porque yo sé que estás allí del otro lado

aunque las columnas no dejen ver tu rostro demacrado:

                viva, en tu propia respiración exhalando un espacio irreal;

                muerta, en la ceguera de un silencio que me duele en el pecho.

                (A las terribles ménades furiosas entregaré este dolor

                del que pierde en la lucha sus queridos miembros

                y también muere para vivir en el canto de los inmortales amantes.) 

 

3

Vestida con fulgurantes estelas funerarias

que ocultaban la maravilla de ese cuerpo desnudo de la doncella

(ellas) te impedían caminar con rapidez hacia la luz del poema.

                Oh, cuerpo nuevamente cerrado que enmudece

                cuando Eros pasa de largo, distraídamente.

Eurídice, tu nombre de mujer universal tiene dentro

                una consagración que nace en el mundo de las separaciones

                donde los peces brillan como símbolos

                en un estanque que se torna rojo cada vez que tu cuerpo

                se da vueltas y ofrece la visión carnal de una sonrisa

                llena de vida para mí, porque me traslada del mundo de los dioses

al otro mundo de los sentimientos de la venerada Naturaleza.

 

4

Yo amaba la música de la poesía y mis voces en el doble reino

se volvían dulces y eternas, mis cantos eran

la flor que yo buscaba en las vastas regiones tenebrosas; por eso bajé

a los infiernos y bajaría de nuevo una y otra vez

para buscarte y perderte.

De esto no hay ninguna duda después de tantos años

de dialogar contigo en el momento de las madrugadas,

en las noches de insomnio

provocado por la energía de nuestras fantasías:

una energía que provenía de tus fuentes o de las mías

cuando entre tú y yo había otro descenso

que nos separaba en las habitaciones de la casa familiar,   

y que yo no sabía conjurar

como mensajero de lo perdurable.

Porque el amor siempre vuela como la flecha en el aire.

 

5

El nuestro era un mundo poblado de la armonía

                que al convertirse en cuerpos habitaban

                               la poesía misma

donde Orfeo y Eurídice se amaban.

                               “No estaba lejos de la superficie de la tierra

                               cuando temiendo que se le escapara y ávido

                               de verla

                               su amante esposo vuelve sus ojos” como lo cuenta Ovidio,

pero lo cierto es que mi impaciencia no era sino la única forma

de tenerte para siempre como provocadora en el poema,

                                dejándote volver todas las noches

                                en una voz de doncella a la cual no alteraría ya nunca más

                                el ocaso de los cambios y las mutaciones de la persona.

¡El esternón del varón es visitado

por el arrullo de tus pechos!.

 

6

Quizá yo tenía ese desorden de la belleza que tenías en tu cuerpo

                               de mujer, apetecible como un fruto salvaje,

deseable como el deseo de la posesión. ¿Al fin y al cabo

la complicidad del deseo no tiene un límite?

¿Y el pensamiento de la belleza no exige acaso una castidad necesaria

                               para que los misterios se multipliquen?

                               Creo que estas preguntas que entonces no me hice

                               en la empinada cuesta del regreso

                               aseguraban un retorno victorioso, inalterable,

                               definitivo

de la que fue mi Eurídice en el ámbito de las Celebraciones.

 

7

A veces vuelves en mis sueños

                donde busco otra vez tu boca

                rica en jugos de la cereza dulce

                y a través de la cual preguntas en el poema

                               ¿quién me llama?

Y me dueles en verdad al despertar

porque no estás en la tierra a mi lado

                                sino como una sombra que desaparece.

                               Eurídice que huyes al amanecer entre los personajes de una

                               trama que cada noche

                               arma sus dispersas y momentáneas figuras,

como la imagen de una nube que flota sobre el río.

 

8

Me digo entonces de qué manera este canto podría llegar

                A reflejar nuestra historia personal

en otros hombres y mujeres, en esas parejas

                que todavía bajo la sombra de los grandes árboles

una historia que les es familiar con separaciones o rupturas

                similares,

cuando al perder a la que encarna la dualidad se quedan solos

como viudos atrapados por la negligencia del destino.

Otras veces mi corazón se dirige en su embriaguez a tratar

de resolver el camino de una letanía que todos entiendan

                                la materia de la poesía como algas invisibles de palabras

y que para que esa revelación se consume

                                deben sacar del Averno

imágenes que se puedan compartir, aunque los hombres

están en este momento

                               distraídos, cerrados, abiertos solamente

 a la avidez de la riqueza pública

con lo cual a nadie le interesa la historia de una pasión

                                                                                              particular,

el desarrollo de un fracaso matrimonial. Este torpe orgullo

que nos impide transformar a la mujer querida

en el fruto de una inspiración incesante

                                sin tener que abandonarla en la oscuridad.

