martes, 1 de noviembre de 2022

"Orfeo y Eurídice" poema de Alfredo Veiravé

 

Alfredo Veiravé,  Orfeo y Eurídice

 

¿Es él de aquí? Oh. pues de ambos

mundos  se nutrió su naturaleza vasta.

Rilke, Sonetos a Orfeo

Orfeo es culpable de impaciencia.

Maurice Blanchot, El espacio literario

 

Mito Poética

 

Se tocan las lenguas de la pareja adentro de la boca y el primer enigma

                               del conocimiento de Eros y Thánatos

                               en el mar Egeo se regocija

                con el lenguaje de los cuerpos de lo invisible.

 

Entre las algas de las profundidades

brilla una luz, una energía de eternidades

como imagen de un sol incandescente

alrededor del cual giran planetas de palabras

extraídas del mundo de las sombras: es la poesía.

 

Rompe la ola sobre lo no revelado y el poeta órfico busca,

huele en el olor marino de las sirenas, no la verdad

sino la luminosa cima, el abismo de la oscuridad,

y desde ese espacio habla el poema con el predominio del poder.

 

El poeta canta siempre en la sustancia del gran Hacedor de las civilizaciones,

en la Mito Poética de lenguas antiguas y modernas:

                la materia de la poesía como diamantes de palabras

(aunque todo parezca una historia personal)

 

1

Lo contaré en primera persona porque yo fui

                el protagonista

de ese fracaso matrimonial cuando volví a buscarte

y también el autor de una mirada

                que al volver hacia atrás su ojo de crueldad

trató con paciencia de retenerte

como imagen de la esposa rescatada de los valles de Plutón.

 

Oh, Eurídice, de las regiones inferiores donde moran las almas,

eco mirtos de los enamorados,

                mi propia voz modernamente movediza, trama del más allá.

 

2

                Eurídice, la de una rama de la inteligencia

perdida en un bosque de arrayanes,

                mojándote de deseos bajo el blanco camisón transparente

                ¡cómo te he perdido en las sombras!

 

¿Es que a los príncipes del misterio

                no se les otorga la piedad de poder preguntarse

                qué hora es cuando estás en esas tinieblas?

¿Es que los dioses no saben cómo la deslealtad de los amantes

                los hace sentir culpables en el mundo de los otros?                

¿Y que el castigo es también una forma de resurrección?

                (A veces lo buscamos sin saber qué golpe nos será más necesario,

                cuál exilio o expulsión del paraíso encenderá la rama de la palabra florida)

Porque yo sé que estás allí del otro lado

aunque las columnas no dejen ver tu rostro demacrado:

                viva, en tu propia respiración exhalando un espacio irreal;

                muerta, en la ceguera de un silencio que me duele en el pecho.

                (A las terribles ménades furiosas entregaré este dolor

                del que pierde en la lucha sus queridos miembros

                y también muere para vivir en el canto de los inmortales amantes.) 

 

3

Vestida con fulgurantes estelas funerarias

que ocultaban la maravilla de ese cuerpo desnudo de la doncella

(ellas) te impedían caminar con rapidez hacia la luz del poema.

                Oh, cuerpo nuevamente cerrado que enmudece

                cuando Eros pasa de largo, distraídamente.

Eurídice, tu nombre de mujer universal tiene dentro

                una consagración que nace en el mundo de las separaciones

                donde los peces brillan como símbolos

                en un estanque que se torna rojo cada vez que tu cuerpo

                se da vueltas y ofrece la visión carnal de una sonrisa

                llena de vida para mí, porque me traslada del mundo de los dioses

al otro mundo de los sentimientos de la venerada Naturaleza.

 

4

Yo amaba la música de la poesía y mis voces en el doble reino

se volvían dulces y eternas, mis cantos eran

la flor que yo buscaba en las vastas regiones tenebrosas; por eso bajé

a los infiernos y bajaría de nuevo una y otra vez

para buscarte y perderte.

De esto no hay ninguna duda después de tantos años

de dialogar contigo en el momento de las madrugadas,

en las noches de insomnio

provocado por la energía de nuestras fantasías:

una energía que provenía de tus fuentes o de las mías

cuando entre tú y yo había otro descenso

que nos separaba en las habitaciones de la casa familiar,   

y que yo no sabía conjurar

como mensajero de lo perdurable.

