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Carson McCullers: ¿Quién ha visto el viento? (Cuentos completos)
Con mirar una fotografía de Carson McCullers uno ya puede sentirse conmovido. Su rostro refleja una juventud extenuada; sus ojos grandes y expresivos (siempre enmarcados por ojeras) revelan el júbilo y la tristeza de alguien que ha sido testigo sagaz de la existencia. La discordancia entre sus rasgos infantiles y su semblante enfermizo denotan la condición de una escritora que logró explotar un gozoso talento en su literatura, pero que habría sufrido en todo lo demás.
Ese rostro frágil aparece en la portada de «¿Quién ha visto el viento?», edición que compila la totalidad de los cuentos publicados por la autora norteamericana Carson McCullers en un atractivo volumen de 310 páginas traducido por José Luis López Muñoz y María Campuzano. El formato del libro es bastante legible; por desgracia no nos ofrece un prólogo (ni siquiera un índice) que nos indique la procedencia y el año en que fuera escrito cada uno de los cuentos. Sin embargo el lector podrá suponer que se encuentran organizados en orden cronológico pues mientras avanzamos con las páginas la calidad de los mismos se va incrementando; amén de que notaremos dos etapas muy puntuales: una de juventud y otra de madurez. Veamos:
Al principio los cuentos están ambientados en el sur de los Estados Unidos de América (principalmente en el estado de Georgia) pero después se ubican en la ciudad de Nueva York. Muchos de ellos dan la impresión de que la niña Mick (uno de los entrañables personajes de la novela»El corazón es un cazador solitario») regresa para protagonizar nuevas historias. Por otro lado, los cuentos finales parecen adelantar la perspectiva adulta y posmodernista de autores como John Cheever o Raymond Carver. En ambos casos McCullers cultiva una cualidad observadora que capta prodigiosamente las alegrías y las preocupaciones de los personajes, especialmente los infantiles, además su bien conocida afición por la música y el cine embellece las narraciones de manera sublime. En síntesis, estamos hablando de un caso de sensibilidad notable que rebasa cualquier consideración negativa de orden técnico.
Hoy mismo, en la era de la información y lo políticamente correcto, resulta bien fácil hablar de tolerancia, integración y empatía: Pero en la época y el entorno en que escribió Carson McCullers (el sur profundo, la segunda guerra mundial y el macartismo) encaminar las mentalidades hacia un espacio de tolerancia era todo un desafío.
El estilo de narrar es sencillo y amable valiéndose de un recurso preventivo que engancha al lector mediante preguntas. La escritora hace uso del flashback (analepsis) de manera muy eficaz pero sin recurrir a los artificios sofisticados que pudieran confundir al lector. Los entramados se inclinan por sucesos cotidianos que parecen no decir gran cosa pero que encierran dentro de sí los misterios de la naturaleza humana. En contraparte, habrá que hacer notar que algunos de los primeros cuentos pueden mostrarse técnicamente débiles (recordemos que McCullers empieza a escribir desde edades muy tempranas) por lo que el lector no deberá juzgar el talento de la escritora con base a los primeros cuentos de la colección.
Comentemos algunas de las mejores muestras de este libro:
El aliento del cielo: Este cuento describe con economía de recursos la angustia de una joven enferma. Aquí encontraremos una interesante analogía entre la insuficiencia respiratoria y las palabras que se callan. En esta dinámica los accesos de tos se muestran como una manifestación de incomunicación o de censura auto-infringida.
El orfanato: Las afirmaciones con que adiestramos a los niños se quedan marcadas para siempre (mucho más cuando nuestra educación tiene motivaciones oscurantistas). Este excelente cuento parece más una memoria que una ficción, y muestra un inusual tono sombrío. Trata sobre una niña precoz cuyo hallazgo de un objeto extraño crea turbación en los demás niños.
