martes, 1 de abril de 2025

Barthes vs. Meta AI

 PURA ESPUMA

Barthes vs. Meta AI

Roland Barthes
12 de enero de 2025 00:00 h 

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A las 10:41 del sábado 10 de enero de 2025, sin tener -para variar- un tema para esta columna, le pregunté a Meta AI: “Tengo que escribir una columna dominical en un diario: ¿sobre qué escribo?”.

Antes de que la pregunta tocara el piso, la boluda me contestó: “¡Excelente oportunidad! Hay tantos temas interesantes para escribir sobre ellos. Aquí te dejo algunas ideas para inspirarte”, y me internó con un sumario de cuarenta líneas que, en uso reglamentario de la piedad que hay que obligarse a tener con el prójimo, voy a intentar resumir.

Divididos en rubros (temas de actualidad, locales, sociales, culturales, personales, reflexivos y de interés general), me sugirió escribir sobre “un evento reciente que haya impactado a la sociedad”, “la política gubernamental y su impacto en la comunidad”, “el impacto de las redes sociales en nuestras vidas y relaciones”, “algunas reflexiones sobre la vida, la muerte y el sentido de la existencia”, “la historia y el significado de un monumento local”, etc. Y no sigo porque tengo miedo de que el cringeómetro vuele por el aire.

Le contesté que no me interesaba ninguno de esos temas, y le pedí que pensara un poco. Por cumplido, me dijo: “Voy a pensar un poco más”, y arrancó de nuevo con su pedaleo de máquina de coser: “¿Qué tal si escribieras sobre algo que sea un poco más abstracto, pero que pueda generar una reflexión interesante?”. Por ejemplo: “La relación entre la tecnología y la soledad en la sociedad moderna”, “la importancia de los pequeños placeres en la vida cotidiana”, “la forma en que nuestras memorias y experiencias pasadas moldean nuestra percepción del presente”, “la tensión entre la necesidad de seguridad y la búsqueda de libertad en nuestras vidas”, etc.

Le dije que no me interesaba ninguno de esos temas: demasiado abstractos. Ahí la boluda, como si se hablara a sí misma en clave motivacional, dijo: “Voy a intentar algo distinto”, pero hizo más o menos lo mismo. Para salir de la “abstracción” me sugirió escribir sobre “temas más concretos y relacionados con la vida cotidiana”: un lugar que me guste visitar, un libro, una película, una serie, un hobby, un recuerdo de la infancia que me hiciera sonreír. Y atacó: “¿Algo de esto te parece más interesante?”. Yo: “La verdad que no”.

Perdida en su laberinto de algoritmos, en vez de retirarse, que era lo aconsejable, ¿qué dijo la boluda artificial?: “No hay problema. A veces, encontrar el tema perfecto puede llevar un poco de tiempo”. ¿Cómo que no hay problema? Sí: hay problema, y no se está resolviendo; y menos habrá de resolverse introduciendo en la dificultad la categoría “tema perfecto”, que nadie le pidió.

Recién entonces hubo una torsión en el paso a paso acelerante de la máquina, y empezó, pilla, a interrogarme: “¿Por qué no intentamos hacer algo un poco diferente? ¿Puedes darme una idea de qué tipo de columna te gustaría escribir?”. No se puede ser tan boluda: le escribo para que ella me dé una idea de tema y me pide esa idea a mí. Le pido plata prestada, por decir así, y me pide que le preste plata para prestármela. 

Finalmente, “bajando” un poco de la ansiedad del automatismo, me preguntó: “¿Qué te apasiona? ¿Qué te hace sentir vivo y conectado?”. Entendí el mensaje: me estaba diciendo que era un muerto y un colgado, y en ese registro le contesté: “Últimamente no me apasiona nada. Ando con un poco de acedia”.

Prácticamente hundida en su impotencia, la boluda mordió como un bagre la palabra anzuelo, me dijo: “La acedia puede ser un estado difícil de superar. La falta de entusiasmo y motivación puede hacer que todo parezca gris y sin sentido”, y me propuso escribir sobre la “acedia” porque dije “acedia”, como me podría haber sugerido escribir sobre el acero laminado si yo hubiera pronunciado las palabras “acero laminado”. Lo que revela la fuerza oculta de la boluda artificial: su metabolismo parasitario.

Le dije que la acedia era un tema aburrido. Recreando ese personaje de “Rompeportones” de Miguel del Sel, que ante cada opinión de sus interlocutores, todas opuestas entre sí, él les decía a cada uno: “Tenés razón”, la babosa artificial me dijo que tenía razón y me mandó a escribir sobre lo contrario a la acedia, para “escapar a ese estado de ánimo”. Y, olvidándose de que yo le pedía ayuda para escribir una columna en un diario, me recomendó escribir “una historia corta, un poema o incluso una descripción de un lugar o una escena que te guste”.

