lunes, 9 de julio de 2018

‘Las cien noches de Hero’: el arte de contar historias, en femenino


Las cien noches de Hero
Isabel Greenberg ya nos enamoró con la obra que suponía su debut, La enciclopedia de la Tierra Temprana (Impedimenta, 2014), una novela gráfica multipremiada que se convertía en un canto al arte (y a la necesidad) del ser humano de contar historias. La misma editorial ahora nos trae su nueva obra, Las cien noches de Hero, una historia que os va a encantar.
En su nuevo cómic, Las cien noches de Hero, la autora va un paso más adelante en su planteamiento narrativo. Aprovechando el esquema del clásico de la literatura árabe. Las mil y una noches (una narradora que alarga sus historias para aplazar su fatídico destino), Greenberg teje una brillante madeja de los mimbres de la tradición folclórica. Nuestra narradora irá contando en esas cien noches del título varias historias donde destacan dos factores. Por una parte, la mujer como personaje, y su relación de poder respecto al hombre, sea empoderada o sometida, muchas veces la víctima de un sistema opresor. En una entrevista, la autora señala:
“Quería escribir una historia que mostrara a mujeres ayudándose mutuamente, que fueran complicadas e interesantes y no necesariamente fuertes. Ya existen muchas películas que hablan de estas relaciones, pero no tratan a los personajes en su complejidad, que es lo que me interesaba”.
Por otra, la del ser humano y su configuración a través de las narraciones. Y ese gusto por las narraciones es lo que en algún momento dará a la novela gráfica una estructura de cajas chinas que parece conectar con el infinito.
Las cien noches de Hero
Entre el mitos y el logos, se encuentra esa extraordinaria facultad del ser humano para la ensoñación y el explicarse a sí mismo a través de las historias. Tan importante es ese poder que la reivindicación de ese papel por parte de las mujeres se convierte en peligrosa para ellas mismas. En este sentido es importante el papel de la religión en la obra de Greenberg. Ya había sido así en La enciclopedia de la Tierra Temprana: en la novela, la deidad creadora es un principio femenino. Pero otro masculino es el que se impone y quiere de los humanos total sometimiento. Esa actitud se ve reflejada en el culto terrenal a ese dios, el Hombre-Pájaro, y su cosmovisión patriarcal que será la culpable de todas las desgracias de las mujeres que ocurren en la obra.
Las cien noches de Hero (Impedimenta)
Greenberg ha realizado en Las cien noches de Hero una labor titánica. Primero, porque es una novela gráfica muy voluminosa que ha logrado resolver muy satisfactoriamente. Segundo, porque usando en diversas ocasiones material preexistente, logra dar un enfoque nuevo y original a viejas historias, dirigiéndolas a voluntad a una reivindicación feminista que no chirría, sino que encaja de forma natural con aquello que se cuenta. Tercero, porque en su minimalismo, tanto de trazo como de color, Greenberg encuentra su mejor aliado: la economía de su trazo, hasta diría que su primitivismo en ocasiones es el mejor vehículo para la historia que quiere contar.
Las cien noches de Hero demuestra que el éxito de Isabel Greenberg en su debut no era casualidad, y que, a pesar de su juventud (tiene 25 años), estamos ante una de las autoras de cómic más importantes del mercado internacional. Fácilmente esta novela gráfica se va a convertir en una de las mejores de este año que va terminando.