Sin título: Posiblemente ésta sea la mejor muestra literaria de todo el libro. La narración se centra en un joven que escapa de su casa y rememora los eventos más importantes de su corta existencia. La técnica no lineal se resuelve de manera prodigiosa y McCullers roza el firmamento literario describiendo los sentimientos y las honduras psicológicas de manera virtuosa (aquí encontraremos el famoso episodio del vuelo del planeador). En fin, se trata de un cuento tan brillante que suena estúpido el hecho de que no tenga nombre.
El instante de la hora siguiente: Habla sobre una pareja joven y los excesos a los que se ven expuestos, enfocándose en el momento en que inicia una resaca. Es decir, el instante en el que termina el éxtasis e inicia el dramático descenso hacia el habitual sentimiento de vacío existencial.
Los extranjeros: La literatura del siglo XX no es un arte épico que narre sucesos extraordinarios, sino que puede avocarse a cualquier suceso corriente. Este cuento va de un simple viaje en autobús pero su planteamiento encierra todo aquello que sucedió en las décadas de 1930 y 1940 que llevaría a la humanidad a la catástrofe… así de trascendente puede llegar a ser un cuento.
Un árbol, una roca y una nube: Otro de los mejores cuentos del libro. La escritora describe un momento doméstico en el que un hombre maduro reflexiona acerca de lo que verdaderamente significa el amor mientras toma un trago en una taberna. Y con ese pretexto la escritora arroja un nuevo rayo de luz sobre sus lectores.
El transeúnte: Quizás este sea el mejor de los cuentos de la época neoyorkina. McCullers sabe describir como nadie la pasión por la música y se apoya en ella para engrandecer el sentimiento de sus personajes. En este caso, un hombre enfrenta el encuentro inesperado con su ex esposa y experimenta la epifanía que le permitirá enmendar sus errores. Este cuento lo podría haber escrito alguien tan brillante como John Cheever.
Dilema doméstico: Al final de su carrera nuestra autora logró crear personajes femeninos lastimosamente trágicos desarrollando brillantemente situaciones bastante patéticas. Esta narración nos habla de una madre con problemas de alcoholismo que utiliza a su marido como blanco de sus frustraciones. No sería extraño que Raymond Carver hubiera tomado inspiración de cuentos como este.
Muchacho obsesionado: Un interesante cuento que trata sobre el estrés postraumático; va de un niño que lucha por encontrar los recursos emocionales que le permitan enfrentar la vida, ya que su madre ha caído en la ruina y la depresión. Afortunadamente el protagonista encuentra la luz al final del túnel.
Quién ha visto el viento: Quizás el relato más triste que haya leído. Para darnos una idea digamos que roza los terrenos de Francis Scott Fitzgerald en sus años finales. Esta historia es protagonizada por personajes neuróticos al estilo de Dostoievski, pero sin la brillantez ni el humor del maestro ruso (lo que la hace más triste). Por supuesto, esto no significa que el cuento sea malo.
Conclusiones:
En el campo de la narración breve, Carson McCullers refrendó el talento literario mostrado en sus novelas rebosante de sensibilidad artística. Este libro describe el proceso de «maduración» que transforma la confusión infantil en frustración adulta. La escritora nos advierte de las patologías del comportamiento americano que toman parte en ese declive y nos invita a ejercer el respeto por la dignidad humana.
Ahora mismo, en la era de la información y de lo políticamente correcto resulta bien fácil hablar de tolerancia, integración y empatía; pero en la época y el entorno en que escribió nuestra escritora (el sur profundo, la segunda guerra mundial y el periodo conocido como el macartismo) encaminar las mentalidades hacia un espacio de tolerancia era todo un desafío. Las historias de «Quién ha visto el viento» nos ayudan a entender las contradicciones de los seres humanos y a enfrentar nuestro principal problema: la incapacidad para comprendernos los unos a los otros.
Carson McCullers: El Corazón Es Un Cazador Solitario
Con el título de «El corazón es un cazador solitario» la joven escritora de 23 años Carson McCullers publicó su primera novela en el año de 1940. Poca gente hubiera imaginado que este trabajo literario permanecería hasta la actualidad como una de las mejores novelas norteamericanas del siglo XX. El éxito se debió a la enorme sensibilidad social que despliega, sus personajes tan humanos, su aguda introspección psicológica y la indudable trascendencia del mensaje.