Ese es mi propio castigo cuando al dar vuelta la cabeza

y mirarte logré que desaparecieras de la vida

aunque pudieras aparecer como ahora en la memoria del poema.

 

9

Yo sé que me has condenado a escribir siempre el mismo lamento

                               fúnebre, y ésta es tu venganza desde el más allá de los

                                                                                                                             límites,

en esa zona donde todas las cosas son maravillas, palabras y bodas de belleza

fantásticamente oníricas que al despertar refulgen como dioses

                               y nos dan la potente alegría de ver el mundo de otra manera.

Pero también tengo conocimiento a diario de que un lejano día

                               otras personas en la faz de la tierra, lejos de estos 

                                                                                                              campos del mito,

seguirán gozando de otros acontecimientos             

                                               de la historia universal

                                               donde nosotros no estaremos aunque nos hayamos

                                               tocado para siempre entre las sombras

                                               de los enamorados.

 

10

A veces pasas por la avenida de la ciudad loca

en una motocicleta, en los filmes,

envuelta en un ruido musical de preguntas que nadie te contestará

                               y que ya nunca entenderías;

en ese otro mundo

                               al cual has vuelto con los cabellos peinados sobre la frente

                               según la última moda de los aqueos.                         

El Acontecimiento - Annie Ernaux

Jarvis Cocker - Big Julie

EL ALIENTO DEL CIELO - CARSON MCCULLERS

 

EL ALIENTO DEL CIELO - CARSON MCCULLERS

"Todo lo que sucede en mis relatos, me ha sucedido, o me sucederá."
Así se manifestó la propia Carson McCullers (Georgia 1917 - Nueva York 1967) sobre su obra, sobre ese magnífico universo literario que nos dejó. No suele resultarnos complicado aceptar que la biografía de un escritor marca el sendero de lo que escribe; tampoco debería, pues, sorprendernos que el acto de reflexión inherente a la escritura desemboque en una suerte de premonición sobre lo que le está por venir. Así, en todo lo que escribió la escritora sureña, sin ser necesariamente autobiográfico, hay guiños más que de sobra a su biografía y temas (o casi obsesiones) más que recurrentes.

McCullers también se manifestó sobre su medio de vida de la siguiente manera: "no me gustaría vivir si no pudiese escribir... La escritura no es sólo mi modo de ganarme la vida; es como me gano mi alma." Y así, a golpe de palabras, se ganó su alma (o al menos su paso a la posteridad): transcribiendo al papel las atascadas en la garganta del Andrew subido al tejado en el único de sus relatos que no lleva título; o las de Hugh, que es incapaz de nombrar el miedo y la angustia vividas en Muchacho obsesionado; regando también aquellas que florecen por primera vez para la genial Frankie de Frankie y la boda; usándolos a todos ellos, tal vez, para por su boca soltar las suyas propias. Sí, Carson McCullers suelta sus palabras presas y nosotros, todos, tal y como reflexiona Frankie hablando con Berenice, su criada negra, somos como esas palabras, sueltos y presos a la vez: presos de nosotros mismos, sueltos e inconexos de todos los demás. Lo que McCullers hace con su escritura es cohesionar esas palabras que dan voz a sus personajes y, con ello, liberarlos de sí mismos y buscarles un lugar en ese mundo que no consiguen sentir suyo.

El aliento del cielo reúne la totalidad de relatos de la escritora y sus tres novelas cortas: Reflejos en un ojo doradoLa balada del café triste y Frankie y la boda. Viene además acompañado de un prólogo, apuntes biográficos sobre la autora y comentarios precedentes a cada relato a cargo de Rodrigo Fresán, que no sólo enriquecen y redimensionan la lectura sino que incrementan los deseos de seguir leyendo y conociendo a Carson McCullers.

El libro se abre con Sucker, por ser el primer relato conocido que escribió la autora con tan solo dieciséis-diecisiete años. En él se presenta lo que será un tema reincidente en su obra: el niño entrando en la adolescencia, la desubicación ("¿cuáles son las cosas que sé y en las que siempre creeré?"y el sentimiento de abandono. Además de en éste y los tres mencionados en el primer párrafo, niños son también los protagonistas de AsíCorrespondencia y El aliento del cielo, relato este último del que toma su título este libro.

