miércoles, 27 de septiembre de 2017
domingo, 24 de septiembre de 2017
Los Ríos Color Púrpura de Jean Christophe Grangé
Los Ríos Color Púrpura de Jean Christophe Grangé by Mónica on Scribd
https://www.scribd.com/document/359767571/Los-Rios-Color-Purpura-de-Jean-Christophe-Grange
Los Ríos De Color Púrpura
Título de la
edición original: Les Riviéres pourpres
Traducción del
francés: Pilar Giralt Gorina
A Virginia
Pierre Niémans, con
los dedos crispados en el aparato de radio, miraba más abajo hacia la multitud
que descendía por las rampas de cemento del Parque de los Príncipes. Millares
de cráneos enrojecidos, sombreros blancos y bufandas chillonas formaban una
cinta abigarrada y delirante. Una explosión de confeti. O una legión de
demonios alucinados. Y siempre las tres notas, lentas y obsesivas:
– ¡Ga-na-mos!
El policía, de pie
sobre el tejado de la escuela primaria que se hallaba frente al estadio, ordenó
maniobrar a las brigadas tercera y cuarta de las compañías de seguridad
republicanas. Los hombres de azul oscuro corrían bajo sus cascos negros,
protegidos por sus escudos de policarbonato. El método clásico. Doscientos
hombres en cada zona de puertas, y comandos «pantalla» encargados de evitar que
los partidarios de los dos equipos se cruzaran, se acercaran, se apercibieran
siquiera…
Esta tarde, para el
encuentro Zaragoza-Arsenal, final de la Recopa 96, único
partido del año en que se enfrentaban en París dos equipos no franceses, habían
sido movilizados más de mil cuatrocientos policías y gendarmes. Controles de
identidad, cacheos y vigilancia de los cuarenta mil seguidores venidos de los
dos países. El comisario principal Pierre Niémans era uno de los responsables
de estas maniobras. Este tipo de operaciones no se correspondía con sus
funciones habituales, pero el policía de cabellos al cepillo apreciaba estos
ejercicios. Eran vigilancia y enfrentamiento puros. Sin investigación ni
instrucción. En cierto modo, semejante gratuidad le descansaba. Y le encantaba
el aspecto militar de ese ejército en marcha.
Los seguidores ya
llegaban al primer nivel, se les podía distinguir entre la estructura de
cemento, encima de las puertas H y G. Niémans miró su reloj de pulsera. Dentro
de cuatro minutos estarían fuera y se desparramarían por las calles. Entonces
empezarían los riesgos de enfrentamientos, destrozos, disturbios. El policía
respiró hondo. Aquella noche de octubre [2] estaba
cargada de tensión.
Dos minutos. Por
reflejo, Niémans se volvió y vislumbró a lo lejos la plaza de la
Porte-de-Saint-Cloud. Perfectamente desierta. Las tres fuentes se erguían en la
noche como tótems de inquietud. A lo largo de la avenida se sucedían en fila
india los coches de los CRS. Delante, los hombres enderezaban los hombros, con
los cascos sujetos a la cintura y las porras golpeándoles las piernas. Las
brigadas de reserva.
El alboroto se
incrementó. La multitud se desplegaba entre las verjas erizadas de púas.
Niémans no pudo reprimir una sonrisa. Esto era lo que había venido a buscar.
Hubo una oleada. Unas trompetas rasgaron el estrépito. Un estruendo hizo vibrar
hasta el menor intersticio del cemento. «¡Ga-na-mos! ¡Ga-na-mos!» Niémans
apretó el botón de la radio y habló a Joachim, el jefe de la compañía este.
– Aquí
Niémans. Ya salen. Encáuzalos hacia los autocares del bulevar Murat, los
aparcamientos, las bocas del metro.
(Continúa)
sábado, 23 de septiembre de 2017
Teoría de la acomodación en la comunicación
Lengua y comunicación intergrupal
Escrito por Maria Àngels Viladot Presashttps://books.google.com.ar/books?id=zjZdmsYryJcC&lpg=PA101&ots=cU0P5qOyH-&dq=teor%C3%ADa%20de%20la%20acomodaci%C3%B3n%20del%20habla&hl=es&pg=PA101#v=onepage&q=teor%C3%ADa%20de%20la%20acomodaci%C3%B3n%20del%20habla&f=false
El amante de Lady Chatterley: Las tres versiones de El amante de Lady Chatterley...
