martes, 2 de junio de 2020
Teatro griego: nacimiento y evolución del Teatro Clásico en Grecia
En la antigua Grecia, la democracia y el teatro se desarrollaron de manera pararela y, de algún modo, simbiótica: la democracia transformando el sistema socio-político aristocrático de la Era Arcaica, y el teatro griego haciendo lo propio con la representación de la tradición funeraria y los rituales mistéricos, definiendo ambos, a la Grecia del siglo sexto antes de Cristo.
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- 1 Condiciones sociales y políticas en Atenas para la aparición del teatro griego
- 2 El inicio del teatro griego en Atenas, sus fuentes y su influencia en la Helade
- 3 El teatro: entretenimiento de masas
- 4 Características principales del teatro griego: géneros
- 5 Características principales del teatro clásico: organización y participantes
- 6 Fiestas en la antigua Grecia y la expansión del Teatro
- 7 Reflexión final
- 8 Libros sobre el origen del teatro griego
Condiciones sociales y políticas en Atenas para la aparición del teatro griego
Estos cambios tuvieron sus protagonistas, especialmente en Atenas. Conocidas son las reformas políticas de Sólon y Clístenes durante el siglo VI a.C., las cuales, poco a poco, incidieron en la mentalidad de gran parte de los atenienses. Los dos políticos optaron por abordar los problemas de la polis abandonando el teísmo como fundamento para explicar los males que aquejaban a la ciudad (y la solución para remediarlos) para imitar a los primeros filósofos griegos jonios, con Tales de Mileto como iniciador, que habían optado -y logrado- dar explicación a ciertos fenómenos naturales desde una posición física (epistemológica) evitando caer en el mito y la superstición. Esta nueva visión de la naturaleza, propia de la primera filosofía griega, tuvo su eco en lo ético y lo político, siendo especialmente Solón quién, ante las adversidades que padecía su pueblo, dejara de culpar a los dioses y suplicar su auxilio y responsabilizara de los errores (y los aciertos) a los propios ciudadanos de la polis:
«Si por vuestra debilidad habéis sufrido el mal no echéis el peso de la culpa a los dioses. Vosotros mismos habéis permitido a esta gente llegar a ser grande cuando le habéis dado la fuerza, cayendo en vergonzosa servidumbre». (1)
En este nuevo contexto sociocultural aparece el teatro, que rápidamente, para los dirigentes de distintas polis y, en especial, para los de Atenas, se convierte en algo más que un simple modo de entretenimiento y ritual. El teatro adquiere tintes pedagógicos y busca educar a la ciudadanía en el nuevo paradigma socio-político, además de enorgullecer al ciudadano griego por su modo de gobierno contra las críticas de fuerzas extranjeras como los persas. Casi podríamos afirmar que el teatro significó para los griegos lo que un ministerio de cultura en nuestras sociedades modernas.
Pero es en la época de la Grecia Clásica, y en concreto en el tiempo del estadista Pericles, cuando el teatro cobra una gran importancia para difundir valores democráticos esenciales como la «isonomía», igualdad ante la ley; y «parresia», libertad de expresión.
El inicio del teatro griego en Atenas, sus fuentes y su influencia en la Helade
En el año 543 a .C. el tirano (2) ateniense Pisístrato instauró los primeros certámenes teatrales con la intención -además de entretener- de utilizarlos como laboratorio político para la educación del pueblo en los valores éticos del momento, que transicionaban a democráticos. Además, si hacemos caso a la tradición, fue el dramaturgo Tespis (536 a .C) quien primero presentó a un actor dialogando con el coro, lo que dio comienzo, de modo oficial, al teatro.
Las primeras obras representadas formaban parte de la celebración de las fiestas religiosas tradicionales del área de influencia griega: las Leneas, las Dionisas rurales y las Grandes Dionisas, en las que profundizaremos después. Estas primeras representaciones se realizaban al aire libre y en teatros construidos en madera que, durante el siglo V y IV a.C., se convirtieron en los grandes anfiteatros que conocemos hoy. El contenido de las obras era una mezcla de elementos artísticos como la danza y el canto, siendo una de sus variedades el Diritambo que, siguiendo la tradición, dio origen a la tragedia ática; religiosos, con sus rituales relacionados con los principales dioses griegos, y políticos o cuestiones de interés que hicieran reflexionar al público.