Porque el amor siempre vuela como la flecha en el aire.

 

5

El nuestro era un mundo poblado de la armonía

                que al convertirse en cuerpos habitaban

                               la poesía misma

donde Orfeo y Eurídice se amaban.

                               “No estaba lejos de la superficie de la tierra

                               cuando temiendo que se le escapara y ávido

                               de verla

                               su amante esposo vuelve sus ojos” como lo cuenta Ovidio,

pero lo cierto es que mi impaciencia no era sino la única forma

de tenerte para siempre como provocadora en el poema,

                                dejándote volver todas las noches

                                en una voz de doncella a la cual no alteraría ya nunca más

                                el ocaso de los cambios y las mutaciones de la persona.

¡El esternón del varón es visitado

por el arrullo de tus pechos!.

 

6

Quizá yo tenía ese desorden de la belleza que tenías en tu cuerpo

                               de mujer, apetecible como un fruto salvaje,

deseable como el deseo de la posesión. ¿Al fin y al cabo

la complicidad del deseo no tiene un límite?

¿Y el pensamiento de la belleza no exige acaso una castidad necesaria

                               para que los misterios se multipliquen?

                               Creo que estas preguntas que entonces no me hice

                               en la empinada cuesta del regreso

                               aseguraban un retorno victorioso, inalterable,

                               definitivo

de la que fue mi Eurídice en el ámbito de las Celebraciones.

 

7

A veces vuelves en mis sueños

                donde busco otra vez tu boca

                rica en jugos de la cereza dulce

                y a través de la cual preguntas en el poema

                               ¿quién me llama?

Y me dueles en verdad al despertar

porque no estás en la tierra a mi lado

                                sino como una sombra que desaparece.

                               Eurídice que huyes al amanecer entre los personajes de una

                               trama que cada noche

                               arma sus dispersas y momentáneas figuras,

como la imagen de una nube que flota sobre el río.

 

8

Me digo entonces de qué manera este canto podría llegar

                A reflejar nuestra historia personal

en otros hombres y mujeres, en esas parejas

                que todavía bajo la sombra de los grandes árboles

una historia que les es familiar con separaciones o rupturas

                similares,

cuando al perder a la que encarna la dualidad se quedan solos

como viudos atrapados por la negligencia del destino.

Otras veces mi corazón se dirige en su embriaguez a tratar

de resolver el camino de una letanía que todos entiendan

                                la materia de la poesía como algas invisibles de palabras

y que para que esa revelación se consume

                                deben sacar del Averno

imágenes que se puedan compartir, aunque los hombres

están en este momento

                               distraídos, cerrados, abiertos solamente

 a la avidez de la riqueza pública

con lo cual a nadie le interesa la historia de una pasión

                                                                                              particular,

el desarrollo de un fracaso matrimonial. Este torpe orgullo

que nos impide transformar a la mujer querida

en el fruto de una inspiración incesante

                                sin tener que abandonarla en la oscuridad.

Ese es mi propio castigo cuando al dar vuelta la cabeza

y mirarte logré que desaparecieras de la vida

aunque pudieras aparecer como ahora en la memoria del poema.

 

9

Yo sé que me has condenado a escribir siempre el mismo lamento

                               fúnebre, y ésta es tu venganza desde el más allá de los

                                                                                                                             límites,

en esa zona donde todas las cosas son maravillas, palabras y bodas de belleza

fantásticamente oníricas que al despertar refulgen como dioses

                               y nos dan la potente alegría de ver el mundo de otra manera.

Pero también tengo conocimiento a diario de que un lejano día

                               otras personas en la faz de la tierra, lejos de estos 

                                                                                                              campos del mito,

seguirán gozando de otros acontecimientos             

                                               de la historia universal

                                               donde nosotros no estaremos aunque nos hayamos

                                               tocado para siempre entre las sombras

                                               de los enamorados.

 

10

A veces pasas por la avenida de la ciudad loca

en una motocicleta, en los filmes,

envuelta en un ruido musical de preguntas que nadie te contestará

                               y que ya nunca entenderías;

en ese otro mundo

                               al cual has vuelto con los cabellos peinados sobre la frente

                               según la última moda de los aqueos.                         

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