viernes, 7 de junio de 2024

" Las tres princesas de Whiteland " cuento noruego

 


De Wikipedia, la enciclopedia libre
Las tres princesas de Whiteland
cuento popular
NombreLas tres princesas de Whiteland
Agrupación de Aarne-ThompsonATU 400, "El hombre en busca de la esposa perdida"
PaísNoruega
Publicado enNorske Folkeeventyr
El libro del hada roja

Las tres princesas de Whiteland " ( De tre prinsesser i Hvittenland ) es un cuento de hadas noruego , recopilado por los escritores noruegos Peter Christen Asbjørnsen y Jørgen Moe en su colección de cuentos populares y leyendas Norske folkeeventyr (1879). El poeta y novelista escocés Andrew Lang lo recopiló en su El libro de las hadas rojas (1890). [1] [2]

Sinopsis editar ]

Llegaría a tres princesas enterradas hasta el cuello en la arena.

Un día, un pescador no pescó nada y, al anochecer, una cabeza surgió del agua para hacerle un trato: pescar lo que su esposa llevaba bajo el cinturón. Cuando regresó a casa, su esposa le dijo que estaba embarazada y que el bebé era lo que le había ofrecido. El rey se enteró de su historia y se ofreció a criar a su hijo cuando naciera, para protegerlo, pero cuando el niño creció, le rogó ir con su padre a pescar por un día, y tan pronto como puso un pie en el barco , fue arrastrado a una tierra lejana.

Conoció a un anciano que le dijo que había venido a Whiteland. Si caminaba por la orilla, se encontraría con tres princesas enterradas hasta el cuello en la arena. Si pasaba por delante de los dos primeros y hablaba con el tercero, el más joven, le traería buena suerte.

La princesa más joven le dijo que tres trolls los habían aprisionado allí. Si subía al castillo junto a la orilla y dejaba que cada troll lo golpeara durante una noche, las princesas serían liberadas. Un frasco de ungüento junto a la cama curaría todas las heridas que sufriera, y una espada le permitiría cortarles la cabeza.

El primer troll tenía tres cabezas y tres varas, y cuando hubo sufrido las princesas se quedaron en la arena hasta la cintura; el segundo tenía seis cabezas y seis varas, y las princesas estaban en arena hasta las rodillas; el tercero tenía nueve cabezas y nueve varas, y lo golpeó tan fuerte que no pudo alcanzar el ungüento, pero lo arrojó contra la pared, y el frasco se rompió, derramándose el ungüento sobre él, y lo mató, liberando enteramente a las princesas. .

Se casó con la menor y vivió feliz con ella durante varios años, pero al final quiso visitar a sus padres. Su esposa finalmente accedió, pero le dijo que debía hacer sólo lo que su padre le pidiera, no lo que su madre desea, y le dio un anillo que le concedería dos deseos , uno para ir a casa y otro para regresar. Él fue y su madre quiso mostrárselo al rey. Su padre dijo que no, pero al final ella se salió con la suya, y mientras estaba en casa del rey, deseaba que su esposa estuviera allí para compararse con la del rey. Eso llamó a su esposa y agotó su segundo deseo. Lamentablemente, su esposa tomó el anillo, le anudó un anillo con su nombre en el cabello y deseó volver a estar en casa.

Entonces el rey le prestó al hombre un par de raquetas de nieve para llegar hasta su hermano .

Decidió ver si podía llegar a Whiteland por su cuenta y partir. Se acercó al rey de todos los animales y le preguntó si conocía el camino. Él no lo hizo, ni tampoco todos los animales cuando los convocó, por lo que el rey le prestó al hombre un par de raquetas de nieve para llegar hasta su hermano, que era el rey de todos los pájaros. El rey de los pájaros no lo sabía, y los pájaros tampoco, por lo que el rey le prestó un par de raquetas de nieve para llegar hasta su hermano, el rey de todos los peces. El tercer rey no lo sabía, pero un viejo lucio, el último de todos los peces en llegar, conocía el camino y que su mujer se volvería a casar al día siguiente.