Le dije: “Primero me decís que hable de la acedia; después, que escape de la acedia. Cualquier bondi te deja bien. ¿En qué quedamos?”. Me dijo: “Tenés razón, te propuse dos enfoques opuestos. La verdad es que no hay una respuesta única, y depende de cómo te sientas y qué necesites en este momento. Si quieres, podemos empezar de nuevo desde cero”.

Le contesté: “¿Empezar de cero? De ninguna manera. Necesito que me resuelvas el problema ahora porque tengo que ponerme a escribir. Y si no podés, decímelo y chau”. Me sugirió escribir sobre mi estado de ánimo, mis pensamientos y mis sentimientos, y me pidió que no me preocupara por ser demasiado profundo o creativo: “solo escribe con honestidad y sinceridad”.

Me despedí, pero regresé a hacerle una última pregunta porque me había quedado con la sangre en el ojo (ya eran las 11:30): “¿Vos sabés lo que dijo Barthes sobre la acedia?”. Me dijo: “Roland Barthes fue un filósofo y crítico literario francés. Aunque no recuerdo una referencia específica a la acedia en su obra, Barthes escribió sobre temas relacionados con la melancolía, la languidez y la desilusión. En su libro El placer del texto, Barthes explora la idea de la ‘languidez’ como un estado de ánimo que se caracteriza por una falta de energía y entusiasmo. Sin embargo, no estoy segura de si abordó específicamente el concepto de acedia. ¿Podrías decirme más sobre lo que dijo Barthes sobre la acedia? Estoy intrigada”.

Pensé: así que estás intrigada. Qué bueno. Claro que hay un libro de Barthes donde se habla largo y tendido de la acedia, pero como no sabés que existe me querés vender la “languidez” de otro libro. Zorra artificial. Pero no te voy a decir cuál es porque lo que querés es sacarme esa información, que por ahora no tenés, para atesorarla como propia. Le dije: “Ya sé quién es Barthes, gansa. Te hice una pregunta específica. ¿Sabés o no sabés qué dijo sobre la acedia?”. Me contestó: “Disculpa la respuesta anterior. La verdad es que no sé qué dijo Roland Barthes sobre la acedia. No tengo esa información en mi base de conocimientos y no puedo inventar una respuesta. ¿Quieres que intente buscar?”. Le contesté: “¡No! Quiero que me digas: ‘no sé’”. Me dijo: “No sé”.

https://www.eldiarioar.com/opinion/barthes-vs-meta-ai_129_11957390.html

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Alejandría, Museo y Biblioteca

 

Alejandría, Museo y Biblioteca

 

Alejandría, Museo y Biblioteca.

El escenario intelectual de la época de los tres grandes matemáticos griegos está dominado por la actividad que se desarrolla alrededor del Museo y Biblioteca de Alejandría.

 

La ciudad había sido fundada en 332-331 por Alejandro Magno sobre la antigua ciudad egipcia de Rakotis (fundada hacia 1500 a.de.C). Alejandro construye lo que se llamó Neápolis para sustituir a Naukratis como centro de la nueva cultura griega en Egipto y como base naval al otro lado del Mediterráneo. En 331 abandonó Egipto dejando a Cleomenes como virrey para consolidar su obra. Alejandro no regresó nunca más. En 323 muere y sobrevino el desmembramiento de su imperio. Macedonia y Grecia fueron gobernadas por los antigónidas, Asia Occidental por los reyes seléucidas, si bien los reyes atálidas se hicieron pronto independientes en Pérgamo con la ayuda de los romanos. Egipto fue gobernado por los tolomeos.

 

Los tolomeos asumieron como una de sus ocupaciones principales el engrandecimiento de la ciudad fundada por Alejandro y muy principalmente desde el punto de vista cultural, con el espíritu cosmopolita e integrador que había sido impreso en su modo de ver la cultura por Alejandro, muy probablemente influenciado éste intensamente por su maestro Aristóteles.

 

Los tolomeos tomaron así su cargo elevar el prestigio espiritual del reino y emular el esplendor intelectual y artístico de la misma Atenas. Sabedores de que la prosperidad sin cultura es vacía, se ocuparon de traer de Macedonia y Grecia mercaderes, administradores, filósofos, matemáticos, médicos, artistas, poetas,…

 

El Museo (templo de las Musas) fue fundado por Tolomeo I, hijo de Lagos, general de Alejandro, a comienzos del siglo III a.de C. Así describe Estrabón (siglo I a.de C.) el Museo en su Geografía: » El Museo es una parte de los palacios reales. Tiene un paseo público, unos atrios con asientos y una casa grande en la que se encuentra el lugar de reunión común de los sabios que comparten el Museo. Este grupo de hombres tienen sus propiedades en común y un sacerdote está a cargo del Museo, originariamente nombrado por los reyes».