Las tres versiones de El amante de Lady Chatterley, por Pascale Ferran
D.H. Lawrence y las tres versiones de El amante de Lady Chatteley, por Pascale Ferran
D.H. Lawrence escribió tres versiones de El amante de Lady Chatterley. La novela conocida con ese título es la tercera de ellas, la que Lawrence consideró definitiva y la cual mandó editar por cuenta propia, en marzo de 1928, varios meses antes de su muerte. La existencia de esas tres versiones no tiene nada de sorprendente en sí mismo, pero sí el método de Lawrence para escribirlas, excepcional en la historia de la literatura. El método fue el siguiente: entre cada versión, Lawrence deja reposar el manuscrito varios meses y se dedica a otros quehaceres.
Al volver a su proyecto, no parte del manuscrito precedente para introducir modificaciones, sino que rescribe integralmente una segunda versión. Y, más adelante, una tercera. Hay pues una trama y situaciones comunes entre las tres versiones, pero ningún pasaje estrictamente igual, ningún diálogo parejo. Y los personajes mismos, los cuatro personajes centrales de la novela –lady Chatterley y su marido, Clifford; el guardabosques (que cambia de nombre según las versiones); y la Sra. Bolton, enfermera de Clifford– fluctúan mucho de una versión a otra. El resultado son tres versiones autónomas, coherentes de la primera página a la última.
Descubrí El amante de Lady Chatterley más bien tarde.Ciertos aspectos del libro me entusiasmaron pero era, a mis ojos, inadaptable. O en todo caso una adaptación tan libre que yo nunca habría tenido la audacia de imaginar. Debo decir que El amante de Lady Chatterley (tercera versión) es tan verbosa que, por lo menos en ese terreno, el libro ha envejecido mal. Como si Lawrence, frente al carácter eminentemente subversivo de su tema y la censura que anticipaba, se hubiera sentido obligado a teorizar, en voz de sus personajes, la tesis de su novela: el amor más fuerte que todas las barreras sociales.
Más adelante descubrí que había dos versiones precedentes y que la segunda estaba editada por Gallimard, bajo el título de Lady Chatterley y el hombre de los bosques. Esta versión es más simple, más frontal de cara a su tema, menos atormentada. El libro está más centrado en la relación entre Constance y Perkin, el guardabosques, y ambos personajes son bastante diferentes. Parkin, por ejemplo, es aquí un hombre simple que guarda los bosques para escapar de la vida gregaria. (En El amante de Lady Chatterley, se trata de un ex oficial del Ejército de Indias que ha elegido la vida ermitaña. Pero su cultura y sus orígenes hacen menos escandalosa su relación con lady Chatterley. En cierta manera, intelectualmente, son casi del mismo mundo, lo cual explicaba que pudieran hablar de lo que les sucedía.)
En Lady Chatterley y el hombre de los bosques, no comentan sino que experimentan. En definitiva, la historia, todavía más que en la última versión, está literalmente invadida por la vegetación. Y el reino vegetal no interviene sólo como metáfora del aliento vital que reúne a los dos protagonistas, sino que les acompaña sin cesar en su transformación.
Para mí, aquí yace la mayor belleza de Lady Chatterley y el hombre de los bosques: la historia de un amor que es sinónimo de la experiencia concreta de la transformación.
Al volver a su proyecto, no parte del manuscrito precedente para introducir modificaciones, sino que rescribe integralmente una segunda versión. Y, más adelante, una tercera. Hay pues una trama y situaciones comunes entre las tres versiones, pero ningún pasaje estrictamente igual, ningún diálogo parejo. Y los personajes mismos, los cuatro personajes centrales de la novela –lady Chatterley y su marido, Clifford; el guardabosques (que cambia de nombre según las versiones); y la Sra. Bolton, enfermera de Clifford– fluctúan mucho de una versión a otra. El resultado son tres versiones autónomas, coherentes de la primera página a la última.
Descubrí El amante de Lady Chatterley más bien tarde.Ciertos aspectos del libro me entusiasmaron pero era, a mis ojos, inadaptable. O en todo caso una adaptación tan libre que yo nunca habría tenido la audacia de imaginar. Debo decir que El amante de Lady Chatterley (tercera versión) es tan verbosa que, por lo menos en ese terreno, el libro ha envejecido mal. Como si Lawrence, frente al carácter eminentemente subversivo de su tema y la censura que anticipaba, se hubiera sentido obligado a teorizar, en voz de sus personajes, la tesis de su novela: el amor más fuerte que todas las barreras sociales.
Más adelante descubrí que había dos versiones precedentes y que la segunda estaba editada por Gallimard, bajo el título de Lady Chatterley y el hombre de los bosques. Esta versión es más simple, más frontal de cara a su tema, menos atormentada. El libro está más centrado en la relación entre Constance y Perkin, el guardabosques, y ambos personajes son bastante diferentes. Parkin, por ejemplo, es aquí un hombre simple que guarda los bosques para escapar de la vida gregaria. (En El amante de Lady Chatterley, se trata de un ex oficial del Ejército de Indias que ha elegido la vida ermitaña. Pero su cultura y sus orígenes hacen menos escandalosa su relación con lady Chatterley. En cierta manera, intelectualmente, son casi del mismo mundo, lo cual explicaba que pudieran hablar de lo que les sucedía.)