El imaginario del mundo griego estaba compuesto de grandes mitos. Su literatura, principalmente la de Homero, alcanzaba una influencia en las personas similar a los libros sagrados de las religiones judeocristianas. Por esto, el mito y sus personajes jugaban un papel muy importante en las temáticas tratadas en las primeras obras teatrales (y posteriores) y encontraban atención y emoción en el público que, por otro lado, veían en el anfiteatro o doble teatro el mejor escenario donde representar el ritual. Así, el ciclo troyano y sus héroes (Agamenón, Menelao, Electra, etc.) eran los personajes favoritos de las obras griegas, mientras que en el ciclo tebano eran las figuras de Edipo, Antígona, el dios Dioniso y el héroe Heracles las representadas por los actores.
Basadas en uno y otro ciclo, las primeras obras teatrales se convirtieron en dramas, tragedias que representaban las grandes gestas de estos personajes literarios tan profundamente arraigados en el imaginario colectivo.
El teatro: entretenimiento de masas
Ya en el siglo V, y sobre todo, de la mano de Aristófanes, la comedia se convirtió en otra forma de teatro que compartió protagonismo con el dramático. En un principio, la arquitectura dramática de las obras estaba basada en el ritual: un ritual de súplica del individuo que buscaba asilo en un santuario, rituales funerarios imitando a los ritos religiosos relacionados con el enterramiento para que el difunto encontrara paz mientras las mujeres lloran y se golpean el pecho y, finalmente, purificación o catarsis de la «oración» por los muertos. Como se puede imaginar, la representación artística de estos contenidos alcanzó un gran efecto dramático en el público.
A pesar de la modesta arquitectura inicial de estos primeros teatros, en poco tiempo, las representaciones allí mostradas y las propias fiestas Leneas y Dionisas atenienses, lograron captar la atención de otras polis cuyos ciudadanos acudían en masa a estos eventos. Así, se logró que el fenómeno del teatro se expandiera por toda la Helade junto a los contenidos democráticos y de ensalzamiento nacionalista griego ante la amenaza constante de pueblos como los persas en los siglos VI y V a.C.
Características principales del teatro griego: géneros
Ya en el siglo V, con Atenas en pleno siglo de oro clásico, el teatro dramático cohabitó con otros géneros que se centraban más en el entretenimiento del auditorio y en la crítica social y política. En muchos casos, se recurría a la ironía, muy propia en el comportamiento de algunos ciudadanos atenienses; recordemos sino la fundamentación de la mayéutica socrática. Así, el teatro fue evolucionando hasta convertirse en complejas comedias de alto carácter artístico. Tampoco hay que olvidar que todos los géneros no cejaron en la defensa de la institución ateniense y sus valores democráticos.
En el año 472 a .C. el dramaturgo Esquilo representó Los persas, una obra de carácter trágico-histórico que se ha convertido en la obra trágica más antigua que se conserva y que probablemente fuera financiada por el estadista Pericles. En esta obra, y como apuntábamos antes, el nuevo orden social democrático se ensalza en perjuicio de los insolidarios y particulares privilegios de la aristocracia griega del siglo anterior. Además, como se puede imaginar, Esquilo quiso también recordar a los griegos su superioridad con respecto a los persas y, en concreto, sobre Jerjes, que finalmente fue derrotado por la armada griega en el 480 a .C. en la batalla de Salamina.
También en el año 431 a.C (durante la olimpiada número 87) otro gran dramaturgo, Eurípides, representó su tragedia Medea. Según los críticos, esta obra fue la mejor de todas las conocidas de Eurípides. En ella, el personaje principal, Medea, es una mujer valiente, sabia, fuerte, hábil y luchadora que es amada y temida a la vez. Con esta obra, Eurípides, de forma clara, destacó y exaltó los valores femeninos y la propia condición de la mujer en la Atenas del siglo V. Esta obra, como otras del autor, tiene un final trágico, que caracteriza a la tragedia griega. No obstante, Eurípides, como otros dramaturgos conocedores de la sociedad en la que vivían, no ahorró críticas ( en este caso a los sofistas) por utilizar el saber en beneficio propio y no en el de la comunidad, y al mismo tiempo, elogió el carácter democrático y hospitalario del mundo griego en oposición al misticismo dictatorial de otros pueblos.