El olor de las casas de los demás

‘Esposas prohibidas de siervos sin rostro…’, Neil Gaiman y sus homenajes


Esposas prohibidas de siervos sin rostro en la mansión secreta de la noche del aciago deseo
Todos sabemos de la pericia de Neil Gaiman como narrador. Y sabemos también que, además de un gran escritor es, como Borges o Lovecraft, un aun más gran lector, conocedor extenso de los textos mitológicos, así como de casi todos los subgéneros de la literatura fantástica. En el nefando y larguísimo título de esta adaptación al cómic de uno de sus relatos, Esposas prohibidas de siervos sin rostro en la mansión secreta de la noche del aciago deseo, Neil Gaiman nos ofrece en una parodia ligera de la literatura gótica pasada por el tamiz del pulp setentero.
Como decíamos, Gaiman es un extenso conocedor de la tradición gótica, desde sus albores en el siglo XVIII (lo que se llamó novela negra, antes de que este adjetivo pasara a identificar a las obras de género policíaco), pasando por el filtro romántico que el XIX aplicó, y llegando a la recuperación de este tipo de narrativas chocantes en el espíritu pulp que se forjan a partir de los años 30 del siglo XX y que tienen su ocaso en la literatura de quiosco en los años 70. En el caso de España, este fenómeno se enmarcó en los llamados bolsilibros, ficciones baratas que podían adquirirse en la papelerías por un precio minúsculo y que prometían al lector diversión descerebrada para un rato. Eran novelas de muy diversa calidad que eran facturadas a toda prisa y que, a consecuencia de la premura y precariedad en las que eran escritas, tenían que beber de todos los tópicos posibles. Los géneros que tocó esta literatura popular fueron muchos, desde las novelas románticas hasta la ciencia-ficción, pasando por el western (el género que mejor triunfó en España, de manos de Marcial Lafuente Estefanía) o el terror.
Esposas prohibidas de siervos sin rostro en la mansión secreta de la noche del aciago deseo
En este contexto amplio de la literatura gótica entendida como un subgénero del terror, que bebe principalmente de los tópicos cinematográficos clásicos y de los clichés que había forjado la literatura de folletín decimonónica, debemos entender el homenaje/parodia de Gaiman. En su relato, vemos una aproximación al género gótico que no puede ser más tópico, pero esta aproximación tan manida tiene una razón de ser y a medida que avancemos en la lectura descubriremos el por qué: tiene a un autor que no logra inspirarse para escribir su propia historia. No desvelaremos, evidentemente, el final del relato para no estropear la lectura.
Gaiman hace algo que suele ser típico en él, y es el darle la vuelta a la tortilla una situación o a un punto de partida que resulta familiar o tópico para el lector, y Esposas prohibidas de siervos sin rostro no es la excepción. No vamos a decir que éste es el mejor Gaiman porque no lo es; consideramos que la fiebre por adaptar al cómic cualquiera de sus escritos está haciendo en ocasiones un flaco favor al inglés, que no a su bolsillo, evidentemente. Un lector avezado echará un suspiro tras cerrar la lectura, pero evidentemente quizá pueda sorprender incluso a éste si tiene la guardia baja. Gaiman hace lo que le gusta hacer: señalar sus influencias, sus gustos, y jugar con unos ingredientes que le encanta usar. Neil es un cocinero pasándoselo bien en la cocina, y aunque el resultado es visualmente atractivo, el sabor del plato no nada del otro mundo.
En el apartado gráfico hay que destacar el gran trabajo de ambientación que realiza Shane Oakley, sin duda, el hallazgo más interesante de la obra. Con su dibujo afilado de abigarrados contrastes, la narración de Gaiman encuentra una réplica visual adecuada. Su dibujo bebe de influencias clásicas de cabeceras como Creepy y consigue emular el auténtico sabor a narrativa gráfica pulp, a pesar de que su lápiz sea en ocasiones demasiado afilado.
Esposas prohibidas de siervos sin rostro
El tomo se completa con unos bocetos de preparación de Oakley, en el que vemos la influencia que también ejercieron en él las cintas clásicas de la Warner o la Hammer. También se incluyen varios descartes y páginas esbozadas, en las que podemos ver el método de trabajo del dibujante.

‘El fruto prohibido’, de Liv Strömquist: historia social de la vulva


El fruto prohibido
Si alguien tiene dudas de que nuestra sociedad está construida desde un concepto patriarcal, no tiene más que leer El fruto prohibido de Liv Strömquist, autora de cómics, así como locutora de radio y televisión sueca. Activista en el ámbito del feminismo, el cómic-ensayo que aquí presentamos pasa revista a varios aspectos del constructo patriarcal en el que estamos inmersos en base a un factor común: la historia cultural de la vulva. Sí, del aparato genital exterior femenino.
El fruto prohibido
Y es que en relación a ese aspecto concreto de la mujer, Strömquist pasa revista a cómo los hombres han intentado silenciar, interpretar, modificar o censurar el cuerpo de la mujer, y eso puede comprobarse en varios términos. Entre ellos: el de la representación pública de la vulva de la mujer, la relación que supuestamente había de tener la mujer hacia el sexo, o el tabú que en la actualidad existe aún sobre la menstruación y sus implicaciones. ¿Qué problema tenemos para que, en la sonda Pioneer, la figura dibujada de la mujer no tenga genitalia exterior, pero el hombre sí? Este pequeño detalle es real, compruébenlo. Es sólo una muestra de lo que la autora pone sobre la mesa.
El fruto prohibido
Al igual que en el cómic que analizábamos hace muy poco en esta misma web, Quiéreme bien de Rosalind B. Penfold, las virtudes de esta obra no estriban precisamente en el apartado visual. Su fuerza está sin duda en la razón de sus argumentos, fuertemente sustentados en una bibliografía extensa y especializada. Quizá la autora ha puesto tanto esfuerzo en sus razonamientos que la parte gráfica del cómic se resiente bastante. El texto, que ocupa viñetas y viñetas enteras, es el protagonista aquí, pero afortunadamente con un toque de humor que hace que todo el discurso sea más digerible. Las limitaciones de la autora en este terreno también son obvias, al igual que las de Penfold (aunque la que nos ocupa tenga un poco más de soltura a la hora de dibujar). Strömquist nos lleva por un viaje por la historia en el que nos prueba cómo el hombre (esto es, el ser masculino) ha repetidamente usado su poder, primero desde la religión, y luego escudado por la ciencia, para intervenir el cuerpo de la mujer y decirle lo que debía o no sentir.
El fruto prohibido
Un cómic que, como dice su promoción, debería ser una lectura que pasara de mujer a mujer, de madre a hija, para tomar verdadera conciencia de la libertad que aún tiene que conquistar cada mujer para ser la verdadera dueña de su sexualidad. Una obra amena, a pesar de su densidad, que consigue su objetivo: hacernos reflexionar sobre la situación de desequilibrio en la que vive la mujer, y en la que somos todos responsables de cara a que esta situación cambie.
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‘El cuento de la criada’ de Margaret Atwood: una distopía demasiado real


