viernes, 30 de octubre de 2020

UN MUNDO FELIZ | Aldous Huxley | Audiolibro 3/8

Sobran razones para leer a Katherine Mansfield, la rival literaria de Virginia Woolf

 


Este mes se cumplen 130 años del nacimiento de la escritora neozelandesa, maestra de la delicadeza y la subjetividad
Este mes se cumplen 130 años del nacimiento de la escritora neozelandesa, maestra de la delicadeza y la subjetividad
Daniel Gigena
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23 de octubre de 2018  • 11:51

Provista del "don de la proximidad", según Frieda Lawrence, y con "una mente tremendamente sensible", en palabras de su rival literaria, Virginia Woolf, Katherine Mansfield escribió un conjunto de cuentos de alcance universal. En su breve vida, la autora neozelandesa que murió a los 34 años en Francia se convirtió en la sucesora de Anton Chejov, al que tanto admiraba (igual que a Colette, Dickens, Keats y Austen), e hizo que su obra prefigurara la de cuentistas tan diversos como Alice Munro, Grace Paley, Elizabeth Bowen, Mercé Rodereda, Julio Cortázar, Raymond Carver y Hebe Uhart. Este mes se cumplen 130 años de su nacimiento en Wellington (Nueva Zelanda).

De joven, Mansfield se mudó con su adinerada familia a Inglaterra, estudió música en Londres y luego fue llevada por su madre a un balneario alemán, en Baviera, para que olvidara su romance con un profesor e intentara dejar atrás sus aventuras amorosas con mujeres. De su padre, recibió hasta su muerte una pensión de cien libras esterlinas. Vivió en Suiza y en ciudades costeras de Italia y de Francia. El sentido del exilio nunca la abandonó.

En su corta y atribulada existencia, escribió más de setenta cuentos y novelas cortas, poemas, cartas y diarios con anotaciones que fueron publicados después de su muerte. Nadie que haya leído "Fiesta en el jardín", "Felicidad", "Yo no hablo francés" o "En la bahía" puede olvidar la significativa ruptura con la cotidianidad que provoca su escritura, que va más allá de la anécdota y la búsqueda del efecto. Sin ser parte del círculo de Bloomsbury, estuvo asociada a los escritores, artistas y críticos que lo integraban.

Mansfield tuvo una vida corta: murió a los 34 años en Francia y dejó una obra de más de setenta cuentos y novelas cortas, poemas, cartas y diarios
Mansfield tuvo una vida corta: murió a los 34 años en Francia y dejó una obra de más de setenta cuentos y novelas cortas, poemas, cartas y diarios

Mansfield tuvo una salud frágil, una vida sentimental agitada y la relación de los editores con su obra fue, por lo menos, decepcionante. Vehemente en sus opiniones y actitudes, no trabó grandes vínculos con sus colegas ingleses, a los que criticó con acidez (comparó la obra de E. M. Forster con el agua tibia de una tetera). Luego de una serie de afecciones, fue diagnosticada de tuberculosis en 1917. Aquejada por la muerte de uno de sus hermanos en la Primera Guerra Mundial y por la enfermedad, murió en 1923 en un balneario francés.

Mansfield tuvo una vida corta: murió a los 34 años en Francia y dejó una obra de más de setenta cuentos y novelas cortas, poemas, cartas y diarios
Mansfield tuvo una vida corta: murió a los 34 años en Francia y dejó una obra de más de setenta cuentos y novelas cortas, poemas, cartas y diarios

Por qué leer a Katherine Mansfield

Criaturas delicadas

El escritor y crítico literario italiano Pietro Citati, autor de La vida breve de Katherine Mansfield, describió así a la escritora neozelandesa: "Todos aquellos que conocieron a Katherine Mansfield en los años de su breve vida tuvieron la impresión de descubrir una criatura más delicada que otros seres humanos: una cerámica de Oriente que las olas del océano habían arrastrado hasta las orillas de nuestros mares". Esa delicadeza se transfiere a los personajes de los cuentos que, por medio de la capacidad de la escritora para condensar en gestos e imágenes una pluralidad de conciencias y sentimientos, entrelazan meditaciones sobre las diferencias entre clases sociales, la vida y la muerte, la ilusión y la realidad. Muchas de las vivencias de la escritora quedaron reflejadas en los relatos de su primer libro, de 1911, En una pensión alemana.

