sábado, 2 de septiembre de 2023
Borges profesor. Clase 12: Vida de William Wordsworth. «The Prelude» y otros poemas
Borges profesor. Clase 12: Vida de William Wordsworth. «The Prelude» y otros poemas
Notas
En Borges profesor
Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires
Edición, investigación y notas: Arias, Martín & Hadis, Martín
Buenos Aires © María Kodama, 2000
Perséfona
19 de febrero del 2001 |
André Gide: 50 años de ausencia Perséfona André Gide En 1930, Igor Stravinsky puso música al texto de André Gide que reproducimos hoy. La traducción al castellano de Jorge Luis Borges apareció por primera vez en 1.936, en la revista Sur. Cuadro primero EUMOLPO (en primer plano antes de levantarse el telón) Diosa de los mil nombres, Démeter El telón se levanta sobre una pradera a la orilla del mar; a la derecha de un talud de césped y de flores donde se abre la gran flor del narciso; a la izquierda, el desfiladero rocoso (que lleva a los Infiernos) donde se arriesgará Perséfona. A la ninfas has encomendado a Démeter advertida por Mercurio que la lleva, dice adiós a Perséfona y la recomienda a las ninfas. EL CORO DE LAS NINFAS Quédate con nosotros, princesa Perséfona. PERSÉFONA (sentada aún y como dormida) La brisa vagabunda ha acariciado El coro de las Ninfas se cierra en torno de Perséfona, que se levanta lentamente. EL CORO DE LAS NINFAS ¡Ven! Juega con nosotros, Perséfona... PERSÉFONA (hablado) Yo te escucho de todo corazón, canto de EL CORO DE LAS NINFAS Embriaguez de la mañana, PERSÉFONA (hablado) Ahora es tan furtiva la caricia EL CORO DE LAS NINFAS Verbena, ancolina, jacinto, azafrán, EUMOLPO De todas las flores de la primavera, El coro gira, bailando de modo que Perséfona no pueda alcanzar el narciso. Perséfona rompiendo el círculo de las Ninfas se ha acercado a la flor y se ha inclinado sobre el cáliz. EL CORO DE LAS NINFAS Desconfía, guárdate siempre de seguir, EUMOLPO El que se inclina sobre el cáliz, PERSÉFONA (inclinada sobre la flor) Sobre los prados sembrados de El coro ha rodeado solícito a Perséfona y se ha inclinado ansiosamente hacia ella. na inquietud desconocida se ha deslizado en la orquesta que expresaba hasta entonces una pura alegría. El coro trata, a pesar de la nueva inquietud, de recuperar su alegría y de arrastrar a Perséfona. EL CORO DE LAS NINFAS No cortes esa flor, Perséfona. Un gran lamento invade la orquesta. Perséfona ha cortado la flor. Su danza expresa la inquietud y la desolación. Baja lentamente de la colina verde donde se abría la flor del narciso y se acerca a las rocas hacia la izquierda. EUMOLPO Perséfona, un pueblo te espera, todo PERSÉFONA Ninfas, hermanas mías, dulces compañeras, Cuadro segundo La escena se ha oscurecido. Música continua. Telón. EUMOLPO Así fue, nos cuenta Homero, como El telón se levanta. La escena representa los Campos Elíseos. A la derecha, la puerta del palacio de Plutón. Perséfona acostada en un lecho de gala, erigido bajo un dosel que soportan columnas. Cerca, dormido aún, el coro de las Sombras. A la izquierda, las orillas de un río sobre el cual se doblan las ramas de un árbol inmenso. Cerca del río, el coro de las Danaides. Sacan infinitamente el agua del río y vuelcan de una a otra sus urnas. El fondo de la escena interceptado por nubes. EL CORO En el lecho reposa y no me atrevo a turbar su PERSÉFONA (acostada) ¿En qué extrañeza me despierto?... ¿dónde estaré? EL CORO Aquí nada se cumple, aquí EUMOLPO Aquí la muerte del tiempo hace eterna la vida. PERSÉFONA ¿Qué hago yo aquí? EUMOLPO Reinas sobre las sombras. PERSÉFONA ¿Qué hacéis, sombras dolientes? EL CORO DE LAS DANAIDES Solícitas, en las márgenes de la eternidad, PERSÉFONA Descansad, sombras dolorosas. PERSÉFONA ¿Qué puedo yo para vuestra dicha? EL CORO DE LAS DANAIDADES No somos desdichadas. Sin odio EL CORO DE LAS SOMBRAS Háblanos de la primavera, Perséfona inmortal. PERSÉFONA Démeter, madre mía, que bella era la tierra cuando el EL CORO Háblanos, háblanos. Perséfona inmortal. PERSÉFONA (deteniéndose sorprendida) ¿Quién me llama? EUMOLPO Plutón. Vienes para mandar, no para Sombras embozadas de negro (las Danaides están vestidas de un verde ceniciento). Salen del Palacio de Plutón, cargadas de galas, de joyas; una de ellas tiende una copa a la última de las Danaides. Esta la llena de agua del Lateo. Luego la sombra se aproxima a Perséfona. PERSÉFONA (que ha tomado las alhajas y las ha mirado tristemente, las