sábado, 15 de marzo de 2025

La quinta casa

 



La quinta casa

Me preocupa que esta historia contenga tristeza, cuando tantos necesitan lo contrario en este momento. Solo espero que mis palabras sirvan de distracción momentánea o incluso de consuelo para salir de la oscuridad.

Vivimos tiempos difíciles, donde no habíamos visto tanta preocupación nacional y global desde la Segunda Guerra Mundial. Ahora, es más importante que nunca pensar en el impacto que tenemos los unos en los otros.

De nuestra crisis compartida surgirán grandes cambios: una renovada comprensión y valoración de la libertad y la conexión humana. Pero nada consuela la pérdida, solo el tiempo.

No soy académico ni orador público, pero debo mencionar nuestra crisis actual. Son días trágicos. Al igual que usted, me preocupan mis familiares, seres queridos y colegas. Compartimos nuestras lágrimas. La única cura ahora es la prevención, quedándonos en casa y permitiendo que los trabajadores de primera línea puedan sobrellevar la situación.

Podría haber decidido no publicar más palabras en estos momentos, no creo que exista un momento adecuado, ya que prometí hacer seguimiento a su debido tiempo.

Si estás leyendo esto, debo advertirte que contiene información que puede resultar perturbadora para algunos. Esta historia no se irá a ningún lado; permanecerá en línea. Si no puedes compartir el sufrimiento de otra persona o compartirlo, te recomiendo que no sigas leyendo.

Para mí, en estas horas, recuerdo las palabras de Maya Angelou quien una vez dijo “no hay mayor agonía que llevar una historia no contada dentro de ti”, y hoy comparto la mía con ustedes.

Publiqué las palabras que escribí hace unas semanas porque estaba cansada de esconderme. Nunca me sentía libre ni sin cargas. Me había enredado con mi historia como un oscuro secreto. Me hacía sentir sola.

Lo que también es difícil de explicar es que, al esconderme, al no hablar, permitía que la violación se convirtiera en mi compañera. Yo y ella viviendo en mi ser, ya no quería sentir esa intimidad con ella; una década de esa intimidad ha sido destructiva. Tenía que liberarme. Me habían herido y habría sido peligroso hablar desde ese lugar herido en el pasado, antes de sentirme preparada.

Incapaz de hacer lo que hago hoy, anteriormente también consideré y exploré las leyes de derechos humanos para cambiar mi nombre del registro público y desaparecer a otro país y tal vez convertirme en florista o algo así, para poder dejar el pasado atrás con una nueva vida.

Porque, aunque era casi imposible encontrarme, fantaseaba con un corte de pelo diferente, un nombre nuevo, un novio, y con ser olvidada por completo para siempre. Con el tiempo, me di cuenta de que no podía seguir escondiéndome, por muy emocionante que pareciera tomar un café en París.

Desde que ocurrió el incidente, me resultaba angustiante pensar en hablar abiertamente, aterrador. Las estaciones pasaban y me alejaban cada vez más de donde estaba, cada año. Cuanto más lo dejaba, menos podía ver en mi mente una imagen de algo que reconocía y a lo que podía recurrir. Por eso, a veces admitía la derrota y pensaba que nunca podría hablar y afrontarlo. Así que, simplemente, debía seguir desapareciendo, apagando las luces de mi vida.

Como aún no he forjado una vida personal plena ni he formado mi propia familia, me angustiaría pensar que si revelara mi historia públicamente, abiertamente, perjudicaría mi futura vida romántica. Este no es precisamente el anuncio que quería antes de conocer al amor de mi vida.

También me preocuparía volver a la música y el riesgo de enfrentarme constantemente a la pregunta de “qué pasó”, “¿a dónde desapareciste?”, “¿por qué desapareciste?”, “¿qué has estado haciendo durante tantos años?”.

No podía imaginar inventarme una historia, que había estado remando por los mares del mundo; habría tenido que mentir, y no podía mentir. Así que, entre el miedo a no poder soportar emocionalmente hablar, a no poder mentir, y la preocupación de heredar un estigma que pudiera afectar mi vida personal, decidía no hablar, permanecer desaparecida o soñar despierta con reinventarme para siempre.

Pensé que revelar mi historia públicamente me destruiría la vida emocionalmente, mientras que ocultarla me la estaba destruyendo aún más. Así que solo tengo que ser fuerte, revelarla y afrontar todos mis miedos. Me he dado cuenta de que no puedo borrarme de mi ser, vivo en mi ser, así que debo ser completamente honesta y tener fe en el resultado.