A la creación de atmósferas, que iluminan un momento en la vida de sus personajes, Mansfield le agrega diálogos en los que fluye la acción de los relatos. "Todo artista se corta una oreja y la clava en la puerta para que los demás le griten en su interior", escribió en su diario. Una clave de sus relatos reside en la gracia del estilo, la ausencia de énfasis y el modo en que situaciones y personajes se despegan de los estereotipos. Todos son únicos e irrepetibles.

Maestra de la subjetividad

"Katherine Mansfield es una maestra de la subjetividad", afirma la escritora argentina Betina González, autora del volumen de cuentos El amor es una catástrofe natural, y que enseña en varios cursos la obra de la escritora neozelandesa. "Sus cuentos narran los tumultos de la emoción: la pena, la dicha, el entusiasmo o el amor; en sus manos, son verdaderos acontecimientos. Lejos de lo efectista o la historia llena de eventos, el relato de la interioridad de los personajes es uno de los rasgos de modernidad de esta autora. Estructuralmente perfectos, sus relatos cuentan siempre la misma historia una y otra vez: la del choque de la sensibilidad del sujeto con el mundo de los otros o el mundo real. En ese choque o abismo insalvable, Mansfield es nuestra contemporánea". Para González, el cuento "Felicidad" cuenta ese desencuentro de manera magistral. "¿Quién puede resistirse a su primer párrafo? No conozco mejor relato de la dicha que esas líneas de Bertha, caminando de regreso a su casa para preparar la fiesta de la noche 'como si se hubiera tragado un pedazo del sol de la tarde y ahora ardiera dentro suyo'. Y lo notable es que en la escena anticlimática del final, esa dicha, en lugar de hacerse pedazos, resplandece igual que el árbol del jardín".

Una escritora periférica

Otra narradora argentina, la tucumana María Lobo, autora de los libros de cuentos Un pequeño militante del PO y Santiago, destaca el carácter extraterritorial de Mansfield. "Es una autora periférica. Como lectores, vivimos en un contexto agotador. Las minorías cultas están todo el tiempo diciéndonos lo mismo. Para ellos, los libros tienen que ser extraños, oscuros, perturbadores, inquietantes. Si nos dejáramos llevar por los que tienen la sartén de la difusión por el mango, podríamos pensar que la literatura es solo eso: oscuridad y perturbación. Pero no es así. La extrañeza es una forma de literatura que viene de la estética de las vanguardias, y que hoy, paradójicamente, podríamos llamar literatura de centro, porque responde al mandato de lo que las capitales quieren vender como buena literatura". Según Lobo, el recurso de lo extraño produce una literatura del statu quo, porque sigue el discurso de lo que se supone que está bien para los mercados.

"Frente a esos libros uniformes, Mansfield hoy resulta una autora de los bordes porque, a pesar de ser moderna y de que la crítica suela encasillarla en la fórmula de lo extraño, su universo no parece oscuro ni inquietante. Ella escribe sobre vínculos y relaciones subterráneas; lo hace a veces con humor, a veces abona los desplazamientos, pero eso no la convierte en una autora extraña. Desplazar no es ser raro, es hacer arte. Mansfield tiene esa forma de ver peculiar, crea a partir de descripciones inesperadas, y lo hace desde la óptica de clase, sin pretensiones de autocompasión ni culpa. Vínculos, clase y periferia: ahí van tres razones para leer a esta autora imprescindible".