Personalmente he disfrutado muchísimo de los adolescentes de McCullers; son personajes que la autora borda y con los que desborda. La misma escritora (su imagen es la que ilustra la portada) me parece una habitante perenne de esa etapa vital. La veo en fotos jovencísima y sus ojos me devuelven una mirada sabia y anciana; de adulta, sin embargo, arrojan la osadía de la juventud. Tal vez ello explique la madurez que manifiesta desde sus primeros relatos y la no renuencia posterior a seguir indagando en esa edad fronteriza.
"Los recuerdos infantiles poseen una extraña cualidad volandera, y zonas de oscuridad rodean los espacios de luz. Los recuerdos de infancia son como velas encendidas en una hectárea de oscuridad, e iluminan escenas inmóviles, separándolas de la negrura circundante. 
[...] 
Porque el niño distingue dos capas de realidad: la del mundo, que se acepta como una inmensa confabulación de todos los adultos; y la no reconocida, la escondida y secreta, la profunda."
Llama también la atención la figura materna en estos relatos protagonizados por los más jóvenes, tanto por ausencia como por presencia insatisfactoria. McCullers estuvo muy unida a su madre pero, por otra parte, la mortificaba la relación cada vez más dependiente que tenía con ella debido a sus problemas de salud. Un mal diagnóstico de fiebre reumática de adolescente ocasionaría a la escritora múltiples perjuicios, viviendo los últimos años de su vida prácticamente en la invalidez e incluso con épocas en las que era incapaz de escribir. Los padres de sus historias, sin embargo, son personajes casi siempre secundarios y lo único que recuerda al propio padre de la escritora en sus relatos es la profesión de relojero presente en algunos de ellos.

Signature of Carson McCullers

A pesar de empezar a escribir a tan corta edad, Carson McCullers no siempre quiso ser escritora. Su primera pasión fue la música. Fue el traslado de residencia de su profesora de piano, Mary Tucker, lo que la sumió en un sentimiento de abandono y traición que desencadenó en una ruptura con su primera vocación, volcando toda su frustración en una incipiente carrera como escritora. Esos primeros años de estudio debieron de hacer mella en ella, sin embargo, pues la música es una constante en prácticamente la totalidad de sus relatos, teniendo una mayor presencia e incluso protagonismo en historias como El patio de la calle ochenta, zona oestePoldiWunderkindMadame Zilensky y el rey de Finlandia El arte y el señor Mohoney.

Pero la música se acalla en sus relatos más sombríos, aquellos en los que la combinación amor-alcohol forma un cóctel amargo, peligroso y sin salida.

Carson McCullers se casó dos veces con Reeves McCullers, escritor frustrado con el que compartiría no sólo su vida (con idas y vueltas) sino también su afición al alcohol. En El instante de la hora siguienteDilema doméstico ¿Quién ha visto el viento? retrata magistralmente la complejidad del amor y los estragos de las adiciones mostrando una espiral de autodestrucción que parece ir in crescendo de un relato a otro.
"Y mientras contemplaba la botella vacía, tuvo una de las grotescas imágenes que tendían a presentársele a aquella hora. Se vio -junto con Marshall- en el interior de la botella de whisky. Repugnantes en su pequeñez y perfección. Se deslizaban muy enfadados, arriba y abajo, por el frío cristal transparente como simios diminutos. Los vio por un momento, con narices aplastadas y con miradas de nostalgia. Y luego, después de sus frenesíes, los vio tumbados en el fondo -pálidos y exhaustos-, con aspecto de rollizos especímenes de laboratorio. Sin nada que decirse el uno al otro."
Ese amor es otra de las constantes en la obra de McCullers y se torna autodestructivo aun sin alcohol. 

Fotografía de la adaptación teatral de The member of the wedding (Frankie y la boda). Fotografía de Alfredo Valente

El amor de sus historias no responde al convencionalmente entendido como una bonita historia de sentimientos compensados y correspondidos, sino que se guía por la teoría que se expone en La balada del café tristeel amor de los amantes y los amados; el de los que aman y los que se dejan querer.

Los personajes de McCullers son claramente amantes y viven su amor por el amado o lo amado sin mesura. Como el viejo de Un árbol. Una roca. Una nube., al que su amada le persigue en forma de recuerdos insólitos y que vuelca su amor en todo lo que se encuentra en un intento estéril de olvidarla; como Berenice en Frankie y la boda, que buscó en todos sus maridos pedacitos del primero pero ni con todos juntos pudo recuperar más que desgracias.