Nunca supe si llegaría a poder hacer esto, y estoy agradecido de haber llegado hasta aquí. No todos tienen el privilegio de poder hablar, como yo lo hago hoy; historias mucho más atroces y dolorosas, más inhumanas que la mía, quedan sin contar cada día.

Todas nuestras vidas tienen un inmenso significado y valor, y cuando comprendemos que lo único que importa es la humanidad, empezamos a vernos de verdad, a través de las tragedias y alegrías que compartimos. Nuestras sonrisas y nuestras lágrimas son lo que nos hace iguales.

Y aunque observamos una gran cantidad de sufrimiento y pérdida en nuestro mundo, en lo que parece una batalla que no se puede ganar, nos obliga a apreciar verdaderamente el don de la vida, el don del amor y los valores que más importan.

Algunos conocidos me han advertido que no les diga lo que voy a contarles. Algunos insinuaron que prácticamente no tendría ninguna oportunidad de volver a hacer música públicamente; otros dijeron que el público me despreciaría; otro dijo que me llamarían egoísta porque el violador sigue suelto.

Ha servido para retrasar mis conversaciones durante semanas, y me he quedado tumbado en la cama mirando al techo intentando encontrarle sentido a todo. Prefiero mi libertad personal a cualquier piedra que me tiren. Si destruyo mi futuro, lo hago para honrar mi pasado.

La violación me privó de mis derechos humanos, de vivir una vida autónoma sin miedo. Ya me ha robado un tercio de mi vida. En el fondo, sé que habría sido una vergüenza y un gran perjuicio para mi existencia simplemente borrarme y olvidar públicamente lo que viví en la música.

No era solo mi carga; muchos otros también vivían con la gran pregunta de "¿qué pasó?". La discográfica, los agentes en vivo, los promotores, los publicistas, los músicos, los estilistas, los peluqueros, el maquillaje, la iluminación, la producción, el equipo, la gente que conocería, gente que alguna vez conocí. Nadie, absolutamente nadie, sabía qué había pasado. Me mantuvo alejado de aquellos en quienes realmente podía confiar. Sobre todo, no quería molestar a nadie más con lo que había vivido.

Creo que el catalizador final para querer hablar fue inusual, lo que finalmente me hizo decir: «Ya no soporto más el peso de esto». Fue tan simple pero tan profundo, lo que me haría liberarme.

Un hombre, al que había llegado a conocer y apreciar mucho como amigo, me dijo que «la mayoría de los hombres saldrían corriendo si supieran que te han violado». Me derrumbé. Me sentí muy herida durante unos días y reflexioné mucho, y una noche, como una epifanía, pensé que conocer mi verdad «no me hace menos adorable». El sueño del amor murió; finalmente me di cuenta de que no tenía por qué morir. Y como si se me hubiera encendido una luz, comprendí: «Sé lo que es sufrir, por lo tanto, sé lo que es ser humana».

Por favor, salte las siguientes veinte líneas si no desea leer el relato exacto del secuestro.

Era mi cumpleaños, me drogaron en un restaurante, me drogaron durante cuatro semanas y viajé a un país extranjero. No recuerdo haber subido al avión y haber recuperado la consciencia en la parte trasera de un vehículo. Me metieron en una habitación de hotel y el agresor regresó y me violó. Recuerdo el dolor y el esfuerzo por mantenerme consciente en la habitación después de lo ocurrido. Me quedé atrapada con él un día más; no me miró, tenía que caminar detrás de él, estaba algo consciente y retraída. Podría haberme deshecho de mí. Pensé en escaparme a un pueblo cercano, mientras él dormía, pero no tenía dinero y temía que llamara a la policía por escaparme, y que tal vez me encontraran como persona desaparecida. No sé cómo tuve la fuerza para aguantar esos días, pero sentí la presencia de algo que me ayudó a seguir viva. Volé con él, mantuve la calma y la normalidad que se puede mantener en una situación así, y al llegar a casa, me quedé sentada, aturdida, como un zombi. Sabía que mi vida corría peligro inminente; confesó en secreto que quería matarme. Con las pocas fuerzas que me quedaban, mi instinto me llevó a correr, a correr y buscar un lugar donde vivir que él no pudiera encontrar.