Quién le teme a Katherine Mansfield

Mansfield y Woolf se encontraron por primera vez en 1917 en Londres. La primera impresión que tuvo la autora de Las olas sobre Katherine no fue muy favorable. "En verdad, al primer golpe de vista me sentí un poco molesta por su ordinariez: esos rasgos tan duros y vulgares", describió. Por su parte, Mansfield aludía al matrimonio de Virginia y Leonard Woolf (que fueron sus editores en Hogarth Press) como "los lobos apestosos". Sin embargo estas apreciaciones cambiaron con los años y la conciencia de que ambas eran escritoras notables, que querían conocer las opiniones de la otra sobre los libros que publicaban. Mantuvieron también una correspondencia fluida en la que se referían a las penurias y las delicias del oficio de escribir. Al morir Mansfield, Virginia Woolf la echó de menos. "Cuando empecé a escribir me pareció que no tenia sentido hacerlo. Katherine no podrá leerlo. Katherine ya no es mi rival. Estaba celosa de su escritura, la única de la que haya estado celosa jamás. En esta escritura yo veía, tal vez por celos, todos los rasgos de carácter que me desagradaban en ella. Nunca consideré lo suficiente su sufrimiento físico ni cuanto contribuyó a amargarla", escribió.

Por su lado, ya instalada en Francia, Mansfield había manifestado por escrito cuánto deseaba estar sana. "La salud significa para mí poder llevar una vida plena, adulta, viviendo, respirando vida, en contacto estrecho con lo que amo: la tierra y sus maravillas, el mar, el sol… Además, quiero trabajar. ¿En qué? Deseo intensamente vivir para trabajar con las manos, con mis sentimientos y mi cerebro. Deseo un jardín, una casa pequeña, hierba, animales, libros, cuadros, música. Deseo ponerme a escribir a partir de esto, dando expresión a todo ello". Su diario concluye con tres palabras: "Todo está bien". Tres meses después de escribirlas, murió en una localidad francesa el 9 de enero de 1923.

Rara modernidad

En su obra, abundan los personajes femeninos que luchan contra los prejuicios de una sociedad burguesa. Con ironía, la autora deja entrever los mecanismos del engranaje cultural que confinan a las mujeres a un rol pasivo. Mansfield dejó de ver a su madre (que había querido dar a luz un varón) en 1910 y se casó dos veces; primero con George Bowden, al que abandona la noche de bodas, y luego con el que fue su editor póstumo, el prolífico John Middleton Murry, que aceptó la relación amorosa de su mujer con Ida Baker. Antes, Mansfield había sido pareja de la poeta y crítica literaria Beatrice Hastings. Con Baker, recorrieron Europa y se instalaron en San Remo, en Italia, en 1918, con el objetivo de tratar (de maneras heterodoxas) la tuberculosis que minaba la salud de la escritora. Para muchos lectores, su imagen sobre los hombres quedó inmortalizada en el cuento "El hombre sin temperamento". Pese a sus críticas al poder masculino en la Inglaterra de inicios del siglo XX, se cuidó de participar del movimiento sufragista en el Reino Unido.

Nueva antología de sus cuentos hecha en la Argentina

Se publicaron infinidad de versiones de los libros de Mansfield con traducciones hechas en España. Pocas respetan el ritmo del fraseo mansfieldiano, hecho de titubeos, perplejidades e interrogaciones. A veces, el fluir de la conciencia de los personajes queda obturado. La editorial Alba publicó sus cuentos completos en una cuidada edición y en 2000, la editorial Perfil hizo lo mismo con Textos privados, con escritos seleccionados y prologados por C. K. Stead, autor de la novela biográfica Mansfield.

Portada de la antología de cuentos de Mansfield publicada por Mil Botellas
Portada de la antología de cuentos de Mansfield publicada por Mil Botellas Crédito: Gentileza editorial

En la Argentina, este año, el sello Mil Botellas dio a conocer una antología de cuentos de Mansfield con el título de Matrimonio à la mode y otros cuentos. La antología reúne once cuentos de tres libros de Mansfield, La fiesta en el jardín (1922), El nido de la paloma (1923) y Algo infantil y otros cuentos (1924). Estos dos últimos fueron editados en forma póstuma, recopilados y editados por Middleton Murry. Los cuentos seleccionados fueron traducidos por Mariángel Mauri, y entre ellos figuran clásicos como "La casa de muñecas", "La mujer del almacén" y "La adolescente".

