Reseña: La conejera, de Tess Gunty
Luces y sombras de vidas pequeñas
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28 de septiembre de 2024
·
00:03
·
3 minutos de
lectura
ESCRITORA Y CRÍTICAMárgara Averbach
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La
conejera convirtió a Tess Gunty (Indiana, 1993) en la ganadora más joven del National Book Award
estadounidense. La novela –en una traducción demasiado ibérica para la
Argentina– pinta a los habitantes de un edificio, una “conejera”, en Vacca
Vale, un pueblito decadente en el “Medio Oeste” norteamericano. Gunty trabaja
en círculos concéntricos: a nivel simbólico describe por medio de ese edificio
una región, un país, a todo “Occidente”.
La
historia cuenta cruces de vidas, resumidas en momentos significativos con un
tono de crueldad desesperada. Los capítulos tienen formatos diversos,
incluyendo una colección de dibujos, pero el más frecuente es una ronda de
escenas que van de un departamento a otro. En cada una de esas escenas, se
narra una situación compleja: común y extraordinaria, sardónica y conmovedora.
Es una ficción fragmentaria, pero las piezas funcionan en conjunto porque, a
pesar “del narcisismo reinante”, se dice, los humanos “estamos
interconectados”.
El centro
del remolino es el departamento C4, hogar de cuatro adolescentes, que vienen de
varias familias adoptivas y se ven frente a personas de diferentes
generaciones, culturas y clases sociales. El C4 es escenario de un acto de
violencia prometido desde la primera oración: “Una noche de calor en el
apartamento C4, Blandine Watkins abandona su cuerpo”. La historia da vueltas
alrededor de ese acto, lo complejiza y lo explica varias veces.
Los
numerosos personajes suelen ser espejos unos de otros. Eso es evidente, por
ejemplo, en “Todo junto, venga”, capítulo en el que una mujer le confiesa a su
marido que los ojos de su bebé la aterrorizan. Al marido le hace gracia la
confesión porque “todos” dicen que el hijo “tiene tus ojos”. En esa escena, los
sentimientos se vuelven difíciles de entender: la mujer tiene problemas con la
maternidad y terror de lo que ve en sí misma. Hay también momentos de epifanía
que nos permiten entender a otros. Por ejemplo, en otro capítulo, después de
años de vivir con un maltratador al que cree “grande”, una mujer suelta una
carcajada y reflexiona: “Tiene gracia que yo creyera que eras tan grande”.
La
estructura de este universo es la de un planeta de dos polos. El negativo se
centra en el símbolo de los conejos, despojados aquí de toda ternura. El
positivo, en los encuentros y revelaciones.
Gunty
cierra la novela con esperanza. En la última página, Joan y Blandine descubren,
con sorpresa, que las dos están “despiertas”. La
conejera es una novela absolutamente
original que pinta con amargura la humanidad occidental contemporánea a través
de vidas pequeñas, que, como todas, son capaces tanto de luces como de sombras.
La
conejera
Por Tess
Gunty
Sexto
Piso. Trad.:
https://www.lanacion.com.ar/ideas/resena-la-conejera-de-tess-gunty-nid28092024/