Este ya clásico de la literatura distópica vuelve a nosotros en ocasión del estreno de la segunda temporada de la serie que adapta la obra

El clásico de la ciencia ficción de Margaret Atwood The Handmaid’s Tale (El cuento de la criada) se convertía el año en una serie de televisión realizada para Hulu y protagonizada por Elizabeth Moss (Mad Men) y Alexis Bledel, y justo hace unos días se estrenaba su segunda temporada. La novela había tenido ya una adaptación televisiva a principios de los noventa, pero que no tuvo apenas impacto, y los tiempos en los que vivimos reclamaban una puesta en escena del laberinto distópico que plantea Atwood en su obra. Creemos que es el mejor momento para volver sobre su novela, que Salamandra reeditó convenientemente el año pasado, después de que permaneciera mucho tiempo descatalogada. Y es que El cuento de la criada es una de esas obras de ciencia ficción que merecen un puesto en el Olimpo del género y que, desde el principio de este post, os permitimos recomendaros.
En El cuento de la criada, la obra nos traslada a unos Estados Unidos, donde, tras unos supuestos ataques terroristas, una facción ultraconservadora y religiosa se hace con el poder y proclama la república de Gilead, un nuevo país basado en una concepción fundamentalista del cristianismo que suprime las libertades individuales y divide en castas la sociedad. Debido a los problemas de reproducción de las élites, las mujeres aptas para procrear son convertidas en criadas, y su único fin consiste en engendrar los vástagos de las familias de la clase alta. Ahí seguiremos la historia de Defred, una criada que deberá enfrentarse con la pérdida de su familia, de su compañero e hija, al mismo tiempo que
Cuando Margaret Atwood escribió su novela se propuso no inventar nada de lo que describiera en El cuento de la criada. Todos los detalles forman parte de algo ya existente: tanto la psicosis entre la población por los posibles espías infiltrados, como el fundamentalismo religioso, o la eugenesia, todo está sacado de la vida real, y eso quizá es lo más terrorífico de esta obra. Porque de esa agresión a lo femenino nace el terror en el que desemboca la obra: una represión total, un miedo visceral que es ejercido desde el poder, en el cual toda la sociedad es una víctima callada.
Por cierto que El cuento de la criada comparte algunos puntos de contacto con V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd. The Handmaid’s Tale se publicó en originalmente en 1985, y V de Vendetta apareció entre 1982 y 1988… ¿Podrían haber relación entre estas dos obras? No lo sé a ciencia cierta, pero yo apostaría a que sí.
El cuento de la criada
Pero no se trata sólo de su interés temático. Margaret Atwood tiene varios aciertos narrativos que hacen de este libro una magnífica obra literaria. El primero, es ese intento de distanciar el punto de vista del lector y el escritor con múltiples capas, haciendo que la historia de Defred es, en un futuro aún más lejano que el que describe la propia historia, estudiada por académicos, como una punto de referencia en la investigación de lo que representó la república de Gilead desde un concepto intrahistórico.
El segundo es el propio narrador. De una elegancia y sencillez exquisita, pero a la vez una voz creíble, sensible, frágil. Que se cuela entre las rendijas de nuestra alma, que te hace estar ahí, junto a ella. Atwood combina flashbacks con lo que va ocurriendo de manera que la historia se expande en ambas direcciones.
El cuento de la criada, por más que algunos busquen los resquicios por los que se cuela una distopía que sería imposible que se realizara en nuestro mundo, es un alegato contra la misoginia, la violencia machista institucionalizada, el fundamentalismo religioso de cualquier signo.
Os recomendamos vivamente la lectura del libro de Atwood. Si queréis luego adentraros en la serie, hay que decir que la primera temporada cubre todo el argumento del libro original, así que queda por ver cómo se encauzará esta segunda temporada que acaba de estrenarse y si realmente continuará el espíritu de la obra.