El agresor me drogó en mi propia casa durante cuatro semanas; no sé si me violó allí durante ese tiempo; solo recuerdo haber regresado en coche al extranjero y mi huida en los días siguientes. No sé por qué no me drogaron en el extranjero; me lleva a pensar que me dieron una droga de clase A y que no podía viajar con ella. 

Después de lo ocurrido, un conocido vino a mi casa y me vio en el balcón con la mirada perdida, envuelto en una manta. No recuerdo haber llegado. Dijo que estaba amarillento y que parecía muerto. Estaba obviamente asustado, pero no quiso intervenir; nunca había visto algo así.

Después de eso, no me sentí segura de acudir a la policía. Sentía que si algo salía mal, estaría muerta y él me habría matado. No podía arriesgarme a que me maltrataran o a que saliera en todas las noticias durante mi situación de peligro. Realmente tuve que seguir mi instinto. Se lo he contado a dos mujeres policías, durante diferentes incidentes amenazantes en la última década, y consta en acta.

Y mientras lamentaba lo que debí haber hecho para invitar esto a mi vida, leí algo que decía: «Al final, nunca es entre ellos y tú, siempre es entre ellos y Dios». Eso me ayudó mucho ante la falta de justicia.

Una vez, alguien amenazó con revelar mi historia y tuve que contarle a una agente de policía qué información tenía sobre mí y por qué el chantaje era tan aterrador. El segundo incidente fue cuando tres hombres intentaron entrar en mi casa como intrusos, y también le conté a la segunda agente sobre la violación. La identidad del violador solo debería ser manejada por la policía, y eso es asunto entre ellos y yo.

La primera persona a la que se lo conté fue a una psicóloga, meses después, una destacada experta en el Reino Unido en trauma complejo y violencia sexual. No tengo ni idea de cómo tuve tanta suerte de encontrarla hace tantos años: sus hermosos ojos azules, su sofá rosa, su enorme biblioteca, su increíble inteligencia y habilidad. Sin ella, quizá no lo habría superado. Después de la experiencia, corrí un alto riesgo de suicidio. Ella me conoció, me vio como persona, aprendió sobre mí y me guió. Lo hizo con mucha delicadeza. No pude mirarla a los ojos durante las primeras ocho sesiones, aproximadamente; el contacto visual era algo que me costaba. La idea de recuperarme era casi imposible. 

Después de la tragedia, no veía a nadie, ni siquiera a un alma, durante semanas y semanas, permaneciendo sola. Me quitaba el pijama, lo tiraba al fuego y me ponía otro. Mi cabello se enredaba tanto por no cepillarlo, que durante el duelo me lo corté por completo.

Comparto esto porque vivimos en un mundo que sufre y ya no me avergüenzo de que algo me haya herido profundamente. Creo que si hablas con el corazón, el corazón de los demás responderá. Por muy oscura que sea mi historia, hablo con el corazón, por mi vida y por la de otros que han sufrido lo mismo.

No me avergüenza decirte que pasé casi diez años completamente sola, y todavía me duele escribirlo. Me lo debo a mí misma, me siento obligada a explicar lo difícil que fue recuperarme y a revelarlo por fin. Espero que te reconforte y te ayude a sentirte menos avergonzada si te sientes sola.

Después de la violación y el secuestro, tuve varias experiencias románticas, y cada una me hacía una bomba de amor, queriendo a la persona de la portada del álbum, mientras yo solo era una persona herida. Fue inútil.

Quizás te preguntes dónde estaba mi familia. Quienes querían ayudar estaban demasiado lejos. El costo de esconderme durante esta última década también significó que me alejé de todos. Lo que sucedió no solo fue una traición a mí, a mi vida, una violencia que casi me mata, sino que también les robó mucho a otras personas. Simplemente no fui la misma persona durante tanto tiempo. Una violación es como un asesinato en vida: estás viva, pero muerta. Solo puedo decir que me llevó muchísimo tiempo, a veces interminable, recuperar lo que me había roto.

Esto puede que les toque la fibra sensible, porque sé que están todos aislados en este momento. Debería explicarles cómo sobreviví a ese aislamiento más adelante.

Te lo prometo, conozco un dolor profundo, y no puedo dejar que nuble mi vida. Ahora estoy en todo mi ser. Pero no quiero tu compasión. Te cuento todo esto para sacar a la luz mis heridas, donde la oscuridad ya no pueda retenerme. No te estaría contando mis experiencias si no conociera la verdadera sanación.

