Sergio Aguirre vuelve al terror con
un relato de brujas en La señora Pinkerton ha desaparecido, que será publicada
en marzo del 2013. Aquí cuenta cómo la escribió y de qué va esta historia sobre
una mujer que, según asegura la protagonista, “es una bruja verdadera”.
Hay una reunión de escritores. De
agentes culturales. De gente más o menos relacionada con la literatura. La conversación
en todos los grupos aparenta una intensidad impostada, como si todos estuvieran
haciendo un gran esfuerzo por demostrar una cierta importancia para el sistema,
algo que los fija a sus copas con una dignidad de granaderos de baja estatura.
En algún lugar de la reunión la atmósfera parece diferente: un hombre de edad
indeterminable propone juegos, lanza despreocupadamente varias líneas posibles
para que alguna conversación no transite la recuperación del ego. Es Sergio
Aguirre y su risa no es contagiosa. O hay algo que el resto de los escritores
tiene que los vuelve inmunes a la diversión.
Desde que abandonó su profesión de
psicólogo para dedicarse a escribir novelas de intrigas, entusiasmado por el
éxito de su opera prima La venganza de la vaca -que lo incluyó
desde entonces en el catálogo internacional de la editorial Norma y en los
programas de estudio de los colegios de casi todo el continente-, Sergio es un
ave rara en la bandada de escritores cordobeses: a diferencia de cualquiera de
sus colegas, es un invitado perfecto para cualquier reunión que necesite
soltura, liviandad y música alegre. Si hay una conversación en marcha,
preferirá cortar en seco todo para pedir que alguien saque el jazz de fondo y
ponga algo “menos virtuoso” que le permita seguir el hilo de la charla. Si el
murmullo del evento cede al silencio, romperá el hielo proponiendo un juego. Si
no recibe apoyo inmediato esperará un instante: en cuestión de segundos otro
invitado dirá el título de alguna obra que haya leído o esté leyendo, Sergio
volverá entonces a la carga: “Eso, eso: títulos buenos de novelas malas”. Por
ejemplo.
En estos días la vida de Sergio (es
imposible aquí llamarlo sólo por su apellido: “Aguirre”. Sería hablar de otra
persona. De alguien que, por lo menos, no se divierte tanto) consiste en
repasar los detalles de su nueva novela, La señora Pinkerton ha
desaparecido. Sus lectores esperan por ella: el inolvidable final de El
hormiguero, su última novela publicada hasta la fecha, había dejado la
sensación de un artefacto perfecto, un dispositivo que llevaba el tono de la
novela juvenil a un territorio oscuro y estremecedor. Toda la obra de Sergio es
un poco así, pero no al modo habitual de los escritores de literatura juvenil
que se esfuerzan por demostrar que no hay diferencias entre esa y la “gran”
literatura. En La Venganza de la vaca, Los vecinos siempre
mueren en las novelas, El misterio de Crantock y El
Hormiguero, esa costura no se percibe. Si hay esfuerzo que no se note,
parece ser el lema de este escritor que ha encontrado un método festivo de
escritura.
¿Cómo es eso? Sergio tiene dos
asistentes. Las dos se llaman Lili. Las Lilis escriben mientras Sergio dicta.
Ellas opinan, claro. Él somete cada paso que da al juicio de esas otras cuatro
manos. Esto cierra, esto no. Esta palabra acá… ¿te parece? Esta otra… no
sé.
“Convertí la escritura en una
fiesta”, dice. “Es una alegría”. ¿Cómo no creerle? ¿Cómo no imaginar sesiones
de un relajado intercambio, conversaciones acerca de cuán british puede sonar
el apellido Pinkerton, qué cuota de extrañamiento le agrega eso a la
historia?
La historia. Paremos un poco: hay que
hablar de la historia deLa señora Pinkerton, un relato de terror que
comienza de un modo brutal, simple, imposible de dejar pasar: “¡Es una bruja!”,
le susurra la señora Pinkerton a su hijo. Es una bruja. Sergio habrá pasado un
buen tiempo confirmando que éste era el mejor comienzo: “Es una bruja… ¿cómo no
te va a interesar una historia que comienza así?”.
