sábado, 30 de enero de 2010
Beatríz Sarlo, una mirada a nuestro alrededor
Por Alejandro Grimoldi, para Revista G7, 28/01/2010
Es una de las intelectuales más reconocidas de Argentina. Publicó más de diez libros, dictó clases en las más prestigiosas universidades de Argentina y del extranjero y dirigió la influyente revista cultural "Punto de Vista". Aquí, un repaso por las ideas de una pensadora del presente.
Beatríz Sarlo, una mirada a nuestro alrededor(Foto: Nora Lezano)
Foto: Nora Lezano
La figura del "intelectual" puede resultar algo antipática. El término suele usarse para designar a alguien que, de alguna manera, parece erigirse como un titular exclusivo del pensamiento, como una voz autorizada que se pronuncia sobre un coro de voces menos cultas o menos lúcidas. Por fortuna, aunque asume su estatus de intelectual, Beatriz Sarlo le quita al término toda la carga solemne que suele acompañarlo y que tanto disfrutan algunos de sus colegas. "Los intelectuales sólo son personas que dedican mucho tiempo a pensar y a trabajar con ideas", define.
En su carrera, Sarlo ha publicado más de una decena de libros, ha dictado cursos en prestigiosas universidades de Argentina y de otros países y ha recibido diversos premios. Desde hace años, además, escribe columnas de opinión en los principales diarios argentinos y distintos medios de comunicación la convocan para analizar la actualidad nacional. Es que ella se interesa por lo que la rodea. "Los intelectuales cumplimos un mandato de la sociedad", asegura. "Por lo tanto, tenemos la responsabilidad de entender bien lo que sucede a nuestro alrededor".
Tal vez por eso, muchos pensadores que surgen del mundo académico terminan participando de los diversos debates públicos que tienen lugar en los medios de comunicación. Ella, sin embargo, se destaca en ese conjunto. Primero, porque fue una mujer pionera en un campo donde había un claro predominio masculino, con figuras que van desde Tomás Abraham hasta Horacio González. Segundo, porque no siguió el mismo camino que otros académicos: si bien terminó la carrera de Letras (alguna vez confesó haber sido una mala estudiante), pasó mucho tiempo antes de que ingresara en la universidad como docente. Cuando lo hizo, ya era directora de la revista Punto de Vista (el año pasado se editó el último número, luego de tres décadas de historia), había escrito algunos libros y, además, cargaba con una historia signada por la militancia política.
¿Cómo fue su regreso a la Universidad de Buenos Aires?
Volví a la universidad recién en 1984. Antes, me había dedicado a militar en un partido político de izquierda y me ganaba la vida en el mercado editorial. Pasé más de veinte años haciendo todos los trabajos que se pueden hacer en ese rubro. Así me gané la vida, aunque muy malamente, en la dictadura militar. Por otro lado, siempre quise ingresar en la universidad como profesora, pero no pensaba ese espacio como un lugar de llegada definitivo. Había pasado los años fundamentales de mi vida (desde los 25 hasta los 40) fuera de la universidad. Si bien quería ser titular de una cátedra de Literatura Argentina, sabía que nunca iba a estar del todo cómoda haciendo sólo eso. Por mi historia, compuesta de demasiadas piezas y remiendos, ese lugar no se adaptaba a mí.
¿En qué momento decidió alejarse de la universidad y empezar a trabajar más en los medios?
En 2003. Estaba en Berlín escribiendo Tiempo pasado, hice un repaso de mi carrera y caí en la cuenta de que había pasado veinte años al frente de la cátedra. Pensé: "Esto es demasiado para mí, tengo que dejarlo ya". Cuando volví a Buenos Aires, anuncié que me iba. Creo que me quedé mucho tiempo en la facultad; hubiese sido mejor estar sólo quince años. En los últimos cinco años me distraje. Cuando dejé la universidad, empezó a crecer la relación que tenía con los medios. Desde la aparición de Página 12, en el '87, yo colaboraba en medios de comunicación. En parte, eso se debe a un gusto personal: me gusta la escritura rápida.
¿Con qué objetivo un intelectual empieza a escribir en medios masivos?
Los intelectuales se vuelcan a la esfera pública principalmente para mejorar el nivel de los debates, para que surjan ideas más complejas, que no aparecen en las discusiones más espontáneas. Los medios de comunicación escritos sufrieron cambios impresionantes en los últimos 20 años. Hoy en día, los medios audiovisuales también se encargan de difundir noticias y los diarios y las revistas se ven obligados a ofrecer un plus que los diferencie. Entonces, convocan a intelectuales para que escriban artículos de reflexión y comentarios sobre las noticias.
¿Qué lugar ocupan los periodistas en ese escenario? ¿Son voces autorizadas como para juzgar la palabra de los intelectuales?