"Mauri es una joven traductora que vive en La Plata y los dos coincidimos en el amor por la obra de Mansfield. ¿Por qué traducir a Mansfield? Porque se trata de una de las mejores cuentistas de todos los tiempos y poner en circulación una traducción nueva era también hacer justicia con su talento, y hacerla contemporánea. Una traducción cercana a nuestro lenguaje, en una autora como Mansfield, resulta más que imprescindible", dice Ramón Tarruella, escritor y editor de Mil Botellas.

Los once cuentos de Matrimonio à la mode tienen una actualidad única, con temáticas como el aborto ("La mujer del almacén"), la soledad de las mujeres adultas ("La señorita Brill"), el esnobismo del ambiente artístico ("Matrimonio à la mode") o las diferencias de clase experimentadas en la infancia ("La casa de muñecas"). Y, además, la forma en que se narra cada una de esas historias. "Con esa sutileza que aborda el conflicto por los bordes, como quien se acerca con prudencia a un intenso fuego y a la vez se aleja", agrega Tarruella. Una sutileza que aún tiene mucho que enseñarnos a la hora de narrar y leer una historia.

UNA NARRADORA FUERA DE CONCURSO. LOS CUENTOS DE KATHERINE MANSFIELD

 


Una narradora fuera de concurso. Los cuentos de Katherine Mansfield

katherine mansfieldUna de las conocidas tesis de Harold Bloom sobre el cuento es que todo cuento sigue una de las dos grandes tradiciones del género: o está escrito al modo de Chéjov o lo está al modo de Kafka.

Por supuesto que esta división tan radical puede y debe ser matizada, pero resulta imposible leer a Katherine Mansfield (1888-1923) sin pensar en Chéjov. De hecho, la propia Mansfield se reconoció deudora del autor ruso.

Nacida en Nueva Zelanda en el seno de una familia culta y acomodada, su vida literaria se desarrolló principalmente en Londres, donde frecuentó el círculo de Bloomsbury y trabó amistad con Virginia Woolf que siempre la reconoció como una rival literaria. Autora, ésta última que ya tratamos en esta otra reseña.

Aunque su corta y, desde los cánones de la época, tormentosa vida sentimental, supuso una continua transgresión de las convenciones sociales, su narrativa no aborda nunca este aspecto de las relaciones humanas. En general, sus historias se desarrollan en ambientes apacibles, casas con hermosos jardines y familias burguesas retratados en situaciones cotidianas. En los cuentos de Katherine Mansfield apenas hay lugar para la sorpresa, el giro inesperado o la consecución de un clímax narrativo.

Si aceptamos el principio de que en literatura, teatro o cine, los personajes malignos o desclasados son la base sobre la que a menudo se soportan las historias, ¿cómo es posible que en el entorno plácido de las narraciones de Katherine Mansfield puedan construirse cuentos memorables?

Seguramente la respuesta vendría de la posesión y suma, en su persona, de dos cualidades que la hacen única: «una mente tremendamente sensible» (como reconoció, con estas palabras la propia Virginia Woolf), y una innata y extrema capacidad de observación de la naturaleza y la conducta humanas. Con estos cimientos sólo falta, y lo tenía, el talento literario para combinar ambas aptitudes.

La mayoría de los relatos de Katherine Mansfield giran alrededor de pequeños incidentes familiares, siguiendo la idea chejoviana de que las grandes historias se construyen sobre la base de anécdotas insignificantes. Por eso, los personajes de Katherine Mansfield no necesitan asomarse al Aleph para descubrirse a sí mismos: la simple visión de la sombra de un gato a través de una ventana puede desestabilizar su felicidad.

La lectura de Katherine Mansfield supone para un lector la confirmación de la enorme dificultad de ser sencillo en literatura sin resultar banal, y la de que esta cualidad sólo está al alcance de unos pocos.