No me siento orgulloso de mi historia, lamenté deseando que me hubieran tocado otras cartas, pero sucedió y lo he aceptado.

Me costó mucho hablar porque, tras ser violada y mantenida cautiva, huí. Me mudé cinco veces en los tres años siguientes, sin sentirme nunca a salvo del violador; estuve huyendo durante mucho tiempo. Encontré un lugar donde vivir, la quinta casa; no estaba tan confinada como las otras casas, donde lloré en silencio, en casas adosadas o apartamentos. En este lugar pasaría años en soledad para encontrar la estabilidad y recuperarme; había dejado de huir y de mudarme. Sentí que no podía encontrarme en la quinta casa; me sentía segura. Ahora me siento segura.

Cuando ocurrió la prueba, me desestabilizó profundamente; me llevó años y años, unas 90.000 horas. A veces no sabía cómo superarlo; era duro y casi imposible. Pero llegué aquí, y tú también lo harás. ¡Aleluya!

Regresé a Gales hace poco, me detuve a mirar el mar y sentí que una parte de mí respiraba de nuevo; me había distanciado de todo. Entonces, el catalizador que mencioné, que me dijeran que «la mayoría de los hombres huirían a toda velocidad», me hizo afrontar el miedo de que no afectara mi vida romántica. Irónicamente, la violación no es solo una agresión, es una lesión cerebral... y aunque a veces todavía me asuste, no tiene nada que ver con el amor.

Finalmente, comprender que lo que me hirió se convertirá en lo que me sane. Enfrenté una experiencia profundamente inhumana; solo la humanidad puede sanarla.

Se sabe que el ostracismo y el aislamiento son una forma de tortura. Si alguien me hubiera dicho que compartiría mis momentos de aislamiento con una nación aislada, jamás lo habría creído.

Sin embargo, lo que sí puedo compartir en este momento, durante esta experiencia compartida, es la ciencia. La corteza cingulada anterior dorsal del cerebro, que registra el dolor físico, se activa cuando estamos aislados.

Conocer la ciencia de la mente te permite gestionarla. Y el aislamiento es un pequeño precio a pagar por salvar vidas, por lo que debemos ser fuertes ante él. Esto exige que todos, como uno, actuemos por los demás; la atención plena nunca ha sido tan vital como ahora.

Si estás leyendo esto y estás triste, te animo a que… para conocer el dolor, primero debes saber amar. Solo la ausencia de amor causa dolor. Así que, ve a buscarlo. Busca el amor en todo, incluso en una taza de té.

Ser agradecido también tiene su propia ciencia. Las investigaciones demuestran que la gratitud puede sanar tu cuerpo, tu mente y a quienes agradeces. Así que, agradecer por lo que tienes y por las acciones altruistas de los demás en estos momentos te eleva a ti y a ellos.

Y hablando de comunidad y consideración humana, algunos de ustedes me ayudaron muchísimo al escribir comentarios debajo de la declaración original que escribí. Pusieron "no tengan miedo de correr a refugiarse", otro dijo "respiren, solo respiren", ya que estaba preocupado por lo que había hecho, cuando salió tan rápido en las noticias, ya que algunas noches no podía dormir.

Uno de ustedes escribió: "Siento que siempre estarás protegido desde aquí". Estuve de acuerdo, sabía a qué te referías. Afronté la mayor lección de mi vida al hablar.

Antes de la crisis actual, la gente me ofreció sus casas, la posibilidad de ir a comer con ellos, sus números de teléfono y sus historias personales. Ha sido muy íntimo escuchar esos comentarios, los que la gente escribió y los leyó. Y esto es lo que define el poder de las personas, la bondad y la humanidad. No esperaba una reacción tan intensa como la que vi. Gracias. No hablé para buscar amigos, pero la bondad fue una experiencia emotiva para mí.

También recibí mensajes de otras personas que sufrieron abusos sexuales y violaciones, de todas las edades, razas, lugares y géneros. Quiero que sepan que los vi y los leí. Leí cada palabra, y su historia sigue viva en mí.

Si vieron los mensajes que he recibido en Instagram de jóvenes violados, mujeres cuyos casos fueron aplazados, vidas robadas por la violencia. Un joven dijo: «Nunca podré liberarme como tú» (de la violación). No puede caminar por las calles de su casa, con miedo. Es un arma de guerra. Espero que ellos también encuentren la manera de liberarse a su manera, como yo la encuentro.