rechaza) No, guardad estas piedras, prefiero EUMOLPO ¡Ven, Mercurio! Venid, horas del día y de la noche. Las nubes, al fondo de la escena se entreabren para dejar saltar a Mercurio, seguido del cortejo de las horas. (Mercurio, rol mudo). Cada hora vestida de tonos sucesivos, color de alba, de aurora, de día, etc., trae un regalo para Perséfona. EUMOLPO Perséfona confusa, rechaza todo lo que le encanta. Ritmo acelerado de la música, estridente e irónica en el momento en que Mercurio, según el canto de Eumolpo, salta para apoderarse de la granada. La tiende a Perséfona que quiere agarrarla. Perséfona ha tomado la granada y la muerde. Con las últimas palabras de Eumolpo, el cortejo de la horas y Mercurio se han retirado. Sólo se ve a Perséfona y al coro de las sombras. PERSÉFONA ¿Dónde estoy?... ¿qué he hecho? ¿Qué desesperación me EL CORO Si miraras el cáliz del narciso, quizá verías, otra vez PERSÉFONA Rodeadme, protegedme, sobre fieles. Esta EUMOLPO El invierno. Perséfona, rodeada por el coro de las Sombras, al frente de la cena, ha tomado la flor del narciso que guardaba en la cintura, y mira. PERSÉFONA ¿Donde habéis huido, perfumes, canciones, escoltas EL CORO Cuenta ¿qué ves? PERSÉFONA ... Detenerse los ríos, cesar EL CORO No, Démeter ya no oirá más tu voz, Perséfona... EUMOLPO Pobres sombras desesperadas, tampoco (A partir de este momento la música comienza un largo crescendo, o aclaramiento -en fin, la ascención que debe seguir hasta el final del cuadro preparando la solemnidad gozosa del último). EUMOLPO En el palacio de Eleusis donde ha llegado PERSÉFONA Sobre una cuna de tisones y llamas veo... EUMOLPO ¿Acaso te propones arrancarlo al destino EL CORO Así renace la esperanza en nuestra alma extasiada. PERSÉFONA En la playa, imitando la cadencia de las EUMOLPO Gracias a tu esfuerzo, devuelta a su amor PERSÉFONA ¿Entonces, escaparé al horror subterráneo? EL CORO De la primavera terrestre y no de los Infiernos. PERSÉFONA Me esperas, Démeter, tus brazos se abren Perséfona se ha dirigido al fondo de la escena que se ilumina, mientras el frente se oscurece. Cuadro tercero EUMOLPO (durante el cambio de escena) Así fue (nos cuenta Homero) Al fondo, una colina dominada por un templo dórico. En el primer plano, a la izquierda, n túmulo coronado de encinas verdes. En su flanco, se ve la entrada de un sepulcro, cerrada por pesados batientes de piedra, a la manera de las tumbas etruscas. Ante el fúnebre pórtico está el genio de la muerte, con una antorcha apagada en la mano. Sobre el monte que domina el presente y el porvenir, Un coro de adolescentes sube al encuentro del coro de las Ninfas. EL CORO DE LAS NINFAS Acercáos, hijos de los hombres. EL CORO DE LOS NIÑOS Acogednos, hijas de los dioses. LOS DOS COROS Traemos nuestras ofrendas EL CORO DE LOS NIÑOS Démeter, reina de los estíos, EL CORO DE LAS NINFAS< ¡Vuelve a nosotras, Perséfona, rompe LOS COROS MEZCLADOS Abríos, puertas fatales. Antorchas Los batientes de piedra giran sobre sus goznes. Perséfona surge de la tumba. EUMOLPO Despierta apenas, Perséfona EL CORO DE LOS NIÑOS Vacilante Perséfona, aún demora EL CORO DE LAS NINFAS ¿Pero, por qué, tan grave, Perséfona se ha unido al coro de las Ninfas, Démeter y Triptolemo en lo alto de la colina que domina el templo. Nupcias místicas. EL CORO DE LOS NIÑOS Habla. Perséfona, cuenta lo que los inviernos ocultan. Silencio en la orquesta. EL CORO DE LAS NINFAS ¿Qué secreto sube contigo, del fondo Silencio. LOS COROS MEZCLADOS Di, ¿qué has visto en los Infiernos? PERSÉFONA Madre, tu Perséfona se ha rendido a tu voz. Perséfona ha tomado de manos de Mercurio la antorcha encendida. Guiada y precedida por Mercurio, desciende lenta y solemnemente hacia la puerta sepulcral, que ante ella se abre. Las Ninfas rodean a Démeter y a Triptolemo. El coro de los niños y Eumolpo quedan en el flanco de la cuesta. EUMOLPO Hacia la sombra subterránea te encaminas bajo tierra, para reaparecer mañana en mieses de oro. |
Elena bellamuerte
Elena bellamuerte
No eres, Muerte, quien De aquella que te llamó a su partida Y cuál lo alzaste al pronto. Pero sí sueño en sueño; Niña del fingido morir |
A 51 años de la partida de Macedonio Fernández
Ignorado en su época, este escritor, poeta y ensayista argentino influenció a generaciones de escritores con su estilo vanguardista e incómodo. Sus originales escritos suman anécdotas, versos, sentencias filosóficas y aforismos humorísticos.