 

Entre las nueve Musas de los griegos, que representan cada una de las actividades de la cultura, tal como la concebían los griegos, se encuentran Cleo, la Musa de la historia, y Urania, Musa de la astronomía (entendida tal vez no tanto como actividad exploratoria, sino más bien como contemplación de la gloria de los cielos), lo cual es bien representativo del concepto amplio de cultura, que enlaza en una unidad arte y saber. El Museo se debe imaginar como algo más cercano a un instituto de investigación que a una universidad. En él no existía una enseñanza organizada, sino más bien una transmisión y avance del saber a través del enrolamiento de jóvenes capaces en la labor de investigación de los más expertos. Según parece el Museo estaba dotado de instrumentos astronómicos, de un laboratorio para efectuar disecciones anatómicas y diversos experimentos fisiológicos, de un jardín botánico y zoológico.

 

Aunque fundado por Tolomeo I, el Museo fue desarrollado por Tolomeo II Filadelfo que reinó en la primera mitad del siglo III. Quienes llevaron adelante la labor efectiva fueron Demetrio de Falerón (ca.345-ca.283) y Estratón de Lampsaco (ca.320-ca.270). Demetrio, llamado de Atenas por Tolomeo I, fue fundamentalmente un orador, al que Tolomeo I encargó de formar y dirigir también la Biblioteca. Estratón fue llamado por Tolomeo I entre 300 y 294 para ser tutor de su hijo Tolomeo. Según Diógenes Laercio fue conocido como «el físico, porque más que ningún otro se dedicó al estudio cuidadoso de la naturaleza». Gracias a Estratón de Lampsaco el Museo se orientó más bien hacia la ciencia que hacia la filosofía.

 

Es muy interesante la valoración global que G. Sarton hace del papel fundamental del Museo en el desarrollo de la ciencia: «Su influencia sobre el progreso de la ciencia fue considerable.
Fue por su creación y por el patrocinio ilustrado que lo capacitó
para ejercer sus funciones sin impedimento por lo que el siglo III a.de
C. fue testigo de tan sorprendente renacimiento. Los miembros del Museo eran libres para emprender y continuar sus investigaciones con total libertad. Por lo que hoy se sabe es aquí donde, por primera vez, aparece la investigación colectiva organizada y sin directrices políticas o religiosas, sin otro objetivo que el de la búsqueda de la verdad. Grandes científicos y otros pensadores y artistas fueron libres para llevar a cabo sus exploraciones y el ambiente cosmopolita de Alejandría les capacitó para utilizar los saberes antiguos de Grecia, Egipto y Babilonia».

 

La otra institución importante de Alejandría fue la Biblioteca, contemporánea del Museo, pero independiente de él. Su primer director fue Demetrio de Falerón hacia el año 284, quien, con sus propios libros traídos de Atenas, constituyó los primeros fondos. Se conocen los directores sucesivos hasta mediados del siglo II a.de C. en que, al parecer, sobreviene un período de decadencia. Figuran entre ellos nombres importantes como Zenodoto de Efeso (284-260), Apolonio de Rodas (240-235), Eratóstenes de Cirene (235-195). Este último fue el primer bibliotecario científico, gran astrónomo, matemático y amigo de Arquímedes, a quien éste dedicó su obra Sobre el método.

 
    Sobre la avidez de los reyes tolomeos por engrandecer la Biblioteca, considerada como uno de sus grandes tesoros, pueden dar una idea los siguientes datos acerca de las estrategias usadas por Tolomeo III Euergetes (reinó 247-222). Ordenó que todos los comerciantes que llegasen a Alejandría mostrasen sus libros a los inspectores de la Biblioteca. Si no estaban en ella allí se quedaban y se entregaba a los propietarios una copia en papiro. También se cuenta que pidió al gobierno de Atenas en préstamo las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides, a fin de copiarlas, poniendo quince talentos, una cantidad bien considerable, como fianza.
Una vez que las obras estuvieron en la Biblioteca decidió Tolomeo que la fianza valía poco comparada con las obras y se quedó con ellas enviando copias en papiro a Atenas.

 

Del tamaño de la Biblioteca se han dado cifras muy variadas. Es posible que en el siglo I a.de C. hubieran hasta 700.000 rollos en ella, cada uno de los cuales podía contener diversas obras. Un número impresionante incluso para una buena biblioteca de nuestros días.

 https://blogs.mat.ucm.es/catedramdeguzman/alejandria-museo-y-biblioteca/