Si alguien es cínico sobre lo que hago, por favor, no lo sea. No tengo control sobre el destino de mis palabras. Hablo como ser humano, desde un pueblo remoto, con vistas al mar, en medio de la nada. Esto no es para mí un espectáculo de fuegos artificiales ni champán. Nadie que revele semejante herida se siente eufórico, solo en paz.

Y entonces, ¿qué hay de la música de aquí? Quizás te preguntes. Cuando canto, me siento como un pájaro. Pero no se trata de eso directamente. Hago esto para liberarme, para que todo mi ser se libere. Lo que sigue está por verse.

Tampoco haré más declaraciones inesperadas sobre esto. Aunque ha sido liberador finalmente hablar y cantar, aunque sea en la radio, ahora volveré a la tranquilidad. Agradezco a Jo Whiley por permitirme compartir una canción en la radio, en estos momentos. Significó mucho para mí.

Sin embargo, sé que me debo a mí mismo publicar un trabajo algún día, aunque dudo mucho que vuelva a ser la persona que la gente conoció. Mi música se medirá por su calidad, y esta historia será algo que viví, no algo que me describa.

Y en cuanto a ti… Dicen que nada que valga la pena se logra sin sacrificio, pero tus acciones personales, tu decisión y tu compromiso están marcando la diferencia ahora. Al unirnos, vemos resultados, y hay muchísima esperanza que sacar de ello.

Y realmente no sé qué me depara el futuro. Me gustaría experimentarme como soy realmente, por primera vez, en privado. Sentir una paz que, hasta ahora, solo he sentido a medias.

Me pregunto ahora, mientras escribo esto… ¿qué me hace sentir más bella, más esperanzada y más en paz? Así que, si de verdad pulso "ENVIAR" y publico esto, espero que me traiga la sonrisa en los ojos, la luz en mi vida, que ha estado ausente durante tanto tiempo.

Ya puedo dejar atrás esta década. Donde pertenece el pasado. Espero que no haya más preguntas de "¿qué pasó con Duffy?", ahora lo sabes... y soy libre.

https://www.duffywords.com/

Del artículo: https://elpais.com/icon/2025-02-10/el-caso-lily-amy-florence-y-duffy-que-paso-con-una-generacion-de-cantantes-que-parece-maldita.html

El caso Lily, Amy, Florence y Duffy: qué pasó con una generación de cantantes que parece maldita

El caso Lily, Amy, Florence y Duffy: qué pasó con una generación de cantantes que parece maldita

Todas surgieron en los primeros años del siglo XXI en Inglaterra y gozaron de ventas y premios, pero sus destinos han demostrado que tras su talento y éxito también subyacían los demonios que la industria musical había ignorado durante demasiado tiempo

Lily Allen, Duffy, Amy Winehouse and Florence Welsh
GETTY IMAGES / PEPA ORTIZ (COLLAGE)

A comienzos de año, la cantante y actriz Lily Allen (Londres, 39 años) anunciaba que se iba a retirar de la vida pública -en este caso, del exitoso podcast Miss Me?, que presentaba en la BBC junto a su amiga Miquita Oliver– por problemas de depresión. “Me resulta difícil interesarme por algo. Realmente no estoy en un buen momento. Sé que he estado hablando de esto durante meses, pero me encuentro en una espiral, y siento que todo se me ha ido de las manos”, declaraba la artista en su última intervención en el programa. Añadía que había sufrido ataques de pánico que le habían llevado a cancelar sus compromisos sociales y también hacía especial hincapié en el escrutinio a la que se la había sometido a nivel mediático y de redes sociales, tanto por los comentarios sobre su presunta crisis matrimonial como relativos a su consumo de alcohol y drogas.

No es la primera vez que Lily Rose Beatrice Allen anuncia una retirada temporal. La artista tiene un largo historial previo de adicciones y diagnósticos de problemas relativos a salud mental. Hablamos de una de las artistas de mayor éxito en el pop británico de este siglo. En 2005 colgó sus primeras maquetas en Myspace y un año después llegó al número 1 en su país con la canción Smile, convirtiéndose automáticamente en una artista súperventas, premiada, respetada por la crítica y reconocida celebridad. Allen publicó cuatro álbumes entre 2006 y 2018 pero, desde entonces, se ha visto incapaz de volver a hacer música pese a anunciar en varias ocasiones que estaba a punto de grabar un nuevo disco. La última fue hace un año, cuando, en respuesta a comentarios de fans en la red social X, anunció que tenía unas 50 canciones compuestas y que pronto podrían escuchar algo nuevo.