La historia ocurre en los suburbios
de Oxford: al igual que enEl Misterio de Crantock, el ambiente británico
ayuda a crear una atmósfera misteriosa, una distancia que le da permiso a que
pueda ocurrir algo fuera de lo común. Hay un gato con nombre de pintor y la
señora Pinkerton es bastante agria, engreída… “arrogante”. Sin embargo su hijo
la ve ahora desaliñada y aterrada: “Es una bruja verdadera”, le dice ella a
él.
La palabra “verdadera”, en la novela,
está en itálicas. Hay una correspondencia entre ese gesto técnico y el gesto
físico de Sergio cuando cuenta, oralmente, esta misma historia: Se curva un
poco, lleva la mano adelante con el codo hacia abajo y cierra el puño
lentamente, como si quisiera agarrar todos los vanos significados de la palabra
“verdadera”.
La señora Pinkerton es el resultado de una historia que iba a
terminar siendo un cuento, pero, con algunos cambios, dio para más. Hay etapas
en la vida de Sergio Aguirre en las que las ideas se amontonan hasta que una
sobrevive, por interés y por cierta certeza en la resolución (hay un relato que
no corrió la misma suerte: un cuento terrible que “se oscureció demasiado” y
quedó inconcluso).
¡Paremos un poco! La historia de La
señora Pinkerton: sí, desconfía de su vecina. La vecina es hermosa e imponente,
su hijo siente una extraña atracción hacia ella. La señora Pinkerton la conoce
de antes, “sabe” que es una bruja porque recuerda un verano, cuando hizo
desaparecer a Lucy Grey. Su hijo teme que la señora Pinkerton haya perdido la
razón. Pero de acuerdo al título… la señora Pinkerton… ha desaparecido.
La publicación de la novela está
prevista para marzo o abril de 2013. Yo ya sé cómo termina. Igual que las Lilis
y que otro grupo de privilegiados. Entre nosotros hay un código tácito, como si
fuera 2009 y se nos hubiera confiado un secreto como el final de Lost.
Lo que hay en la literatura de Sergio
Aguirre es una gran dosificación de la información para beneficio de la
intriga. Había un punto de El Hormiguero en el que la lectura
se transformaba en un acto físico, un nudo en el estómago hasta el final. La
señora Pinkerton empieza en ese punto. El desafío de Sergio parece
haber sido el de concentrar al máximo la anécdota, lograr un cuento que fuera
puro núcleo, una pequeña bomba no desactivable, cuyos cables llevan, todos, a
la explosión. No está permitido aquí hablar del final, aunque terminada la
novela uno sólo quiera hablar de eso. ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo es posible?
Acaso eso sea lo que mejor le sale a
Sergio Aguirre: dejarnos invadidos de preguntas divertidas, dejarnos en la
puerta de un juego mezcla de tren fantasma con campamento en una noche de
tormenta. Eso, y una insólita capacidad para transformar cualquier momento en
otra cosa. ¿En qué cosa? He ahí la cuestión.
Sergio Aguirre es escritor, autor de
las novelas La venganza de la vaca, Los vecinos siempre mueren en las novelas,
El misterio de Crantock y El hormiguero. En 2013 la editorial Norma-Kapeluz
publicará su nueva novela, La señora Pinkerton ha desaparecido. Sus obras
forman parte de los planes de estudio en las escuelas secundarias de varios
países de América Latina: una vez por año Sergio Aguirre viaja por esos países
para hablar sobre sus libros con los alumnos. Es uno de los autores más
importantes de las colecciones juveniles de Norma-Kapeluz, sello al que ingresó
tras ganar un accésit con su primera novela.
Preguntas y respuestas
-¿Cuál es el origen de “La señora
Pinkerton ha desaparecido”?
-La señora Pinkerton tiene varios
orígenes, por un lado una idea que tengo hace años de una escena donde una
persona normal, en un día normal, en su casa, desaparece. A partir de ahí
escribí algunas notas para una novela, que al final no escribí, y el tema
volvió a aparecer en un cuento que pensaba escribir el año pasado, y que este
año finalmente se transformó en la Sra. Pinkerton…
Por otra parte, este año y el
anterior estaba trabajando sobre una novela que no paraba de mutar y que me
tenía un poco abrumado. En junio, Liliana Moyano me regaló un libro ilustrado,
La ventana abierta, de Saki. Era una edición tan hermosa, con un texto tan
breve, que me dieron ganas de escribir algo así, una novela en este caso, breve
e ilustrada, tal vez para una colección de una franja de edad más chica que la
propuesta para El hormiguero. Y de las historias que tenía, La señora Pinkerton
ha desaparecido era la qué más me entusiasmaba y que podía adecuarse a la idea
de un libro ilustrado.