Pero quizá la característica más personal de la narrativa de Katherine Mansfield sea la atmósfera de liviandad y extraño alejamiento en el que viven los personajes, que parecen no estar pegados al suelo. Resulta difícil transmitir esta sensación de forma convincente sin leer a la autora, por lo que, simplemente, lo anoto para uso de futuros lectores.

katherine mansfield_ 2Lo mejor de su narrativa se reúne en las dos colecciones de relatos de su madurez creativa: Felicidad y otros cuentos (1920) y Fiesta en el jardín y otros cuentos (1922).

Del primer libro destacaría dos relatos: Felicidad, uno de los cuentos preferidos de Julio Cortázar, por otra parte tan diferente a Katherine Mansfield (de hecho, a pesar de su admiración por este texto, no dejó de señalar que él nunca lo habría escrito así), y Preludio, para muchos el mejor relato de la autora.

Del segundo libro recomendaría: Fiesta en el jardínEn la bahía, y uno de mis preferidos, Las hijas del difunto coronel.

Al hilo del comentario de estos cuentos es fácil anotar las características del estilo de su autora:

Felicidad (1918)

El relato cuenta la anécdota de una pequeña fiesta en casa de los Young a la que asisten unos cuantos invitados.

La protagonista siente, sin saber por qué, una felicidad desbordante. Es feliz; incluso «demasiado feliz» llega a afirmar. Y en ese estado de éxtasis, en el que tiene la sensación de que algo va a pasar, ve reflejada su felicidad en cuanto la rodea: hasta en la cualidad y color de la fruta que ha comprado… para que entone con la nueva alfombra del salón.

Pero no todo es felicidad: la protagonista no encuentra su lugar de madre ante la presencia de la niñera de su hija, y hasta algo tan estúpido como una imagen entrevista a través de la ventana la inquieta con un significado que no alcanza a comprender. Luego, esa misma noche, sentirá por su marido emociones confusas e inesperadas…

La grandeza de este cuento radica en la forma de mostrar la esencia frágil de la felicidad, mediante una sucesión de episodios banales. Poco después, tampoco la amenaza de su pérdida parece inquietar a la protagonista más allá de una simple duda sobre el futuro.

También habría que llamar la atención sobre el riguroso empleo, por parte de la autora, de uno de los consejos de Chéjov sobre el arte de la escritura: mostrar, antes que describir. Animo, como ejemplo, a estudiar la presentación de los personajes de este cuento, a los que casi llegamos ver físicamente a partir de su simple cruce de diálogos.

Y un consejo: una vez finalizado el cuento, invito a su inmediata relectura para apreciar la cantidad de alusiones y matices que posee, y constatar el modo en el que cada frase se va sumando a la arquitectura final del relato.

Preludio (1917)

Se dice que la lectura de este cuento pudo suponer un giro en la obra de Virginia Woolf hacia la narración basada en el flujo de conciencia. De ser así, estaríamos ante un texto básico en la historia de la literatura moderna.

Es el primer cuento de los varios que la autora dedicó a los Burnell, centrado, en este caso, en la mudanza y el traslado de la familia a una nueva residencia.

Se trata de un relato en el que, como ocurre en tantos otros de Katherine Mansfield, apenas pasa nada; en realidad, como en la propia familia, donde cada día se repite el rito de la vuelta al hogar del marido, el hombre de la casa, y su «¿Todo en orden?», que le sirve para confirmar día tras día la estabilidad familiar.

El cuento se estructura en un conjunto de escenas impresionistas sucesivas, en las que cada personaje describe por separado sus estados de ánimo y habla de sus pequeñas o grandes frustraciones, jamás expuestas a la luz.

Fiesta en el jardín (1922)

Una familia acomodada se prepara para celebrar una fiesta en el jardín de su casa, cuando les llega la noticia de la muerte de un trabajador que vive en un grupo de casuchas cercanas.

A partir de ese momento se desencadena una batalla entre la ética y el orden, bajo el aspecto de una odiosa sensatez -la peor cara de la insensatez-, que va ganando terreno hasta llenar por completo el relato. Será una de las hijas de la familia, quizá el único personaje del relato con atisbos morales, la que finalmente se verá forzada a una patética asistencia al sepelio, bajo la mirada feliz y serena del fallecido.