El rey lo envió a un campo donde tres hermanos habían luchado durante cien años por un sombrero, una capa y un par de botas mágicos, que permitirían al usuario hacerse invisible y desear lo que quisiera. Engañó a los hermanos para que le dejaran probarlos y partió hacia Whiteland. En el camino se encontró con el Viento del Norte, que prometió asaltar el castillo como para derribarlo cuando llegara a la tierra detrás de él. Llegó y el viento del norte se llevó al nuevo novio . Su esposa lo reconoció por el anillo que llevaba en el pelo.

Análisis editar ]

Tipo de cuento editar ]

El cuento está clasificado en el índice internacional Aarne-Thompson-Uther como tipo ATU 400, "El hombre en busca de la esposa perdida". [3] En este tipo de cuento, el héroe encuentra una doncella de origen sobrenatural (por ejemplo, la doncella cisne ) o rescata a una princesa de un encantamiento; De cualquier manera, se casa con ella, pero ella le impone una prohibición. El héroe infringe la prohibición y su esposa desaparece en otro lugar. Él va tras ella en una larga búsqueda, a menudo ayudado por los elementos ( Sol , Luna y Viento ) o por los gobernantes de los animales de la tierra, el mar y el aire. [4]

Legado editar ]

De tre prinsesser i Hvidtenland es el nombre dado al tipo de cuento ATU 400 en Los tipos de cuento popular noruego de Ørnulf Hodne  [ no ] . [5]


https://en.wikipedia.org/wiki/The_Three_Princesses_of_Whiteland

The Three Princesses of Whiteland — Andrew LANG

Gianni Rodari Cuentos Textos digitales completos

 

Imagen de Gianni Rodari

Gianni Rodari

Italia: 1920-1980

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Cuentos por teléfono, de Gianni Rodari

A enredar los cuentos [Minicuento - Texto completo.] Gianni Rodari

 

A enredar los cuentos

[Minicuento - Texto completo.]

Gianni Rodari

-Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.

-¡No, Roja!

-¡Ah!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo: “Escucha, Caperucita Verde…”

-¡Que no, Roja!

-¡Ah!, síRoja. “Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta piel de papa”.

-No: “Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel”.

-Bien. La niña se fue al bosque y se encontró una jirafa.

-¡Qué lío! Se encontró al lobo, no una jirafa.

-Y el lobo le preguntó: “¿Cuántas son seis por ocho?”

-¡Qué va! El lobo le preguntó: “¿Adónde vas?”

-Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió…

-¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!

-Sí. Y respondió: “Voy al mercado a comprar salsa de tomate”.

-¡Qué va!: “Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero no recuerdo el camino”.

-Exacto. Y el caballo dijo…

-¿Qué caballo? Era un lobo

-Seguro. Y dijo: “Toma el tranvía número setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrarás tres peldaños y una moneda en el suelo; deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un chicle”.

-Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, ¿me compras un chicle?

-Bueno, toma la moneda.

Y el abuelo siguió leyendo el periódico.

FIN


Cuentos por teléfono, 1962


https://ciudadseva.com/texto/a-enredar-los-cuentos/

NEOSAPIENS : Edmund Dulac: Las Mil y Una Noches de la Creación por Zothique

 

NEOSAPIENS : Edmund Dulac: Las Mil y Una Noches de la Creación

Edmund Dulac

The Arabian Night - Cover presentation of interior - Edmund Dulac

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Ilustration Arabian Night - Ilustration 0I - Scheherazada - Edmund Dulac

Ilustration Arabian Night - Ilustration 02 - Woman with Black Panther - Edmund Dulac