El estilo de la prosa es bastante sencillo y se asimila con facilidad. La historia está ambientada en una ciudad no especificada del estado de Georgia y será narrada a la manera tradicional en tercera persona. Sin embargo, llama la atención la ausencia de un protagonista, pues ningún personaje acapara la acción por encima de los demás. Esta cualidad «coral» hace que cada capítulo se centre en las vivencias de un personaje distinto (aunque al final no exista demasiada controversia entre los puntos de vista). Por esa razón, es conveniente que hablemos de los cinco personajes más importantes. Veamos:
- Empecemos con el mudo John Singer, personaje al que se le concede un aura de santidad gracias a su apacible personalidad que inspira confianza en sus semejantes. En efecto, la gente le busca para desahogarse y contarle sus preocupaciones. Sin embargo, la ausencia de su mejor amigo (y el desconocimiento que los demás tienen sobre el lenguaje de señas) hacen que el mudo no tenga a quien contarle sus propios problemas, de modo que se limita a escuchar. De hecho, Singer suele ocultar sus manos en los bolsillos para evitar la tentación de gesticular cosas que nadie entenderá.
- La niña Margaret Kelly (a la que todos apodan «Mick«) recién arribó a la edad de la adolescencia. Vive en un ambiente de pobreza y proviene de una familia numerosa por lo que se dedica a cuidar a sus hermanos pequeños. Su espigada estatura (demasiado alta para su edad) le acompleja, y usa ropa holgada para esconder los cambios que se empiezan a manifestar en su cuerpo, razón por la que sus amigos le consideran una chica poco femenina. Mick desea convertirse en pianista y a pesar de no contar con un instrumento escribe su propia música y la esconde en un cuaderno secreto. Lo que más anhela es que alguien pudiera invitarle a su casa para escuchar la música que programan en la radio, pues ese aparato es un lujo que su familia no puede permitirse.
- Ahora hablemos del forastero Jake Blunt, un hombre aficionado a la bebida y que sufre de un carácter violento y autodestructivo. Viaja de pueblo en pueblo empleándose en trabajos temporales. Sin embargo, su verdadero propósito en la vida es compartir sus ideales políticos con las personas que va encontrando en el camino. Por su conocimiento de la situación social considera capaz de abrir los ojos de la gente. Por desgracia, su carácter tosco y sus costumbres alcohólicas impiden que alguien le tome en serio y se interese por su discurso.
- Continuemos con el restaurantero Biff Brannon, un hombre metódico que se dedica a observar lo que sucede a su alrededor. Al ser el dueño del café que se ubica en la avenida principal (y que permanece abierto tanto de día como de noche) puede enterarse de todo el movimiento que acontece en la ciudad. Si bien Biff se muestra benevolente y proporciona ayuda a sus semejantes, no pasa de ser un hombre melancólico y resignado cuya única pasión reside en elaborar curiosos trabajos manuales. Su tímida e insignificante actuación, difícilmente influirá en beneficio de la vida de los demás.
- Finalmente mencionaremos al doctor Benedict Copeland, un ser ejemplar dentro de la comunidad negra debido a su incansable labor profesional. Este servicio consiste en la consulta a domicilio de los enfermos, así como la atención de los heridos producto de las constantes riñas que ocurren en su entorno. Copeland alberga un idealismo casi bíblico por salvar a su comunidad de la ignorancia, pero siente una gran desilusión cuando sus semejantes desoyen sus consejos. Al ser un hombre mayor, cuenta con poco tiempo para hacer algo para mejorar las condiciones de sus hermanos de raza.