Sófocles, creador de 123 obras, es el escritor de Edipo, obra que pudo ser escrita en el 430 a .C. Esta pieza se engloba dentro del ciclo tebano y toma como argumento principal la vida de el rey de Tebas, Edipo, el cual no pudo escapar a la predicción del oráculo que vaticinó que mataría a su padre Layo, rey de Tebas. Edipo, tras salvar a Tebas venciendo a la Esfinge y ya casado con Yocasta, conoce que ésta es su madre y descubre que fue él quién mato a Layo. Consciente de su crimen se arranca los ojos y se exilia voluntariamente acompañado de su hija Antígona.
Otro gran autor de teatro es Aristófanes, quien vivió alrededor del 444- 385 a .C , famoso por sus comedias y contemporáneo de Sócrates, al que no tenía en mucha estima a juzgar por cómo le presenta en su obra Las nubes, donde acusa al filósofo de demagogo y manipulador de los jóvenes de su tiempo; una de las acusaciones que llevó a Sócrates a la muerte.
Aristófanes, a pesar de su liberalismo en algunas de sus obras, era un conservador que defendió la tradición mítica y religiosa de Grecia, en contra de los nuevos postulados de filósofos y políticos. También se mostró especialmente crítico con Eurípides, al que consideraba un mal para el teatro clásico por la degradación de sus obras. No obstante, su sentido del humor e ironía encontraron gran éxito entre los atenienses.
Una de sus grandes obras fue Lisístrata, representada en el 411 a .C. donde Aristófanes planteaba una estrategia para la finalización de la guerra entre Atenas y Esparta. Su protagonista, Lisístrata promovía entre las mujeres de Atenas y Esparta una huelga de sexo para minar las ansias bélicas de sus maridos y amantes, reflejando un cansancio general de la población ante la guerra y promoviendo la libertad sobre todo del sector femenino.
Características principales del teatro clásico: organización y participantes
Dada la importancia que adquirió el teatro en la vida pública, principalmente de Atenas, su representación requería de una importarte organización y uso de recursos humanos y técnicos.
Como arte escénico, el teatro necesitaba de actores, coros, personas encargadas de la coordinación de la producción de las obras, seguridad para evitar altercados, vendedores para ofrecer refrigerios a los asistentes, etc. Por esta razón, estos eventos solo se podían llevar a cabo con la financiación del propio gobierno de las ciudades y/o ayudas de ciudadanos ricos en las polis. En este sentido, Pericles apoyó incondicionalmente al teatro griego , y como dijimos antes, también lo aprovechó para su pedagogía política.
En cuanto a los artistas y técnicos que participaban directamente en las representaciones, contamos con los actores (hypocrités ), quienes, especialmente en las representaciones ritualistas, aparecían en escena debidamente ataviados con máscaras o maquillaje de barro y azafrán con el fin de encarnar mejor a sus personajes. Más adelante, cuando la temática del teatro se diversificó, también lo hizo el diseño de las máscaras, llegando a altos niveles artísticos y de realismo.
Además de la transformación del aspecto del actor, las máscaras lograban aumentar el volumen de la voz de los actores consiguiendo llegar a todos los actores del anfiteatro.
Otro accesorio en el vestuario de los actores eran los conturnos: zapatos de madera que aumentaban la altura de los actores. Los conturnos se solían utilizar en las tragedias y conseguían que la altura de los actores fuera proporcional al tamaño de sus máscaras y a la envergadura de los personajes representados.
Los vestidos y atuendos de los actores eran, básicamente, túnicas cortas o largas de diversos colores que identificaban la importancia del actor y el tipo de obra que representada. Así, los colores oscuros eran utilizados para personajes tristes o agraviados por algún mal; los colores vivos y más alegres para los protagonistas principales y el resto de colores para personajes asociados al vulgo. Como ocurría con los corturnos, estos trajes, generalmente, iban rellenos con almohadillas para mantener las proporciones entre la altura de los actores (con zancos) y el, a veces, gran tamaño de sus máscaras.