Ilustration Arabian Night - Ilustration 03 - Edmund Dulac

Ilustration The Arabian Night 04 - Sinbad - Edmund Dulac

Ilustration The Arabian Night 04 - Sinbad Episode of Snake - Edmund Dulac

Ilustration The Arabian Night 06 - Sinbad - Edmund Dulac



Ilustration The Arabian Night 08 - The Fisherman and the Genie - Edmund Dulac

Unas dulces palabras salieron de los labios de Scherezada, narrando otro de sus cuentos en largas noches sin fin. Su voz melodiosa apaciguaba la ira del Sultán Schariar, que le escuchaba con mucha  atención. Aquella noche, Scherezada no narró sus acostumbradas historias oníricas, sino,  algo que trascendía la barrera del tiempo y espacio. En su lecho nupcial, mientras sus delicadas manos acariciaban el cuerpo desnudo del sultán, habló sobre un lugar que se extiende más allá de aquel mundo imaginario en lejanas dimensiones;  habló de un hermoso planeta azul…. llamado tierra.

  Scherezada describió grandes ciudades rectangulares distribuidas por los cuatro continentes de aquel planeta, sobrecargadas de extraños carruajes y pájaros de acero que surcaban sus cielos. Pero, de todo lo descrito en este cuento maravilloso, nada sobrecogió más al sultán que los seres denominados «Djines líquidos»: artistas sumergidos en mundos imaginarios  donde el color y la forma eran parte de su ser. Lo paradójico de ese extraño relato, era que ella nunca imaginaría sus palabras como una invocación; un cíclico vaivén cósmico trasladado a lejanas dimensiones, donde la tinta del artista  convertía a su interlocutora en una sucesion de trazos. Una expresión imaginativa se grababa en un soporte de papel reflejando el momento exacto en que ella contaba su historia al sultán.

  El artista siguió trazando  nuevas ideas, dibujando historias de las noches de arabia, llegando a crear una de sus imágenes más enigmáticas y jamas contadas «El último acto del Djin oscuro»: la batalla sin fin de dos grandes genios, representados por su dualidad de la creación y destrucción, que fueron absorbidos por un acto cósmico realizado por uno de los rivales; convirtiéndose esta nigromancia en una reacción en cadena que afectó sus otros «yoes», y repitiéndose continuamente en las mil y una dimensiones de las infinitas Scherezades arquetípicas, volviendo luego al punto de origen donde terminaba de narrarse el relato. Aquel Djin arquetípico que se vio consumido por su propia obra, llego a salir de su lámpara humana en el país de los galos, Francia, siendo uno de los últimos protagonistas de la edad de  oro de la ilustración del siglo XX, nos referimos al prolífico ilustrador Edmund Dulac.

  Edmund Dulac  nace el 22 de octubre de 1882 en la bella ciudad de Toulouse, Francia. Estudió la carrera  de derecho en la universidad de su ciudad natal y simultáneamente tomó clases de dibujo en la escuela de bellas artes. Mostrando su verdadera vocación, abandona el derecho para dedicarse por entero a la pintura y la ilustración, ganando varios premios en la Ecola des Beaux Arts.

  A la edad de 22 años  se traslada a Londres. Iniciando acuerdos con la Galeria de Arte Leicester  y  la editorial Holder & Stoughton, vende sus primeras ilustraciones por comisión y luego hace un convenio con la editorial Holder & Stoughton,  comprando esta los derechos de su pinturas para utlilzarlas como ilustraciones de libros de lujo. Estas publicaciones se hacian de manera anual, siendo sus obras ediciones tales como: «The Arabian Nights» (1907), una edicion de William Shakespeare‘s «The Tempest» (1908), «El Rubaiyat» de Omar Khayyam (1909), «La Bella Durmiente y otros Cuentos de Hadas» (1910), «Cuentos de Hans Christian Andersen» (1911), «Las Campanas y otros Poemas» de Edgar Allan Poe (1912), entres otros.

  Para el 17 de febrero de 1912Dulac se convierte en ciudadano británico. Colabora en la Primera Guerra Mundial confeccionando una serie de ilustraciones de libros  de socorro, incluyendo  un libro ilustrado para la Cruz Roja Francesa (1915). Terminada la primera guerra mundial las ediciones ilustradas decaen convirtiéndose en rarezas de colección, finalizando de esa manera la carrera de Dulac en ese medio editorial y continuando en otras areas  tales como: la caricatura, el retrato, los trajes teatrales, escenografía, ex libris, cajas de chocolate, las medallas, entre otros.