Me pareció una buena idea escribirla
como un paréntesis, para ver si tomando distancia salía del atolladero de la
otra, y finalmente resultó que fluyó como nunca, como si la hubiera estado
cocinando mucho tiempo. Bueno, a lo mejor fue así.
Hacía mucho que tenía ganas de
escribir algo sobre brujas. Hace un par de años comencé un cuento que se
llamaba “La casa embrujada”, un cuento que presentaba un misterio y no tenía
solución, y también hice notas para otra novela que se llamaba “La casa
embrujada” (Como verás, me encanta ese título!), que tenía un estructura que me
gustaba mucho, pero la historia no terminó de entusiasmarme.
Por otra parte, La señora Pinkerton
también es una especie de homenaje a Roald Dahl y a Rod Serling, cuyas
historias siempre me gustaron. Serling aparece en un momento de la novela, como
un médico, preguntando lo mismo que se preguntaba, y respondía, al comienzo de
su programa La Dimensión desconocida: ¿Que no es posible..?
-¿Cuál es tu situación ideal de
escritura?
-En las primeras novelas mi situación
ideal era a la noche, durante la madrugada. Pero cuando escribía Crantock
sucedió algo raro. Empezaba a dar vueltas, y vueltas, y se me iba la noche y no
me sentaba a escribir. Yo me distraigo con todo y, sin ahondar, doy muchas
vueltas. Un día, hablando de este “síntoma” mío, Liliana Macchione, una amiga
de toda la vida, me propuso ir a casa, sentarse a la máquina para que le dicte,
y ver qué pasaba. ¡Y lo que pasó es que me puso a trabajar! No tenía más
remedio que concentrarme y darle. Mi amiga estaba dándome su tiempo y su
presencia y tenía que estar a la altura de las circunstancias. Después, como
funcionó, “formalizamos”, y con ella hice El hormiguero. Por eso, te diría,
ahora mi situación ideal ha cambiado, y es más plástica, porque puede ser de
noche, de día… Con la Sra Pinkerton Liliana Moyano se incorporó al
equipo, con lo cual, te diría, mi situación ideal de escritura ahora es “cuando
llegan las chicas”.
-¿Qué ventajas le encontrás al hecho
de escribir con un asistente?
La primera ventaja, en mi caso, es
que me puedo concentrar inmediatamente y puedo seguir hasta que decidimos tomar
un descanso y regresar a la novela sin ningún problema. Solo se me
transformaría en una carrera de obstáculos. Que me dan ganas de ver una
película antes, un capítulo de una serie, y ya que estoy el que sigue, que un
tema, los cafés sucesivos, etc.
No sé cómo será en otros casos, pero
en el mío trabajé con dos amigas muy queridas con quienes tengo una relación de
años, o sea que es trabajar en compañía de alguien de la casa. Eso significa un
clima de intimidad y libertad que hace que todo fluya, que sea divertido. Por ejemplo,
si un párrafo hace ruido y hace ruido, y es difícil arreglarlo, si es un
problema sólo mío es un garrón. Yo a lo mejor me quedaría clavado ahí, amargado
con el párrafo. En cambio con otro, bueno, se sigue, ya se arreglará, pasamos a
otra cosa.
-La editorial es la que decide, pero
¿a qué franja de lectores atribuirías tu nueva novela?
-Mi idea inicial era la de un lector
más temprano que el de las otras, también porque quería dibujos, pero a poco de
comenzar ya empecé a dudar de eso. La novela crecía y adquiría cierta
complejidad que la alejaba, como después se confirmó, de la colección a la que
estaba destinada originalmente. Por lo demás, es como mis otras novelas, apta
para todo público.
-¿Cuál sería una situación ideal de
lectura para tu nueva novela?
-La situación ideal dependerá de cada
lector, pero la novela transcurre durante una tormenta, una tarde. A lo mejor,
si uno ve nubarrones…
Esta entrevista fue publicada el
jueves 27 de diciembre de 2012 en Ciudad X, la revista cultural de La Voz del
Interior.
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