domingo, 25 de junio de 2017

¿Traidora o chacha? Y tú… ¿cuál prefieres? Helena de Troya vs. Penélope de Ítaca

Hoy hablamos sobre la historia de dos famosas mujeres griegas: Penépole y Helena. 
Penélope y Telémaco. Fuente
Los mitos tienen, como todo lo interesante en esta vida, un componente extraordinario: el poder de resistir el paso del tiempo. Son una herencia colectiva y memorable, utilizados muchas veces con fines educativos. La historia de estas dos heroínas griegas, rescatadas del universo de Homero, supone un ejemplo de la parcialidad con la que se ha tratado la imagen de la mujer a lo largo de la historia, reduciendo la complejidad de nuestra condición a dos categorías: mujeres buenas o malas.
¿Creéis que estos criterios están superados? Las historias de Helena y Penélope mantienen todavía su influencia en nuestra sociedad, a juicio de algunos, tan evolucionada.
Nuestras heroínas tienen en común vairos rasgos que las unen. Primero el poder, las dos pertenecen a la casa real espartana. Segundo la belleza, cuentan con un séquito de pretendientes. Y tercero la maternidad, cada una tuvo un hijo con su marido: Hermíone, hija de Helena, y Telémaco de Penélope. Además eran primas por parte de padre. La relación entre ellas no es casual: mientras Helena representa el origen de la guerra de Troya y sus desgracias, la historia de Penélope pertenece, sobre todo, a la posguerra. Cada una simboliza un modelo de mujer: frente a la casta y fiel Penélope, encontramos una casquivana, traidora e infiel Helena.
Penélope de Ítaca: señora de su casa, aficionada a las mortajas y tejedora en paro
Penélope hilando. Fuente
Penélope es, sin ninguna duda, el modelo de mujer perfecta en la Antigüedad (y en no pocos foros actuales como foro coches): representa la tradición patriarcal de la mujer sumisa y obediente. Su aparición se produce cuando Odiseo, Ulises para los romanos y para algunos despistados, se casa con ella. Homero nos cuenta que no había pasado un año cuando Odiseo abandona su patria, Ítaca, de la que era rey, para ayudar a su amigo Menelao y participar en la Guerra de Troya. Tras la marcha de Odiseo, Penélope quedó como única dueña de los bienes de su marido. El palacio real fue asediado por numerosos pretendientes, los príncipes, que la acosaron para que eligiese a uno de ellos para desposarla, (no perdamos de vista que no les movía el amor ni la compasión: deseaban el trono de Ítaca). Cuenta el mito que Penélope se las ingenió para ganar tiempo, esperando aún el regreso de Odiseo. Es de sobra conocida la estratagema que urdió: afirmó que elegiría a uno de ellos en cuanto terminara de tejer una mortaja para su suegro, Laertes, (¡pobre hombre!, imagino el desasosiego cada vez que la veía acercarse al telar). Durante el día trabajaba en la tela, pero por la noche deshacía el trabajo.
Bien. Si analizamos la historia detenidamente, descubriremos algo sorprendente: Penélope demostró, además de una fina inteligencia, una capacidad de aguante extraordinaria, si tenemos en cuenta que el señor Odiseo pasó veinte años fuera de su casa, los diez que duró la guerra de Troya y otros diez que tardó en encontrar el camino de regreso. No era muy despierto parece, estaba por ahí de juerga, con Circe, por ejemplo…Existen, por tanto, otros aspectos más relevantes que la fidelidad: con independencia de que Penélope estuviera locamente enamorada de Odiseo, se mantuvo al frente de la casa real durante veinte años. Demostró su capacidad de gestión y administración, además de la defensa de unos bienes, que por derecho la pertenecían. Si Penélope hubiera cedido a las pretensiones de los príncipes, su hijo, Telémaco, se habría quedado para vestir santos.
Frente a este comportamiento ejemplar de paciencia y fidelidad durante la ausencia del marido, encontramos a Helena.
Helena de Troya: golfa, peleona y casquivana
Helena de Troya. Fuente
En primer lugar, se trataba de la mujer más hermosa, que es presentada como un trofeo: muchos pretendientes acudieron desde todas partes de Grecia, animados por la fama de su belleza y con la promesa del trono de Esparta. Tindareo, su padre, temiendo provocar una guerra entre los pretendientes, siguió un consejo de Odiseo: hizo jurar a los pretendientes que acudirían en auxilio del elegido, por si (en algún momento), Helena fuese seducida o raptada. Un tipo listo éste Odiseo, sabía que Helena no era para él, ya que los otros eran más ricos; y de paso se ganaba el favor del rey para que lo ayudara a obtener la mano de Penélope, la única mujer que podía competir en belleza con Helena. Por si a alguien le interesa, el elegido fue Menelao.
Y en segundo lugar, Helena es raptada, seducida o no, por Paris, un príncipe troyano. Cuando Menelao se entera, apela al “juramento de Tindareo”, por el cual, los antiguos pretendientes de Helena debían ayudar al marido ultrajado. Comienza así la guerra de Troya, (no vamos a entrar aquí en el dudoso origen de la guerra por una mujer, por aquello del marido despechado, los cuernos, los celos y demás), donde la figura de Helena pasa del Olimpo al Averno en cero coma. De ser considerada casi una diosa, paradigma de belleza, se convierte en prototipo de mujer adúltera y mujer objeto; una especie de Mata Hari de la Antigüedad.
¿Y quién puede creer que el origen de la guerra de Troya lo causara una mujer?
Los verdaderos motivos de la guerra son ajenos a Helena. Intereses como el enriquecimiento y la extensión del poder en Asia, la ambición, el afán de riquezas y la ubicación de Troya; en definitiva, razones económicas y geoestratégicas son las que llevan a los griegos a una guerra decidida por Agamenón mucho antes de que Helena fuera raptada. Ella será, pues, una simple excusa, el pretexto oficial.
Y tú, ¿de quién eres?
Presentadas nuestras heroínas, me reitero en el argumento: no pretendemos variar el significado del mito, evidencia que algunos esgrimen para desacreditar los estudios de género. Sin embargo, creo más que conveniente superar los estereotipos que representan estas mujeres e incidir en aquellas partes de la historia digamos… veladas, poco destacadas, suprimidas, ocultadas, silenciadas o pasadas por el arco del triunfo.
¿Todavía seguís pensando que los mitos forman parte del pasado?
La misma Historia, una mirada distinta; mirada de mujer, necesaria para contar nuestra Historia.

Bibliografía
  • Apolodoro, 1998, Biblioteca Mitológica, Alianza Editorial, Madrid. Traducción, introducción y notas de Julia García Moreno
  • Homero, 2000, La Odisea, Editorial Gredos, Madrid. Introducción de Carlos García Gual, traducción de José Manuel Pabón.
  • Butler, J., 2001, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Paidós, México.
  • Finley, M. I., 1961, El Mundo de Odiseo, Fondo de cultura económica, México D.F.
  • García Gual, C., 2003, Diccionario de mitos, Siglo XXI de España Editores, Madrid.
  • Pomeroy, S. B., 1987, Diosas, rameras, esposas y esclavas. Mujeres en la Antigüedad clásica, Akal, Madrid.

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