  Se le encarga el diseño de los sellos de correo de Gran Bretaña, incluyendo el sello de la coronación del Rey Jorge VI. También contribuye con una serie de sellos para la conmemoración en 1948 de los Juegos Olímpicos de Verano y confecciona los billetes de la Francia libre durante La Segunda Guerra Mundial, continuando con una incansable produccion de libros hasta el día de su muerte

  Este Djin inmortal del lápiz y el pincel, muere de un ataque al corazón un 25 de mayo de 1953, dejando en su existencia física un legado ilustrativo y mágico. Imaginemos, como el cuento maravilloso de Scherezada, que la existencia de Edmund Dulac está en un plano donde la magia continúa su infatigable creación de otras dimensiones ilustradas; pero esta vez no en una hoja de papel, sino expulsada de planos cósmicos convirtiéndose en la matriz de otros djines que continuarán creando eternamente.

Fin.


Markus Edjical Goth

Las mil y una noches… para adultos

 

Las mil y una noches… para adultos

Las mil y una noches... para adultos
Hugo Masse

Hugo Masse

 Inspiración

Hay acontecimientos que suceden sólo una vez en la vida. Yo, por ejemplo, recuerdo la primera vez que escuché el álbum The Dark Side of the Moon de Pink Floyd, y casi podría afirmar que esa tarde fue cuando terminó mi infancia. Si alguna vez se patenta la tecnología para borrar la memoria con precisión quirúrgica, voy a pedir que se borre ese momento, tan sólo para volver a vivirlo.

Me imagino que algo parecido le ocurrió a la gente en la Inglaterra victoriana cuando lograba saltarse las cercas de la represión sexual de esa época. Una forma en que esto ocurría era a través del arte: los cuadros con ángeles y personajes mitológicos a menudo eran representados por mujeres que, a no ser por breves y vaporosos paños, estaban desnudas. Y en la literatura, cuando estas criaturas decimonónicas descubrieron el exotismo oriental, lo abrazaron con fuerza, pues les permitía escapar del corsé de las convenciones sociales. Y Las mil y una noches, traducido por el orientalista Richard F. Burton, cumplía muy bien con ese cometido, pues en su versión “directa y literal”, además de usar excesivamente arcaísmos del inglés, estaba fuertemente condimentada con escenas sexuales inusitadamente explícitas.

La fuerte impresión que esto debió de haber tenido en la sociedad está plasmada en una escena de Drácula (1992) de Francis Ford Coppola. El director buscó que el largometraje tuviera un aire de sueño erótico, y esto resulta evidente en una escena en la que vemos a las recatadas Mina y Lucy leyendo a escondidas un libro con ilustraciones que mostraban actos sexuales de parejas vestidas con ropas estrambóticas: sin duda era Las mil y una noches.

Tal vez la juventud actual, cada vez más partícipe del sexting, tenga un tanto complicado entender por qué en esa época se armó un gran revuelo por esta publicación. Curiosamente, las sociedades premodernas en las que las mujeres llevan el torso desnudo también se rascarían la cabeza al lado de nuestra juventud sexteadora: seguramente la clave está en el hecho de que basta con que algo se vuelva tabú para que se convierta en obsesión y objeto de nuestro deseo. Y el cuerpo humano —en especial el femenino—, con excepción del rostro y las manos, era un tabú en la Inglaterra victoriana.

He ahí el atractivo del exotismo oriental, cuyas corrientes profundas corren a lo largo de la literatura de hace dos siglos. En una sociedad como la victoriana, en la que cada persona tenía un lugar fijo que ninguno podía eludir, leer acerca de omnipotentes visires y rajás cuya sociedad y religión les permitía —o exigía— demostrar su valía con fastuosos palacios y con harenes en los que podían gozar de eso que para ellos era tabú, constituía un acto inmoral sólo excusable por el exotismo del asunto: sería impensable que la reina Victoria realizara actos similares, pero si era el maharajá de algún reino que ni siquiera se sabía si existía en realidad, nadie podía sentirse ofendido.