En la bahía (1922)

Es la narración de un día de la estancia veraniega de la familia Burnell en una playa de Tasmania.

Como en Preludio, la anterior entrega de los Burnell, el cuento es una sucesión de escenas en la que cada uno de los personajes nos habla de sus inseguridades, sus recuerdos, sus reflexiones sobre la vida.

Ante el hecho de que el marido quiere hacer valer su posición de varón y único sostén de la familia, las tres mujeres de edad de la casa: su mujer, su cuñada y su suegra sienten un inmenso alivio cuando éste abandona la residencia cada mañana. Sin embargo, luego, en soledad, cada una de ellas vive, se alimenta y se atormenta con sus propios recuerdos y anhelos.

Quien lea Las olas, que Virginia Woolf publicó nueve años después de que viera la luz este cuento de Katherine Mansfield, no podrá dejar de establecer entre ellos un evidente nexo literario: la introducción de las diferentes secciones de ambos relatos; el similar tono evocativo; el sucesivo y entrecruzado flujo de pensamiento de los personajes…

Todavía más. ¿Quién después de leer la reflexión de la cuñada soltera que vive con el matrimonio sobre el sentimiento que le produce su habitación: «Pero ahora… de pronto la habitación se ha convertido en algo entrañable. Es una habitación divertida, maravillosa. Y tuya. ¡Ah, qué alegría tener cosas propias! ¡Mías, sólo mías!», no pensaría inmediatamente en Un cuarto propio, escrito siete años después de este relato?

Las hijas del difunto coronel (1921)

Creo que este cuento es uno de los que mejor resume el estilo y la atmósfera narrativa de Katherine Mansfield y, en lo que a mí respecta, uno de los relatos más hermosos que haya leído nunca.

Lo considero admirable tanto desde el punto de vista de un lector, como lo debería ser del de un escritor, habida cuenta de su preciso ejercicio de mostrar todo lo que constituye la historia: personajes, espacios, ambiente y sentimientos, sin el empleo de una sola descripción.

El cuento es un retazo de la vida de dos solteronas, que acaban de perder a su padre, un anciano militar que ha condicionado su existencia hasta convertirlas en dos seres inseguros, incapaces de enfrentarse a su entorno, continuamente basculando entre la acción y la inacción. Dos personajes que en realidad son uno solo, tal es su interdependencia.

Las protagonistas y el resto de personajes no hacen sino hablar, y a través de sus diálogos, a medias entre la palabra y el pensamiento, entre la frase dicha y la sugerida, nos ofrecen un retrato casi fotográfico de toda su existencia.

 

Para finalizar, recordemos la opinión del marido y editor de Katherine MansfieldJohn Middleton Murry, que incluye Virginia Woolf en el prólogo de la edición póstuma de los Diarios de Katherine«Los más notables escritores ingleses de relatos cortos están de acuerdo en admitir que Katherine Mansfield era una narradora “fuera de concurso”. Nadie la ha superado y ningún crítico ha sido capaz de definir cuál era su especial cualidad».

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‘Una habitación propia’ de Virginia Woolf" de Sonia López

 

NO FICCIÓNRESEÑAS

‘Una habitación propia’ de Virginia Woolf

En octubre se cumplirán 90 años de la publicación de este ensayo sobre las mujeres y la literatura de Virginia Woolf, basado en una serie de conferencias que pronunció en algunas universidades femeninas del Reino Unido. Una habitación propia es una lectura rara, porque aunque se trate de un ensayo, en realidad también hay ficción en sus páginas. Virginia Woolf no se contenta con lanzar un mensaje a su público, estudiantes mujeres a las que hacía muy poco que se les permitía votar, sino que convierte su mensaje en un relato… Esta vez, más que una reseña, haré una crónica, un recorrido por mis emociones a medida que avanzaba en su lectura, porque no se me ocurre una manera mejor de explicar mis contradicciones con este libro.

Manarán mentiras de mis labios, pero quizás un poco de verdad se halle mezclada entre ellas; os corresponde a vosotras buscar esta verdad y decidir si algún trozo merece conservarse. Si no, la echáis entera a la papelera, naturalmente, y os olvidáis de todo esto.