Una generación bisagra en el pop británico

El de Lily Allen se ha interpretado generalmente como un caso individual y muy concreto pero, en realidad, no lo es. Cuando publicó su segundo álbum, It’s Not Me, It’s You, en 2009, con aún mayor éxito que su disco de debut, se habló de ella como punta de lanza de una nueva generación de solistas femeninas que iba a hacer historia en el pop británico. Lily era la continuadora de la senda abierta por Amy Winehouse (dos años mayor, y cuyos dos únicos álbumes se habían publicado en 2003 y 2006) y, aquel 2009, fue jaleado por los medios británicos como “el año de las mujeres”, especialmente después de que cinco de ellas apareciesen entre los doce finalistas al Premio Mercury. Lo ganó una chica que no llegó a despuntar, Speech Debelle, quien se impuso a Florence & The Machine, Bat For Lashes, La Roux y Lisa Hannigan. Un año antes, habían sido Adele y Laura Marling quienes habían optado al galardón.

Amy Winehouse
Amy Winehouse en el festival Lollapalooza en 2007 (Chicago, Illinois).JASON SQUIRES (WIREIMAGE/GETTY)

Hay un factor común entre prácticamente todas las cantantes británicas de éxito de esa generación. Tanto Amy Winehouse y Lilly Allen como Duffy (nacida en 1984), Florence Welch (86), Adele y Jessie J (88) y Laura Marling (90) no han podido disfrutar plenamente de sus triunfos artísticos y, en algún momento de su carrera, han sufrido problemas más o menos serios de salud mental. El caso más trágico es el de Amy Winehouse, quien falleció en 2011 y, en cierto modo, pudo ser lo que puso en alerta a sus compañeras de profesión y hacerlas reflexionar sobre la necesidad de parar en algún momento y hacer que la salud mental formase parte de la conversación pública en un tiempo en que aquello no estaba tan extendido como en la actualidad.

“Las artistas jóvenes tienen ya mucha más conciencia de eso, ahora hay un movimiento donde el autocuidado, el ir a terapia y el tener vidas sanas sí que se está fomentando y está bien visto”, apunta Rosana Corbacho, psicóloga especializada en la industria musical. “Las cantantes de esa generación no tenían eso y siento que sí fueron las pioneras, pero también a raíz de ver cómo caían las que estaban a su alrededor. Entonces no se solía hablar tanto de la salud mental de un artista que tiene una depresión, solo se hacía en el caso de suicidios, adicciones y cosas ya muy llamativas”.

Lilly Allen
Lilly Allen en la gala de los premios Elle Style en Londres en 2014.ANTHONY HARVEY (GETTY IMAGES)

Adele fue una de las primeras estrellas que se abrió a hablar en público de ello y muchos de sus seguidores interpretan que su éxito Rolling In The Deep está inspirado en las depresiones por las que ella ha pasado. También Laura Marling llegó a confesar que dejó temporalmente la música y se hizo monitora de yoga cuando estaba en la cima del éxito por sufrir de depresión.

Contra el mito pernicioso del artista torturado

¿Qué parte de la mitificación y canonización de Amy Winehouse se debe a las trágicas circunstancias de su muerte, a los 27 años? Y, teniendo en cuenta que ella no lo pudo disfrutar, ¿quién se benefició más de esa adoración? En su libro Giras y salud mental. Manual de la industria musical (Liburuak, 2024), la psicoterapeuta británica Tamsin Embleton escribía: “Nuestra comprensión y respuesta a la depresión está determinada, en parte, por el discurso cultural. La vemos simbolizada en el arte o en las trágicas historias de quienes han perecido en las garras de esta aflicción potencialmente fatal. También se encuentra en el mito del artista torturado o el ficticio club de los 27 que romantiza el sufrimiento y promueve la falacia de que ese es un requisito previo para hacer arte. Estos conceptos erróneos distraen de la cruda realidad de que muchas de esas personas murieron como resultado de problemas de salud mental a los que habrían podido responder bien si fueran tratados”.

