Si se considera la palabra “bárbaro”, no en un sentido relativo, que alude simplemente a los extranjeros, a las costumbres desconocidas, sino en un sentido absoluto, que designa el comportamiento violento y cruel, podemos decir que “bárbaro” es quien no reconoce la plena humanidad de los otros.
Como contrapartida es civilizado, no aquel que ha leído muchos libros, sino quien reconoce plenamente esa humanidad, aun cuando los otros sean diferentes de uno mismo.
Si la civilización tiene un valor universal, las culturas son plurales. Cada individuo recibe su cultura en la infancia sin haberla elegido; muchas de ellas coexisten cómodamente tanto en un individuo como en una sociedad. Cada cultura está en transformación constante. No hay que confundir la cultura con la pertenencia cívica, ni con un sistema de valores libremente elegido (convicciones políticas o morales o filosóficas).
La convivencia de estas distintas pertenencias colectivas pueden crear tensiones, pero estas no son insalvables.