Puede parecer raro avisar de SPOILERS en un libro de no ficción, pero por si acaso: si quieres leer el libro más adelante y quieres que te sorprenda, deja de leer aquí.

FICHA TÉCNICA

Título original: A Room of One’s Own
Autora: Virginia Woolf
Traducción: Laura Pujol
ISBN: 9788432222825
Editorial: Austral
Año de publicación original: 1929
Fecha de edición: Enero de 2017
Nº páginas: 160 páginas
Formato: Tapa dura

REPORT THIS 

Sinopsis: En 1928 a Virginia Woolf le propusieron dar una serie de charlas sobre el tema de la mujer y la novela. Lejos de cualquier dogmatismo o presunción, planteó la cuestión desde un punto de vista realista, valiente y muy particular. Una pregunta: ¿qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? Una sola respuesta: independencia económica y personal, es decir, Una habitación propia. Sólo hacía nueve años que se le había concedido el voto a la mujer y aún quedaba mucho camino por recorrer.

COMENTARIO

Capítulo 1. Soporífero. No me gustó La señora Dalloway porque no me convenció la forma de divagar de Virginia Woolf. Creía que podría tratarse de algo propio de su estilo novelesco y que en una serie de conferencias no tendría demasiada ocasión para volver a las andadas… pero sí. Este primer capítulo es una presentación de sus intenciones: justificar en cierta manera que una mujer necesita dinero y una habitación propia para escribir en condiciones de igualdad con los hombres, pero lo hace presentando una historia ficticia en la que ella (no Virginia Woolf, sino una mujer cualquiera) va a la biblioteca, come, se encuentra con gente… Esta mezcla de lo que hace ese personaje (creado e interpretado por ella misma) con lo que piensa, me aburrió soberanamente. Por no hablar de que al final reduce el hecho de que las mujeres no tienen habitación propia porque las mujeres no tenían posibilidad de tener dinero, así que ¿para qué ganarlo? No creo que se trate tanto de eso, pero bueno, aceptamos la simplificación de la señora Woolf, aunque sólo sea para que no se alargue más este preámbulo…


Capítulo 2. Lo que peor llevé de este capítulo son las contradicciones. Ahora resulta que para ella (no Virginia Woolf, sino una mujer cualquiera) fue mucho más significativo conseguir unas rentas fijas que conseguir el voto. Sinceridad ante todo, sí señor, pero desconcierta un poco por dónde va a ir su discurso… Y ahora resulta también que la herencia que le priva de preocupaciones mundanas fue la herencia ¡de su tía! con lo que algunas mujeres sí que tenían dinero, ¿no?… También nos dice que el trabajo no le realizaba, pues no le permitía pensar. Y yo me pregunto: ¿eso no es independiente de ser hombre o mujer? ¿Acaso en vez de estar dando una charla a mujeres está dando una charla a gente de la clase baja que no puede soñar con recibir una herencia de ese tipo para poder dedicarse a escribir? Al margen de eso, me ha gustado su reflexión sobre el futuro del feminismo:

Además, dentro de cien años, pensé llegando a la puerta de mi casa, las mujeres habrán dejado de ser el sexo protegido. Lógicamente, tomarán parte en todas las actividades y esfuerzos que antes les eran prohibidos. La niñera repartirá carbón. La tendera conducirá una locomotora.

Capítulo 3. Por fin habla de mujeres y literatura. Para ello, se ha ido al siglo XVI y se ha inventado a la hermana de Shakespeare, pero al menos habla de mujeres y literatura. Me llama la atención su forma de hablar a las mujeres como si ella (no Virginia Woolf, sino una mujer cualquiera) no lo fuera. “Sois el tema más discutido”, nos dice. En este capítulo introduce temas interesantes como el desconocimiento que tenemos de la vida cotidiana de las mujeres del siglo XVI y su anonimato en los libros de Historia, pero vuelve a caer en el hecho de no considerar que los hombres también pudieron tener dificultades, según su condición social. Sé que pretende decir que un hombre de clase baja, comparado con una mujer de clase baja, tenía más posibilidades de ser escritor en aquella época, pero no acabo de tenerlo tan claro…