Finalmente, otros elementos como los cascos o coronas también podían utilizarse en las representaciones junto a otros accesorios como lanzas o espadas.
Además de los actores, como hemos dicho, la representación contaba con un coro (usualmente vestidos de negro) que hacía de intermediario entre la obra y el espectador, de tal forma que, según se iban reproduciendo los acontecimientos, el coro se encargaba de explicar el significado de estos acontecimientos para que el público comprendiera mejor el desarrollo de la acción. El coro solía vestir de negro y se ubicaba junto a la orquesta.
Además de los participantes activos de las representaciones, no podemos olvidar a sus receptores: el público.
En los anfiteatros más grandes se podían albergar a unos 13.000 o 14.000 espectadores, cifra realista en comparación con los 30.000 que aseguraba Platón que habrían llegado a asistir a una obra.
Con la intención de que todos los ciudadanos libres de Atenas pudieran asistir al teatro, Pericles creó un fondo público para hacerse cargo del pago de las entradas de la clase baja. Aun así, los espectadores con menos recursos podían quedar marginados a la hora de asistir a las celebraciones ya que el foro del anfiteatro se aseguraba de que las clases más altas tuvieran siempre su hueco, además de los extranjeros notables que asistían a Atenas cautivados por fiestas como las Leneas o Dionisas, ciudadanos que financiaban las representaciones (proedría) o héroes de guerra.
En cuanto al acceso de las mujeres al recinto, no se tiene información fidedigna de sí acudían con regularidad o si realmente acudían. Platón, en un pasaje de Las Leyes alude al hecho de que las mujeres más cultivadas preferían la tragedia, lo que induce a pensar que pudieran asistir acompañando a sus maridos.
En relación a los esclavos, hay más incertidumbre sobre su asistencia, aunque pudieran hacerlo con sus dueños.
Fiestas en la antigua Grecia y la expansión del Teatro
Si los contenidos de las representaciones teatrales estaban fundamentados en la propia historia de Grecia y en las aspiraciones políticas de sus gobernantes, la fama del teatro griego tenía como grandes impulsoras a sus grandes festividades: las Leneas y las Dionísias.
En las grandes festividades griegas, que duraban alrededor de 7 días, se comenzaba siempre con una procesión y traslado del dios Dioniso por jóvenes de distintas tribus a la Acrópolis. Un día antes, se había planificado el certamen teatral adjudicando a cada autor el número de piezas que iba a representar y la fecha.
Durante el mes de Gamelón o mes de las bodas (marzo para nosotros), se celebraban las Leneas Dionisías, que se representaban en un edificio llamado Leneo, emplazado en la ciudad de Atenas. Estas fiestas eran anteriores a las Grandes Dionisías y en ellas representaba Aristófanes.
También, fuera de Atenas y en otras grandes ciudades-estado, en el mes de Posidonio, más o menos diciembre en el calendario actual, se representaban las Dionisias Rurales. A diferencia de las Leneas atenienses, en las Dionisias rurales, la procesión tenía como protagonista a un falo, buscando la fertilidad para las cosechas.
Sin embargo, las grandes fiestas del mundo griego eran las Grandes Dionisías atenienses. Todo comenzaba con una larga procesión que traía a Atenas una imagen del Dios Dioniso desde Eléuteras, en Beocia. Llegado el mes de marzo, comenzaba la fiesta religiosa, terminando con el dios Dioniso en el Acrópolis. Para estas fiestas se guardaban las mejores obras. Normalmente, participaban 5 autores y entre todos llegaban a representar hasta 17 obras, excepto en época de guerra, que se reducía el número de autores y de obras representadas. Los certámenes tenían carácter de concurso, donde competían la mayoría de los grandes autores clásicos del teatro griego.