Porque sí, parece que todos los personajes, todos esos amantes, son desgraciados. Hay un sentimiento de extrañeza en todo ese fascinante universo narrativo de McCullers, un sentimiento de no pertenencia. Algo en ellos que nos molesta y nos incomoda y que la autora llega en algunos casos a manifestarlo físicamente como en la mujer altísima y el jorobado de baja estatura protagonistas de La balada del café triste o en la referencia al barracón de los fenómenos de la feria en Frankie y la boda, fenómenos que al cruzar con ellos la mirada parecen decir: "te conocemos". Porque hasta con los personajes que más nos repelen se abren ventanas de encuentro y, a través de ellas, miradas de reconocimiento, tal y como me sucedió con uno de los protagonistas de Reflejos en un ojo dorado.
"-Ya; tú opinas -intervino el capitán Penderton- que aquello que se alcanza a costa de la normalidad es algo ilícito, algo que no debe ser admitido como un placer. Es decir, que por razones de rectitud moral consideras preferible que una clavija cuadrada se quede dando vueltas y más vueltas a un orificio circular a que encuentre y encaje en otro cuadrado que le vaya bien, aunque no sea de reglamento."
Esa dualidad, ese espejo de lo grotesco que refleja la realidad, sólo puede obrar así por obra y gracia de un talento incuestionable como es el de Carson McCullers. Dualidad que se manifiesta no sólo en sus historias sino también en su estilo narrativo. La prosa de la escritora es sobria y seca en ocasiones consiguiendo en otras, con apenas una frase, abrir ante nosotros imágenes bellas, sutiles e incluso poéticas. Potestad la suya que sólo ostentan los amantes (ella, amante de las letras; nosotros, ya he dicho que somos como palabras). Porque el amado no existe sino a través del amante. Porque hasta "las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor" y hasta "la persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas."

Marbles. Fotografía de Chad Cooper



Ficha del libro:
Título: El aliento del cielo
Autora: Carson McCullers
Prólogo y comentarios: Rodrigo Fresán
Traductores: José López Muñoz y María Campuzano
Editorial: Seix Barral
Año de publicación: 2007
Nº de páginas: 576
ISBN: 978-84-322-2834-6



Carson McCullers grabó un disco en 1958 en el que se la puede escuchar leyendo fragmentos de varias de sus obras. Rodrigo Fresán nos cuenta en uno de sus comentarios que el cantante Jarvis Cocker recurre a esa grabación y utiliza la voz de McCullers leyendo un breve fragmento de Frankie y la boda como introducción a su canción Big Julie en su album Jarvis: The Jarvis Cocker Album (2006). Como os podréis imaginar no he podido resistir la tentación de buscar dicha canción para escuchar su voz. Aquí os la dejo para que disfrutéis de ambas. Big Julie and Big Frankie rule the world.



https://www.youtube.com/watch?v=mup-qTtAnws&t=67s

Carson McCullers: ¿Quién ha visto el viento? (Cuentos completos)

 

Carson McCullers: ¿Quién ha visto el viento? (Cuentos completos)

Con mirar una fotografía de Carson McCullers uno ya puede sentirse conmovido. Su rostro refleja una juventud extenuada; sus ojos grandes y expresivos (siempre enmarcados por ojeras) revelan el júbilo y la tristeza de alguien que ha sido testigo sagaz de la existencia. La discordancia entre sus rasgos infantiles y su semblante enfermizo denotan la condición de una escritora que logró explotar un gozoso talento en su literatura, pero que habría sufrido en todo lo demás.

quienhavistoelvientocarsonmccullersEse rostro frágil aparece en la portada de «¿Quién ha visto el viento?», edición que compila la totalidad de los cuentos publicados por la autora norteamericana Carson McCullers en un atractivo volumen de 310 páginas traducido por José Luis López Muñoz y María Campuzano. El formato del libro es bastante legible; por desgracia no nos ofrece un prólogo (ni siquiera un índice) que nos indique la procedencia y el año en que fuera escrito cada uno de los cuentos. Sin embargo el lector podrá suponer que se encuentran organizados en orden cronológico pues mientras avanzamos con las páginas la calidad de los mismos se va incrementando; amén de que notaremos dos etapas muy puntuales: una de juventud y otra de madurez. Veamos:

Al principio los cuentos están ambientados en el sur de los Estados Unidos de América (principalmente en el estado de Georgia) pero después se ubican en la ciudad de Nueva York. Muchos de ellos dan la impresión de que la niña Mick (uno de los entrañables personajes de la novela»El corazón es un cazador solitario») regresa para protagonizar nuevas historias. Por otro lado, los cuentos finales parecen adelantar la perspectiva adulta y posmodernista de autores como John Cheever o Raymond Carver. En ambos casos McCullers cultiva una cualidad observadora que capta prodigiosamente las alegrías y las preocupaciones de los personajes, especialmente los infantiles, además su bien conocida afición por la música y el cine embellece las narraciones de manera sublime. En síntesis, estamos hablando de un caso de sensibilidad notable que rebasa cualquier consideración negativa de orden técnico.