Capítulo 4. ¡Por fin nos habla de mujeres escritoras reales! Austen, Elliot, Brontë (sólo Charlotte y Emily, claro, porque Anne no existe, ¿verdad?). De todo lo que dice ella (no Virginia Woolf, sino una mujer cualquiera), no me gusta que juzgue a Charlotte como más “genial” que Austen y que opine que esta última jugó mejor sus cartas… Son diferentes y no creo que sea justo juzgarlas por su capacidad de “conformarse” y “resignarse” o dejarse llevar por la furia… Al fin y al cabo son estilos diferentes y si a Charlotte no le gustaba Austen, no quiere decir que nosotras tengamos que elegir un bando: podemos disfrutar de ambas sin problemas. Me ha gustado especialmente el fragmento en el que dice que las obras no son individuales, ya que todas contienen el bagaje de todos los escritores o escritoras que hay detrás:

Porque las obras maestras no son realizaciones individuales y solitarias; son el resultado de muchos años de pensamiento común, de modo que a través de la voz individual habla la experiencia de la masa.

Capítulo 5. Siguiendo la estela de esas mujeres pioneras de la escritura, ella (no Virginia Woolf, sino una mujer cualquiera) encuentra en la biblioteca a una autora contemporánea, Mary Carmichael, que le parece digna de estudio. Analiza qué hace Carmichael en su obra, qué espera que haga, qué esperan los hombres que haga… Me pica tanto la curiosidad, que la busco en Google, porque no me puedo creer que no se haya convertido en una bestseller después del tiempo que le está dedicando en el ensayo. Ah, obvio, es una escritora ficticia… Mm, creo que ya empiezo a descifrar el idioma de Woolf.

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Capítulo 6. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy llorando? ¡Seré tonta! ¡Me he dejado embaucar! Ella (ahora sí, Virginia Woolf) se me ha adelantado en casi todas mis críticas y les ha dado la vuelta. Ha recuperado su aburrida visita a la biblioteca y la ha convertido en un acto reivindicativo. Ha recuperado a la ficticia hermana de Shakespeare y le ha dado vida eterna. Incluso la perorata con la que amenazaba aburrirnos y derrumbarnos resulta ser estimulante y emotiva. Deja paso al sentido del humor (probablemente un sentido del humor que siempre ha estado allí pero que a mí no me ha hecho gracia hasta ahora) y cierra el texto dejándome entre lágrimas al descubrir la verdad que se halla en sus páginas de mentiras…

De modo que cuando os pido que ganéis dinero y tengáis una habitación propia, os pido que viváis en presencia de la realidad, que llevéis una vida, al parecer, estimulante, os sea o no os sea posible comunicarla.

VALORACIÓN · · · · · · · · · · 4/5 ★★★★✰

Pues eso… Soy la primera sorprendida de que me haya acabado gustando el libro… En el primer capítulo estaba decidida a darle sólo 1 estrella. En el tercer capítulo subí mi valoración a 2. En el cuarto pensé que mejor 3. Y en el último me emocionó tanto que le subí una más… En realidad lo hubiera dejado en 3, porque el principio sigue sin convencerme y convierte la lectura de las escasas 160 páginas del libro como algo demasiado largo, pero al fin y al cabo me ha acabado emocionando y contra eso no puedo luchar. Tampoco os puedo decir que sea mi libro favorito, no es una lectura fácil, rápida, ni siquiera agradable… Pero lo he acabado considerando casi un imprescindible: uno de esos libros que todo el mundo debería leer al menos una vez. Si me llegan a decir que escribiría esto tras leer el primer capítulo le hubiera levantado mi ceja derecha tanto que se perdería en medio de una nube de escepticismo, pero al final, al menos para mí, la lectura ha valido mucho la pena y he podido comprender por qué era tan admirada Virginia Woolf y esta obra en particular.

Sonia López

https://generacionpapel.wordpress.com/2019/07/17/una-habitacion-propia-de-virginia-woolf/