Como vemos, estos personajes van construyendo un drama de incomunicación desde la soledad de su trinchera. Ninguno de ellos se encuentra completamente libre para expresar su verdadero sentir, y las personas que están a su alrededor (preocupadas por los problemas inmediatos que impone la pobreza y la segregación) no los comprenden. Mantener en silencio los ideales y los anhelos, es una carga más a la que estos seres se tienen que acostumbrar. No hay duda de que la presencia de un personaje mudo representa el símbolo más significativo de esta obra literaria.
De entre las muchas virtudes de esta autora debemos destacar su capacidad para meterse en el corazón de los personajes. McCullers posee gran sensibilidad para describir el precario amor propio de las personas pertenecientes a las clases humildes. Por ejemplo. es capaz de observar como estos seres se esmeran en esconder sus defectos físicos o emocionales, pero se esfuerzan tanto que terminan haciéndolos más evidentes.
Los seres solitarios y marginales que dan vida a esta narración nos ayudan a rechazar los estereotipos, la segregación y la intolerancia. En lugar de ello, promueven el respeto por la diversidad humana.
Una de las mejores escenas del libro acontece cuando la jovencita Mick escucha la radio a hurtadillas bajo la ventana de uno de sus vecinos. De esta manera furtiva conocerá las melodías de Mozart y las tratará de guardar en su memoria, porque cree que jamás tendrá la oportunidad de volver a escucharlas. Estos detalles delicados hacen que una novela de gran trasfondo social se muestre mucho más amable con el lector.
Por otro lado, la novela aborda el grave problema que padecen los ciudadanos norteamericanos que tienen la costumbre de alojar armas de fuego en casa, dejándolas al alcance de cualquiera. También nos habla del daño que produce la educación punitiva que genera hondos sentimientos de culpa en los niños. Las palabras hieren quedándose marcadas en el alma de los más pequeños. Por si fuera poco, su atinada descripción de las lacras del sistema económico se muestra prodigiosa por tratarse de una autora tan joven.
Al empaparse del discurso político perteneciente a los diferentes grupos humanos y las razas, la escritora hace gala del don de la empatía, y su objetivo es que los lectores realicemos un ejercicio parecido, motivándonos a entender las necesidades y los puntos de vista de los demás.
Por todo esto, hemos de concluir que la primera novela de Carson McCullers es un portento de sensibilidad humana. La introspección en el alma de los personajes es notable; los seres solitarios y marginales que dan vida a esta narración nos ayudan a rechazar los estereotipos, la segregación y la intolerancia. En lugar de ello, promueven el respeto por la diversidad humana. La sagacidad mostrada para desmenuzar la situación social de su entorno también engrandece la obra. Finalmente, su gran conocimiento sobre la problemática de las comunidades negras redondea una novela brillante y conmovedora que todo lector debería consultar. Lejos de evangelizar, la escritora se empeña en describir de manera convincente una sociedad marcada por la incomprensión.
Ante tan evidentes cualidades, pasaremos por alto las esporádicas deficiencias técnicas en la construcción de su sencilla prosa y hemos de incluir «El corazón es un cazador solitario» en la categoría de «libros mejor valorados».
La Balada Del Café Triste (Carson McCullers)
Los lectores aficionados al «gótico sureño» pueden arribar a la literatura de Carson McCullers con la seductora idea de encontrarse con un Faulkner en versión femenina, desafortunadamente esta expectativa podría venirse abajo desde la lectura de las primeras páginas de este libro. Si bien, la escritora estadounidense puede recrear aquellos escenarios sureños con sus pueblos semiabandonados y sus confundidos habitantes, su forma de narrar es mucho más sencilla. McCullers se muestra bastante considerada con sus lectores, desarrollando temas previos y preparando a su público antes de abordar cada escena, explicando las motivaciones de cada personaje. En sus escritos puede encontrarse una suerte de encantadora ingenuidad. En suma, su estilo tiene muy poco que ver con el del autor de “El ruido y la furia”.