A la segunda pregunta responde Pablo Garnelo, psicólogo y músico (fue bajista del grupo Biznaga) que también escribe en publicaciones musicales como Ruta 66“La industria del espectáculo, donde el reconocimiento y la validación son señales de éxito, se convierte en un calmante temporal, una experiencia que tiende a ocultar a la persona que hay tras el personaje que el público ve en un concierto. Esta constante búsqueda de aprobación externa convierte al artista en víctima y esclavo de un perverso sistema que mercantiliza el sufrimiento psicológico y lo vende como algo innovador y vanguardista, beneficiando al empresario y no al artista”.

Florence Welch
Florence Welch, de Florence and the Machine, en la semana de la moda de Milán en febrero de 2023.VITTORIO ZUNINO CELOTTO (GETTY IMAGES FOR GUCCI)

Según Garnelo, “somos testigos de cómo la industria especula con los malestares y la frustración de la población, donde lo que no es rentable se penaliza y la romantización del artista maldito ha pasado a ser un elemento más de una rueda que no cesa de girar buscando optimizar el beneficio neto del espectáculo, cada vez en manos de menos personas. En la industria del ocio, que hoy en día fagocita hasta los discursos políticos, todo vale mientras se vendan entradas”.

Florence Welch –quien, en 2009, vio como su primer álbum como Florence & The Machine, Lungs, se alzaba con el número 1 en ventas en su país y obtenía un Premio Brit, y cuyo éxito no ha decaído desde entonces– ha declarado en varias entrevistas cómo ha sufrido de ansiedad, alcoholismo, desórdenes alimenticios y estrés postraumático, y es una artista manifiestamente crítica contra esa glamurización del sufrimiento. “Conseguí tener éxito a pesar de mis demonios, no gracias a ellos”, declaró en 2019 a la revista Vogue.

¿Es diferente para las chicas?

“Los estudios indican que la incidencia de salud mental inestable es notablemente más alta entre los músicos que en la población general. Un popular estudio de 2017 de Help Musicians UK realizado por Gross y Musgrave reveló que el 71,1% de los intérpretes informaron de casos de ansiedad y/o ataques de pánico, y el 68,5% experimentó incidencias de depresión. Gross y Musgrave escribieron que hacer música es terapéutico, pero hacer carrera en la música es destructivo”, escribe Tamsin Embleton en su libro.

“Las adicciones y trastornos de comportamiento, muy comunes en estos casos, suelen ser la punta del iceberg de otras situaciones más complejas, que abarcan situaciones de acoso y rechazo, de ausencias y desatenciones en la primera infancia y en la edad adulta. La industria expone y agrava ciertas fragilidades y vulnerabilidades individuales”, explica Pablo Garnelo. Lily Allen y Florence Welch se iniciaron en la música llevando cargas de ese tipo en sus mochilas personales, pero hay otros muchos factores que se dan con más frecuencia en las mujeres que en los varones, como los asociados al físico y al escrutinio externo o la depresión postparto, por la que pasaron tanto Lily Allen como Adele. En cuanto a Jessie J, la cantante afirmaba el pasado verano que el tener a su primer hijo había expuesto sus trastornos obsesivo-compulsivo y de déficit de atención por hiperactividad de un modo mucho más notorio. Allen, además, se enganchó a un medicamento, el Adderall, que se receta a los pacientes con TDAH, durante una gira como telonera de Miley Cyrus porque le permitía estar delgada. En aquel momento notaba que se juzgaba su imagen en comparación a la hipersexualizada intérprete de Wrecking Ball.

Tamsin Embleton explica a ICON, vía email, que “existe un énfasis permanente en que las mujeres que trabajan en el mundo del espectáculo deben permanecer jóvenes, delgadas, sexualmente atractivas y disponibles. La belleza se mercantiliza y, a veces, se equipara con la virtud moral. Esto aumenta la presión para ajustarse a los ideales de belleza y promueve la autoconciencia”. Para la psicóloga, fundadora de la asociación Music Industry Therapists Collective, “las imágenes de las mujeres se examinan en busca de defectos en un grado que los hombres no experimentan. Cuando una se enfrenta constantemente a las opiniones de otras personas, puede distorsionar su sentido de sí misma y conducir a una crisis de identidad, y los trastornos alimentarios pueden darle un medio para controlar un aspecto de su vida cuando el resto puede sentirlo fuera de control”.

Rosana Carbacho, quien ha trabajado en Inglaterra muchos años, remarca la peculiaridad de ese país y su ecosistema mediático, en el que las estrellas del pop están muy presentes. “Ahí hay mucha exigencia y exposición como figuras públicas”, y recuerda la moda del heroin chic, “que valoraba el estar muy delgada, y tenía mucha difusión a nivel de prensa. Era algo muy negativo para la salud, pero no para la publicidad y los sellos discográficos”.