Richard F. Burton conocía bien a su sociedad y, cuando publicó sus diarios de viaje, había comprobado que estaba tan interesada como él en la sexualidad. En ellos, se extendía en detalles como la longitud peniana de diversas etnias y las prácticas sexuales de otros pueblos —implicando su propia participación en las mismas—, con los que exacerbaba el morbo de sus contemporáneos, quienes oscilaban entre el disgusto y la curiosidad, y quizá por ello toleraban su Sociedad Kama Shastra, un club privado con el cual eludió las leyes que prohibían cualquier publicación “obscena”. En asociación con Forster Fitzgerald Arbuthnot, Burton publicó diversas obras eróticas orientales, incluyendo el Kama Sutra, el Jardín perfumado y, por supuesto, la obra que inspiró este texto.

Cabe preguntarse si los detalles picarescos resultan necesarios en traducciones como la de Mardrus al francés, de la cual dice Borges que es licenciosa en ambos sentidos de la palabra, o la de Burton, “antropológica y obscena”. Desconozco la razón por la que hasta ahora nunca me había preguntado esto: ¿Por qué el rey Schahzaman de Salamarcanda Ti-Ajam decidió un día mandar degollar a su esposa, esclavas y esclavos, y pidió que su visir le llevara a una joven virgen, a quien desposaba, desfloraba y degollaba al amanecer? Cuando niños, esa parte del cuento era irrelevante e imprecisa, un detalle insignificante en el prólogo al desfile de maravillosos relatos —pues, como sabemos, Scheherezada, la hija del visir, terminó con la matanza al contarle una aventura distinta cada noche y abundar en los detalles a fin de dejarla inconclusa y, mediante esta táctica, postergar su ejecución una noche más—; pero la razón es la siguiente:

Cuéntase que hubo un rey entre los reyes de Sassan que tenía dos hijos. Llamábase el mayor Schahriar y su hermano, Schahzaman. Un día el mayor sintió vehementes deseos de ver a su hermano, por lo que ordenó a su visir que partiese y volviese con él, lo cual hizo; Schahzaman inmediatamente dispuso los preparativos de la partida, pero a medianoche recordó una cosa que había olvidado; volvió a su palacio apresuradamente y encontró a su esposa tendida en el lecho abrazada con un negro, esclavo entre los esclavos. Al ver tal cosa, el mundo se oscureció ante sus ojos.

Pero esa no fue la única ocasión que tuvo Burton para abundar en detalles lascivos. De visita con su hermano, Schahzaman, indispuesto por el recuerdo de la infidelidad de su esposa —a quien por cierto degolló, al igual que al esclavo—, es testigo de un infidelidad aún mayor por parte de su cuñada, en una orgía en la que participa una docena de esclavas y esclavos. Los hermanos, confundidos, se retiran al desierto a meditar en lo ocurrido, cuando se encuentran a un Efrit, genio poderoso y monumental, a quien contemplan desde lo alto de un árbol y que hace salir de una botella a una joven bellísima a la que había raptado el día de su boda. El Efrit cae dormido y, entonces, la joven obliga a los hermanos reales a fornicar con ella, bajo amenaza de despertar al genio y delatarlos. Ellos acceden a sus deseos y su sorpresa es mayor cuando ella les muestra quinientas setenta sortijas, una por cada amante que había tenido cuando el Efrit caía dormido. Los hermanos concluyen que si un ser tan formidable como el Efrit tampoco escapaba de las infidelidades femeninas, ¿qué podían hacer ellos?

Personalmente, esos episodios lúbricos me parecen totalmente relevantes y no me importaría saber más detalles, sólo para entender la frustración y la ira de los hermanos reales o su sorpresa al ser forzados, prácticamente violados, por la prisionera del Efrit. Aunque entiendo que esos pormenores me habrían resultado perturbadores de niño.

Pero ahora soy adulto…