Hoy mismo, en la era de la información y lo políticamente correcto, resulta bien fácil hablar de tolerancia, integración y empatía: Pero en la época y el entorno en que escribió Carson McCullers (el sur profundo, la segunda guerra mundial y el macartismo) encaminar las mentalidades hacia un espacio de tolerancia era todo un desafío.

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El estilo de narrar es sencillo y amable valiéndose de un recurso preventivo que engancha al lector mediante preguntas. La escritora hace uso del flashback (analepsis) de manera muy eficaz pero sin recurrir a los artificios sofisticados que pudieran confundir al lector. Los entramados se inclinan por sucesos cotidianos que parecen no decir gran cosa pero que encierran dentro de sí los misterios de la naturaleza humana. En contraparte, habrá que hacer notar que algunos de los primeros cuentos pueden mostrarse técnicamente débiles (recordemos que McCullers empieza a escribir desde edades muy tempranas) por lo que el lector no deberá juzgar el talento de la escritora con base a los primeros cuentos de la colección.

Comentemos algunas de las mejores muestras de este libro:


El aliento del cielo: Este cuento describe con economía de recursos la angustia de una joven enferma. Aquí encontraremos una interesante analogía entre la insuficiencia respiratoria y las palabras que se callan. En esta dinámica los accesos de tos se muestran como una manifestación de incomunicación o de censura auto-infringida.

El orfanato: Las afirmaciones con que adiestramos a los niños se quedan marcadas para siempre (mucho más cuando nuestra educación tiene motivaciones oscurantistas). Este excelente cuento parece más una memoria que una ficción, y muestra un inusual tono sombrío. Trata sobre una niña precoz cuyo hallazgo de un objeto extraño crea turbación en los demás niños.

Sin título: Posiblemente ésta sea la mejor muestra literaria de todo el libro. La narración se centra en un joven que escapa de su casa y rememora los eventos más importantes de su corta existencia. La técnica no lineal se resuelve de manera prodigiosa y McCullers roza el firmamento literario describiendo los sentimientos y las honduras psicológicas de manera virtuosa (aquí encontraremos el famoso episodio del vuelo del planeador). En fin, se trata de un cuento tan brillante que suena estúpido el hecho de que no tenga nombre.

El instante de la hora siguiente: Habla sobre una pareja joven y los excesos a los que se ven expuestos, enfocándose en el momento en que inicia una resaca. Es decir, el instante en el que termina el éxtasis e inicia el dramático descenso hacia el habitual sentimiento de vacío existencial.

Los extranjeros: La literatura del siglo XX no es un arte épico que narre sucesos extraordinarios, sino que puede avocarse a cualquier suceso corriente. Este cuento va de un simple viaje en autobús pero su planteamiento encierra todo aquello que sucedió en las décadas de 1930 y 1940 que llevaría a la humanidad a la catástrofe… así de trascendente puede llegar a ser un cuento.

Un árbol, una roca y una nube: Otro de los mejores cuentos del libro. La escritora describe un momento doméstico en el que un hombre maduro reflexiona acerca de lo que verdaderamente significa el amor mientras toma un trago en una taberna. Y con ese pretexto la escritora arroja un nuevo rayo de luz sobre sus lectores.

El transeúnte: Quizás este sea el mejor de los cuentos de la época neoyorkinaMcCullers sabe describir como nadie la pasión por la música y se apoya en ella para engrandecer el sentimiento de sus personajes. En este caso, un hombre enfrenta el encuentro inesperado con su ex esposa y experimenta la epifanía que le permitirá enmendar sus errores. Este cuento lo podría haber escrito alguien tan brillante como John Cheever.

Dilema doméstico: Al final de su carrera nuestra autora logró crear personajes femeninos lastimosamente trágicos desarrollando brillantemente situaciones bastante patéticas. Esta narración nos habla de una madre con problemas de alcoholismo que utiliza a su marido como blanco de sus frustraciones. No sería extraño que Raymond Carver hubiera tomado inspiración de cuentos como este.

Muchacho obsesionado: Un interesante cuento que trata sobre el estrés postraumático; va de un niño que lucha por encontrar los recursos emocionales que le permitan enfrentar la vida, ya que su madre ha caído en la ruina y la depresión. Afortunadamente el protagonista encuentra la luz al final del túnel.

Quién ha visto el viento: Quizás el relato más triste que haya leído. Para darnos una idea digamos que roza los terrenos de Francis Scott Fitzgerald en sus años finales. Esta historia es protagonizada por personajes neuróticos al estilo de Dostoievski, pero sin la brillantez ni el humor del maestro ruso (lo que la hace más triste). Por supuesto, esto no significa que el cuento sea malo.


Conclusiones:

En el campo de la narración breve, Carson McCullers refrendó el talento literario mostrado en sus novelas rebosante de sensibilidad artística. Este libro describe el proceso de «maduración» que transforma la confusión infantil en frustración adulta. La escritora nos advierte de las patologías del comportamiento americano que toman parte en ese declive y nos invita a ejercer el respeto por la dignidad humana.

Ahora mismo, en la era de la información y de lo políticamente correcto resulta bien fácil hablar de tolerancia, integración y empatía; pero en la época y el entorno en que escribió nuestra escritora (el sur profundo, la segunda guerra mundial y el periodo conocido como el macartismo) encaminar las mentalidades hacia un espacio de tolerancia era todo un desafío. Las historias de «Quién ha visto el viento» nos ayudan a entender las contradicciones de los seres humanos y a enfrentar nuestro principal problema: la incapacidad para comprendernos los unos a los otros.

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Carson McCullers: El Corazón Es Un Cazador Solitario

Con el título de «El corazón es un cazador solitario» la joven escritora de 23 años Carson McCullers publicó su primera novela en el año de 1940. Poca gente hubiera imaginado que este trabajo literario permanecería hasta la actualidad como una de las mejores novelas norteamericanas del siglo XX. El éxito se debió a la enorme sensibilidad social que despliega, sus personajes tan humanos, su aguda introspección psicológica y la indudable trascendencia del mensaje.

elcorazonesuncazadorsolitarioEl estilo de la prosa es bastante sencillo y se asimila con facilidad. La historia está ambientada en una ciudad no especificada del estado de Georgia y será narrada a la manera tradicional en tercera persona. Sin embargo, llama la atención la ausencia de un protagonista, pues ningún personaje acapara la acción por encima de los demás. Esta cualidad «coral» hace que cada capítulo se centre en las vivencias de un personaje distinto (aunque al final no exista demasiada controversia entre los puntos de vista). Por esa razón, es conveniente que hablemos de los cinco personajes más importantes. Veamos:

  • Empecemos con el mudo John Singer, personaje al que se le concede un aura de santidad gracias a su apacible personalidad que inspira confianza en sus semejantes. En efecto, la gente le busca para desahogarse y contarle sus preocupaciones. Sin embargo, la ausencia de su mejor amigo (y el desconocimiento que los demás tienen sobre el lenguaje de señas) hacen que el mudo no tenga a quien contarle sus propios problemas, de modo que se limita a escuchar. De hecho, Singer suele ocultar sus manos en los bolsillos para evitar la tentación de gesticular cosas que nadie entenderá.
  • La niña Margaret Kelly (a la que todos apodan «Mick«) recién arribó a la edad de la adolescencia. Vive en un ambiente de pobreza y proviene de una familia numerosa por lo que se dedica a cuidar a sus hermanos pequeños. Su espigada estatura (demasiado alta para su edad) le acompleja, y usa ropa holgada para esconder los cambios que se empiezan a manifestar en su cuerpo, razón por la que sus amigos le consideran una chica poco femenina. Mick desea convertirse en pianista y a pesar de no contar con un instrumento escribe su propia música y la esconde en un cuaderno secreto. Lo que más anhela es que alguien pudiera invitarle a su casa para escuchar la música que programan en la radio, pues ese aparato es un lujo que su familia no puede permitirse.
  • Ahora hablemos del forastero Jake Blunt, un hombre aficionado a la bebida y que sufre de un carácter violento y autodestructivo. Viaja de pueblo en pueblo empleándose en trabajos temporales. Sin embargo, su verdadero propósito en la vida es compartir sus ideales políticos con las personas que va encontrando en el camino. Por su conocimiento de la situación social considera capaz de abrir los ojos de la gente. Por desgracia, su carácter tosco y sus costumbres alcohólicas impiden que alguien le tome en serio y se interese por su discurso.
  • Continuemos con el restaurantero Biff Brannon, un hombre metódico que se dedica a observar lo que sucede a su alrededor. Al ser el dueño del café que se ubica en la avenida principal (y que permanece abierto tanto de día como de noche) puede enterarse de todo el movimiento que acontece en la ciudad. Si bien Biff se muestra benevolente y proporciona ayuda a sus semejantes, no pasa de ser un hombre melancólico y resignado cuya única pasión reside en elaborar curiosos trabajos manuales. Su tímida e insignificante actuación, difícilmente influirá en beneficio de la vida de los demás.
  • Finalmente mencionaremos al doctor Benedict Copeland, un ser ejemplar dentro de la comunidad negra debido a su incansable labor profesional. Este servicio consiste en la consulta a domicilio de los enfermos, así como la atención de los heridos producto de las constantes riñas que ocurren en su entorno. Copeland alberga un idealismo casi bíblico por salvar a su comunidad de la ignorancia, pero siente una gran desilusión cuando sus semejantes desoyen sus consejos. Al ser un hombre mayor, cuenta con poco tiempo para hacer algo para mejorar las condiciones de sus hermanos de raza.