En Lady Chatterley y el hombre de los bosques, no comentan sino que experimentan. En definitiva, la historia, todavía más que en la última versión, está literalmente invadida por la vegetación. Y el reino vegetal no interviene sólo como metáfora del aliento vital que reúne a los dos protagonistas, sino que les acompaña sin cesar en su transformación.
Para mí, aquí yace la mayor belleza de Lady Chatterley y el hombre de los bosques: la historia de un amor que es sinónimo de la experiencia concreta de la transformación.
Pascale Ferran, directora de Lady Chatterley (2006)
viernes, 22 de septiembre de 2017
Interrobang: Los ríos de color púrpura de Jean-Christophe Grang...
Hubo un tiempo, en la antigua Olimpia, en la que los atletas eran también músicos, poetas, artistas y filósofos. Cultivaban simultáneamente cuerpo y mente; eran hombres espirituales y deportistas lejos de los que hoy, si son intelectuales no levantan pesos y si son deportistas solo prueban la cultura, como los niños la verdura, a regañadientes y sin saborearla.
Pierre Niémans, rostro anguloso, gafas de montura metálica, fobia a los perros y pelo cortado a cepillo es teniente de policia de París y hombre de acción. Su comisario le envía a Guernon, un pueblecito cercano a Grenoble con una notable universidad, para hacerse cargo de una investigación de asesinato. Salta de la frenética macro urbe con violencia explosiva de corta mecha que él mismo a veces también experimenta y que le cuesta controlar, a un valle pacifico rodeado de altas montañas nevadas y cantarinas aguas donde la violencia se presenta en forma filosófica y poética pero no por ello menos letal.
Karim Abdouf es un alto policía magrebí, licenciado en derecho, con rastas, experto en boxeo tailandés, buen tirador y aspecto intimidatorio que se ha criado entre inmundicia humana con violencia barrio bajera y visceral y la entiende como un acto resolutivo de vive o muere. Rechazado por su gentilicio, su aspecto y su condición intelectual muy por encima de la media de sus compañeros vive destinado, muy a su pesar, en provincias donde recibe el encargo de investigar un desconcertante asalto en un colegio sin robo aparente en la pequeña localidad de Sarzac.
Tranquilas y pequeñas localidades distantes unos 250 kilómetros entre si, capaces de albergar en su intimidad un silencioso mundo de conspiraciones insospechadas. Por eso no hay que desdeñar nada, en cualquier caso policial cada elemento desempeña su papel. No hay casualidades ni detalles inútiles. Todo merece ser considerado.
Ni Pierre ni Karim tienen la más ligera idea de que sus casos, dos tramas que transcurren paralelas, acabaran conectados ni de como el horror es capaz de encontrar siempre un camino por donde manifestarse: “la especie humana es la única cruel consigo misma, la única que encuentra placer en hacer el mal”.
Los ríos de color púrpura, publicada en 1998 y ambientada en 1996, es una novela rica en matices, con un argumento sólido y profundo, donde cada capa es un sedimento de la historia. Todos los personajes presentan un interesante perfil psicológico y una fuerte personalidad, que transmiten a la novela dotándola de una energía y un ritmo narrativo que no da respiro alguno, por lo que resulta muy interesante y entretenida, y para nada simple.
Las localizaciones, los exteriores, las situaciones y las acciones son descritas con tanto realismo que el efecto que producen a nivel de imagen mental es de alto voltaje.
Jean-Christophe Grangé ha trabajado un argumento que no deja resquicio a la incongruencia, todo está atado y bien atado, y las explicaciones son coherentes a las situaciones sin coger nada por los pelos. Además, el autor, conocedor de que todo lector de género se dedica a hacer de detective, se divierte jugando a dejar miguitas de pan sin que eso suponga evidenciar lo previsible, ya que con giros insospechados tiende a superar las expectativas y logra mantener un interés constante y una tensión creciente hasta el mismísimo final.
Muy recomendable en general y en particular para empezar a tratar con este autor francés que en su país goza de un merecido prestigio traducido en éxito de ventas y en adaptaciones cinematográficas con actores de renombre. Aporta al género un enfoque diferente del habitual muy en esa línea en la que nos está acostumbrando el nuevo polar francés alejado de estereotipos pero de gran calidad y que o gusta o repele prácticamente sin término medio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
6 comentarios: