Las tres versiones de El amante de Lady Chatterley, por Pascale Ferran
D.H. Lawrence y las tres versiones de El amante de Lady Chatteley, por Pascale Ferran
D.H. Lawrence escribió tres versiones de El amante de Lady Chatterley. La novela conocida con ese título es la tercera de ellas, la que Lawrence consideró definitiva y la cual mandó editar por cuenta propia, en marzo de 1928, varios meses antes de su muerte. La existencia de esas tres versiones no tiene nada de sorprendente en sí mismo, pero sí el método de Lawrence para escribirlas, excepcional en la historia de la literatura. El método fue el siguiente: entre cada versión, Lawrence deja reposar el manuscrito varios meses y se dedica a otros quehaceres.
Al volver a su proyecto, no parte del manuscrito precedente para introducir modificaciones, sino que rescribe integralmente una segunda versión. Y, más adelante, una tercera. Hay pues una trama y situaciones comunes entre las tres versiones, pero ningún pasaje estrictamente igual, ningún diálogo parejo. Y los personajes mismos, los cuatro personajes centrales de la novela –lady Chatterley y su marido, Clifford; el guardabosques (que cambia de nombre según las versiones); y la Sra. Bolton, enfermera de Clifford– fluctúan mucho de una versión a otra. El resultado son tres versiones autónomas, coherentes de la primera página a la última.
Descubrí El amante de Lady Chatterley más bien tarde.Ciertos aspectos del libro me entusiasmaron pero era, a mis ojos, inadaptable. O en todo caso una adaptación tan libre que yo nunca habría tenido la audacia de imaginar. Debo decir que El amante de Lady Chatterley (tercera versión) es tan verbosa que, por lo menos en ese terreno, el libro ha envejecido mal. Como si Lawrence, frente al carácter eminentemente subversivo de su tema y la censura que anticipaba, se hubiera sentido obligado a teorizar, en voz de sus personajes, la tesis de su novela: el amor más fuerte que todas las barreras sociales.
Más adelante descubrí que había dos versiones precedentes y que la segunda estaba editada por Gallimard, bajo el título de Lady Chatterley y el hombre de los bosques. Esta versión es más simple, más frontal de cara a su tema, menos atormentada. El libro está más centrado en la relación entre Constance y Perkin, el guardabosques, y ambos personajes son bastante diferentes. Parkin, por ejemplo, es aquí un hombre simple que guarda los bosques para escapar de la vida gregaria. (En El amante de Lady Chatterley, se trata de un ex oficial del Ejército de Indias que ha elegido la vida ermitaña. Pero su cultura y sus orígenes hacen menos escandalosa su relación con lady Chatterley. En cierta manera, intelectualmente, son casi del mismo mundo, lo cual explicaba que pudieran hablar de lo que les sucedía.)
En Lady Chatterley y el hombre de los bosques, no comentan sino que experimentan. En definitiva, la historia, todavía más que en la última versión, está literalmente invadida por la vegetación. Y el reino vegetal no interviene sólo como metáfora del aliento vital que reúne a los dos protagonistas, sino que les acompaña sin cesar en su transformación.
Para mí, aquí yace la mayor belleza de Lady Chatterley y el hombre de los bosques: la historia de un amor que es sinónimo de la experiencia concreta de la transformación.
Al volver a su proyecto, no parte del manuscrito precedente para introducir modificaciones, sino que rescribe integralmente una segunda versión. Y, más adelante, una tercera. Hay pues una trama y situaciones comunes entre las tres versiones, pero ningún pasaje estrictamente igual, ningún diálogo parejo. Y los personajes mismos, los cuatro personajes centrales de la novela –lady Chatterley y su marido, Clifford; el guardabosques (que cambia de nombre según las versiones); y la Sra. Bolton, enfermera de Clifford– fluctúan mucho de una versión a otra. El resultado son tres versiones autónomas, coherentes de la primera página a la última.
Descubrí El amante de Lady Chatterley más bien tarde.Ciertos aspectos del libro me entusiasmaron pero era, a mis ojos, inadaptable. O en todo caso una adaptación tan libre que yo nunca habría tenido la audacia de imaginar. Debo decir que El amante de Lady Chatterley (tercera versión) es tan verbosa que, por lo menos en ese terreno, el libro ha envejecido mal. Como si Lawrence, frente al carácter eminentemente subversivo de su tema y la censura que anticipaba, se hubiera sentido obligado a teorizar, en voz de sus personajes, la tesis de su novela: el amor más fuerte que todas las barreras sociales.
Más adelante descubrí que había dos versiones precedentes y que la segunda estaba editada por Gallimard, bajo el título de Lady Chatterley y el hombre de los bosques. Esta versión es más simple, más frontal de cara a su tema, menos atormentada. El libro está más centrado en la relación entre Constance y Perkin, el guardabosques, y ambos personajes son bastante diferentes. Parkin, por ejemplo, es aquí un hombre simple que guarda los bosques para escapar de la vida gregaria. (En El amante de Lady Chatterley, se trata de un ex oficial del Ejército de Indias que ha elegido la vida ermitaña. Pero su cultura y sus orígenes hacen menos escandalosa su relación con lady Chatterley. En cierta manera, intelectualmente, son casi del mismo mundo, lo cual explicaba que pudieran hablar de lo que les sucedía.)
En Lady Chatterley y el hombre de los bosques, no comentan sino que experimentan. En definitiva, la historia, todavía más que en la última versión, está literalmente invadida por la vegetación. Y el reino vegetal no interviene sólo como metáfora del aliento vital que reúne a los dos protagonistas, sino que les acompaña sin cesar en su transformación.
Para mí, aquí yace la mayor belleza de Lady Chatterley y el hombre de los bosques: la historia de un amor que es sinónimo de la experiencia concreta de la transformación.
Pascale Ferran, directora de Lady Chatterley (2006)
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