Entre los periodistas hay personas que se sienten competentes para juzgar la opinión de los intelectuales. Hay periodistas muy incisivos que no sólo dan el pie para que uno opine, también buscan un encuentro más dialógico. Por otra parte, si uno analiza las intervenciones de los lectores en los sitios web de los diarios, vemos que el intelectual es una figura completamente devaluada. Los lectores no le otorgan más credibilidad que a cualquier otra persona. Estamos en un momento en el que la figura del intelectual tiene una enorme presencia, pero no es muy respetada.
¿Por qué cree que es una de las pocas mujeres entre los intelectuales de mayor exposición pública?
La verdad, nunca lo había pensado de ese modo. Soy bastante renuente o distraída para pensar estas cuestiones en términos de género. De todos modos, tengo la sensación -quizá esto sea muy políticamente incorrecto- de que ser mujer fue una ventaja más que un obstáculo. En la década del '60, cuando empecé mi formación, las mujeres que se involucraban en la política y en los debates ideológicos representaban una novedad cultural muy fuerte. Eso me favoreció más de lo que me perjudicó.
Beatríz Sarlo, una mirada a nuestro alrededor(Foto: Nora Lezano)
Foto: Nora Lezano
NI UN MINUTO DE NOSTALGIA
La década del '60 estuvo inexorablemente signada por el resurgimiento de las utopías luego de la Segunda Guerra Mundial. Para muchos, los nuevos horizontes de la política estaban en los gobiernos socialistas de Cuba y China. "Cuba fue una pasión de juventud para muchos. En mi caso, lo fue China. Puede resultar extraño porque lo que estaba sucediendo ahí era más inaccesible, más incognoscible. Uno podía tener una idea más acabada de lo que pasaba en Cuba", comenta Sarlo.
La tónica que domina en la actualidad el pensamiento político de Sarlo se asentó recién luego del golpe militar de 1976, cuando debió enfrentar el fracaso de sus ilusiones. A partir de ese momento, su posición y sus expectativas políticas se reacomodaron de acuerdo con lo que ella considera una mirada más concreta y realista. "Si uno no se ocupa de examinar y desmontar las pasiones de juventud, carga con el peso de una promesa que no se cumplió cuando tenía 20 años ni cuando tenía 30 ni cuando tenía 40 y, sin embargo, subsiste como algo posible".
Su última incursión en el mundo de la militancia política tuvo lugar hace poco más de una década, con el Frepaso (Frente País Solidario) [dirigido por Chacho Álvarez], una experiencia de la que asegura haber aprendido muchísimo y de la que no se arrepiente. Hoy afirma: "Si hubiera un político -digo político porque parece difícil hablar de partidos- que me convocara para discutir valores e ideas, aceptaría".
Muchos de sus colegas no están de acuerdo con el viraje que sufrió su posición ideológica.
Efectivamente. En el caso de los intelectuales, me parece verdaderamente patético. La nostalgia puede ser justificada en términos psicológicos, pero es el peor criterio para juzgar la política, el arte y la vida cotidiana. En ese sentido, yo me salvo cultivando el principio opuesto: nostalgia cero, ni un minuto de nostalgia. Estamos en el presente y quizá dando un paso hacia el futuro. Esta consigna es elaborada sobre la base de un trabajo intelectual muy fuerte, una revisión teórica de aquellos principios que me habían guiado a fines de la década del '60 y en los '70. Durante los años de la dictadura militar, junto a personas como Carlos Altamirano, volví a leer los textos de la tradición marxista porque había que hacer un ajuste de cuentas con la consciencia filosófica anterior, como había dicho Marx. Ése era el único camino para volver a empezar y fundar un nuevo sistema de valores en la política.
¿Dónde se ubica en el mapa político actual?
Soy una persona de izquierda, por más que haya gente que me lo discuta. Creo que mi sensibilidad es de izquierda. Todo lo que he escrito está marcado por eso. Mi último libro, La ciudad vista, analiza una zona de la sociedad que me interesa particularmente, que es donde se desarrollan esas culturas que escapan a las hegemonías culturales. Además, me preocupan temas políticos como la construcción de una democracia de bases amplias, que en Argentina no es un tema del peronismo ni de la derecha, sino de la izquierda. También fijo la mirada en el carácter movilizador de la política, en los piquetes, en las marchas. Son fenómenos que observo con interés, casi con una identificación imaginaria. Por último, me interesa la extensión de los derechos, que toca temas que están ausentes hoy en el debate, como el aborto o los derechos de los homosexuales. No se puede ser de izquierda sin hacer una defensa de esos derechos.
http://entretenimiento.latam.msn.com/ar/argentina/articulo_g7.aspx?cp-documentid=23349086
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