UN DÍA COMO HOY 10/02/2023 ● Hora: 11:22
A 51 años de la partida de Macedonio Fernández
Admirado por Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia, entre muchos otros, Macedonio Fernández fue un escritor, ensayista y poeta argentino que se caracterizó por un estilo transgresor y vanguardista.
Su novela más importante es un ejemplo de su visión sobre la escritura. Museo de la Novela de la Eterna es la antinovela, una colección de reflexiones y textos desordenados escritos durante toda una vida y publicados 15 años después de su muerte, en 1967, a instancias de su hijo Adolfo.
Su historia
Nacido el 1º de junio de 1874 en el seno de una familia acomodada (su padre era estanciero y militar), Macedonio cursó sus estudios en el hoy Colegio Nacional de Buenos Aires y ya de muy joven comenzó a publicar en periódicos pequeños relatos cotidianos. A los 24 años se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires.
En 1901 se casó con Elena de Obieta. Tuvieron cuatro hijos y con el cargo de fiscal en Posadas, Macedonio aprovechó los momentos libres para escribir.
Pero su vida dio un vuelco con el fallecimiento de su esposa, en 1920. Abandonó la profesión, dejó a sus hijos al cuidado de abuelos y tías, y comenzó un periplo por tristes pensiones porteñas. Escribió sin dejar rastro alguno. Desdeñó la literatura como profesión. Tanto que el escrito de su destacado poema “Elena Bellamuerte” quedó oculto en una lata de bizcochos en la casa de un amigo y fue encontrado dos décadas más tarde.
Macedonio y Borges
Hacia la década del '20, un grupo de jóvenes inquietos y disconformes con el opaco mundo del arte local, comenzó a encontrar diferentes ámbitos de escape y expresión de sus renovadoras ideas. La revista Martín Fierro, nacida en 1919, y dirigida por Evaristo González, y un poco más tarde la también efímera revista PROA, orientada por Jorge Luis Borges y Ricardo Güiraldes, entre otros, fueron los ejemplos más importantes de estas vanguardias literarias.
A este movimiento, en el que aparecían otros nombres, como el de Leopoldo Marechal, César Tiempo y Pablo Rojas Paz, no tardó en sumarse Macedonio Fernández. A diferencia del resto, Fernández no era un joven inquieto, sino un precursor, un marginal de las instituciones, alguien a quien tomar por maestro, tanto que Borges alcanzaría luego a confesar que ninguna persona lo impresionó tanto como él.
El mito macedoniano eclipsó en parte la obra literaria y el primer mitólogo macedoniano fue Borges, cuyo padre fue amigo y compañero de estudios de Macedonio en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
“Escribir no era una tarea para Macedonio Fernández -sostuvo el autor de El Aleph-. Vivía para pensar. Macedonio no le daba el menor valor a su palabra escrita; al mudarse de alojamiento, solía olvidar sus manuscritos de índole literaria o metafísica, que se habían acumulado sobre la mesa y que llenaban los cajones y los armarios. Mucho se perdió así, acaso irrevocablemente”.
Como buen discípulo a la hora de “desmarcarse” de su maestro, Borges agregaba que a Fernández la literatura le interesaba menos que el pensamiento y la publicación, menos que la literatura. “Consideraba que escribir y publicar eran tareas subalternas. Sus relatos tienen el sabor de lo espontáneo; también la frescura y el descuido del artículo periodístico”.
Sencilla y errante fue la vida de Macedonio Fernández, hasta que falleció el 10 de febrero de 1952, a los 77 años.
Su tercer hijo, el escritor y académico Adolfo de Obieta, cuidó a Macedonio desde 1947 hasta su muerte. Unos días antes el escritor le había dicho a su hijo: ‘Me voy a morir’, sin tragedia ni temor. Pasaron varios días y Macedonio seguía vivo. Perplejo, comentó: ‘Cuanto cuesta descarnarse’. Al día siguiente murió sin queja alguna, sin enfermedad evidente.
En un nuevo aniversario de su fallecimiento, recordamos las palabras que escribiera a su tía Ángela, acerca de las creencias y sentido de la vida.
"No sé si existe Dios y no admito que haya castigos y bienaventuranzas, pero creo firmemente que la chispa que arde en nosotros no puede ser aniquilada y que tiene un destino más consolador que la caza del oro."
Macedonio Fernández
© Artículo extraído de https://www.sudoesteba.com
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