Este martes se cumplen dos siglos de aquel día en que Champollion reveló al mundo que había descifrado la escritura de los faraones y sentó las bases del conocimiento que hoy tenemos sobre el idioma y la cultura del Antiguo Egipto.
Eso no hubiera sido posible si veintitrés años un hombre llamado Pierre-François Bouchard, oficial del ejército de Napoleón, no hubiera decidido que aquella plancha de piedra que habían encontrado sus soldados mientras construían una fortaleza era un objeto extraordinario y digno de estudio. Una loseta de granito negro, de más de un metro de altura y 760 kilos de peso, cuyas inscripciones fueron estudiadas desde ese momento.
La piedra de Rosetta contiene un solo texto, escrito en tres sistemas de escritura diferentes, separados en tres registros. El primero está escrito en griego, el segundo en egipcio, con jeroglíficos, y el tercero en escritura demótica, también en lengua egipcia.
Antonio Muñoz destaca que una vez que Champollion publica sus investigaciones esto supone el nacimiento oficial de la Egiptología (aunque él no tuvo tiempo para disfrutar demasiado de los avances y descubrimientos). El científico continuó con sus estudios sobre los jeroglíficos, e incluso pudo cumplir el sueño de su vida y viajar a Egipto. Pero su brillante carrera quedaría muy pronto truncada, ya que murió a causa de un ataque al corazón en 1832, cuando solo tenía 41 años).
"Champollion dio los primeros pasos (permitió leer los jeroglíficos), pero aún hoy hay palabras que los egiptólogos y científicos saben leer, pero desconocen su significado" señala.