Como vemos, estos personajes van construyendo un drama de incomunicación desde la soledad de su trinchera. Ninguno de ellos se encuentra completamente libre para expresar su verdadero sentir, y las personas que están a su alrededor (preocupadas por los problemas inmediatos que impone la pobreza y la segregación) no los comprenden. Mantener en silencio los ideales y los anhelos, es una carga más a la que estos seres se tienen que acostumbrar. No hay duda de que la presencia de un personaje mudo representa el símbolo más significativo de esta obra literaria.

De entre las muchas virtudes de esta autora debemos destacar su capacidad para meterse en el corazón de los personajes. McCullers posee gran sensibilidad para describir el precario amor propio de las personas pertenecientes a las clases humildes. Por ejemplo. es capaz de observar como estos seres se esmeran en esconder sus defectos físicos o emocionales, pero se esfuerzan tanto que terminan haciéndolos más evidentes.

Los seres solitarios y marginales que dan vida a esta narración nos ayudan a rechazar los estereotipos, la segregación y la intolerancia. En lugar de ello, promueven el respeto por la diversidad humana.

Una de las mejores escenas del libro acontece cuando la jovencita Mick escucha la radio a hurtadillas bajo la ventana de uno de sus vecinos. De esta manera furtiva conocerá las melodías de Mozart y las tratará de guardar en su memoria, porque cree que jamás tendrá la oportunidad de volver a escucharlas. Estos detalles delicados hacen que una novela de gran trasfondo social se muestre mucho más amable con el lector.

Por otro lado, la novela aborda el grave problema que padecen los ciudadanos norteamericanos que tienen la costumbre de alojar armas de fuego en casa, dejándolas al alcance de cualquiera. También nos habla del daño que produce la educación punitiva que genera hondos sentimientos de culpa en los niños. Las palabras hieren quedándose marcadas en el alma de los más pequeños. Por si fuera poco, su atinada descripción de las lacras del sistema económico se muestra prodigiosa por tratarse de una autora tan joven.

Al empaparse del discurso político perteneciente a los diferentes grupos humanos y las razas, la escritora hace gala del don de la empatía, y su objetivo es que los lectores realicemos un ejercicio parecido, motivándonos a entender las necesidades y los puntos de vista de los demás.

Por todo esto, hemos de concluir que la primera novela de Carson McCullers es un portento de sensibilidad humana. La introspección en el alma de los personajes es notable; los seres solitarios y marginales que dan vida a esta narración nos ayudan a rechazar los estereotipos, la segregación y la intolerancia. En lugar de ello, promueven el respeto por la diversidad humana. La sagacidad mostrada para desmenuzar la situación social de su entorno también engrandece la obra. Finalmente, su gran conocimiento sobre la problemática de las comunidades negras redondea una novela brillante y conmovedora que todo lector debería consultar. Lejos de evangelizar, la escritora se empeña en describir de manera convincente una sociedad marcada por la incomprensión.

Ante tan evidentes cualidades, pasaremos por alto las esporádicas deficiencias técnicas en la construcción de su sencilla prosa y hemos de incluir «El corazón es un cazador solitario» en la categoría de «libros mejor valorados».