El terrible caso de Duffy

Aimée Ann Duffy, artísticamente conocida como Duffy, fue otra de las más exitosas cantantes de esa era. Su debut, Rockferry, fue el álbum más vendido del año 2008 en Reino Unido, Suecia y Dinamarca, número uno en seis países y merecedor de tres premios Brit y un Grammy. No revalidó aquel éxito con su sucesor, Endlessly, en 2010, del que solo extrajo un single para después desaparecer misteriosamente de la vida pública. En 2020, reveló en su cuenta de Instagram y, posteriormente, en una larga carta abierta en su página web, que el motivo de su prolongada ausencia había sido realmente terrible: mientras celebraba su cumpleaños, había sido drogada y secuestrada, drogada de nuevo en su casa durante cuatro semanas, recluida en un hotel en un país extranjero y violada repetidamente por una misma persona durante un largo período de tiempo. Nunca reveló la identidad del agresor ni acudió a la policía, aduciendo que había sido amenazada de muerte en caso de que lo hiciera. Tras el suceso, la cantante dice que estuvo diez años completamente sola, llegó a especular con el suicidio, pero, afortunadamente, optó por el tratamiento psicológico.

Duffy
La cantante Duffy fotografiada en Londres en 2008.DAVID CORIO (GETTY IMAGES)

Puede ser un suceso aislado (y francamente inquietante por el misterio que lo rodea), pero también de ahí se podría extraer un relato social. Lily Allen, por ejemplo, sufrió problemas con un acosador, que comenzó abordándola por Twitter y terminó intentando entrar en su casa y amenazándola de muerte. Pablo Garnelo cita estos datos del estudio 2024 Be The Change por la equidad de género: tres de cada cinco mujeres en la industria musical han sufrido acoso sexual y una de cada cinco, agresión sexual. La cultura del silencio reina en la industria, donde el 70% de las mujeres que sufren estas situaciones no las denuncian por miedo a represalias o por no ser tenidas en cuenta. El 56% de ellas dicen que sus denuncias fueron ignoradas o ninguneadas y el 38% que las pusieron en una lista negra.

Tamsin Embleton afirma que, en el Reino Unido, entre la población general, el 78% de víctimas de acoso son mujeres y el 87% de agresores son varones. Y ofrece las siguientes explicaciones: “La fama y la riqueza pondrían a alguien en mayor riesgo de ser acosada o secuestrada, ya sea porque se vuelva más atractiva debido a su estatus o más valiosa para el rescate debido a su fama y riqueza. Las mujeres en la industria también pueden sufrir otros factores estresantes que sus homólogos masculinos tienen menos probabilidades de vivir, como grooming, acoso sexual o relaciones que incluyen características de control coercitivo o explotación. La fama aumenta el riesgo de atención no deseada e intrusiva, como interacciones intensas y no solicitadas con los fans A través de las redes sociales, hemos hecho que los artistas sean mucho más accesibles para los fanáticos, brindándoles información nunca antes vista sobre la vida personal del artista. Los equipos a menudo alientan a los artistas a publicar regularmente y compartir aspectos de su vida privada. Esto puede intensificar las relaciones parasociales, que son intensas y unilaterales, impulsadas por la fantasía de una persona sobre quién es o podría ser el artista para ella. Los fans pueden sentirse muy involucrados en la vida de los artistas, e incluso pueden sentirse con derecho a comentar sobre las elecciones que hace el famoso”.

Rosana Corbacho ahonda en otro tema, el de la toxicidad y las relaciones de poder sexual dentro de la industria: “A veces traemos ya un trauma de casa y vamos buscando protección pero, en los equipos con los que trabajamos, nos encontramos con más violencia. El problema añadido con el pop y con las giras gigantes es que no te queda mucho espacio para la vida normal o para tener relaciones con tus amigas del colegio, la familia o tu pareja de toda la vida. Eso te protegería de la locura de ser un producto, y yo creo que algo que tienen en común todas las mujeres que hemos mencionado es que han sido muy productos”, concluye. Y deja espacio para que los demás extraigamos nuestras propias conclusiones.

https://elpais.com/icon/2025-02-10/el-caso-lily-amy-florence-y-duffy-que-paso-con-una-generacion-de-cantantes-que-parece-maldita.html