Reflexión final
La evolución del mundo griego fue paralela en diversos ámbitos de la sociedad. Los grandes iniciadores presocráticos del pensamiento racional occidental encontraron eco a sus reflexiones científicas sobre la naturaleza en la política de la mano de sus contemporáneos Solón y Clístenes. Estas nuevas concepciones políticas también tuvieron su influencia en el mundo del arte y transformaron las representaciones religiosas, en un comienzo basadas en el ritual, en obras de gran complejidad artística. A su vez el teatro, devolvía a la sociedad lo que había aprendido influenciando con sus contenidos en la mentalidad de los ciudadanos.
En resumen, así como ocurrió en el mundo de las matemáticas, física, química, medicina, astronomía, ética y otras ciencias y artes que hoy constituyen disciplinas académicas y artísticas, el teatro no escapo a la transición del mito al logos griego. Los nuevos esquemas mentales hicieron que el teatro ganara en complejidad y calidad e inició, como en otros campos, para el beneficio de todos, una actividad tan fascinante como las artes escénicas.
Las tragedias de Eurípides
La tragedia griega es Eurípides. Sus obras resultan grandiosas y acumulan una cantidad tal de literatura que, leyéndolas, el modo de mirar la realidad queda modificado para siempre.
Electra
Medea es la reina de la tragedia, un género caracterizado por el desencadenamiento de una desgracia anunciada e inaplazable, una desgracia que sobrecoge al espectador y le recuerda su papel de brizna en el universo. La venganza de Medea es despiadada, su drama es intenso y concentrado.
La venganza de Hécuba –sin embargo- es modulada y razonable, necesita de la complacencia del oyente, se justifica en su desdicha, que es la de las mujeres de Troya: exiliadas, viudas y cautivas; como Andrómaca, obligada a compartir su marido con otra y de la que se sirve el autor para analizar los vicios de las mujeres –tema recurrente en sus obras- y los males de la bigamia.
Eurípides intenta situarse siempre en posiciones racionalistas y esa búsqueda de argumentos que convierte a sus personajes en humanos los acerca al futuro, a los lectores y los espectadores del siglo XXI. A pesar de ser difíciles de analizar en su contexto, porque ni uno solo de los ciclos en los que se estructuraban sus tragedias ha quedado completo. A pesar de que sus personajes vienen de leyendas cercanas a los griegos, pero no a nosotros que nos perdemos en las cadenas de los mitos y las generaciones.
Fedra rompe un tabú al enamorarse de su hijastro, Hipólito, y en la desesperación lo arrastrará en su caída. Su tema es la pasión descontrolada, el poder que tiene Eros sobre los cuerpos y las almas.
El derecho sagrado de asilo de los suplicantes se analiza en Los Heráclidas, un asunto que obsesionaba a los griegos y que era una de las bases de su sistema legal.
Alcestis es una obra curiosa, una tragicomedia muchos de cuyos matices se han perdido con el tiempo, las versiones y el resto de una tetralogía. Todos se lamentan por el destino de Alcestis que acepta morir en el lugar de su esposo, pero nadie acierta a ver el cinismo que encierran las lamentaciones, especialmente en lo que respecta a Admeto, su marido.
También es satírica El Cíclope, cuyo argumento viene de La Odisea y que recrea, para regocijo de los espectadores, la astucia del ser humano, representado por Ulises.
Eurípides es el último en el tiempo de los tres grandes trágicos griegos y dice la leyenda que nació el día de la batalla de Salamina, en la que Esquilo habría participado, y un Sófocles adolescente formado parte del coro que celebró la victoria. La escalera generacional viene a representar una Edad de Oro en la que el teatro recogió las aspiraciones morales de los pueblos de la Grecia antigua y formuló su dramaturgia con estructuras cerradas.
Ifigenia entre los tauros, conocida habitual y erróneamente como Ifigenia en Táuride, destaca entre las composiciones teatrales de Eurípides por cierta libertad en su planteamiento que la convierte casi en una novela de aventuras, con los consecuentes componentes de suspense y de tensión dramática estructurados alrededor de una huida, la de la heroína griega, rescatada por su hermano, Orestes, que llega al país de los tauros en expiación de su culpa dinástica.
Los diálogos son contrapunteados y brillantes, el personaje de Ifigenia complejo. Ciertas incongruencias de la trama pierden importancia gracias a una situación bien planteada y resuelta.