“La balada del café triste” contiene seis relatos cortos y como platillo principal, la novela corta que da nombre al libro. Esta última, se ambienta en un insignificante pueblo de Georgia; un lugar en el que “ni siquiera las nevadas se hacen presentes”. La historia trata sobre un «triángulo no amoroso» entre personajes que parecen totalmente incapaces de recibir afecto. A saber: una corpulenta y solitaria solterona; un violento e hipersensible expresidiario, y un jorobado parlanchín sediento de atención. Estos seres presas del temor, se arrastran, se atrincheran y se enfrentan entre sí, dejando de lado cualquier rastro de dignidad. El desenlace resulta bastante curioso en comparación con el resto del libro; lo mejor es el misterioso párrafo final que se presta para un análisis profundo.
Da la impresión de que la escritora intenta adecuarse a la fórmula de la fábula o el cuento de hadas, pero hablando de temas adultos. “La balada del café triste” nos ofrece una idea del porqué no somos capaces de dar y recibir amor. Este planteamiento bien pudo haberse desarrollado en un breve cuento, sin embargo McCullers detallista y prolija, prefirió extenderse con 80 páginas. El resultado es bueno, con indudables chispazos de genialidad, pero también con ciertas deficiencias; creo que le faltó el estirón final que le permitiera pulir y concretar su desarrollo argumental. Generalmente se piensa que una película tiene todo el potencial para echar a perder un libro. En este caso, me parece que un buen cineasta podría mejorar esta historia.
Usted, como entendido de la literatura, podrá cuestionar el realismo de esta nouvelle, pues muchas de las situaciones narradas caen en la inverosimilitud. Además, los personajes se comportan de manera estúpida e ignorante. Sin embargo, pretender que la realidad no sea una contradicción constante y que los seres humanos adolezcamos de imbecilidad, tampoco suena muy realista.
Por si fuera poco, el libro nos ofrece seis relatos cortos (algunos de ellos magníficos) que en su mayor parte tratan sobre personajes peculiares, incomprendidos, señalados o marginados por la sociedad; el sentimiento de estos héroes bizarros es acallado por la incapacidad e insensibilidad de sus toscos congéneres. En estos cuentos el elemento sureño es menos notorio. Por ejemplo: “Wunderkind” es un cuento autobiográfico, sobre de la primera juventud de la escritora, cuando pretendía ser pianista, “Madame Zilensky” habla sobre una mentirosa compulsiva que sin embargo, no tiene ninguna maldad en su corazón, mientras que “Un árbol, una roca, una nube” habla sobre la convincente filosofía del amor que desarrolla un patético y solitario bebedor de cerveza. Empero, los momentos más brillantes del libro son “Un dilema doméstico” y “El transeúnte”, cuentos que parecen adelantar ese estilo americano que John Cheever o Raymond Carver desarrollarían en décadas posteriores. Estos son los relatos más “actuales” y menos “góticos” que presenta el libro; no obstante, me parecen los mejores.
El luminoso cuento “El transeúnte” vale por todo el libro. Trata sobre un hombre que tras cruzar el océano para asistir al funeral de su padre, se topa por casualidad con su anterior esposa, quien le invita a cenar con su nueva familia. Ese encuentro a todas luces incómodo, termina siendo una experiencia aleccionadora y gratificante. Aquí podremos encontrar el elemento humano más impetuoso que nos ofrece esta interesante colección de relatos. Creo que Carson McCullers fue una escritora que supo captar la incomprensión, la soledad y el significado oculto de cada experiencia humana.
Valoración: Bueno.
Año de publicación: 1943.
País: Estados Unidos.
Género: Novela costumbrista, gótico sureño.
Extensión: Breve,
Dificultad de lectura: Baja dificultad.
Traducción: Aceptable (Seix Barral/Austral)
Temas: Desamor, soledad, incomprensión.
Autores con obras similares: Flannery O’Connor, Eudora Welty.
«La balada del café triste» esta disponible en la editorial Austral y también en su «hermana mayor» Seix Barral. Recomiendo evitar la edición «de bolsillo» de Austral (Portada violeta) por ser un libro miniatura con tamaño de letra casi ilegible.
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