‘Si emprendes el viaje a Ítaca’: recuerdo de Kavafis en su aniversario


Tal día como hoy es el aniversario del nacimiento(y, curiosamente, también de la muerte) el poeta griego Konstatinos Kavafis, un autor que sería llamado a convertirse en una de las grandes voces poéticas del siglo XX.
La obra de Kavafis (por lo demás, no demasiado extensa), orbita sobre dos temas recurrentes: la historia y el recuerdo, que en el fondo son el mismo, larememoración del pasado. Por un lado, el poeta recupera para la poesía la riquísima historia de la Antigüedad de su país, escenas que evocan un pasado suntuoso como ‘El cortejo de Dionisos’ o ‘Los caballos de Aquiles’. En ‘Ítaca’, uno de sus más conocidos poemas (por sus versiones musicadas por Lluís Llach o Joan Manel Serrat), habla del viaje de Ulises como metáfora del periplo vital:
Cuando emprendas el regreso a Itaca,
ruega que el camino sea largo,
lleno de aventuras, de conocimiento.
A los Lestrigones y los Cíclopes,
al irritado Poseidón, no les temas;
no hallarás tales cosas en tu camino
si tu pensamiento es elevado, si una sublime
emoción embarga tu espíritu y tu cuerpo.
A los Lestrigones y los Cíclopes,
al feroz Poseidón, no los encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si tu alma no los pone ante ti.
(Traducción de Miguel Castillo)
Por otra parte, en un tono melancólico y elegíaco, el poeta intenta recuperar los momentos de su juventud, sus primeras experiencias sexuales, el calor de lo erótico de los cuerpos jóvenes… sabiendo que es una Arcadia a la que ya no puede volver.
Quisiera revivir este recuerdo…
Pero de tal modo se ha borrado… como que nada queda
lejos, en los primeros años de mi adolescencia yace.
Una piel como hecha de jazmín…
Aquel atardecer de agosto — ¿era agosto…?-
Apenas recuerdo aquellos ojos; eran, creo, azules…
Ah sí, azules: como un azul de zafiro.
Kavafis, que empezó su obra al amparo de movimientos finiseculares como el simbolismo o el parnasianismo, logró encontrar una voz propia que ha tenido una gran influencia en la poesía posterior. En España, su influjo empieza a rastrearse con Luis Cernuda, pero habría que añadir también a los poetas de la experiencia, que toman prestado el yo poético cercano al biográfico para evocar el paso del tiempo o la juventud que no volverá; o a autores posteriores como el “novísimo” José María Álvarez, que ha sido uno de los traductores principales del griego al español y cuya poesía no puede negar una inevitable influencia de Kavafis, o el más joven poeta Alfredo Rodríguez.
Desde que lo descubrí finalizando la carrera, de tanto en tanto vuelvo a la lectura de Kavafis, como antes hiciera con la “biblia” de José María Álvarez(no confu, su gigantesco ‘Museo de Cera’, pero ya sabiendo que bebo de una de sus fuentes. En los poemas del griego encuentro consuelo y la perfección de una poesía que quisiera que hubiera sido la mía. Supongo que también influye el hecho de que la traducción que uso sea del mismo Álvarez, pues en él se ve claramente qué fue lo que le marcó de Kavafis: el resplandor en sus poemas sobre la historia del mundo antiguo, el recuerdo, el amor (el recuerdo del amor), el deseo, y sobre todo, el placer de la carne, la rememoración de los cuerpos jóvenes y su deleitación.
Espero que, si no conocíais la obra de Kavafis, este post os haya creado cierto interés por leerlo, y si ya lo habíais leído, os invito hoy a tomar sus versos y a celebrarlo. Os dejo con unos versos que podrían ser un lema vital para el propio poeta:
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivi con el mundo,
con una excesiva frivolidad.
No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.
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