Y es que quizás Eurípides sea más cercano a lo humano que los otros dos dramaturgos helenos, Sófocles y Esquilo, tan atraídos por lo heroico, por la influencia de lo moral y lo divino, centrados en la tragedia.
Ion está movida por la curiosidad del desenlace y el tema es –quizás- el de las debilidades humanas, en ella se inicia un curioso reproche a los dioses por su volubilidad en el que el dramaturgo incursiona en un interesante descreimiento que culminará con Heracles, donde todo es arbitrario. En Ion, como en Electra, se produce una hábil utilización de los movimientos escénicos, especialmente entradas y salidas de los personajes.
Las troyanas inician su lamento en el momento en el que los dioses abandonan Troya. La obra es una censura de la guerra, un reconocimiento hacia el enemigo honorable, un estudio sobre el sufrimiento de la mujer, paridora de soldados para los enfrentamientos del mundo antiguo, y una muestra de la implacabilidad de los vencidos. Esta obra importante consagra el remordimiento de los griegos y asume su responsabilidad en la destrucción de la ciudad legendaria. Prolonga la Ilíada y proyecta hacia el Renacimiento su estela mitológica.
Vanessa Redgrave, Katharine Hepbunrn, e Irene Papas encarnaron a las mujeres troyanas en la película de Cacoyannis de 1971.
Otros vencidos son causa en Las suplicantes, una exaltación de la democracia ateniense. Porque recordamos que Eurípides escribió en tiempos de guerra y el ruido de las armas repercute en sus palabras.
Eurípides intentó, sin saberlo, escaparse del corsé del teatro clásico y caminar hacia la novela. Reajustó los mecanismos de la dramaturgia, atisbó que había algo más allá de la tragedia: los rostros infinitos de una humanidad sufriente y desconcertada –somos esclavos de los dioses, escribe, sean lo que sean los dioses-, las múltiples facetas de la fantasía y la ficción.
Sus engendros tienen vida.
Orestes está a punto de terminar como el Rosario de la Aurora, que se tiño de sangre. Forma parte de un extraño triángulo en el que están su amigo Pilades, y Antígona, su hermana. Un trío que se enfrenta a la ciudad de Micenas y ejecuta la venganza por los males de Troya sobre su causante, Helena, paradigma de la mujer fatal. La misma que queda justificada en el drama al que da nombre como una ilusión en un juego barroco de mutaciones y equívocos: Helena lleva una existencia paralela en Egipto, mientras en Troya su imagen ocasiona un desastre que conmocionará al mundo. Porque Eurípides innova sobre los mitos reelaborándolos.
Seguimos en Ilión. Comienzan a debilitarse sus murallas con la muerte de uno de sus aliados más valiosos, Reso, rey de Tracia.
Las fenicias es una recapitulación, un repaso de los sucesos de la casa de los átridas en el que no falta nadie. Las esclavas fenicias aportan un punto de vista singular que las aparta de los sucesos.
Esa utilización intencionada del coro es curiosa e implica al lector, así sucede en Las bacantes, una escalofriante manifestación de histeria colectiva, una catarsis gobernada por la hýbris, la desmesura.
Pero quizá es en Ifigenia en Áulide donde la obra literaria se proyecta hacia el futuro. Sensu estricto porque aunque se escribió más tarde, su argumento precede al de Ifigenia entre los tauros. Figuradamente porque el autor griego trabaja sobre algo que la literatura ya no va a abandonar más: la vulnerabilidad del ser humano, sus contradicciones y sus cambios de parecer, el destino como algo evitable.
Casi todas las obras euripideas terminan con una aparición deus ex maquina que no es otra que la del propio creador poniendo un orden y un concierto que en el mundo no ve.
Calificación: Extraordinarias, especialmente Alcestis, Medea, y Hécuba. Indispensables, Las Troyanas e Ifigenia entre los tauros. Memorables Orestes, Las fenicias e Ifigenia en Áulide.
Tipo de lector: Todos
Tipo de lectura: Hace falta habituarse al tono y a las referencias, pero no son tan difíciles como se teme.
Argumentos: Intensos.
Personajes: Desbordados por las pasiones.
¿Dónde puede leerse?: En Grecia, asolada por la crisis.
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