La Balada Del Café Triste (Carson McCullers)

Los lectores aficionados al «gótico sureño» pueden arribar a la literatura de Carson McCullers con la seductora idea de encontrarse con un Faulkner en versión femenina, desafortunadamente esta expectativa podría venirse abajo desde la lectura de las primeras páginas de este libro. Si bien, la escritora estadounidense puede recrear aquellos escenarios sureños con sus pueblos semiabandonados y sus confundidos habitantes, su forma de narrar es mucho más sencilla. McCullers se muestra bastante considerada con sus lectores, desarrollando temas previos y preparando a su público antes de abordar cada escena, explicando las motivaciones de cada personaje. En sus escritos puede encontrarse una suerte de encantadora ingenuidad. En suma, su estilo tiene muy poco que ver con el del autor de “El ruido y la furia”.

labaladadelcafetriste“La balada del café triste” contiene seis relatos cortos y como platillo principal, la novela corta que da nombre al libro. Esta última, se ambienta en un insignificante pueblo de Georgia; un lugar en el que “ni siquiera las nevadas se hacen presentes”. La historia trata sobre un «triángulo no amoroso» entre personajes que parecen totalmente incapaces de recibir afecto. A saber: una corpulenta y solitaria solterona; un violento e hipersensible expresidiario, y un jorobado parlanchín sediento de atención. Estos seres presas del temor, se arrastran, se atrincheran y se enfrentan entre sí, dejando de lado cualquier rastro de dignidad. El desenlace resulta bastante curioso en comparación con el resto del libro; lo mejor es el misterioso párrafo final que se presta para un análisis profundo.

Da la impresión de que la escritora intenta adecuarse a la fórmula de la fábula o el cuento de hadas, pero hablando de temas adultos. “La balada del café triste” nos ofrece una idea del porqué no somos capaces de dar y recibir amor. Este planteamiento bien pudo haberse desarrollado en un breve cuento, sin embargo McCullers detallista y prolija, prefirió extenderse con 80 páginas. El resultado es bueno, con indudables chispazos de genialidad, pero también con ciertas deficiencias; creo que le faltó el estirón final que le permitiera pulir y concretar su desarrollo argumental. Generalmente se piensa que una película tiene todo el potencial para echar a perder un libro. En este caso, me parece que un buen cineasta podría mejorar esta historia.

Usted, como entendido de la literatura, podrá cuestionar el realismo de esta nouvelle, pues muchas de las situaciones narradas caen en la inverosimilitud. Además, los personajes se comportan de manera estúpida e ignorante. Sin embargo, pretender que la realidad no sea una contradicción constante y que los seres humanos adolezcamos de imbecilidad, tampoco suena muy realista.

Por si fuera poco, el libro nos ofrece seis relatos cortos (algunos de ellos magníficos) que en su mayor parte tratan sobre personajes peculiares, incomprendidos, señalados o marginados por la sociedad; el sentimiento de estos héroes bizarros es acallado por la incapacidad e insensibilidad de sus toscos congéneres. En estos cuentos el elemento sureño es menos notorio. Por ejemplo: “Wunderkind” es un cuento autobiográfico, sobre de la primera juventud de la escritora, cuando pretendía ser pianista, “Madame Zilensky” habla sobre una mentirosa compulsiva que sin embargo, no tiene ninguna maldad en su corazón, mientras que “Un árbol, una roca, una nube” habla sobre la convincente filosofía del amor que desarrolla un patético y solitario bebedor de cerveza. Empero, los momentos más brillantes del libro son “Un dilema doméstico” y “El transeúnte”, cuentos que parecen adelantar ese estilo americano que John Cheever o Raymond Carver desarrollarían en décadas posteriores. Estos son los relatos más “actuales” y menos “góticos” que presenta el libro; no obstante, me parecen los mejores.

El luminoso cuento “El transeúnte” vale por todo el libro. Trata sobre un hombre que tras cruzar el océano para asistir al funeral de su padre, se topa por casualidad con su anterior esposa, quien le invita a cenar con su nueva familia. Ese encuentro a todas luces incómodo, termina siendo una experiencia aleccionadora y gratificante. Aquí podremos encontrar el elemento humano más impetuoso que nos ofrece esta interesante colección de relatos. Creo que Carson McCullers fue una escritora que supo captar la incomprensión, la soledad y el significado oculto de cada experiencia humana.


Valoración: Bueno.
Año de publicación: 1943.
País: Estados Unidos.
Género: Novela costumbrista, gótico sureño.
Extensión: Breve,
Dificultad de lectura: Baja dificultad.
Traducción: Aceptable (Seix Barral/Austral)
Temas: Desamor, soledad, incomprensión.
Autores con obras similares: Flannery O’Connor, Eudora Welty.


«La balada del café triste» esta disponible en la editorial Austral y también en su «hermana mayor» Seix Barral. Recomiendo evitar la edición «de bolsillo» de Austral (Portada violeta) por ser un libro miniatura con tamaño de letra casi ilegible.